Partida Rol por web

-iAlto el fuego!-grito Atomik levantando la mano-iDebemos ahorrar municion!

El duelo al atardecer con las babosas mutantes contiuaba...

El androide conocido como Joe 11 hizo que Zaroff se elevase un par de palmos sobre el mantillo atomizado antes de despedirse de la misma como solo un truhan de su calaña podía hacerlo.

Alfa, en pleno subidón procomunista tras haber terminado con su primera ración de babosa, se sumió en un frenético baile circular, como de derviche on acid, tratando de alcanzar a la siguiente criatura que se pusiese al alcance de su espinoso bate. Quiso la providencia que la alcanzada fuese Whitney, quien encaraba a Rackhir confusa pero dispuesta a atacarlo, pero terminó convertida en confeti de cartílago, colmillo y sangre azul antes de poder catar al trabajador acorazado en uralita.

Greta, la compañera de baile de Dólar no vió venir aquel haz de voltaje rojo que beso a sus minúsculos sesos antes de sumirla en la noche eterna.

El acorazado doctor Atomik llamó al orden al resto tras confirmar tras algo de lag que no quedaba ni un ápice de vida en aquellos repugnantes restos.

Los exploradores se las habían visto con su primera ración de mutantes pringosos de aquel perdido planeta. 

Cuando todos recobraron el aliento (o su equivalente binario), caminaron otros poco pasos para encontrar el mejor emplazamiento posible en el que plantar su campamento. Ya costaba que viesen nada más allá de la punta de sus narices y el sonido de los insectos nocturnos comenzaba a llenar el frío aire que les rodeaba.

Allí, a las puertas del verdor salvaje que se habían planteado como destino, pudieron dar buena cuenta de sus víveres, comentando la jornada, compitiendo por ver quién describía a las babosas más fieras de cara a impresionar a sus conocidos cuando volviesen a Marte y rememorando sus vivencias previas al viaje en un intento por hacer más cálida aquella forzosa camaradería entre carroñeros.

Cuando ya todos se planteaban cerrar el ojal, un sonido llegó desde el bosque que encaraban:

 Y no pasaron más que unos pocos segundos antes de que, desde casi su misma altura pero mucho más lejos, hacía el este, una sirena aún más potente contestase aquella llamada.

Ambas señales llegaban de muy lejos, así que con toda seguridad no tenían nada que ver con vuestra presencia allí, pero a saber de qué diablos se trataba.

Tras unos cuantos intercambios similares, la noche volvió a su banda sonora previa.

Después de montar el campamento, Alfa había encontrado un trozo de metal con forma de tenedor gigante y estaba aprovechando para cepillarse la pelambrera: como un gato acicalándose, iba metódicamente quitando suciedad de cada zona, a la vez que dejaba el pelo sin nudos. Lo aburrido del trabajo no parecía importarle, pues daba la impresión de que el obrero estaba acostumbrado a este tipo de tediosos quehaceres.

El sonido de la sirena hizo que parara por un instante, pero cuando de nuevo todo quedó en silencio, siguió acicalándose. - Eh, Jota-Cero-E, camarada, - dijo, dirigiéndose al androide de forma amistosa. - ¿tú necesitas dormir o puedes hacer guardia mientras el resto sobamos? - Miró al resto del grupo. - Porque si no, tendremos que organizarnos para que haya siempre alguien despierto por si vuelven las tenias gigantes esas o las lavándulas de las que hablaba Buzo. - dijo, señalando a Rackhir.

Tras la muerte de Whitney, Rackhir se arrodilló examinando los restos de aquel asqueroso bichejo, o tal vez fuera melancolía por los sentimientos de lucha despertados a tantos quilómetros de Marte... al fin y al cabo, lo que pase en la Tierra se queda en la Tierra. Dejó los pringosos restos y siguió su camino hasta llegar a la noche, cuando las sirenas rompieron el silencio de la noche.

