Partida Rol por web

No sirvió de nada y al mismo tiempo sirvió de todo; me había puesto a resguardo, había conseguido sostener la pistola pero el drogadicto del asiento trasero me gritaba que le entregara el dinero y me tocaba maliciosamente. Un descuido fue suficiente para que la mujer clavara su navaja en mi cuello y la tibia sangre empezara a correr por mi cuello, me llevé una mano incrédula hasta la herida de donde ya había retirado la navaja la maldita y disparé sin más dilación al hombre que tenía enfrente, dándole justo en el pecho. Creo que le vi morir y la mujer metió la mitad de su cuerpo y tomó mi dinero. Mi espalda recargada sobre el asiento me permitía ver perfectamente lo que el mexicano hacía pero era cada vez más como una visión. Vi la foto de Ingrid que estaba sobre el tablero y sonreí, sabiendo que no la volvería a ver.

El disparó alertó a los yonkis que se paraban frente a Max pero alertar es un decir, parecían igualmente adormilados y aunque la presencia de los amigos de Max, hacía cagarse en las patas a cualquiera, a ellos les parecía más una puta broma de sus cerebros chamuscados. La mujer que había robado el dinero a la taxista y también la pistola se acercó desde atrás a Machete y le gritó alargando las palabras y escupiendo sangre de la aorta de Abril.

-¡Mejor que tranquiliceeesh, amigo!

La mujer le apuntaba a Machete sin saber lo que realmente estaba haciendo; quizás si lo hubiera sabido habría salido corriendo de allí apenas había tenido el dinero y la pistola que podría vender por unos buenos billetes pero no, pensó que siendo ellos cuatro, podían robar algo más a Max y hacer el día completo para comprar más drogas sintéticas. Evidentemente no dudaría en disparar, y en la otra mano aún la navaja escurría sangre de la moribunda y sostenía unos cuantos billetes.

Frunzo el ceño, casi sin creer lo que está diciendo Keith. ¿Qué son de fiar? Pero si anoche no se fiaba ni medio pelo de éstos, pero ni un poquito. Me rasco la cabeza mientras me vuelvo a sentar, la única explicación lógica (pues creo que a los porros no les pega con asiduidad) es que, como está con "la rubita toca moral que se supone está buena", quiere quedar bien con ella.

Típico de los tíos.

De puta madre.- el tono indica todo lo contrario, que no me importaría estrangularlo de forma lenta y jodidamente dolorosa. Apago el móvil bruscamente mientras niego con la cabeza para mí, no tengo mierdosas ganas de hacer ningún paripé.

Encima delante del poli capullo.

Me acerco a Trapos, tras volver a sentarme en modo meditación, me lo subo a que se tumbe en lo alto de mis piernas, acariciándolo mientras le susurro al oído -No sé que pollas le pasa... me tiene hasta los huevos.- Suspiro, totalmente seria.

Me cabrea soberanamente que nos deje tirados (aunque seamos totalmente autosuficientes), me entran ganas de estamparlo porque está con la pija esa redomada, pero sobre todo, me preocupa de la leche tener la sensación de que no lo conozco… demasiado a menudo últimamente.

Volví a sonreír a pesar de que las palabras de Kylie no eran de lo más halagüeñas, busco con la mirada a Zoe, pero ella aún continua al teléfono, así que vuelvo a acercarme a la ventana todo lo que soy capaz sin ponerme nervioso, disfrutando con aquel paisaje tan variopinto.

Joder Rubia, espero que lo de que no nos volvamos a ver sea no sea porque me vayan a matar aunque desde luego, no es algo para nada descabellado, pero como me ponga a pensarlo, no vamos a adelantar nada que aún tengo bastantes asuntos pendientes por aquí me giro para sonreír a Zoe que acaba de cruzar a mi espalda, pero no se ha dado cuenta. De todas formas, mi mirada la sigue hasta que vuelve a sentarse, con su gesto de mala hostia.

