Partida Rol por web

El embajador miró de reojo cómo Fátima y Kane se movían hasta el último vagón. ¡Maldición! Si aquella hispana sabía algo sobre su pasado, podía traerle serios problemas. Corrían rumores acerca del tiempo que pasó como funcionario en Arabia, pero jamás pensó que tuviesen un impacto significativo en su día a día. En una misión que podía estar en el punto de mira de la Inquisición, no podía permitir que nadie se fuese de la lengua.

Trató de relajarse mientras meditaba sobre su siguiente paso. Tranquilo, Abbas. Probablemente te miraba por la mala fama que tienen los árabes en algunas partes de Hispania. ¡Puede que incluso sea por diferencias religiosas! Sí, eso debe ser, pensó. No obstante, no terminaba de convencerse del todo. Mierda, seguro que sabe algo.

Miró de reojo a monsier Dumont mientras se sentaba en la barra del vagón restaurante. Daba la sensación de ser un hombre seco, con el rostro en una perpetua mueca de estar oliendo estiércol tan característica de los galos —especialmente los funcionarios—.

—Dominique[1], ¿sabe si en este tren tienen algo lo suficientemente fuerte como para hacerme perder la memoria y lo suficientemente barato como para no quemar mi cartera?

Tras la barra, Dominique miraba al anciano árabe mientras daba buena cuenta del trago que se había servido. Hasta el llegaba el hedor a alcohol de aquel hombre, lo que justificaba que se separara de los demás y fuera directamente al bar.

Para Dominique el ir allí era…porque no tenía nada mejor que hacer mientras durara el viaje y aquello no se lo iban a cobrar, así que bien podría aprovecharse mientras hacía de “guía” turístico para aquella gente que Elian había escogido. Hizo una mueca de disgusto con aquel pensamiento, ya estaba harto y solo había hecho que empezar este asunto.

Dejó su vaso sobre la barra con un golpe seco y respiró hondo, apoyando los puños en la lisa madera color caoba. Seguía mirando a Abbas, ahora ya con una pizca de curiosidad. El hombre parecía nervioso, inquieto. -¿Nervios por la misión?...no, mira demasiado hacia sus compañeros…¿miedo de ellos?- Pensaba entretenidamente cuando el árabe se sentó en la barra frente a el y le preguntaba sobre la bebida.

Dominique torció el gesto ante la pregunta, aunque bien habría parecido una sonrisa un tanto agria. –Claro que sí- Dijo, segundos después, que bien parecieron una eternidad, dándose la vuelta y dirigiéndose hacia la licorera que tenía detrás, señalando las diferentes botellas con el dedo índice y moviendo los labios, murmurando los nombres de los licores conforme los señalaba. –Esto puede granjearme un buen entretenimiento.- pensó mientras cogía una de las botellas, leía bien la etiqueta y chaqueaba de satisfacción con la boca.

Volvió a su sitio, frente a Abbas y dejó la botella sobre la barra, dejando que la inspeccionara si quería. –Hoy hay barra libre, señor- Empezó a decir, mientras sacaba un vaso ancho, como el que se había servido el mismo antes. -así  que su cartera no se quemara- Dijo, dejándole el vaso junto a la botella y sonriendo abiertamente por primera vez. Era una sonrisa hambrienta, que dejaba ver unos dientes casi perfectos, bien cuidados, y sus ojos parecieron brillar por un instante.

El mismo volvió a servirse un trago de Calvados y alzó el vaso. –Por el éxito- Dijo, manteniendo el vaso en alto, esperando a que el árabe correspondiera el brindis.

La botella que Abbas tiene ante sí no es ninguna nadería, es del mejor whisky producido en Albión, y sabe que el precio en el mercado es superior a su salario de un año...o casi.

¿Licor gratis? ¿Barra libre? Creo que esto es una trampa, pero vaya si necesito un trago, pensó Abbas tomando el vaso que le ofrecía monsier Dumont. 

Olisqueó el contenido y se dejó embriagar por el aroma del whiskey de barrica. ¡Bocatto di cardinale!

Ya convencido por completo, alzó la copa y correspondió el brindis del diplomático.

—Por el éxito.

Dejó que el whiskey ardiese por su garganta y el sabor inundase su paladar. Suspiró de satisfacción, alzando ligeramente la copa y dirigiéndole una mirada cómplice a monsier Dumont.

—Usted, caballero, tiene un muy buen gusto. Espero que el resto de mis compañeros sean igual de divertidos. Entre usted y yo, ¿qué opina de ellos? 

