Partida Rol por web

La doctora Fairway se encontraba en su consulta de Nueva York, atendiendo al penultimo paciente cuando sonó el reloj indicando el fin de la hora. Se despidió amablemente del paciente y recordó que era jueves. Lamentó la situación pero era irremediable, los jueves a la última hora era el turno del Señor Dickies, uno de los pacientes que más agotada le dejaban a lo largo de la semana.

El señor Dickies sufría un trastorno obsesivo compulsivo, era una persona irritante, ya que su refinada manera de hablar y su orgulloso acento ingles (aunque naciera y viviera toda su vida en Queens), convinado con su problema psiquiatrico le hacían  ser una de esas personas con las que ningún psiquiatra quiere lidiar. 

El señor Dickies vestía de manera elegante y refinada, como todo en él, sus sintomas eran claros: hipocondriaco, llevaba guantes a todas horas evitando asi, según él, que nadie le contaminara y se lavaba las manos 30 veces al día, además era un maniatico del orden, todo debía estar en sus sitio, antes de hablar golpeaba la mesa con los nudillos en un extraño ritual que necesitaba hacer por obligación.

Por si fuera poco, sus constantes teorias sobre una conspiración sobre su persona, sacaban de quicio a cualquiera.

Abro la puerta baja de mi escritorio para sacar la botella de jerez que guardo, especialmente para esos dias, y me sirvo una copa. Mientras me la bebo me acerco al espejo que tengo al lado de la puerta, donde mis clientes comprueban que sus maquillajes no muestran huellas de lágrimas, o que sus sombreros están bien colocados.

Como si fuera uno de ellos me coloco el pelo, recogido en un moño bajo, y me arreglo la blusa gris. Me quito las gafas que uso en el despacho y me froto un momento los ojos.

Miro el reloj. Se me acaba el tiempo, asi que me vacio la copa, y la vuelvo a guardar junto con la botella. Me vuelvo a colocar las gafas, y paso distraidamente la mano por mi colgante.

Justo a tiempo. Suena el timbre, asi que con un suspiro me acerco a abrirle la puerta, a la vez que en voz baja le digo:

- Buenas tardes sr. Dickens. Pase y siéntese. ¿Qué tal ha estado la semana?

Inusualmente extraña doctora Fairway... El hombre se acomodó las gafas antes de entrar, no sin antes haberlas limpiado con un pañuelo blanco que tenía bordada una elegante letra D. Lo guardó en su correspondiente funda de las gafas y a continuación sacó otro para sujetar el pomo de la puerta mientras entraba y la cerraba. Al acabar la acción tiró el pañuelo a la papelera y se fijo en que todavía estaba el de la semana anterior.

Doc...doctora Fairway, que clase de pocilga tiene usted aquí, por el amor de Dios... Se tapó la boca y la nariz con la mano y se alejó rápidamente de la papelera. Fue hasta el diván pero permaneció de pie, mirando a la doctora, aunque su vista se escapar de vez en cuando en una furtiva mirada a la papelera.

Acostumbrada a sus manias, su reacción no me afecta demasiado al principio, pero al ver que sigue mirando la papelera, me inclino para mirar qué le ha molestado tanto, preguntándole suavemente:

- ¿Semana extraña, sr. Dickens? ¿Por qué no se relaja un poco y me lo cuenta detenidamente?

Verá Doctora. Dijo ya sentandose en el diván. El lunes estuve en la biblioteca y el libro que leí tenía la reseña 13, al principio no le di importancia, pero el martes cogí un taxi cuya licencia era la 1313... Eso me extraño bastante, asique pague la carrera al conductor y me bajé a toda prisa. Miró hacía todos lados y bajó la voz hasta convertirla en un susurro. Supuse que era una trampa... Estoy convencido que esos números quieren decirme algo pero no logro descifrar que... ¡El jueves, por ejemplo! Alzó la voz  y se levantó de pronto como si su teoria se argumentara sola. Echaron esa desagradable pelicula llamada seven... ¡En el canal 6! Miró a la doctora esperando verla tan sorprendida como lo estaba él. ¡¡siete y seis son trece!! Gritó al no ver la reacciñon esperada. Se sacó otro pañuelo del bolsillo izquierdo del interior de la chaqueta y se secó la frente sudorosa, se giró para ir a la papelera pero el gesto de su cara se torció de subito. ¿No tienen otra papelera doctora Fairway?

Voy tomando nota de todo lo que relata el sr. Dickens, mirándole con atención, y ligeras inclinaciones de cabeza, sin encontrar nada fuera de lugar en su estado habitual. Las mismas paranoias, mismos síntomas. Voy apuntando en su historial.