De acuerdo digo con calma mientras introduzco la mano en el bolsillo del pantalón, para sacarla vacía a los pocos instantes y no necesito suerte, soy el mejor en lo que hago bueno, quizás no fuera del todo cierto, lo admito, pero no era desde luego el peor Nos vemos quizás sólo lo dije para contradecirla.

Corté la comunicación, y dije el pequeño receptor de nuevo en su lugar habitual, y me acercó a Zoe, acuclillando junto a ella, ligeramente a su espalda, y colocando una mano sobre su hombro, con suavidad.

Eh, Ojos Verdes le sonrío ligeramente, con sinceridad, aunque a veces sea tan difícil de distinguir, Todo va a salir de puta madre, podrás largarte de esta ciudad si, eso es lo que dicen mis palabras, en las que ojalá hubiera podido usar el plural.

Para hacerse viejo en una ciudad como aquella había que:

a) Tener un montón de pasta que hiciese feliz a determinadas -e influyentes- personalidades.
b) Contar con dos ojos en la cara y otro en el cogote.
c) Cumplir la máxima que dice aquello de "ocúpate SÓLO de tus jodidos asuntos".

Max tenía ese montón de pasta,...aunque -a día de hoy- la disfrutaba su banco. Había dejado que un puto yonki de mierda se le acercase por la espalda, y todo ello por meterse donde no le llamaban. En resumen, Aguirre acaba de incumplir las tres reglas de oro...y eso sólo podía significar que estaba en un tris de acabar en una bolsa.

- Sea...- dice entre dientes, concediendo el deseo de los yonkis. Si había que morir...¿qué mejor día podría haber escogido?. La punta de su escopeta estaba en contacto con los morros de la yonki. Sería un tiro fácil: de hecho, bastaba con apretar el gatillo para que el hueso más grande que quedase de ese cráneo fuese del tamaño de un diente de gato. Aquel no era el problema.

El priblema venía de atrás, del zombi que - con esa repugnante voz pastosa- le aconsejaba tranquilizarse. ¿Tranquilizarse?. Max no había estado más tranquilo en su vida...

..., sobre todo porque su mano izquierda sujeta el asidero de Tijuana que, envainada aún en su funda de cuero, reposa sobre el pecho de Machete. El puño se cierra sobre el mango de la que de tantos apuros le había sacado. El yonki que viene desde atrás no puede ver el recado que el mejicano está a punto de mandarle.

Se lo merecen.

Y me lo merezco...

Resoplo y le contesto bastante brusca, enarcando las cejas cargaditas de ironía: ¿Eso que te lo ha dicho la rubia?- Aparto el hombro de su puteantemente atrayente contacto que por pura chorra no me ha desarmado, mirándolo fijamente a los ojos, seria, sé perfectamente que a él tampoco le han dado buenas noticias precisamente y ni pa una sonrisa chulesca tengo ahora mismo.

Niego con la cabeza, girándola de nuevo al perro, lo más parecido a apoyo moral que tengo por aquí. No quiero ver al otro, ni saberlo cerca, como si estuviese preocupado... Joder ya. Me aguanto un suspiro. Si la bordería no se la merecía… pues a chuparla, para cuando se la merezca y yo sea demasiado buena (o idiota).

Verás tú el día que vamos a tener... Es que sería la puta hostia, el Winter, la subnormala de turno (usease, yo) y el pobre Trapos. Por la madre de Machete que llegue de una jodida vez.

Frunzo el ceño, tragándome sin demasiadas ganas pero si con bastante esfuerzo el gigantesco cabreo que arrastro, con Keith, la pija, mis castas… el poli de las narices… Que día más mierda. Vuelvo a mirarlo, aunque en verdad no estoy ni un poquito mentalizada… Vale que tengo ganas, pero UNICA Y EXCLUSIVAMENTE por lo físico, así que deja de agobiarte, coño ya, que a toas las tías les pasa… como él bien sabe.

¿Tienes una pipa pa prestarme?