Dominique sonreía en sus adentros mientras veía beber al anciano, pero se limitaba a mirarlo fijamente, simplemente mostrando una mueca con los labios que intentaba ser una sonrisa.

Soltó un resoplido cuando Abbas le preguntó sobre sus compañeros y volvió a coger la botella de whisky, llenándole el vaso de nuevo al árabe.

-En primer lugar…gracias por el cumplido, Monsieur Yahur. Viniendo de usted, es un gran elogio- Empezó a decir, sin apartar la mirada del hombre mientras llenaba el vaso…quizá un poco más que la vez anterior, antes de volver a dejar la botella sobre la barra. –Y en segundo lugar, mucho me temo que no obtendrá tanta diversión de sus compañeros, a mi parecer, todos parecen tener una escoba metida por el culo…si me permite la expresión.- Dijo, cogiendo la botella de Calvados y echándose un pequeño chorrito en su vaso, para a continuación cogerlo.

Con el vaso entre los dedos, apoyó los codos sobre la barra, justo frente a Abbas. –Está claro que usted es el experto en este tipo de misiones…-Empezó a decir, con un gesto de respeto reflejado en su rostro. –Y no los veo preguntándole como deberían proceder con el objetivo, allí están en el otro vagón, hablando a saber de qué. –Dijo señalando hacia el otro vagón con el vaso aún en la mano. –En fin…ellos se lo pierden, supongo.- Dijo, encogiéndose de hombros, apartándose un tanto del Árabe e inclinando el vaso hacia el hombre, incitando así un nuevo brindis. –Por la Sabiduria.- invitó con una sonrisa cómplice y los ojos fijos en los de Abbas.

Abbas agradeció el gesto y brindó de nuevo.

—Por la Sabiduría —dijo para honrar después el brindis con un largo trago—. Pero me temo que si seguimos brindando por mis cualidades, tendrán que bajarme a Germania en una camilla.

Tras un segundo y largo sorbo, cubrió su vaso con un elegante gesto de su mano. Su perdición era la bebida, pero su experiencia camelando y siendo camelado le hacía estar alerta en situaciones como aquella. Reflexionó sobre las palabras de monsier Dumont respecto a sus compañeros de viaje y escogió con cuidado las palabras para responderle.

—Es cierto que parecen todos bastante serios e inexpertos, pero estoy seguro de que les habrán escogido por algo. Los individuos con "capacidades excepcionales" no pertenecen únicamente a la Inquisición.

Dio un último trago mientras fingía estar distraído mirando el paisaje.

—No obstante, me interesa también saber por qué precisamente yo. Por lo que acaba de decir, es evidente que o me conoce bien o no me ubica en absoluto. Pero sí, tengo cierta experiencia en este tipo de "misiones comerciales".

Dominique dejó libre una pequeña carcajada ante el comentario de que tendrían que bajarle en una camilla. –No sea modesto, Monsieur- Dijo con tono cómplice, mientras daba un sorbo de su medida de calvados.

Escuchó atentamente el comentario ante la relevancia de sus compañeros y de él mismo, antes de contestar, aunque no lo miró ni por un momento. Se mantenía apoyado en la barra, pero miraba hacia la ventana del vagón, como abstraído, imitando al árabe. Cuando Abbas terminó de hablar, se volvió hacia él un segundo, mientras sacaba un reloj de forma circular de su bolsillo y lo miraba un instante, antes de contestar.

-Claro que les conocemos, Monsieur, a todos…no se ha reclutado a los primeros que pasaban por la calle.- Dijo en tono jocoso, mostrando los dientes en una sonrisa que rozaba lo macabro, volviendo a echarse un tanto de calvados y tentando a Abbas con la botella de Whisky. –Usted es el único que realmente es un diplomático entre todo ese…- Hizo círculos en el aire con la mano izquierda en dirección al otro vagón, con gesto aburrido. –Grupito reunido, así que su experiencia les servirá de ayuda.- Terminó, encogiéndose de hombros, señalando lo obvio.  -Y además… ¿cómo sabe usted que los demás poseen “capacidades excepcionales” como dice?- Remarcó las comillas agitando un poco la botella de whisky que aún sujetaba con la diestra.

Abbas se llevó una mano a la mejilla. Estaba caliente. Su cuerpo ofrecía cada vez menos resistencia, y él tenía la experiencia suficiente como para saber a qué se debía.

O alguien le estaba nublando los sentidos con un hechizo o se estaba poniendo como una cuba.

Dejó apenas un poso, pero se quedó con el vaso en la mano. Prefería ahorrarle a monsier Dumont la tentación de volver a rellenarle la copa. Cuando sintió que este le estaba mirando con una expresión divertida, se apresuró a aclarar.

