Partida Rol por web

La alarma sonaba un día más, con la pequeña diferencia de que hoy David se despertaría sabiendo que en unas horas tendría su entrevista de trabajo... Aunque quitando eso, aquello era un día como otro cualquiera. Fuera como fuera aquella entrevista, no cambiaría demasiado su vida, pues aún teniendo un salario suculento, tenía mucho apego a aquella casa tan grande que recibió como herencia, además de ser la casa en la que se crió.

Era una casa bastante grande, con dos pisos y sótano. En el piso superior se encontraba la habitación en la que ahora dormía David, un baño y una habitación de invitados. En la planta baja se encontraban la cocina, dos baños, un comedor, una sala de estar y un recibidor. Por último el sótano lo usaba de trastero... Aunque aún habían algunos trastos que había dejado su padre.

El día empezaba y era el momento de decidir que hacer a continuación.

David apagó el despertador y se estiró con alegría: aquella mañana se prometía estupenda.

Decidió que cogería el autobús para llegar hasta el centro, así que tendría que darse prisa: se ducharía, afeitaría y pondría ropa decente (nada demasiado pretencioso: pantalones de pinzas, zapatos de sport y polo) y se dirigiría directamente a las oficinas de la empresa: ya tomaría algo de desayuno más tarde.

Pero pronto la tranquilidad de David se vio perturbada. Un ruido estruendoso sonó en el recibidor, como algo de madera desplomándose al suelo, probablemente la puerta que daba a la calle. A continuación, un grito desde allí, en ruso y varios pasos hacia el interior de la casa.

David se encontraba en el piso superior cambiándose, todo aquello ocurrió en la planta baja, pero David ya sabía que algo malo debía estar pasando.

 - ¿En ruso? - pensó David, alarmado - ¿Rusos?

¿Irían a robarle? ¿O a secuestrarle? ¿Serían locos?

No sabía lo que era, pero tampoco quería quedarse allí a comprobarlo: salió por una de las ventanas, con la intención de deslizarse por el tejado y descolgarse hasta el suelo.

Ya se ocuparía después de llamar a la policía.

David logró bajar sin problemas por la ventana. Entonces empezó a oír disparos en el interior de su casa, dos concretamente. Por suerte para él parecía haber un ferrari arrancado justo en la puerta ¡y desbloqueado! ¿Lo cogería David? ¿O vería que pasa en su casa?

David iba a mirar qué ocurría, pero dos detonaciones hicieron que se quedara paralizado, y las piernas comenzasen a temblarle. No se iba a quedar allí.

Corrió hacia el coche, saltó dentro más que entró, y aceleró a fondo para marcharse de allí.

En cuanto estuviera a un par de manzanas de allí... un par, o diez... llamaría a la policía.

El coche, potente que era, enseguida arrancó y se marchó de lo que era su casa. David no miró atrás y huyó bien lejos, se escondió en un callejón, llamó a la policía e informó de la situación vivida en su casa.

Pero mientras revisaba el móvil tras realizar la llamada, se dio cuenta de una noticia destacada que estaba saliendo en internet.

Malcom Wallace de empleado a dueño

Malcom Wallace, esta mañana, ha quedado registrado como el nuevo dueño de la empresa de traducción de la ciudad. No sabemos que ha pasado con el señor McWagon, pero a muchos ha sorprendido esta noticia, pues incluso conocidos suyos argumentan que no tenía el dinero suficiente como para lograr tal hazaña monetaria.

 - ¡Malcolm! - pensó - No lo entiendo, ¿cómo lo ha...?

Decidió llamarle. Era su amigo, al fin y al cabo: tendría que darle la enhorabuena, aunque no entendiera lo que ocurría.

Marcó el número, y esperó a que Malcolm contestara...

Esto... ¿Sí, David? - comentó una voz a través del audífono. Malcom sonaba bastante confuso, como si no entendiera algo de la situación que estaba viviendo ahora mismo. - ¿Dónde estás?

David miró a su alrededor.

Aquella era una estupenda pregunta, para la que no tenía ninguna respuesta.

 - Pues... si te digo la verdad, no lo sé. He tenido... problemas domésticos - respondió - Oye, acabo de oír las noticias. ¿¿¿En serio???

Malcom cada vez sonaba más confundido, sin embargo decidió continuar. - Eh... Sí, es enserio David. Oye ¿y si me mandas la ubicación en tiempo desde tu móvil? Puedo enviarte a alguien... Ya sabes, a recogerte. - se oían cuchicheos a través del otro lado del audífono. - Tenías hoy una entrevista ¿no?