El brusco gesto de Zoe me pilla desprevenido, y casi me caigo hacia atrás, teniendo que apoyar la mano en el suelo, detrás de mi centro de gravedad, sinceramente no me esperaba esa reacción, pero en cierta manera, esos incipientes celos son una buena y divertida señal

Eh, no hace falta que te pongas celosa Ojos Verdes me recupero ligeramente sonriendo a pesar de su gesto sabes de sobra que tu eres la primera y única de mi lista me muevo hasta apoyar de nuevo la espalda en la parte baja del sofá, quedando frente a ella una vez más, y recibir su limpia y atractiva mirada.

Aún no se qué es lo que realmente me atrae de ella, si me lo preguntaran, sería realmente difícil de contestar, lo fácil sería decir que sus ojos, o tal vez su forma de ser, pero no es solo eso, se trata de algo difícil de describir, es como si todo fuera mucho más intenso, como si todo fuera diferente, importante. Me encanta hacerla enfadar, sus arrebatos son tan sinceros, y también me gusta hacerla reír, es como si todo resultara natural, en definitiva, creo que me gusta percibir todas sus emociones.

Ensimismado, tardo en contestar a su petición, extrayendo mi arma de la parte trasera del pantalón, y colocándola a mi derecha, en el suelo, con el gesto, ahora sí, serio.

Te doy la mía si quieres, pero preferiría no darte ninguna mi mano se posa distraídamente sobre mi pierna, mientras mis ojos no pierden detalle de ella el que lleve el arma es el primer blanco, y aunque te cueste creerme, odiaría que sufrieras el más mínimo daño el aire escapa de mis labios en un suspiro lo que te dije antes de que todo iba a salir bien, no puedo asegurarlo, y ya estoy volviendo a hablar más de la cuenta, es como si la conociera de toda la vida, ojalá pudiera decirte que quisiera que estuvieras bien lejos de todo este turbio asunto, que te largaras adonde sea que quieras ir bajo la mirada, apoyando la barbilla en el pecho, los nudillos se contraen en un chasquido cuando vuelvo a mirarla pero no puedo hacerlo, quiero que te quedes, que estes a mi lado cuando todo se vuelva peligroso,  e invitarte a un par de cervezas cuando todo termine.

El comienzo de la conversación, de la importante para mi supervivencia, básicamente, (la otra me la suda y por eso le he ignorado, SÉ perfectamente que no estoy celosa… no cuando le he dicho eso) no empieza como esperaba…

Lo miro con curiosidad, puñetero interés con el ceño fruncido mientras le doy a la perola y al final, claro, desconfianza con los ojos traidores abriéndose un pelín más de lo normal. Y yo quedándome un poquitín más pillada en su mirada por culpa de las gilipolleces que está diciendo… su puta madre sabrá para qué.

Aparto la mirada apretando los morros… mal, Zoe, empiezas muy mal, todos lo sabemos… Niego con la cabeza, mirando al único masculino que conozco que últimamente no me putea por aburrimiento, tiene narices que él sea el calificado como “perro”. Es que manda huevos, no hay palabras ya para definir el grado de mosqueo que estoy almacenando entre pecho y espalda por las soplapolleces de este rubiales… la mierda es que a la misma vez me desinflo por ser una pringada como la Jodida Copa De Un Puto Pino... ¿Cuántas hostias se ha merecido desde que lo conoces?... ¿Cuántas le has dado?... ¿Cuántas le vas a dar?

¡¿Por qué coño eres tan idiota frete a este tocapelotas?!

Me vuelvo a mirarlo para arreglar el breve estropicio, sin saber de donde coño estoy sacando los ánimos. Ahí está su perfecto y puteantemente sexy careto, no se ha evaporado, ni él ni lo que ha dicho, como si ambas cosas hubiesen sido un sueño… No, que va, mucho mejor, aquí esperando a que le diga algo pa soltar una nueva vacilada.

Esto es estupendo.

