Partida Rol por web

- La vida del mercenario es corta... pero intensa. Clamo a Sigmar... que digo... ¡A Ulric! que la vida del soldado es una buena vida. - Cahir cojeaba un tanto y andaba lento, puesto que el proceso curativo, la cuterización, aún no había obrado los milagros que debería obrar. Miró a Ionor y a Ungrim, siendo los dos no humanos que más cerca tiene en los alrededores, le encantaría saciar con ellos su curiosidad. - Decidme, Ungrim, Ionor... ¿Cuánto viven los de vuestras razas? Ungrim si salimos de esta, y se me permite, tal vez haga un viajecito a vuestras fortalezas de piedra. Debe de ser increible.

 Cahir observa, cuando lo bordean para evitarlo, el bosque de Drakwald, a lo lejos, y escupe al suelo con actitud sombría.

 - Habría que quemar ese maldito bosque. No es como el de Arden, lo Athel Loren que se extienden en Bretonia.... En este bosque solo existe el Mal y la Muerte. Alguien debería de hacer algo. Talarlo... quemarlo... borrar del mapa su maldita sombra negra. - Maldijo Cahir

-Vivimos cientos, miles de años. El maldito traidor Malekith fue el que propició la separación entre nuestros pueblos hace miles de años y aun vive para regodearse de sus maldades. Para alguien de mi raza, se supone que vosotros, los humanos, sois simples bebés que aun no han desarrollado supotencial. Aunque lo considero una estupidez digna de viejos enmohecidos. De todo se aprende.

Las siguientes palabras de Cahir enfrentaron a la elfa a una dicotomía de difícil solución. No le costaba segar aquello que estuviese manchado por el Caos, pero desde que nació le habían enseñado que los bosque eran sagrados. Segar un bosque por culpa del Caos le era más difícil que eliminar una ciudad por la misma razón.

Una nube negra se instaló en el ceño de Ionor, ensombreciendo su mirada.

Ungrim pasa todo el tiempo posible descansando. Sabe que dentro de poco tendría que poder luchar y aprecia en demasía su vida. Durante la noche se acerca a los demás viajeros y entonces uno de los humanos que luchó con él en el puente le habla.

- Los Enanos solemos ser bastante reticentes con dejar entrar a nuestras fortalezas a los del exterior. Pero supongo que no habría problema en que vieseis el nivel superior que la mayoría de los días está abierto a los comerciantes.

- Respecto a lo de quemar el bosque...no sería mala idea pero podríamos talarlo entero para construir maquinas de asedio y otros artilugios, incluso sería de ley que se usase para reconstruir las ciudades imperiales que han quedado arrasadas por el Caos. Así nada malo podría volver a esconderse a la sombra de estos árboles.

Finalmente a medio día llegáis a la aldea de Grimminhagen. Sin mediar palabra, Hans dirige la comitiva entre las ruinas del pueblo. Ya habéis oído bastante a los pueblerinos como para saber a que se debe. Los habitantes de Untergard no son bienvenidos en Grimminhagen y no hallaran consuelo en ella.

Ionor mira a la gente del nuevo pueblo con sus límpidos ojos. Una nota de desprecio asoma en ellos.

¿Cómo se atreven a no dar cobijo a sus semejantes?¿Esperan, pues, que les ayudemos cuando el Caos llame a sus puertas?

Inconscientemente deslizó la mano hasta la espada que pendía a su espalda, dispuesta a tajar a aquel que abriese la boca. Bajó la mano, asustada por sus pensamientos.

Al fin y al cabo, ellos no tienen culpa. El miedo se respira en el ambiente.

 - ¿Reconstruir con los arboles de Drakwald? Dime, enano, ¿reconstruirías tu hogar con las piedras de una fortaleza infectada por el caos? Os lo digo yo... lo mejor es cortar por lo sano. Si construyes una casa con esa madera... lo mismo se te echa encima y te asfixia. Que os lo digo yo. Como decía mi padre, muerto el perro se terminó la rabia.

 Cuando el joven pasa cerca de Grimminhagen escupe al suelo, pugnando y haciendo para que los guardias le vean escupir en su suelo.

