Partida Rol por web

Hieronymus dejo de desabrocharse el arnés al darse cuenta de que, adaptado a su cintura, mucho más ancha que la de sus jóvenes compañeros, dificilmente se acomodaría a estos. Cerró los enganches de nuevo y se descolgó el rifle del hombro, se alejó dos pasos de la cuerda colgante y adoptó una posición de alerta, arrodillado, escrutando la oscuridad moviendo el cañón y la linterna a uno y otro lado.

Tras no oir ningún ruido amenazador, ni ver nada extraño, dió dos tirones al cabo a modo de señal y gritó, sin alzar demasiado la voz - ¡el arnés no funcionará! ataos la cuerda a la cintura y que los de arriba os ayuden a descender, asegurad el cabo superior a algo pesado - y deseó para sí que la idea funcionara y nadie sufriera un accidente.

Pues me deshago de todo lo que pese y quedo con pantalones y botas. Con la ropa, y todo0 lo demás dentro hago un atillo. Con las mangas doy vueltas y hago nudos. La espada viene conmigo.

- Gente, si lo hacemos más ligero será más fácil. En un viaje atamos los trastos y en otro a la persona.

Soy el siguiente. Cuando empiecen a bajarme ... me doy cuenta que el casco me da algo de seguridad. Me lo pongo - El Emperador proveerá. Y para bajo. Quedo ridículo con pantalones, botas y casco; y una espada, pero así será más fácil a los compañeros.

Ya a medio camino susurra. - No, si ya sabía yo, que eso del arnés... mierda de tecnología.... y menos mal que traía la cuerda.

Al aterrizar saludo al arbitres como si fuera una sorpresa que se encuentren en el mismo sitio. Como algo inesperado. Y mucho tiempo si verse. La alegría brilla en los ojos de Stig.

Era de esperar, imbéciles de nosotros. Lo fácil que hubiera resultado todo esto con un razón. En fin, que el emperador protega, por que falta nos va a hacer.

Todo esto pasó por la cabeza de Heinrich mientras Hieronymus y Stig bajaban. No le gustaban las alturas, pero era lo que tocaba. Tan pronto como volvió a subir la cuerda se ofreció:

-Yo el siguiente.

Se pasó la cuerda por la cintura y por la entrepierna, de modo que el también tendría una suerte de arnés, aun que tuviera que soltarse a dos metros de su destino, no era tanta altura.

-El emperador provee.El emperador protege.

Stig comenzó su descenso, al no disponer de un arnés tenía que asegurarse de apoyas el peso correctamente sobre huecos en la pared para no caerse y por ello bajaba con lentitud. Ya habían pasado tres minutos y tan solo había recorrido la mitad del camino cuando Heinrich, impaciente, comenzó a descender tras él.

En apenas unos segundos algo ocurrió lo que podía haber terminado en desastre, Stig se apoyó en el lugar equivocado y comenzó a caer hacia el precipicio. De no haberse encontrado Heinrich ahí habría sido muy distinto, pero con increíbles reflejos se deslizó por la cuerda y en el último momento agarró a Stig y ambos se deslizaron hasta caer en el estrecho sendero junto a Hieronymus con algunas pequeñas piedras cayendo por la pared.

El tiempo pasaba mientras esperaba a que sus compañeros terminaran de pasar. Se asustó bastante al ver que casi se cae Stig, pero Heinrich estaba ahí para ayudarlo.

Tras mirar la cuerda con suspicacia Reshi se resigna y encomienda su alma al emperador.

-Su ojo nos vigila... Su poder nos guarda de lo desconocido... Imperator dame fuerza...- Sin mas preámbulos, el asesino salvaje inicia el descenso.

El último en descender era el asesino Reshi. Parecía que bajaba por la cuerda con excesiva lentitud, pero viendo lo que había ocurrido hace un momento no se le podía reprochar.

Los primeros metros los bajó con seguridad, pero al continuar un par de piedras se soltaron y quedó colgado de la cuerda por instinto, el movimiento lo había alejado de la pared y no podía agarrarse a ella de nuevo, si quería bajar tendría que ser tan solo con la cuerda

Viendo al muchacho en peligro y sin poder evitarlo, Hieronymus se aseguró el arnés a la cintura y dijo a Heinrich - Aupadme -puso un pie en las manos del soldado luego en su hombro y se colgó de la cuerda pegado a la pared

Heinrich estaba en tensión, por poco perdían a un compañero con la tontería de bajar la cuerda, suerte que el emperador le había provisto de reflejos endemoniados en aquel momento. Apenas había puesto el pie en tierra y ya era otro de sus compañeros el que estaba en peligro.