No soy gilipollas Winter…- Se lo digo seria, con tono que da más sentido que las palabras en sí, y mirándolo fijamente a los ojos con los labios apretados. Después hago un amago de sonrisa, como puedo, sobre todo como debo, y relajo el tono… -No voy a agenciarme el arma del superpoli de la reunión. Mejor te la quedas tú.- “Estés a mi lado cuando todo se vuelva peligroso” Hijo de… Aprieto los labios otro poquitico más al recordar eso mientras trago saliva… me cago en la puta: sigo sin saber dónde cojones meterme.

Paso la mano por el pelo apartándome el flequillo sin dejar de ad-MIRARLO, eso, mirarlo (¡imbécil!)…

Me muevo, quitando a Trapos de lo alto mía con cuidado y me pongo de pie de un salto, dirección la ventana que le da miedo y mirando hacia abajo, o aparentándolo más bien. Que corra el aire, sobre todo a mis mejillas cabronas... -El señor Maximiliano está tardando un huevo. Llámalo ¿no?

Bien pensado no ha sido tan grande la cagada: la voz me ha salido del cuerpo y lo he mirado sin parpadear cual bobalicona. Y aquí estoy a salvo de sus paridas.

Ya de bien chiquito, Maximiliano Aguirre se acostumbró a lidiar con sangre y vísceras, bien fuese despiezando terneras en la carnicería familiar o - en su madurez- reventado vidas para el "Saturday Gore Party".

Y ahí es precisamente donde está Machete ahora, en el Saturday: la tremenda salvajada que acaba de ocurrir tiene como testigos al sol gris (que Max confunde con los potentes focos de un estudio) y a docenas de transeúntes (que la quijotesca mente del mejicano advierte como público, la crew, la masa sedienta de sangre que aclama a su ídolo). Ése es su medio, su lugar, su sitio en el mundo, aquello que lo saca de la calle y lo convierte en alguien especial. En el Saturday se le inculcó un peculiar sentido de la justicia, con una máxima que dice:"Si no hay más remedio que limpiar mierda, al menos hagamos de ello un espectáculo".

Tan cómodo se encuentra que hasta se le abre el apetito cuando el fogonazo de la escopeta "cocina" hasta chamuscar todos aquellos trocitos de cerebro. Y es que desintegrarle la cabeza a alguien con una recortada lo dejaba todo perdido de sangre, tanto que Max puede notarla hasta en las pestañas, lo cual daba color al insulso paisaje de cemento. No era trabajo, ni diversión.

Se trataba de simple y pura necesidad.

Con el aplomo y la precisión que dan los años de práctica, Aguirre establece prioridades: una muchacha descabezada y un yonki tirado en el suelo sosteniéndose las tripas como puede...no suponen, obviamente, una amenaza. Ni tan siquiera sirven como postre. Sin embargo, el saco de mierda con el machetazo en el tórax podría resultar digno de atenciones.

Por eso Aguirre se dirige a esa montañita de detritus que grita desde el piso como si le estuvieses despellejando.

- Tranquilícese usted. Creo que no morirá por esto...- sugiere Machete una vez ha alejado la pistola de un puntapié. La suela de su bota presiona ahora el pecho del pobre desgraciado, y tira de Tijuana hasta sacarla de la caja torácica. Un borbotón de sangre surge tras la extracción.-..., aunque le advierto que no soy médico.

Tal como ya imaginaba antes de que comenzase la fiesta, la existencia de la muchacha del taxi es algo que no contempla. No es que carezca de escrúpulos o que no quiera -por la razón que sea- ayudar a una persona malherida. Es que no le importa, hasta el punto que no la recuerda.

Por eso, empado de sangre y con la melena negra salpicada de rojo y crema, Machete guarda a Tijuana más aliviado, abandona la escena con parsimonia y tras el orgasmo, enciende un puro...

...mientras el público enfervorizado grita "¡¡MACHETE!!".

Por una vez, la sonrisa no apareció en mi cara, aguanté todos sus gestos y miradas con una mezcla de ansiedad, curiosidad y estoicismo, pero sobre todo, con seriedad. Ni siquiera cuando ella amagó una fui capaz de brindarle el más mínimo gesto amistoso. Ojalá lo único que quisiera fuera acostarme con ella, entonces sí que no habría habido ningún problema, todo hubiera resultado mucho más sencillo.