Malcolm estaba muy raro.
 - Sí, tenía una entrevista... pero hoy no voy a poder. He tenido un problema gordo, Malcolm. Alguien ha entrado en mi casa, armado, no sé si a robar o a qué. Una puta locura.

La entrevista la voy a tener que dejar para otro día... si es que me dejáis hacerla, claro. Pero hoy no puedo, lo siento mucho.

Tenía que hablar con la policía, que le dieran una explicación de lo que había ocurrido, ver cómo estaba la casa, recoger, hablar con el seguro, puede que mudarse a otro sitio durante un tiempo...

 - Voy a hablar con la policía, y luego te cuento, ¿vale tío?

¿Oh? ¿De verdad? - decía Malcom. - Es de locos, sin duda. Pero no te preocupes, si vienes aquí estarás a salvo, después de todo, ahora que soy rico, tengo hasta guardaespaldas. ¿Qué me dices?

Se oían más susurros a través del teléfono. - Y por la entrevista, ni te preocupes, ven aquí y te damos directamente el trabajo, buen amigo. O podemos ir a buscarte. Pero tiene que ser hoy, David, me viene mal más adelante.

Definitivamente: Malcolm estaba rarísimo.

 - OK, voy para allá - respondió - Te aviso cuando esté, ¿vale?

David no tenía ninguna intención de ir: no de entrada. ¿Por qué tenía Malcolm tanto interés y tanta prisa en verle? Parecía que no le importase lo que le había ocurrido en su casa... como si no le sorprendiera. Y, ¿cómo había llegado a ser el dueño de la empresa, así, sin más?  Es que era tan extraño todo...

 - Voy a averiguar qué está pasando - pensó - Y luego ya veré lo que hago: Malcolm tendrá que perdonarme.

Cortó la llamada, y se dispuso a andar: no era buena idea moverse en un coche robado. Aunque...

David se acercó al coche, para dejar las llaves en el salpicadero, y aprovechó para revisar la guantera: se preguntaba de quién sería el vehículo.

Tras revisar la documentación del coche, pudo ver que el coche pertenecía ni más ni menos que a Vincent Banes, el famosísimo traductor e ídolo de David. ¿Le acababa de robar el coche a su ídolo? Y no solo eso, ¿qué demonios hacía el coche en frente de su casa durante el ataque?

Empezó David a caminar sin rumbo. ¿Qué haría ahora?

 - Iré a la policía - pensó - A ver si me pueden explicar qué demonios ha ocurrido en mi casa.

Se dispuso a buscar alguna comisaría; si encontraba a alguien por el camino, le preguntaría.

David llega a la comisaría y explica la situación. Tras identificarse, le comentan que está buscado por cometer un enorme robo y que deben arrestarlo hasta que venga el denunciante. Pero David sabía que era inocente ¡le habían incriminado de alguna forma!

Tras volver la policía de su hogar, no solo le dicen que allí no había absolutamente nada de lo que describía, sin embargo si que había un montón de drogas bajo el colchón y una buena cantidad de dinero escondida en el sótano de la casa. Pero nada de eso estaba esta mañana, David estaba seguro.

Llegó el denunciante, no era otro que Malcom.

Hola David, veo que por fin te han puesto entre rejas. - comentaba con una ligera sonrisa. - ¿A que no sienta bien? Me siento muy tentado a dejarte ahí, pero ya que me ayudaste a conseguir esta fortuna... Te doy una oportunidad para convencerme de sacarte de ahí, retirando los cargos.

David estaba a punto de llorar. ¡Él no había hecho nada! ¡Debían creerle!

 - No entiendo nada, Malcolm, joder, ¿qué coño es todo esto? ¡Somos amigos, joder, y me has denunciado por algo que no he hecho!  Además, ¿qué es eso de que te he ayudado a conseguir una fortuna?

Si no hubiera estado la reja entre ellos, hubiera sentido el impulso de estrangularle. Resopló, intentando calmarse.

 - Te escucho.

Malcom rió con malicia. - Es maravilloso. No has recuperado tus recuerdos y encima al único que parecía salvarte el culo constantemente, le has robado el coche. - siguió riendo como un maníatico. - Te doy la opción de salir de aquí, si te vuelves mi perrito. Pero literalmente ¿eh? - se frotó las manos. - Tendrás que ir a cuatro patas, limpiarme las zapatillas con la lengua, traerme el periódico con la boca. ¿Qué me dices? ¿Prefieres eso? ¿O estar aquí de por vida por cometer dos grandes robos? El del ferrari y el de mi dinero.