 - Decidme que no es adorable el ser humano. Se unen bajo una misma bandera, bajo un mismo emperador, pero cada uno apoquina con lo suyo y al resto que le den por donde se rompe el saco. A veces me dan ganas de largarme a Tilea... allí por lo menos no hay falsedad de hermanandad y comunidad. Allí cada uno se preocupa de lo suyo.

 No había cosa que mas le jorobara a Cahir que la falta de altruismo. Era de suponer, que en tiempos así todos pasaran por dificultades... pero podría hacerse eso de "hoy por mi mañana por ti." Claro que... el pensamiento altruista no entra dentro de la naturaleza humana, salvo de unos pocos.

En general podéis ver que la aldea esta bastante mas destruida que Untergard sus aldeanos están intentando reconstruir sus casas y rebuscando entre las runas cualquier cosa que les pueda ser útil, aunque el ejercito de Archaon sin duda saquearon y después arrasaron casi completamente la aldea. Los supervivientes no mas de una cuarentena.
Ungrim se separa un poco de la caravana y aunque no rebusca a fondo mira a ver si encuentra algo por encima a su paso...pero no tiene suerte, o quizás no quede ya nada...bajando de una montaña de runas resbala dando un par de vueltas para llegar el suelo, sin heridas decide volver a la caravana por su seguridad.

Ungrim después de caerse y rodar por las ruinas de la ciudad se pone de pie y se quita el polvo de sus ropas antes de volver a la caravana esperando que nadie lo haya visto y se acerca al capitán de la caravana.

- ¿No deberíamos mirar si hay supervivientes y llevarnoslos con nosotros hacia Middenheim? Si los hay y se quedan aquí no tendrán nada que hacer contra las hordas del Caos.

La desolación que recorren este basto imperio, parece que no acaban, ya no quedan pacificos caminos donde uno pueda caminar libremente, sin temor a represalias o ataques sorpresas, este mundo se esta volviendo cada vez un poco mas loco.

En la vanguardia del comboy me encuentro con otros como yo, que con ojos habiertos miramos 2 veces cada sombra que pasa, o cada ramita que se rompe misteriosamente, parece que el bosque nos agobia sinquerer, y aqui nos encontramos, intentando salvar nuestras vida, cuando llegue la noche no se porque me da que sera peor. Hecho largas miradas a los soldados que me acompañan, quizas no los vea otra vez, pero en medio de un ataque es bueno recordar a quien te cuida la espalda. Asi con mis pensamientos sigo caminando pausadamente, en espera del lento y degradado comboy, que parece una carabana de muerte y desolación, mas que un orgullosos pueblo que tiene que retirarse.

No lo dirá en serio enano, esas sucias ratas de Grimminhagen, es lo que se merecen.
Esta claro que la simpatía entre el pueblo de Intergard y Grimminhagen es reciproca y viene de muchas décadas hacia atrás.

- No os entiendo a los humanos por mucho tiempo que viva entre vosotros - dice mientras se aleja en dirección al final de la caravana mientras murmura

- Vosotros mismos, son de los vuestros, lo que no me explico es que barbas hago yo aquí protegiendo a unos humanos cuando no se quieren proteger entre los de su misma especie, debería volverme ahora mismo por donde vine.

- Ungrim tiene razón. Aunque me pese, Capitán, es lo correcto. No podemos equipararnos a la altura de esas ratas... y... bueno... si algún día termina la guerra siempre puedes ajustar cuentas con esos escrementos de troll que se hacen llamar "subditos imperiales" - Refiriendose a los que le habian denegado, antes, el descanso. - Pero de momento... la guerra es la guerra, capitán. Tal vez no sobrevivan una nueva oleada... y ten por seguro que las bestias llegarán aqui, siguiendo nuestro rastro, y daran con Grimminhagen. Aun así... tu decides, capitán

Hacer lo que os plazca, nosotros continuaremos, pero ten cuidado chico, todos somos súbditos imperiales.

