Partida Rol por web

Abajo la Basílica

2. La Venganza es un Plato que Siempre se Sirve Frío.

Cargando editor
13/01/2011, 17:08
Aimée

A Aimée no le pasó desapercibido el gesto de Edith, pero prefirió dejar las cosas en el aire por el momento. No podían perder el tiempo con frivolidades cuando algo tan serio estaba ocurriendo ante sus narices. Siguió al guardia y a Dorenne y comprobó que los pendientes se encontraban allí. Los tomó en la mano y se los enseñó a Dorenne.

-¿A quién pertenecen?

Sin embargo, al verlos de cerca se percató de una cosa. No eran unos pendientes cualquiera, sino que le pertenecían. Y los había perdido de vista cuando Laurette se largó del burdel con la mitad de sus joyas. Aimée frunció el ceño y levantó la mirada. Ahora estaba realmente preocupada.

-Estos pendientes son míos. Se los llevó Laurette -informó a Edith. Luego se volvió hacia Dorenne-. Tú. ¿Conoces a Laurette? ¿Ella te los ha dado? ¿Se los has robado?

Cargando editor
13/01/2011, 17:18
Dorenne

Se hizo un espeso silencio en la estancia cuando declaraste que los pendientes eran tuyos. Edith se llevó la mano a la boca, temiendo, como tú, que aquello auguraba problemas.

La propia Dorenne parecía conmocionada, como si todo aquello le viniera demasiado grande.

--¡Lo, lo siento Madame! --dijo echándose literalmente a tu rodillas-- ¡No los hubiera aceptado si hubiera sabido que eran suyos! No conozco a esa Laurette, a mi me los regaló un apuesto señor. Me dijo que me haría más regalos, que me sacaría del Nidal, que...

Cargando editor
13/01/2011, 17:24
Gorila

--¡Deja de importunar a la Señora, rata! --el Mazo la cogió del cogote para levantarla y la tiró a su cama.

Dorenee se quedó allí tumbada, sin atreverse a moverse.

Cargando editor
13/01/2011, 17:26
Aimée

-No es necesaria tanta violencia -dijo Aimée.

Sabía que Mazo podría haberla desnucado con la mano desnuda, y no quería ver a la joven muerta. Ahora bien, tampoco la quería en el Dragón.

-Probablemente Laurette vendería mis joyas para conseguirse una dote y algún cliente lo compraría sin saberlo -dijo a Edith. Se giró hacia Dorenne-. Eres inocente de robo, entonces. Pero me has mentido. Te he preguntado que si tenías unos pendientes y me has dicho que no. Has intentado hacerme creer que todo era cosa de Edith, y la has faltado al respeto pegándola. Nos has faltado al respeto a las dos. Si me hubieras contado esto no habría pasado nada, pero yo contrato putas, no mentirosas. Si no puedo confiar en vosotras, no os quiero a mi lado. Recoge tus cosas y vete. Te pagaré lo que has trabajado, que ha sido poco, pero me quedo los pendientes. Mazo, espera a que haga su equipaje y acompáñala a la salida. No le hagas daño a no ser que ella se lo haga a alguien o al mobiliario.

Y dicho esto, procedió a abandonar el cuarto de la rubia, cogiendo a Edith de la mano para que hiciera lo mismo.

Cargando editor
03/02/2011, 19:13
Dorenne

--S-sí, Madame. ¡Gracias, madame! --tartamudeó Dorenne.

La joven se apresuró a levantarse de la cama para recoger su equipaje bajo la atenta mirada de El Mazo. Edith y tú salisteis de la habitación sin agregar nada más. Cuando estuvisteis en el pasillo, a una distancia prudencia, Edith se giró para hablar contigo.

Cargando editor
03/02/2011, 19:16
Edith

--Y... ¿ya está? --murmuró Edith, que parecía presa de un ataque de ansiedad--. ¿La vas a dejar marchar sin más? Te mintió descaradamente respecto a esas joyas. Estando Laurette de por medio, tienen que significar algo más. Tú no la conoces. Tengo un mal presentimiento con esto.

Cargando editor
03/02/2011, 22:58
Aimée

Aimée frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos.

-¿Crees que debería haber hecho algo más? No sé, no parece que la chica sea muy avispada. No quiero pensar que haya una conspiración contra mí. Creo que... sencillamente, ha sido una casualidad.

O al menos, ésa era la opción más cómoda. Pero ya no. Edith había sembrado las dudas y ya no estaba segura de nada.

-¿Qué piensas debería hacer?

Cargando editor
03/02/2011, 23:09
Edith

--No lo sé --admitió después de haberlo pensado--. Indagar de dónde han salido esas joyas, o quién fue el cliente que se las regaló a Dorenne. Puede ser que ella no tenga nada que ver, o que yo esté magnificando las cosas pero... ¿no te parece demasiada casualidad que las joyas vuelvan precisamente a ti?

Cuando fuiste a replicar te diste cuenta de algo: el murmullo de la planta de abajo había cesado como si lo hubieran cortado con un cuchillo. Eso sólo podían suponer problemas.