La seguí con la mirada mientras se aleja, sus reacciones son contradictorias, hasta cierto punto intuidas, decepcionado cuando se aleja, tal vez esperaba que se echara en mis brazos, que cayera rendida ante mis supuestos encantos. ¿Decepcionado? Quizás no tanto como debiera, la última fue November, es un dato curioso, me da que pensar, y no sólo en lo que me estoy jugando.

Me levanto al poco rato, observándola con descaro una vez más mientras me da la espalda, robándole un poco de eso que tiene, cabreado sin saber exactamente el porqué.   

   Fui a un extremo de la habitación, justo en el lado opuesto de la ventana, haciendo saltar un pequeño resorte en la pared, y dejando al descubierto una caja de seguridad no demasiado grande, de la que extraje una pistola de tamaño medio, plateada, con la palabra Armalite grabada en ella, y, tras cerrar de nuevo la caja, me dirigí de nuevo hacia la posición de Zoe, el silencio aún por romper tras sus palabras.

   A un par de pasos aún de ella, me detuve, algo nervioso por la proximidad de la ventana, si, seguro que es por eso No creo que lo seas, pero si nos esforzamos, todos podemos llegar a serlo el tono es de reproche, injustificado e inevitable. Alargué el brazo hasta tomar el suyo, cerrando mi mano en torno a él, obligándola a girarse, con rabia y fuerza. La mirada fue intensa, desprendía mala hostia, una que se iba diluyendo a una velocidad alarmante ¿Quieres una puta pistola? alcé la mano izquierda, armada, y solté el brazo de Zoe, los labios contraídos por el deseo que crecía.

Cógela acorté la distancia que nos separaba para depositar el arma en su mano, inclinando mi rostro hacia el suyo Tendrás que dispararme para evitar que te bese.

El hombre al que Max le retiró el arma y dejó moribundo, apenas se movía. Quizás estaba convencido de estar en uno de esos viajes que las drogas sintéticas hacen que parezcan tan reales o quizás simplemente éstas mismas no permitían que sintiera dolor. El resto de los maleantes ya hace rato que no respiran, la gente mira de reojo pero no se atreven a decir nada al ver al mexicano encaminarse hacia la acera de enfrente, total que no mató a nadie que sirviera a la sociedad aunque en este caso, son más bien pocos los que sirven a la sociedad. Los pasos del hombre que parece más grande de lo que es en realidad, se alejan de los yonkies, de la taxista que agoniza pero ya no siente dolor porque el cerebro ha hecho lo suyo inhibiendo todo ante la muerte.

La gente vuelve a sus cosas, no es que estén por la labor de prestar ayuda, ya no es así en los años que corren simplemente, nadie quiere meterse en la vida de los demás. Max camina con tranquilidad y ha logrado llegar a la vereda de enfrente sin siquiera mirar en dirección a donde está el taxi, tampoco es que serviría de mucha ayuda si lo hiciera. Un viento frío mueve la melena del mexicano que consiguió lo que quería y descargar la bronca que sentía por las palabras de aquella a la que había llamado extraña.

La puerta está cerrada, la única manera de entrar es llamando a Grasp o a Zoe.

Con la frecuencia cardiaca de un ciclista profesional durmiendo, Max le dá una buena calada al puro y se mete el humo hasta los mismos alveolos pulmonares, como a él le gusta. No tiene prisa, pues sabe que la policía corporativa no va a mover un dedo por dos o tres yonkis..., pero tampoco es cuestión de recrearse en la suerte: los pandilleros suelen tener cerca a los suyos y eso, por mucho que a Machete le apetezca, supondría faltar gravemente al hábito de ser puntual.