Arqueo las cejas cuando me habla de la película -Vaya, por dios, no es la más adecuada para él, pero veria conspiraciones hasta en Cenicienta- y vuelvo a asentir con suavidad ante la vuelta al número 13.

El comentario hacia la papelera, hace que vuelva a mirar en ella, y finalmente saco una bolsa de plástico de uno de los cajones de mi mesa, y se la acerco, mirándole comprensivamente:

- Perdone, lamento no tener otra papelera. Si quiere puede tirarlo en esta bolsa, y yo luego me ocuparé de vaciar tanto la papelera como tirar la bolsa. Y dígame, ¿quién cree que trata de comunicarse con usted a través de ese número? Tiene muchas connotaciones... se supone que 13 eran los comensales en la última cena de Cristo, y de ahí viene la superstición de que es un número de mala suerte. ¿Cree que se trata de un mensaje místico, o de algo terrenal?

Este hombre no va a mejorar nunca, y yo ya no sé qué hacer por él salvo escucharle.-pienso desalentada, pero manteniendo mi sonrisa de cordialidad, que siempre parece suavizarle. Apunto al lado del retorno a la paranoia subirle la dosis de Haloperidol.

Pareció calmarse al ver como la doctora le entendía y le ofrecía la bolsa como papelera alternativa, con mucho cuidado de no rozar con sus manos el plastico de aquella bolsa deposito en ella el pañuelo y luego se ajustó la corbata y la aflojó repetidas veces antes de dejarla en la posición idonea.

Golpeó la mesa como solía hacer cuando tenía una cerca antes de hablar. Sí... quizá sea eso. Finalmente se tumbó en el diván. Puede que los números quieran decirme eso, que tenga cuidado o acabare como Cristo, traicionado por algún Judas... Es factible. Meditó en alto. ¿Cree usted que Cristo se comunica a traves de los números conmigo, doctora?

Empiezo a escribir una receta de Prozac, para que se tome una a las mañanas. Ante su pregunta le miro.

- No lo sé. Solamente tanteaba las posibilidades del número 13. Usted está seguro de que le mandan un mensaje. ¿Es usted católico? Puede ser esa la explicación. O también, incluido dentro de ese misticismo, Judas representaba el convidado número 13, o sea que se puede interpretar como que una persona de su entorno le traiciona.

Guardo silencio un momento, golpeando suavemente la parte trasera del bolígrafo contra mis labios cerrados, y le miro con los ojos entrecerrados.

- No hemos hablado aún de su entorno, ¿qué tal se lleva con su familia y con sus compañeros de trabajo? ¿Tiene algún tipo de relación social? Es posible que usted esté percibiendo algo extraño en alguien cercano, y por eso vea el 13 resaltar tanto, porque su subconsciente le está diciendo que hay algo diferente.

En el informe, ya tengo anotado subir el Haloperidol a 25 gotas en la noche, y una pastilla de Prozac por las mañanas.

El señor Dickens miró ofendido a la doctora ante la pregunta.

¡Por supuesto que soy católico! Siguió escuchando con atención las palabras de la doctora y se llevo una mano a la barbilla. Traición eh, eso demostraría la conspiración... Sus cábalas fueron interrupidas bruscamente por la pregunta de la doctora Farway ¿Mi...mi familia di...dice? No.. no estoy cass...sado ni tengo re..realciones... Reconoció con vergüenza. No tengo otros familiares. Y en mi trabajo nadie me habla. Salvo Mike. Afirmó con una leve sonrisa.

Le sonrio afablemente, mientras le digo:

- No se sienta incómodo por las preguntas, por favor, no es mi intención molestarle. Pero tengo que preguntar para ayudarle. Cree usted en Dios, asi que quizás las cosas vayan por ese camino.

Dice que no tiene relación con mucha gente. digo en tono despreocupado, quitándole hierro a algo que evidentemente a él le preocupa pero no quiere hablar, pero parece sentir aprecio por ese Mike. Háblame de él, si no le importa. ¿Es compañero de trabajo? ¿Se conocen hace mucho?. Parece que él le proporciona tranquilidad.

Un amigo, Dios mio, eso es un avance enorme, pienso volviendo a golpear suavemente mis labios cerrados con el borde del bolígrafo. Miro disimuladamente el reloj. Ya llevo más de media hora con este hombre, tengo que conseguir terminar la consulta sin que se altere.

Quizás pueda llamar a Alan para ir a bailar un rato.- me permito el lujo de pensar.