Cargando editor
03/02/2011, 23:19
Aimée

Sin decir nada, pero con la mayor de las atenciones, Aimée intentó escuchar en el silencio del piso inferior. Problemas, sin duda. Un escalofrío recorrió su nuca y no pudo evitar mirar a Edith entre suplicante y temerosa. Pero hasta que no viera con sus propios ojos lo que ocurría, no habría modo de adivinarlo, de modo que bajó las escaleras lentamente, pero con estilo.

Cargando editor
03/02/2011, 23:31
Jacques LeVert

Edith te devolvió una mirada aún más agitada. Generalmente eras tú la que mantenías el aura de autoridad. Que tu amiga te viera así agudizaba aún más su ansiedad. Las dos bajasteis al piso de abajo, donde os encontrasteis a Jacques LeVert, el mismísimo capitán de los Hijos de la Luz en el Nidal. El mismísimo marido de Laurette.

Había habido redadas en el Dragón Rojo con anterioridad. Supiste que algo iba horriblemente mal para que el capitán se presentase embutido en una armadura de combate. Pero lo que realmente te heló la sangre de las venas es que a su espalda habían Cazadores de Brujas, con sus distintivos sombreros de ala ancha. Llevaban aterradoras bestias sujetas con cadenas que olfateaban el aire incansablemente. Semejaban perros de pelaje blanco descomunalmente grandes.

Todo tus clientes contemplaban la aparición con pavor y nadie se atrevía a respirar si quiera. Todos salvo uno: Jean Marie estaba en una mesa con un puñado de sus chicos. Su mirada inquisitiva y su forma de acariciar el pomo de la espada parecía decir que si los Hijos de Luz la armaban, contaras con él y con sus hombres.

--Buenas noches --saludó LeVert incluyendo a toda la concurrencia, con una profunda voz de tenor--. ¿Quién es la dueña de este... lugar?

Cargando editor
03/02/2011, 23:57
Aimée

Aimée contuvo el aliento. Debía hacerlo para dominarse, para no temblar. Había odiado con todo su ser a los Cazadores desde que había visto cómo se llevaban a una mujer en mitad de la plaza. Había sido una mujer buena que vendía remedios de hierbas a aquellos que se fiaban de ella lo suficiente para comprarlos. Su tía la había enviado una vez para comprarle un unguento que suavizara la tos de su hija. Había funcionado, y no sólo eso: la mujer había sido lo suficientemente bondadosa como para aceptar lo que Aimée pudo dar. No sabía su nombre, pero nunca olvidaría su rostro aterrorizado al ver llegar a los Cazadores, ni el estallido de llamas con el que trató de salvarse. Ni el modo en que la habían arrastrado hasta la prisión para magos, sangrando y aullando de dolor y miedo.

Sus manos se crisparon mientras su mente trazaba rápidamente un plan de huida. Edith había tenido razón. Algo malo se tramaba contra ella. Algo muy malo.

-Soy yo, capitán. ¿Hay algún problema?

Su mirada se encontró con la de Jean Marie. Él lucharía por ella, sin dudar. Lo sabía. Pero aquellas bestias... no estaba segura de que pudiesen ser detenidas por medios mundanos.

Cargando editor
04/02/2011, 00:05
Jacques LeVert

LeVert te echó una mirada de desprecio mientras extraía un rollo de pergamino de una funda del cinto.

--Aimée, sus hijos Claire y Julien son sospechosos de brujería --el capitán hizo una pausa, para que el previsible grito ahogado de tus clientes enfatizara su acusación--. Según lo estipulado por las Leyes de Rhevraine, y actuando por orden del Magistrado Rainault se le retira la custodia de los mismos en favor de la Basílica Argéntea hasta que pueda ser corroborada la versión de los testigos.

LeVert se acercó a ti para tenderte el pergamino y que pudieras comprobar por ti misma los sellos oficiales.

Cargando editor
04/02/2011, 00:25
Aimée

-¿QUÉ?

No pudo evitarlo. Había estado preparada para recibir una acusación en su contra, pero nunca en contra de sus hijos. Los había protegido de la miseria tan bien como había podido, les había hecho guardar el secreto y entender lo que significaba el don que poseían. Por ello nunca habría pensado que podían estar en peligro. Pero estaba segura de que no se los llevarían. No podrían.

-¿Cómo puede ser? ¿De qué se les acusa? ¿Qué pruebas hay de que sean magos? -Aimée bajó los peldaños que le quedaban de la escalera y se interpuso entre el capitán y esta. Arriba, ajenos a todo, dormían Claire y Julien. Y así debían permanecer-. Mis hijos no son brujos, LeVert. Dime quién dice lo contrario y que se atreva a hacerlo en mis narices.