Incluso la pasma - la oficial, la que se paga con los impuestos - podría aparecer en un momento dado, bien sea para empaquetar al mejicano...o para imponerle la medalla al buen servicio comunitario. Y si bien el cuerpo policial genérico no destacaba por su sagacidad, tampoco hacía falta ser Sherlock Holmes para dar con el culpable: Max tenía en lo alto más sangre que un recién nacido.
En cualquier caso, Aguirre no tiene ni tiempo ni ganas de entretenerse ni con la pasma ni con los colegas de los finados...

...y por eso, con la culata de la recortada, golpea la puerta tres veces para posteriormente echarse a un lado: no dejaba de ser una sana costumbre.

Se escucharon tres golpes provenientes de la parte de abajo, debía ser Max que por fin había llegado pero ninguno de los dos los sabía. El momento era demasiado tenso y casi como en una película había sido cortado en el mejor momento o quizás no. Aún el policía aguardaba un movimiento, un gesto, lo que fuera de parte de la joven. Movimiento en falso había miles, llamadas a los móviles otros tantos, toquidos en la puerta, eran más bien una desgracia. ¿Quién bajaría a abrir? ¿Quién se asomaría por la ventana? ¿Habría un muerto o un beso? Demasiado tiempo para la espera que Max con su cigarrillo aguardaba habiéndose sacado la mala leche. El sol de media tarde hacía que la sangre en la cara del mexicano se secara con más rapidez aunque no la suficiente como para dejarla dura. Los golpes volvieron a retumbar, ajeno a lo que acababa de interrumpir.

Por el rabillo del ojo observo lo que hace, mordiendo mi labio inferior… averigua tú lo que se le estará pasando por la cabeza ahora… me froto la mano por el lado derecho de la cara mientras bufo una vez, demasiado temprano para estar cansada de todo. Y además tanto.

Aquí viene… el buenorro mierdoso que ha resultado no ser un cobarde. Mierda. Primero llega su colonia, para empezar a ambientar, luego su cuerpo de mojar pan, y para acabar unas tonterías que no tienen nada que ver con lo que yo le he dicho…. Vaya una novedad.

Parpadeo confusa al percibir el considerable mosqueo que se ha pillado por algo que escapa totalmente a mi entendimiento… ¿Qué narices le pasa? ¿Qué cipote me he perdido?....

Esas gilipolleces dejan de importarme en el preciso segundo en el que me agarra.

Movimiento brusco del brazo para liberarme, frunciendo el ceño mientras lo miro con la misma mala leche que él a mi antes. Mala idea Zoe, te pierdes en esos puñeteros ojos claros cual pringada, y a veces hay poco margen de actuación… justo como ahora.

Un contacto metálico en mi mano, unas palabras jodidamente reveladoras… mientras una flojera bastante tocha se apodera de mi cuerpo. Mi cabeza se inclina hacia un lado, rendida la muy perra, mientras mis labios traidores se entreabren para dejarle hacer…

¡¡¡QUE NO, JODER!!!…. finalmente se cierran y la cabeza va hacia atrás, puños cerrados en su pecho para apartarlo de mí, con las pocas fuerzas de las que dispongo ya. Sabiendo que es lo último que quiero hacer… y que es bastante probable que sea la última vez que tenga tanta fuerza de voluntad. No tengo sitio para escapar... ni ganas de dispararle.

Golpe a mis espaldas contra el cristal, a la misma vez que unos sonidos totalmente surrealistas en semejante contexto me sacan de mi ensoñación particular. Me recuerdan… pues mi nombre…. el de mi perro… el sitio en el que estoy… el motivo…. y hacen que consiga desengancharme de lo único que tenía presente: El careto del capullo mayor.

¡Qué me dejes en paz de una puta vez, coño ya!...- A la tercera va a ir la vencida. Usease: yo.

Empujón liberador para apartarlo de mi camino, escabulléndome (en todos los sentidos) y largándome a toda leche pal porterillo, zancadas largas. Al descolgar miro por la cámara de seguridad, todavía ofuscada con el cabrón este que ha desayunado hormonas. Mi cara pasa a flipada al reconocer a Machete Man. Como pa no despertarme ya del todo.

