Partida Rol por web

Verónica miraba extrañada a David. - Solo me dijo que ya habíais terminado el libro, que lo podíamos archivar. J.J. asintió, al igual que yo, entonces Banes simplemente se llevó el libro y lo archivó. Decidimos pagaros a los dos un sueldo vitalicio, después de todo gracias al libro tenemos mucho dinero y bueno... Nos habéis ayudado a librarnos de Malcom y a salvar a la hermana de J.J., es lo menos que podíamos hacer. 

Pero tras escuchar lo que comentaba sobre una especie de ser todo poderoso, arqueó la ceja. - Dices que nos controla a todos menos a ti... Eso me incluye ¿verdad? Y si eso me incluye... ¿No crees que ese ser sabrá ya que estás en la empresa? - justo tras decir esas palabras el tiempo parecía haberse detenido momentáneamente. Banes apareció detrás de Veronica, de una forma un tanto borrosa, extraña y macabra. Sonrió a David y habló de una forma incomprensible para este, quizá siendo la única palabra comprensible "David" que la dijo al final.

De repente desapareció, como la última vez. - ¡Hey! - comentaba mientras chasqueaba los dedos Verónica. - Deja de empanarte. - suspiró. - Supongo que no me has escuchado lo último. Decía que en parte puede que sea cierto. Después de todo eso explicaría mis poderes y por qué Banes sabía tanto sobre el libro incluso antes de que llegaras... - se mordió el labio inferior, pensativa. - ¿Pero qué propones David? Si supuestamente es todo poderoso e intangible, no veo como podría ayudate.

David se llevó la mano a la frente en un fuerte dolor de cabeza. Una voz familiar, y una pda, aparecieron en su imaginación. La PDA contenía un rostro.

¡Bueno bueno! ¡David! ¡Que no se diga que Anthur no está a la altura de Lia! Ella descubrió la combinación de la caja fuerte de tu habitación ¿verdad que sí? ¡Pues yo, con mis increíbles dotes bufonescas, ya sé dónde está el libro! Está en el despacho de Vicent Badene-... Vincent Banes. En la caja fuerte. La combinación de la caja fuerte es 5 7 2 3.

¿Que cómo lo he averigüado? ¡Pues yo no he sido! ¡Has sido tú! O Banes. ¡O el Rumicachas ese! Solo que lo oiste al revés... Daba un poco de miedito, la verdad...

¡Bueno pues me largo! ¡Mucha suerte con todo eso! Y, huh... ¡Bonita chica esa que tienes ahi delante! ¡Parece que tiene carácter! ¿Es aliada? ¡Ah! ¡Se me acabó el tiempo! ¡Adiós!

David mostró una sonrisa a Verónica. -Realmente eres alguien que vale la pena conocer.- Le dijo, galante. -¿Cómo obtuviste los poderes en un principio, recuerdas eso?- Preguntó primero, antes de enlazar los dedos.

-Estoy casi seguro que el Libro debe estar en algún lugar de la biblioteca. ¿Donde escondes un árbol? En un bosque.- Dijo, con tanta seguridad como podía mostrar. -Además, todo parece que ha rondado la biblioteca desde el principio, como si ese lugar fuera.. No sé, un imán o un ancla en esta historia. Pero no podemos llegar allí juntos.- Explicó.

Verónica alzó una ceja mirando a David con estupefacción. - Primero dices que el libro es malvado y lo ha creado un ser todopoderoso que nos controla a todos... ¿Y ahora quieres buscarlo y saber de donde vinieron mis poderes? - se cruzó de brazos y miró con cierto enfado a David. - Él que se está comportando de una forma extraña eres tú David. Parece que quieras alcanzar un poder superior al que dispones ahora y pareces algo desesperado por ello... 

Se echó hacia atrás en la silla. - O empiezas a ser más sincero o me marcho, no tengo tiempo que malgastar con tus delirios de poder. Además ¿qué sinsentido es ese de que no podemos ir juntos a la biblioteca?