¿Quien tocar sirenas? ¿Otros? o ¿Edificio de Tierra? Mí llamo Rackhir Singh amigo - Rackhir buscaba un lugar en el que hacer aterrizar su culo en aquel lugar, y sobre su propia mochila decidió descansar usándola a modo de incómoda almohada, a falta de algo mejor dado que no habían encontrado edificio alguno en su camino

Con la noche echando ya el capote cubierto de estrellas y sonidos, se sentaron alrededor del fuego. Dólar dio buena cuenta de una de sus raciones: raviolis con salsa picante que calentó metiendo la lata semiabierta en la misma hoguera.

Allí, al borde del bosque que aun bajo la oscuridad conservaba los reflejos fucsias, hablaron de su encuentro con las babosas mutantes, de sus vidas y, sobre todo, lo hicieron acerca de sus perspectivas para el futuro.  Dólar contó a los demás que lo primero que haría al regresar a Marte seria emborracharse y que, quizás, intentaría recuperar su ojo empeñado.

Estaban hablando del tema de las guardias cuando el silencio de la noche terrestre se vio sodomizado por el sonido de bocinas que parecían ser llamadas y respuestas en algún tipo de código o lenguaje estridente.

Dólar se incorporó, se aseguró de tener el rifle bien cerca y escudriñó la oscuridad de alrededor no fuera que todo se debiera a un plan de emboscada y que aborígenes indómitos y salvajes estuvieran esperando su oportunidad para saltarles encima.

Bajo el casco de su armadura, el Doctor Atomik era un hombre anciano de pelo alborotado. Se habia quitado las partes suficientes para poder comer y respirar comodamente un rato.

Consumia en silencio un tupper de una pasta grisacea y gomosa, la otrora famosa NUTRIPLASTA^TM que desde la quiebra de su empresa productora se podia conseguir baratisima en el mercado de segunda mano. Sabia a caucho requemado, se pegaba al paladar y producia gases y estreñimiento pero era asequible, nutritiva y facil de transportar.

Ni siquiera alzo una ceja ante los bocinazos que quebraron la noche. Evidentemente, se trataba de algun tipo de lio en el que se habian metido los otros equipos de carroñeros. No le incumbia.

El androide se giró hacia el anarcosindicalista lanudo. Su cuello se movía sin un mísero chirrido. Así de precisas eran las juntas del armazón de los modelos de WARMARS^TM.

-J0ey. Puedes llamarme J0ey. El concepto "Dormir" es ajeno a mi programación. No cierro los ojos nunca. Mis baterías tienen duración para varias semanas. Y con estos cereales de silicio mantengo mis componentes en perfecto estado de funcionamiento-. J0e apuntó con un dedo a Alfa en un silencio que se detectó tenso, incómodo, propio de una película de suspense. El androide activó su gachetodedo y de él emergió un pequeño soplete. -Alto. Mosquito mutante en estado larvario detectado. Está usando un reducto capilar ubicado en tu cogote como nido. Quieto. Más quieto. Eso es-.

<¡Ffffffzzzzzzzzzzzzzzzzzzttttt!>

-Amenaza neutralizada-. El androide guardó su microsoplete en su compartimento dactilar y extrajo su cigarrillo electrónico sin mostrar emoción alguna. Consciente de que el VAPO^TM no era para pellejudos, sacó del bolsillo interno de su chaqueta un paquete maltrecho de cigarrillos Lucky7. Ofreció uno al licántropo en ciernes y otro al tipo de sólidas raíces. El buzo y el doctor Atomik no parecían tener conducto para disfrutar del tabaco, hasta que el bueno de Doc descubrió su careto. Tuvo que ofrecer el último al viejales. -Son mis tres últimos cigarrillos Lucky7^TM. Aprovechadlos. Os calmarán los nervios. Descansad. Si detecto algún peligro, os avisaré-. Dijo en un tono tan neutro como sospechoso, mientras exhalaba una de sus copiosas vaharadas.