—¡Uf! Se nota que hace años que no viajo en una de estas endemoniadas latas. Me parece que para la próxima optaré por una manzanilla; no me gustaría ensuciar este traje tan caro.

 -Y además… ¿cómo sabe usted que los demás poseen “capacidades excepcionales” como dice?-

Abbas enarcó una ceja y sonrió.

—Bueno, no es demasiado común ver a alguien vestido con armadura o acompañado por un lobo en una misión comercial, ¿no cree? Como ya le he dicho, tengo cierta experiencia con estas cosas*.

Dominique rio sin disimulo ante las palabras de Yahur respecto a su malestar y la preocupación de este por el bienestar de su traje. Guardó la botella de calvados, dejando la de whisky sobre la barra, frente al anciano, dándole por un momento la espalda.

-Lo del lobo…debo admitir que es algo curioso.- Dijo aún de espaldas a él, mientras cerraba bien la vitrina tras dejar la botella en el interior. –Pero no sabía que llevar armadura fuera algo…excepcional.- Se encogió de hombros, volviéndose para mirarlo. –Sin embargo…si es cierto que su experiencia sea de mucha ayuda en este asunto.- terminó por reclinarse en el otro extremo de la barra, pero sin apartar la mirada de Abbas, por lo que la americana que llevaba puesta se abrió un tanto, desvelando la empuñadura de un revolver.

La puerta que daba al exterior del vagón se abrió de repente, dejando paso a una Fátima con cara de circunstancias.

- Dunquerke está ardiendo...- dijo con un hilo de voz, mirando al árabe fijamente.

Sentís que la ráfaga de viento cesa y el ruido del exterior se atenúa al cerrarse la puerta. De repente un silencio casi total se adueña del vagón. Dominique mira sin pasión a Fátima, sin mostrar expresión alguna. Esta está parece dispuesta a ir al siguiente vagón.

La puerta está cerrada, al igual que las ventanas, que no se han abierto en ningún momento…¿pero porqué hace cada vez más frio?  ¿Por qué los cristales de las ventanas parecen estar cubriéndose de vaho…y escarcha?

Un vistazo por el rabillo del ojo me da la informacion de que ese frio no es normal, agarro mi espada con fuerza tras mis primeras palabras y miro a Abbas.

- Todos al vagon de pasajeros, ahora mismo - Lo dicgo sin gritar, pero con una seriedad absoluta que acompaño con una mirada penetrante y resuelta, donde una chispa de miedo se nota que me ha sacudido durante un instante fugaz. Pero estoy firme y decidida. 

Abbas se levantó. Todavía sentía que su cuerpo se movía demasiado rápido, ligero. Era una sensación que normalmente le gustaba, pero que en circunstancias como aquella podía resultar problemática. 

—¡A sus órdenes, sargento Fátima! —bromeó dirigiéndole un exagerado saludo militar.

No obstante, antes de salir del vagón, se acercó a la ventanilla. Tras observarla y reflexionar unos instantes, siguió a Fátima hasta el vagón de pasajeros.

¿Y este frío tan repentino? No, esto no es natural. He tenido que leer algo sobre esto en alguna parte…

Lo que vio Abbas al acercarse a la venta no fue más que oscuridad, aunque en el cielo había algo para nada normal. Además de nubes, había una especie de río…o camino de un blanco resplandeciente que lo cruzaba de una punta a otra…y parece que el tren está pasando justo por debajo de el en estos momentos. Sorprendido, fijas más la vista y consigues ver…¿jinetes montados a caballo? No consigues recordar nada de lo que aprendiste, de lo que te ilustraste sobre fuerzas demoniacas que consigas identificar con lo que estás viendo.

Justo cuando vais a salir del vagón, Dominique no hace amago de seguiros. Más bien, si os volveis hacia el, semblante indiferente ha dejado paso a uno furibundo. De hecho, ha desenfundado dos revólveres que tenía sujetos a cada costado y los ha preparado para disparar. –id vosotros, yo me quedo aquí- Dijo tajante, sin mirarlos…aunque sí que miraba al techo.

Al entrar en el vagón puedes ver como parte del interior del mismo está destrozado, hay manchas de sangre azulada en alguna de las paredes, y tres bestias más muertas. Dominique sigue detrás de la barra, que ahora tiene una parte destrozada, aunque ves que tiene una pequeña herida en la pierna. El olor en el vagón apesta a diferentes licores, ya que puedes ver como hay varias botellas rotas. No te da tiempo a decirle nada a Dominique, que te mira con extrañeza alzando una ceja y con la pistola aún en la mano, aunque apoyado en la barra. Escuchas un disparo en el vagón por el que acabas de volver.