¡Joder!… ¿Qué coño te ha pasado?- Le doy a abrir inmediatamente, sin esperar a la respuesta. Encogiéndome de hombros, pero tranquila porque el buen hombre está fumándose su pitillo relajadamente (falta que me hace a mí uno), me giro al buenorro. Seria, pero no por nada que tenga que ver con el mexicano. Tono frío que pretende ser profesional. Alguien tiene que serlo.

-El señor Maximiliano sube con toa la cara llena de sangre, pero él parece tan tranquilo.- No cuelgo el auricular, por si nuestro querido y mongolo poli particular decide venir a comprobarlo.

No me disparó, lo cual ya fue una buena señal, refrendada por la reacción de su cuerpo, cediendo a la presión de mis manos, su boca cede por segunda vez, anhelante de besos, deseosa de sensaciones, y yo dispuesto a responder a su gesto, gustoso de captar su sabor, y de repente, todo termina, sin ni siquiera llegar a haber empezado, la primera vez incluso me alegré, ahora la cosa es muy diferente.

Sus palabras me joden, bastante, he sido sincero, como hacía mucho tiempo que no lo era, no merecía esta respuesta, puedo aceptar un no, me hubiera costado pero lo hubiera hecho, pero no de esa forma, no después de haber estado demasiado cerca y no entender nada.

La miro alejarse, con cara de incredulidad, que desaparece dejando a la vista un notable un enfado, ignorando completamente a Zoe cuando me habla, de hecho estoy mirando para otro lado, será gilipollas, te voy a dejar en paz de una puñetera vez, debería largarte ahora mismo, gilipollas, bueno, que la jodan, eso me pasa por comportarme correctamente, por dejarme ver, no volverá a pasar.

Voy hacia la puerta, y no tengo más remedio que volver a mirarla, con indiferencia, y le señalo un punto de la habitación invisible desde la puerta mientras recojo mi arma que aún estaba en el suelo, Prepárate a disparar si hubiera algún problema, desde allí tendrás buena línea de tiro y cobertura siempre es bueno no menospreciar a un asesino. Guardo mi pistola en la parte trasera de mi pantalón, y abro la puerta al mejicano cuando este llega, atento a su espalda y sin inmutarme ante su aspecto.

Llega tarde señor Aguirre le miro sin disimulo, no es que critique sus aficiones, cada uno se dedica a lo que mejor se le da, él señalo un perro, un pastor alemán, que se encontraba tumbado tranquilamente en el fondo de la estancia, hace honor a su nombre, y yo, me dedicaba a intentar tirarme a nuestra querida Ojos Verdes, y no iba mal del todo sonreí, profesionalmente por supuesto  y usted, por lo que veo, echaba de menos días pasados no iba a preguntarle de quien era la sangre, no quería saberlo. Empezaba a dudar si podría manejar la situación, maldito mejicano loco, y maldita idiota atractiva.

Qué bien quedaría ahora una frase demoledora, inteligente. Aguirre siempre envidió eso de tipos como Kenny "Fast" Gardner. La chispa. La palabra adecuada en el momento justo. La sentencia en forma de machota que te coloca en posición ventajosa, y que te define -momentaneamente- como superior a tu interlocutor.

Max no era como Kenny Gardner..., o como parecía ser el mismo Winter. Allí, en el quicio de la puerta y hasta las cachas de sangre ajena, aguanta la bienvenida del poli: un discurso que, a ojos del mejicano, condensa defectos hasta convertirse en la más pura de las putas mierdas. A saber: grosería, hablar sin saber, insolencia, chulería, prejuicios, sinvergonzonería y falta de respeto. Un todo en uno..., aunque en algo había estado bien certero: Max llegó tarde a una cita de negocios, lo cual era imperdonable...y perdonaba las ofensas del mordelón.

- Habla usted mucho, Winter.- dice finalmente, con los ojos puestos en la azorada muchacha. Max lleva los pies descalzos y las botas en la mano.- ¿El aseo, por favor?.