J0e activó su endojukebox y abrió el canal de audio externo para que los demás contemplaran el anochecer en aquel planeta hostil con un poco de misticismo en forma de blues. Si aquello no relajaba sus almas, quizás ya nada lo haría.

Los acordes flotaban el aire. Arriba: el cielo negro. Ni una nube. Observó las estrellas, formó constelaciones imaginarias a las que puso nombres de mujeres que habían pasado por su vida. Caló el Lucky7. Expulsó el humo. El humo dibujó cabriolas en el aire.

¡Ah! El tiempo transcurría, la vida se esfumaba, la muerte acechaba detrás de cada esquina y no se podía hacer nada para evitarlo. Solo esperar. Esperar a que llegara el momento. Existen cosas peores que la muerte, lo malo es que a veces te das cuenta demasiado tarde y ¡Joder! ¡No existe nada peor que demasiado tarde!

Los esfuerzos de algunos talludos goonies^TM por tratar de deducir el origen o posible explicación de aquellos bocinazos en la noche solo sirvió para confirmar lo que más o menos ya habían deducido entre todos: se trataba de un sistema de llamada y respuesta similar al empleado por Freddie Mercury  en directo pero con muchísimo menos estilo.

Posiblemente un grupo reducido de quién-o-lo-que-fuere estaba de incursión en el bosque que había en frente de los exploradores protagonistas de esta odisea, a aproximadamente medio día de distancia, y desde una distancia similar, pero desde el este, fueron contestados por un sound system bastante más voluminoso, algo que ningún humano (y posiblemente ningún mutante) podría cargar a sus espaldas, lo que parecía hacer referencia a añgún posible gran asentamiento de seres (semi)inteligentes en aquella dirección, que oye, puede que solo fuesen avisos entre hinchas deportivos mutantes antes de salir a patear cráneos (o fans de Godard, que de todo te hay en este mundo). Sea como fuere ambos vocinazos estaban a horas y horas y horas de distancia, a no ser que tuviesen algún tipo de medio de transporte y supongo que entonces el androide al que llamaron Joe (Si no se bautizó el mismo con toda su chulería) podría avisarles con tiempo de sobra para defecar sus raviolis, nutriplasta y otras finas yerbas para cuadrarse en formación de escuadrón de la muerte  con sus conductos libres de cualquier peso innecesario.

Alfa se abrió su lata de Bachelor Chow™ y se fumó de postre el cigarro que tan amablemente le había entregado el androide Yogüi. Allí tumbado, respirando el pestilente aire de la tierra y observando las luces que la contaminación atmosférica y la radiación ambiental hacían brillar en el cielo,  cual malsana aurora boreal, el anarquista se sintió como en el paraíso. ¿Por qué habría abandonado la Humanidad la Tierra? Seguro que el Capital y la Patronal tuvieron algo que ver.

Abrazado a su bate y usando el kalashnikov como almohada, Alfa se quedó profundamente dormido y soñó. Un hermoso sueño en el que se imponía la Dictadura del Proletariado y las élites económicas y políticas eran masacradas en una orgía de sangre y muerte.

En su base de datos interna, el tal John Lee Hooker tenía un C negativo en la categoría Técnica con la guitarra. Bordeando lo arcaico, para hablar claro. Sin embargo, en un aspecto tan abstracto para una máquina como la categoría Espíritu, puntuaba con triple S. 

J0ey no tenía demasiada idea del por qué, pero el hecho era que aquella música, caracterizada por un lentísimo pero constante crescendo marcado por una línea de bajo en extremo simple, se traducía en un algoritmo muy placentero para el androide. Ventajas de desarrollar personalidad propia.

La luna se alzó en el horizonte con un halo rojizo mientras sus compañeros lanzaban al aire bocanadas de los Lucky7^TM. J0e, de pie sobre un montículo cual vigía al abrigo de las sombras, dejó escapar una vaharada de vapor mientras la brisa nocturna agitaba su traje. Con su voz de imitación del célebre y varonil Roy Reno, repitió una estrofa de la canción en un murmullo mientras sus compañeros caían en los brazos de Morfeo.