Pero un equipo es un equipo, y todo el mundo ayuda a todo el mundo, así que reaccionó rápidamente a los mandatos de Hierónymus y lo aupó.

-A la orden!

Hieronymus oía a Heinrich resoplar bajo sus pies. Con un salto desde los hombros del soldado alcanzo la cuerda y el lugar donde se encontraba colgando Reshi

- Tranquilo muchacho, estoy aquí. Sólo coge mi mano. Bajaremos juntos desde aquí.

Estaba bastante asustado ante lo que ocurría de modo que doy un suspiro vaciando mi mente y voy bajando lentamente por la cuerda, de forma mecánica. Primero una mano, luego otra, luego otra, luego otra... Paso a la altura de Hieronymus y hago un gesto con la cabeza para que no se preocupe.

Una vez toco tierra inspiro profundamente antes de sonreir cansado.

-No quiero volver a hacerlo... Que puto miedo...- dije nervioso.

Finalmente, y tras unos momentos de apuro, por fin todos estabais a salvo en el suelo. O todo lo a salvo que se puede estar con un enorme foso a vuestro lado.

Tras tranquilizaros un momento continuasteis por el camino, que a unos cuantos metros volvía a ser un túnel como los que habíais recorrido antes. Prácticamente durante otra media hora el camino siguió y esta vez apenas se cruzaban otros túneles con el vuestro, hasta que por fin llegasteis a lo que según el mapa era la entrada a la escombrera.

El túnel se ensanchó dejando paso a una cámara enorme (habían cabido fácilmente y muy espaciadas 5 tiendas de campaña de la guardia imperial).

A vuestro alrededor, en la oscuridad distinguisteis la boca de otros 3 túneles y una puerta de acero con una ventanilla y un letrero que rezaba "Subsección Cinco", pero a su lado se encontraba lo que buscabais. Era un enorme montacargas protegido por compuertas de acero que se deslizaban hacia los lados, también tenía un cartel, aunque este parecía haber sido hecho por manos inexpertas y únicamente mostraba una simple flecha que señalaba hacia abajo junto a la palabra "eScoMBrerA".

El mapa no dejaba muchas dudas al respecto, tenía que ser la entrada. Solo había un problema, no había suministro eléctrico que permitiera funcionar al montacargas.

Hieronymus desconfiaba del ascensor, en realidad porque desconfiaba de todo y de todos. Incluso bajar por una pared casi les había costado la vida a un soldado y al joven Reshi. Al Arbites le extrañaba que no hubiera electricidad en algo vital en la mina como un ascensor, si alguien lo había hecho, bien podía ser por encerrar a algo abajo o peor aún, algo no quería ser encontrado. Sabotear o minar el suministro eléctrico parecía un buen plan en ambos casos, podia ser peligroso.

- Stig, esto es un buen sitio para trampas ¿no? - Recordando lo que el ahora algo menos ansioso soldado habia dicho - Poned cuidado - se quedo en la entrada de la cámara barriendo a unos otro lado con la linterna del rifle.

Aun resollando por seguir vivo Reshi saca una varilla de Lho y la enciende para calmarse. Mientras fuma echa un ojo para ver el lugar. Esta pendiente de sonidos e imagenes que desentonen aparte de cualquier cosa con intencion de atacar al grupo.

-No me huele bien... Gracias por salvarme Hieron.- Digo tendiendole otro cigarro.

Heinrich aun tenía los latidos a mil por los sustos que se acababan de llevar. Y solo se habían descolgado por un talud. Siguió avanzando, obedeciendo a su líder temporal, que nada mal lo estaba haciendo, tenía madre,a y había que reconocérselo.

Las palabras de Hieronymus recordando las previas de Stig le hicieron centrarse otra vez en la misión y activar sus sentidos, todos, más allí no parecía haber nada raro salvo el suministro de electricidad cortado y, obviamente, que estaban en una mina que había sido sellada buscando a quien o a lo que hubiese creado tal masacre como para tener que cerrarla.

-A la orden Hironymus, pero parece que la sala es segura.

Stig aseguró el puño de sus armas. Sentirse bien agarrado a las cosas que le permitía proteger, le hacía sentir más tranquilo. - Si arbitres, es un buen sitio. Pero además ya hemos alertado de nuestra presencia iluminandolo todo, así que si hay alguien aquí, ya saben de nuestra presencia. Si no nos han atacado es que o están esperando un momento y lugar mejor, o esperan que entremos en la zona de batida de sus armas. Vigilad los sitios altos. En los que se puedan apostar tiradores y si abren fuego matarlos rapidito. Voy a hacer de conejo cuando estéis listos para disparar. Les dice susurrando.