Toda la comitiva de Untergard continua camino a través de las ruinas, poco a poco os vais quedando atrás, decidiendo que queréis hacer, aunque el avance con las caravanas es lento, una persona a buen paso puede atraparlos sin mucha dificultad con tiempo suficiente.

Ungrim no se detiene, sigue el paso de las caravanas, está bastante enfadado por la decisión tomada por el capitán de la caravana pero si los mismos humanos no deciden ayudarse entre ellos él tampoco lo haría, es más estaba convencido de abandonar la caravana pero debido al rodeo que estaban dando al bosque volver atrás seria encontrarse seguro con los incursores del Caos y atravesar el bosque en línea recta hacía su hogar tampoco parecía una opción fácil. Por lo tanto seguiría con la caravana hasta Middenheim y a partir de allí seguiría su camino hasta Hochland y de allí, ya más internado, en el Imperio cruzaría Talabecland en dirección a Nuln y desde allí sería fácil volver a su ciudad Natal.

 - Está bien, Capitán, perdona, no quería faltar a los buenos ciudadanos del Imperio.

 Se disculpó, aunque seguia pensando los mismo. Tal vez fuera un tanto extremista, pero los Condes o el mismisimo Emperador deberían de hacer algo. Si todo fueraidílico, si todo marchara bien, no habría tantísima delincuencia ni rencillas entre pueblos vecinos. Pero, si ya antes la situación era delicada, sobretodo fuera del cobijo de la muralla, e incluso dentro siempre corrías el peligro de caer bajo la mano de un carterista, o el puñal de un asesino... ahora con la guerra la situación se ha agravado. Maldito Caos. El origen de todos los problemas de la humanidad. El Caos. Y ya le dieron un buen mazazo, pero los muy perros no se cansan y siguen atacando y ostigando sin descanso. Cahir no ve un fin para la contienda. Siempre habrá bestias. Siempre habrá Caos. Y aunque alguna vez pueda estar tan debilitado que ni siquiera sea una amenaza... siempre estará ahí, acechando.

 Con estas cabilaciones, que ponen a uno los pelos de punta, Cahir siguió en silencio, junto al enano, la elfa, y al mercenario de la ballesta. Al lado de la caravana, junto a otros milicianos, mujeres, lugareños y niños. Demasiados niños, ancianos, y mujeres. Y demasiados pocos milicianos. En cuanto antes se encuentren entre las murallas de Middenheim. Curioso, como siempre, Cahir se acercó trotandillo hacia el Capitán.

 - Herr Capitán. Perdone que le moleste... he visto que... bueno... las relaciones con Grimminhagen no son, precisamente, la de dos vecinos. ¿Existe quizás alguna antigua rencilla? ¿O no nos permitieron el paso de tan desesperados y temerosos de las bestias que están? - Preguntó curioso.

Ionor aplicó el oido a lo que Cahir le estaba diciendo al Capitán. Más información para comprender qué impulsa a estos humanos, aparte del miedo a que el Caos les pise en su ascenso.

Deberíamos amparar a estos otros pueblerinos también. Al fin y al cabo, yo les veo tan humanos, sucios y apestosos como cualquier otro pueblo que haya sido arrasado. Tienen pinta famélica, incluso.

Estiró la mano y agarró el hombro de Cahir con determinación. Con la otra mano paró al enano.

-Vamos a integrar en la columna a estos humanos también. Mi misión y la de los míos es proteger al mundo del Caos, y eso incluye aldeas perdidas de la mano de Sigmar. Aunque tengan rencillas entre ellos, por sobrevivir todo el mundo las puede dejar a un lado.

- Por mi se pueden morir todos chiquilla, sinceramente ya me da igual todo y no voy a perder el paso de la caravana hasta llegar a Middenheim, lo siento. Si los humanos no se ayudan entre ellos no serán los Enanos los que les hagan abrir los ojos.

El principio de la caravana empieza a dejar atrás las ruinas de Grimminhagen, poco a poco se van introduciendo por los caminos del bosque, es el medio día, y con un poco de suerte mañana llegaran a destino. Junto a ellos El enano en un lateral y el ballestero Weber delante de la caravana siguen el ritmo.