Contemplaba el panorama, muy sorprendida de que Dominique haya sobrevivido a esto. Cuando me disponia a atender su herida escucho el disparo, me sobresalto, se me cierra el corazón en un puño - ¿Mas bestias? - Señalo a Dominique con el dedo - Haz presión en la herida, que no sangre. Vuelvo enseguida. - Me giro y rehago mis pasos, sigo con la espada en ristre. ¿Es que esto no va a terminar nunca?

Al volver al vagón bar, encuentras que Dominique tiene un cigarro en los labios, y que se ha liado un trapo en la pierna derecha, donde tiene la herida…apenas sangra, y parece tranquilo, como si no le doliera. Miró a Fátima un instante, antes de coger el cigarrillo con el dedo índice y pulgar. –Que te ocurre?- Preguntó con calma, como si no hubiera pasado absolutamente nada. –Ni que hubieras visto un fantasma…- Dijo, recogiendo un taburete tumbado en el suelo y poniéndolo bien, antes de sentarse y apoyarse en la barra con un codo. –¿Una copa?- Preguntó, con una sonrisa sarcástica, mientras recuperaba la botella de Calvados de sobre la barra, milagrosamente intacta.

Ante la pasividad de Dominique, Fátima se quedó pasmada. - No gracias, no bebo alcohol. - Se acerca a él observando la herida de su pierna y cómo ha controlado la hemorragia. Viendo que no parece tan grave, dice: - ¿De donde sacasteis a Abbas? Que sepas que le acaban de ejecutar por suouesta traición, le culpaban de haber traído a los demonios a este tren. Parece ser adorador de Satán, despues de perder un brazo, dicen que ha empezado a comerse el corazón de uno de esos canes. Al acusarlo de traidor, ha empezado a increpar a los cristianos y a mofarse de ellos. Acto seguido Kane le ha ejecutado sin miramientos. - Se pone Fátima bastante cerca de Dominique. - Dime la verdad, ¿de dónde salió éste hombre?

Dominique, que sostenía la botella inclinada hacia Fátima a modo de oferta se limitó a encogerse de hombros ante la negativa de esta, sirviéndose a sí mismo un trago en un vaso ancho, tras revisar que no hubiera caído nada indeseable en el interior de este.

Cuando escuchó la noticia de la ejecución de Abbas la miró alzando una ceja, bebiendo después. Tras tragar y tomar aire, soltó una pequeña risa. –Vaya…habéis empezado bien.- Dijo en tono sarcástico, antes de dar otro pequeño trago y continuar hablando –Lo sacamos de la embajada Árabe, era el embajador, ¿recuerdas?- Miró a Fátima de reojo, negando con la cabeza. –No era creyente…al menos no en Dios, ni en Allá, más bien creía en sí mismo, por eso lo reclutamos.- Empezó a contar, echándose un poco más de licor en el vaso. –Lo que quizá subestimamos su…relación con la demonología.- Se encogió de hombros tras decir esto, como si no le diera mayor importancia que a los monstruos que había muertos por el suelo. –Su país lo envío a la Galia para quitárselo de encima, lo atraparon invocando demonios para algún tipo de negocio que tenía entre manos.- Explicó, mirándola sonriente, una sonrisa para nada agradable. –Además…si ha hecho lo que me dices, era algo sospechoso…¿No cree, señorita Fátima?- Añadió, inclinándose un poco hacia ella, aunque manteniendo las distancias, mientras hacía la imitación de un puchero con el labio inferior, en tono burlón.

- No parece muy inteligente contratar a alguien así para esta mision, ¿a quien se le ocurrio? -  Y tapo mis ojos con la mano, acariciando mis sienes con cara de preocupación.

Me acerco caminando y me agacho frente a él ofreciendole la mano. 

- Acompáñeme, creo que monsieur Delacroix podra curarnos a ambos.

Dominique soltó una risotada. –A mí no, desde luego.- Dijo negando con la cabeza, divertido. Al verle inclinarse hacia él, (está en un taburete frente a la barra, un taburete alto) Dominique la mira con curiosidad, dejando de sonreír al instante. –¿Que le hace pensar que quiero salir de este vagón?- Preguntó con curiosidad. –No necesito que nadie me cure, y desde luego, tampoco tengo ganas de moverme de aquí, ve con tus amigos o acompáñame aquí, pero no me voy a mover de aquí-. Sentenció con total seriedad, encogiéndose de hombres antes de dejar de mirarla y volver a centrar su atención en el vaso con licor y dar otro pequeño sorbo.