Doc put me on... Milk, cream and alcohol...

My nerves are so bad... Just can't sleep at night...

I should check my doctor... Instead my favourite nurse...

Atomik durmio un sueño profundo y reparador. Nunca estaba muy lejos de su cama porque vivia y dormia en su armadura. El artefacto contaba con un emisor de hondas gamma que simulaba las pautas cerebrales del sueño tranquilo practicamente a voluntad, le inyectaba sedantes y creaba patrones de vibracion en diferentes grupos musculares para relajarlos, mantenerlos en forma y evitar yagas por rozamiento. Despues de mas de treinta años sin quitarse la armadura, los sistemas de ventilacion y filtrado requerian frecuentes cambios.

A veces se despertaba tosiendo y con todo dolorido. Cosas de la edad.

Rackhir no despertó hasta que todo el mundo se encontrara en pie. No había oído bocinazos desde que conciliara el sueño, lo cual se produjo bastante rápido en cuanto se colocó en horizontal con respecto a la superficie terrestre. Tenía la boca pastosa y ganas de evacuar por todas partes. Mirando a sus compañeros se apartó unos quince metros ocultándose fácil y hábilmente tras un árbol, donde desenroscó la apertura inferior frontal de su traje y abrió la apertura inferior posterior para evacuar líquidos y heces producidas durante la noche. 

Allí no había aparato urinario que succionara su frontal y sacara con cuchara del agujero posterior. Tuvo que hacer una fuerza abdominal brutal para poder evacuarlo todo y agotado y cansado volvió con sus compañeros como si le hubieran dado una superpaliza. Blanco y consumido, se volvió a echar hasta que el grupo estuviera listo.

Con la tranquilidad de que el androide vigilaba, Dólar se echó en el suelo arropado por sus raídas mantas. No tardó en dormirse. Soñó que era secuestrado por unas amazonas, guerreras a las que no les importaba ir por ahí sin apenas ropa mostrando sus grandes pechos y piernas neumáticas, todas ellas eran rubias o pelirrojas, de rasgos y finos y labios calientes. Lo encerraron en una jaula junto a más hombres. Solo los tenían para fornicar. Tenían que hacerlo diez u once veces al día, todos los días de la semana. Siempre con mujeres distintas. Algunas veces con dos a la vez. Era agotador, los demás presos fueron sucumbiendo a aquel trajín: agotados, exhaustos, se iban consumiendo, pero él aguantó un mes entero. Las amazonas le perdonaron la vida por sus servicios y sus extraordinarias dotes y lo dieron una casa en una colina rodeada de bosques llenos de ciervos. Eligió una mujer, la más bella de todas las amazonas. Al principio todo fue bien: se dedicaba a cazar ciervos y a hacerlo con su mujer, pero luego todo empezó a torcerse y es que aquel mes entero de fornicar sin parar hizo mella en él. No tenía suficiente con lo que su esposa le daba y empezó a verse con otras amazonas en secreto. Ellas sucumbían a sus encantos con extraordinaria facilidad y al mes ya contaba con doce amantes a las que satisfacer. No tardaron en descubrirle, hubo una especie de juicio, lo condenaron. El castigo: cercenarle el pene.  Al dia siguiente estaba en el patíbulo, con su miembro puesto encima de una roca y su mujer al lado armada con una gran hacha. Sonaron trompetas y tambores, la plaza estaba llena de mujeres que gritaban ansiosas. Las campanas de la iglesia dieron las 12, la reina dio la orden, su mujer levantó el hacha, el sol se reflejó sobre el filo metálico y ZAS cuando el hacha descendía directa a su pene, Dólar despertó entre sudores fríos. Ya estaba amaneciendo, echó la mano a su entrepierna, todo estaba en orden…