- Voy a ir sin luz ni linterna. Me caeré más de una vez, pero no me iluminéis a mi. No hagáis más luces de las que ya hay, y separado de vuestras linternas. Dejarlas en el suelo señalando a algún sitio. No las toquési, porque el movimiento delata que alguien las manjea y os dispararán. Haced fuego sobre las linternas de los otros o sobre los destellos de sus disparos.

- ?Todo entendido. Dudas?

La intención era correr como desesperado entre los sitios que puedieran servirle de cobertura. Se ciñió bien las protecciones y el casco. Cuando el último de sus compañeros les diera el listo, sería un ... El Emperador protege ... y a correr.

Si vemos que está asegurado ya iríamos a ver las cosas que hay allí.

Antes de poder responderle Stig había salido corriendo hacia delante.

Durante unos segundos solo pudisteis escuchar las pesadas botas del guardia imperial que resonaban contra el suelo y su eco por los túneles de la mina, hasta que bruscamente se vieron interrumpidas por un sonido duro y seco, como si algo hubiera sido golpeado con gran fuerza.

Os detuvisteis a escuchar. Nada, ni un solo sonido fuera de lugar, ni otros destellos de luz más que vuestras propias linternas.

Finalmente acudisteis en pos de Stig, al iluminar la escena no tardáis mucho en descubrir lo que ha ocurrido. Al aventurarse en plena carrera hacia la oscuridad ha terminado estrellándose contra una de las cavernosas paredes del túnel, y pese a todo seguís sin encontraros la presencia de ningún enemigo que se pueda diferenciar.

A pesar de todo, habéis conseguido encontrar algo interesante. Al recorrer el mismo camino que el guardia imperial en su carrera en una de las paredes descubrís una palanca escasamente adornada con runas del culto al dios máquina, y que más de uno habéis visto en otras ocasiones en instalaciones antiguas y no lo suficientemente importantes para ser vigiladas por un verdadero tecnosacerdote. Tenía todas las vistas ser lo que activaba y desactivaba la corriente de energía

Stig, todo orgulloso, descubre que su mareo no tiene mayores consecuencias. Al llegar los demás comenta: - Hemos conseguido repeler al enemigo. Buena puntería chicos, no me han dado ni una vez. Claramente, su lividez, requerirá unos minutos de descanso. Suerte del casco ... y de la cabeza dura.

Los guerreros de su clan y los ancestros estarían orgullosos. Se lanza a la oscuridad, al peligro, hacia el vacío, sin miedo. Con un propósito táctico, no suicida, pero con un riesgo que está más allá de lo requerido por el valor. ¿Lo considerarían ya un guerrero digno?

- ¿Podemos esperar un momento gente?, Creo que he derribado a un enemigo en la carrera y me encuentro algo ... mareado.

Hieronymus observó la palanca con detenimiento, sabía perfectamente que conectaría la corriente, pero temía las consecuencias de hacerlo. Ninguno de ellos sabía que pasaría exactamente con el montacargas o qué contenía tras sus puertas blindadas.

El veterano a punto estuvo de sugerir que bajaran por el cable en vez de hacerlo en el habitáculo, pero tras la angustia pasada con el último descenso parecería una locura.

- Shhh, ya hemos hecho suficiente ruido. Ahora deberíamos escuchar, Reshi, tu eres el mejor en eso, acércate al montacargas a ver si puedes oir algo o mirar en su interior antes de que tengamos que abrirlo - dicho esto, el Arbites procedió a colocar su linterna delante de la puerta, alumbrándola, retrocedió unos pasos y a unos diez metros de las puertas del montacargas,  apoyó una rodilla en el suelo, amartilló el rifle y apuntó hacia el montacargas para cubrir al muchacho. La colilla de lho en la comisura de la boca era lo único que le iluminaba.

Heinrich dudó durante bastante tiempo, la palanca le daba hasta miedo. Sabía refrenarlo, pero aquella palanca podía suponer directamente su muerte. Había que ir con pies de plomo.

Cogiendo ángulo respecto a hierónimus, revisó que el arma estuviese lista para disparar (cargador lleno puesto, seguro quitado, primer disparo amartillado, culata bien asegurada...), apuntó directamente a la puerta y redujo perfil poniendo rodilla en tierra:

-Listo, cuando queráis.