Mike es muy buena persona. Su cara se iluminó al hablar de aquel hombre, inclusó sus manias de tocar la mesa antes de hablar fueron olvidadas durante ese instante. Mike me defiende de todos esos necios incultos, es un tipo bastante atlético y también muy culto, solemos conversar mucho sobre cuestiones filosóficas y literarias. Los jefes siempre están halagandole y tiene una novia guapisima, es un tipo muy afortunado. Mostró una sonrisa de orgullo, como si hablara de su hijo. Nos conocemos desde hace un año aproximadamente. Contestó mirando al techo de la consulta de la doctora Fairway.

- O sea que es un buen compañero, y un buen amigo. ¿Ha hablado usted con él de sus ideas? Por si él tiene alguna opinión al respecto.

Balanceo pensativamente el bolígrafo entre mis dedos, un tipo afortunado, ¿le dará pena, o querrá algo más de él?

- ¿Se relaciona usted también con la novia?

Eh.. no, no conozco a la novia. Tan solo de vista. Dijo pensativo. Muchas veces he hablado con él sobre estos asuntos que le cuento a usted, y el está de acuerdo, creo que intenta ayudarme a descubrir la conspiración. Volvió a tamborilear con los dedos en la mesa al recordar aquel asunto y pareció agitarse de nuevo.

Frunzo el ceño levemente, extrañada ante la idea de que el tal Mike comparta la idea de la conspiración. Miro con disimulo el reloj, ya queda poco de consulta, y vuelvo a hablarle a ver si consigo tranquilizarle de nuevo:

- Parece que el tema le inquieta. ¿Ha aportado Mike alguna teoría que usted considere importante? Y algo más, me gustaría saber si comparte alguna otra actividad con Mike, si salen alguna vez a tomar café, o a pasear.... ¿qué tipo de amistad tienen?

Le ofrezco una sonrisa amable.

- Ya me ha dicho que es una buena persona y un tipo con suerte, pero no me ha hablado de ustedes dos.

Pareció dudar durante unos instantes. Eh... ah... Bueno, Mike y yo.. hemos ido a jugar a futbol alguna vez. No parecía una de esas personas que practican cualquier deporte.

Simplemente somos unos compañeros de trabajo que quedan de vez en cuando, para comer el uno en casa del otro, dar una vuelta y poco más. Intentó sonreir nervioso.

- ¿Deporte? Eso es nuevo- sonrio para animarle. El reloj me dice que en 10 minutos puedo despedirme de él.- ¿Juegan solos o va más gente con ustedes? ¿Qué sentimientos alberga hacia la novia de Mike?

La alarma del reloj sonará cuando llegue el final de la reunión, y no veo el momento de cerrar la consulta hoy. Estoy cansada, y espero que mi amigo Luke pueda ir a bailar hoy. Necesito moverme.

Ninguno, por supuesto.  Afirmó rotundo. No la conzoco y nunca la he visto. Me alegro por Mike, sí... Me alegro. Parecía que se asentía a si mismo.

El tiempo pasaba lentamente cuando Dickens hablaba, entre los rituales antes de pronunciar palabra y lo que le costaba expresar lo que quería decir, una frase corta de aquel tipo era extensa como el Quijote. Afortunadamente apenas quedaban unos minutillos.

Una llamada telefonica que la oficinista atendió rapidamente se escuchó al otro lado a traves de la puerta.

- ¿Ninguno dice? Bueno, creo que eso lo podremos explorar en la próxima consulta, con más detenimiento. Mire, le extiendo las recetas correspondientes: creo que podemos subir el Haloperidol en gotas hasta 15 por la noche, y aqui tiene otra de Prozac, una por las mañanas.

Ah, también me gustaría que empezara a llevar un diario. ¿Se ve capaz? Creo que nos sería muy útil para relacionar todas sus sensaciones con sus actividades diarias.

Afortunadamente el reloj comenzó a pitar. Lo paro rapidamente, mientras extiendo las recetas. Me levanto para acompañar al sr Dickens a la puerta, y le hago un gesto con la cabeza casi al modo oriental´: sé que si le toco habrá lio.

- Sr. Dickens, que mi secretaria le de cita, y por favor haga un esfuerzo con el diario.

El señor Dickens se levantó y se pusó el abrigo y los guantes mientras la doctora le hablaba.

Lo intentare... si, lo intentare hacer. Gra.. gracias doctora, hasta el viernes, no me cambie la cita eh. El viernes.

Se despidió de la doctora y fue a darle la brasa durante un rato a la secretaria de la doctora Fairway, que tardó unos cinco minutos en poder deshacerse de él.