No había que ser especialmente sagaz para saber que el colega había intentado arrimarle la cebolleta a la muchacha,...y que, por la cara de contrariedad de ella, no debió gustarle mucho. Capullo. Pinche mamahuevos. Igualito que Kenny "Fast" Gardner, que de rápido sólo tenía la lengua: con ella, Maximiliano Aguirre se apañó un filetito vuelta y vuelta.

-...y sepan que puede haber visita, cosa que lamento profundamente.

Como si nada, el poli lo saluda tan tranquilo, tocando los cojones, eso que no falte, pero con parsimonia por su estado. Frunzo el ceño y afilo la mirada cuando vacila de que iba a acostarse conmigo, una polla como una olla. Me relamo el labio inferior mientras niego con la cabeza, menos mal, me he librado de ser (de nuevo ante un capullo redomado) una tonta por un pelo… pero los dos sabemos que lo he mandado a la mierda.

Si tú supieras…- las gilipollece que dice. Este es el saludo, incompleto, a Machete Man cuando habla de que el poli es un bocazas, con más pena… mejor digamos lástima… que otra cosa, en los ojos.

Me doy la vuelta y voy decidida en dirección al animal, al precioso pastor alemán que lleva una cadena de metal a modo de collar y que se ha puesto de pie al entrar el mejicano, lo noto nervioso, alerta. No sé por qué pero nuestro nuevo acompañante no parece gustarle… así que me voy hacia él y lo acaricio colocándome de rodillas, relajándolo para que sepa que puede fiarse del hombre, susurrándole dulcemente en el oído. -Ya está Trapos, se bueno.- … se ve que la ciudad le ha atrofiado el sexto sentido, porque manda huevos que este hombre no le caiga bien y el poli tocapelotas sí.

¿Qué visita… señor Maximiliano?- Ha sido ahí cuando he vuelto a levantar la mirada, de lo otro no tengo ni puta idea. Solo llevó aquí unos diez jodidos minutos que me han parecido cuatro siglos eternos, eso sí. Lo miro preocupada pero tranquila, la pipa sigue en mi mano, pese a que no mola ni un poquito eso de que sea de la que a él no le gusta, aunque él no le guste a mi inteligentísimo perro.

El gesto de Aguirre se endureció como el rabo de un actor porno en día laborable. Aquel pastor alemán parecía mirarlo malamente y Max aprieta los dientes, marcándose los músculos de la mandíbula: un mal gruñido o una dentellada al aire...y el cuello del jodido chucho acabaría crujiendo como una matraca, por la madre que a mí me ha parido.

¿Qué mierda era todo aquello?. El perro no era lo único en esa habitación que invitaba al mosqueo. La actitud del poli, tantas explicaciones, la pistola en la mano de la pequeña Zoe. Max guarda silencio y observa. Luego, habla.

- Tres drogadictos me atacaron y los asesiné. Puede que a alguien le interese...- dice masticando las frases y ahorrándose los detalles. Las dificultades de Aguirre con el diálogo se tornaban en ventajas claras cuando se trataba con desconocidos: aportaba la información necesaria. Ni más ni menos. Puede que sonase como un retardado, o como un robot parlante que no domina más de 400 palabras,...pero no había adornos, ni metáfora, ni sarcasmo, ni putas alegorías. Sólo la verdad pura y dura.-...y eso podría ser un contratiempo, señorita Zoe.

Anclado en la puerta, Max se muestra ahora tan tenso como...¿cómo le llamó?...¿Trapos?...como el puto perro. Un sólo movimiento sospechoso, un sólo indicio más de que algo no marcha bien y Aguirre daría media vuelta: un pequeño paso atrás y el índice deslizado sobre el gatillo de la recortada dejan claras las intenciones.

Quizá la pequeña Zoe fuese lo que realmente aparentaba: una perroflauta revienta pipas. Quizá no necesitase ningún ángel de la guarda...

...o quizá a Machete había tenido un mal día y los tres yonkis no fueron más que un aperitivo.