David suspiró. -No quiero poder. De verdad que no. No soy el David que intentó esclavizarlos a todos sólo para lograr traducir el libro.- Dijo, sin apartar la mirada de Verónica. -Quiero que todo esto acabe. Que los días no reinicien una y otra vez cada vez que muera, ni que el mundo sea regido por un ser "omnipresente" que lo controla todo. Quiero ser libre, Verónica. ¿No te gustaría serlo? ¿Tener verdadero libre albedrío? ¿Sin que un ser invisible ponga ideas en tu cabeza, palabras en tu boca?- Se llevó las manos a la nuca.

-Siento que el libro tiene la respuesta para eso. Pero, por los Dioses, si es que existen, si sabes de algún otro modo de detener esta locura, soy todo oídos.- Ofreció, mirándola casi con un ruego.

Veronica se encogió de hombros, miró entonces a David y parecía que le iba a decir algo, pero entonces abrió mucho los ojos y grito, mientras empujaba a David. - ¡AL SUELO! - entonces un disparo dio de lleno en la cara de Veronica, disparo que se podía presuponer que era para David.

Al girarse, David pudo ver a Malcom, armado hasta los dientes y con una sonrisa bastante perturbadora.

¡DAAAAAAVID! ¡VENGO A POR TIIIII! - rió como un loco mientras disparaba un par de veces más al techo. La gente que había allí empezó a huir. - No recuerdo que pasó para que descubrieran que iba tras el libro, ni porque he acabado en la trena, pero como por arte de magia aparecí fuera de la cárcel, con armas y con ganas de cobrarme todas las gilipolleces que he aguantado de tu parte.

Se acercó lentamente hasta David. - Voy a disfrutar cada minuto de tortura, lo vamos a pasar muy bien ¿verdad David? - pero como por arte de magia, Malcom se alzó en el aire, pataleando con las piernas. - ¡¿QUÉ COÑO?!

Veronica, con la cara recompuesta y nada de sangre en su cuerpo (que si en su ropa) estaba haciendo levitar a Malcom con su mano.

¡Vete David! ¡Ahora!

Veronica seguía recibiendo más y más disparos, aunque parecía aguantarlos de momento, eventualmente sus fuerzas menguarían.

No quedaba otra que salir corriendo de alli. David decidió salir corriendo y subir las escaleras. ¡¿A qué piso estaba el despacho de Banes?! ¡¿Debería coger el ascensor?! ¡No, no! Si Rumikuchi controlaba el mundo, podría hacer que el ascensor se estrellara o algo... ¡Solo quedaban las escaleras! ¿¡Pero llegaría o se cansaría antes!?

David subía por las escaleras, sabía que tenía que llegar hasta el último piso. Sin embargo iba a ser una ardua tarea subir tanto piso sin parar. David subió al primer piso, al segundo, al tercero, al cuarto, al quinto, al sexto, al séptimo, al octavo, al octavo, al octavo, al octavo, al octavo... Por alguna razón por más que subiera, seguía en el octavo piso.

 David empezó a entender que su subida por las escaleras se veía interrumpida. Ya fuera porque aquel edificio tenía una extraña política de tener una cantidad de pisos enumerados con el mismo índice, o porque aquel ser "Rumipikacuchi" estaba afectando el entorno de David.

- ¡Mierda! ¡Mierda!

 Sin pensarlo demasiado, David se adentra en aquel octavo piso en el que se encontraba, sabiendo bien que eso era lo que debía querer la entidad que le estaba persiguiendo.

Al entrar allí, la biblioteca parecía tranquila. Demasiado tranquila incluso. Pero una canción, cantada por alguien desde el fondo de la biblioteca, empezó a calar dentro de David.

No se en que estaba pensando,
dejando mi hermana atrás,
ahora sufro la maldición y estoy ciega.