Estaba jugando con fuego, lo sabía. Pero LeVert estaba en terreno enemigo. Todos o casi todos los allí presentes le guardaban cierto cariño, cuando no pura lealtad. Si pretendía llevárselos sin más, iba a acabar muy mal. Pero por otro lado el terror comenzaba a desatarse en sus entrañas. Sentía la misma desazón que antes del parto, como si no pudiera contener lo que estaba por llegar durante mucho tiempo. No quería pensar, aún no... pero el miedo le mordía el estómago como una fiera desatada. Mucho le costaba mantener el tono de voz sereno.

Cargando editor
04/02/2011, 10:11
Jacques LeVert

--¡Guarda tus mentiras para quien quiera creerlas! --espetó LeVert mientras volvía a introducir el pergamino en su cinto--. Tenemos los testimonios de varias personas en contra de vuestros hijos. Algunos de ellos provenientes de este nido de víboras y putas. ¡Así es la naturaleza del Mal, que se vuelve siempre en contra de si mismo! Así que ahórrate las protestas y las lágrimas. He oído demasiadas veces esas excusas en boca de escoria como tú en mis treinta años de servicio a la Ley y el Orden. ¡Trabajo honesto, vida buena! ¡Esa es la forma de satisfacer a Celestar! No me hagas perder más tiempo, mujer, y llévame hasta tus hijos ¡o darás con tus huesos en prisión por obstruir la acción de la Justicia!

Cargando editor
04/02/2011, 11:19
Aimée

Aimée se quedó completamente blanca. El temblor de sus manos se convrtió incontrolable, como su ira y temor. Señaló al capitán fuera de sí:

-¿Tú tienes algo que decir en contra de las putas como yo, tú que te has casado con la peor? Puede que aquí vendamos nuestro cuerpo, pero al menos somos sinceras. Tu mujer es mentirosa y puta, además de ladrona -Sus labios se movían más rapido que su mente, mientras daba un paso atrás para volver a las escaleras-. ¡Quizá ella le pueda enseñar a Celestar otros modos de quedar satisfecha, tal como hace contigo, maldito hipócrita! -Escupió en su dirección nada más que unas volutas de saliva, pues tenía la boca seca por el miedo-. ¡Ve a darle a la puta de tu diosa otros hijos, porque los que hay aquí son míos!

Y tras decir eso, aprovechando el tumulto que había iniciado, Aimée voló por las escaleras en dirección al ático.

Cargando editor
07/02/2011, 15:00
Jacques LeVert

El Dragón Rojo contuvo el aliento, y todas las miradas se centraron en el Capitán de los Hijos de la Luz. El hombre negó con la cabeza, pero no parecía dispuesto a rebajarse a contestar a tus acusaciones públicas. Su ademán desdeñoso parecía esperar ese tipo de comportamiento de alguien como tú.

--Arriba. Sus hijos están arriba --gruñó LeVert, leyendo en tu huida lo que necesitaba saber--. Tras ella, no uséis la fuerza a menos que sea absolutamente necesario.

Cargando editor
07/02/2011, 15:07
Jean Marie

--¡Espadas Escarlatas! --aulló Jean Marie mientras desenvainaba su espada--. ¡Enseñad a esos bastardos qué es emplear la fuerza DE VERDAD!

El piso inferior del Dragón Rojo explotó en una batalla campal entre los Hijos de la Luz, los Cazadores de Brujas y los Espadas Espadas. Los clientes trataban de escapar del burdel, o refugiarse debajo de las mesas mientras las espadas chocaban y las enormes bestias lanzaban dentelladas.

LeVert esquivó la embestida de Jean Marie con un movimiento demasiado rápido para alguien de su edad, y se precipitó, junto a un trío de Hijos de la Luz escaleras arriba, mientras el resto cubrían su avance y evitaban que los Espadas se entrometieran.

--¡Aimée! --el grito desesperado de Jean Marie fue lo último coherente que escuchaste antes de precipitarte al piso de arriba seguida de cerca por Edith, LeVert y sus hombres.

Cargando editor
07/02/2011, 15:14
Gorila

Por el pasillo ya llegaba El Mazo.

--Madame, ¿qué...? --farfulló el enorme gorila, antes de ver a LeVert y a sus secuaces enfundados en armaduras completas subir al pasillo.

Cargando editor
07/02/2011, 15:56
Aimée

-¡Mazo! ¡Nos atacan! -gritó la mujer mientras pasaba corriendo por su lado, demasiado apresurada para preocuparse del estado de Jean Marie. Confiaba en que pudieran quitarse de encima a los guardias sin mucho problema, pero en realidad lo veía bastante crudo. Sin embargo, lo único que le importaba en ese instante era poner a sus hijos a salvo. Eran lo que más amaba en el mundo y no iba a permitir que la Basílica se los quitase.

Antes de encaminarse a la escalera que llevaba al ático, se volvió para señalar a LeVert y dispararle un Proyectil Mágico. Confiaba en que eso le  retrasase lo necesario para cerrar la puerta tras de sí y poner la cómoda de los niños delante.

Cargando editor
07/02/2011, 16:20
Director

Notas de juego

Tira Persuasión CD 29.