Con toda esta ira, culpa y tristeza,
dispuestas a perseguirme para siempre,
no puedo esperar al acantilado al final del río.

¿Es venganza lo que busco?,
¿O alguien que me vengue?
Atrapada en mi propia paradoja, quiero liberarme.

Quizá lo debo perseguir y encontrar
antes que intenten detenerlo
no pasará mucho tiempo antes de que me convierta en una marioneta.

Ha pasado tanto,
desde la última vez que vi a mi hermana
no paré de buscar a ese monstruo...

Desde que te fuiste
he cantando esta estúpida canción
para así reflexionar.

Una hermana que se perdió... un monstro que se la llevó... esa canción... "...J.J está aquí..." no podía ser la hermana de J.J, ¿verdad? Después de todo Banes le contó a Anthur que el director la había estado torturando, que J.J se la encontró mutilada en la biblioteca, faltándole un ojo y gran parte del cuerpo...

La canción hablaba de venganza. Ira, culpa, tristeza... atrapada en su propia paradoja. Banes dijo que J.J había pasado a torturar al director haciéndole pasar lo mismo que le hizo a su hermana. Convirtiéndose en el mismo monstruo... ...¿Y eso de convertirse en marioneta? ...¿De Malcolm? Ella había recibido sus recuerdos... ¿no?

"Ay madre..." dijo David, no sabiendo dónde meterse. El Despacho de Banes no estaba en ese piso... pero es que no podía subir ya más pisos... ¡¿qué hacer ahora?! "...¿J.J? ¿Estás ahí?"

Sin embargo la canción continuaba sonando, parecía que estaba muy lejos. O en otra habitación.

—Claro que es la hermana — se dijo David — ¿Quién iba a ser si no?  Hermana, ciega, venganza... tiene que ser ella. No la han convertido en una marioneta, así que todavía podemos contar con ella.

Atemorizado, se acercó hacia el sonido de la canción.

—¡Hola!  Te quiero ayudar a liberarte. ¿Podemos hablar, por favor?

A través de una estantería del piso inferior, se podía oír la canción. También se podían oír claramente latigazos a medida que seguía repitiéndose la canción.

—¿Latigazos? Pero qué cojones...

Con cuidado de no hacer ruido, David se acercó hasta el origen de la canción, cada vez más, hasta llegar a la estantería. Se plantó delante, mirando los libros, en busca de alguno que le llamase la atención o le sonase de algo... Un "Principito", o un "Romeo y Julieta", quizá.

Otro de los David, en cambio, recordaba donde estaban los libros, pues había visto cómo y dónde se colocaban. Era posible que hubieran cambiado de posición, pero probaría primero en los sitios que ya conocía.

David logró sin demasiado esfuerzo abrir la biblioteca secreta, descubriendo allí a J.J. dando latigazos al antiguo director, el señor McWagon. Al abrirse la biblioteca, J.J. se quedó mirando a David. - Hola pequeñín. - comentaba con una sonrisa un tanto perturbadora. - ¿Quieres darle un paz de veces? Deja muy muy agusto, te lo prometo.

Resopló dandole otro latigazo. - Es genial. - se echó el látigo al hombro entonces y empezó a hablar. - Necesito que te vayas David, bien lejos. Él me ha prometido que puede curar a mi hermana, hacerla volver a estar como estaba antes del secuestro... Porque este hijo de puta, la ha dejado completamente destrozada mental y físicamente. Así que por favor te lo pido, vete y no vuelvas a la empresa.

 La escena era horrible. La tortura desmedida que aquella mujer ejercía sobre el señor McWagon era propia de una persona llena de enojo contra otra persona. Llena de ira. Lo mejor era no intentar nada, y sobre todo rechazar la oferta de participar de la barbarie. No sea cosa que le termine gustando y surja un "David Sanguinario".

- ¿É-e-el? ¿Quién es ese... el?