Partida Rol por web

Abajo la Basílica

7. La Muerte del Dragón Rojo.

Cargando editor
20/03/2011, 18:54
Director

Lotte había conseguido despistar a su perseguidor con facilidad. Aunque anduviera cojeando, la meretriz conocía bien las callejuelas de la ciudad baja. Tras descartar varias alternativas, decidió ir al Dragón Rojo. Recogería su dinero y sus cosas y buscaría un nuevo escondite antes de que los Hijos de la Luz pudieran ir a buscarla allí. Quizá pudiera pagar a Aimée para que la encontrara algún lugar: ella tenía muchos amigos en el Nidal. En última instancia podría recurrir a los rebeldes, pero dependería más de Astor.

El alma se le vino a los pies cuando llegó al Dragón Rojo. El letrero que daba nombre al burdel que había sido su hogar durante los últimos años yacía hecho pedazos en el suelo. Había varios hombres tendidos fuera clientes asiduos del prostíbulo, sollozando en charcos de sangre. Pero el interior era mucho peor. Allí se había desatado una carnicería. A veces ocurrían reyertas en el local, otras había redadas de los Hijos de la Luz. Pero nada de lo que había visto le habría preparado para el montón de muertos que había por todas partes.

Lotte subió las escaleras y buscó a Aimée por todas partes. Se la encontró tirada en el suelo con el cuerpo erizado de saetas. Pero lo más horroroso era lo que le habían hecho a su ojo derecho, que había quedado reducido a un montón de pulpa sanguinolenta. Le pusiste los dedos bajo la nariz... y para tu asombro descubriste que respiraba. Lenta e irregularmente, pero lo hacía.

Cargando editor
20/03/2011, 20:08
Lotte

Tenía que ser una pesadilla. Se quedó mirando el caos, sin saber qué hacer. Esperaba salir de una mala situación y encontrar ayuda y protección en su asa, pero en vez de eso parecía que había pasado un tornado. Cuando entró vio entre los cadáveres algunas caras conocidas y después dejó de mirar.

Encontrarse a Aimée viva no fue un gran alivio. Quiso decirle que aguantase un poco, pero sólo se le escapó un gemido ininteligible. La soltó con más brusquedad de la que cualquiera habría recomendado y echó a correr, olvidando su cojera, hacia su habitación, lo que casi le cuesta los dientes. Tenía sus pertenencias bajo llave, porque no se fiaba ni de las putas ni de los clientes. Volvió con una poción que derramó en la boca y en la cara de Aimée. Su pulso no estaba en su mejor momento.

-Vamos, vamos, vamos.

Cargando editor
20/03/2011, 20:13
Aimée

El líquido místico se deslizó por la garganta de Aimée tan suave como la seda. Algunas de sus heridas se cerraron, haciendo salir a los virotes como si su cuerpo los escupiese al tiempo que se reformaba, pero su ojo no sufrió apenas cambios, más allá de un tierno tejido reconstruyendo parte de su párpado. Aimée abrió el otro ojo y aspiró con dificultad. Aún tenía algunos virotes clavados en el abdomen, los brazos y las piernas, pero sus pulmones y su corazón estaban intactos. No iba a morirse, no todavía.

-Lotte... -jadeó con voz rasposa-. Mis... mis hijos...

Trató de recordar lo que había pasado, el zumbido de los proyectiles clavándose en su cuerpo, la voz de LeVert... Torpemente se levantó, haciendo gala de una coordinación que en nada se parecía a la que había tenido poco antes, y se tambaleó mirando a izquierda y a derecha. La ventana seguía abierta. Sus hijos habían bajado por ella. Y tenía que ir a buscarlos.

Salió de la habitación de los niños mientras se arrancaba un virote del muslo con un gruñido sordo. Notaba algo colgando a la altura del pómulo y no veía con la profundidad que esperaba, pero aún no se había dado cuenta de que lo que pendía era su propio ojo. Los recuerdos le llegaban en oleadas mientras trataba de ubicarse. Toda aquella sangre, aquellos cuerpos muertos... Todo se había ido a la mierda. Todo... todos... Jean-Marie, Edith... Edith...

-¡Edith! -gritó llamándola y buscándola. ¿Dónde la había visto por última vez? Al comenzar el pandemonium había dejado de pensar en nadie más que en Claire y Julien. Su amiga se había quedado en el camino. Pero si Lotte estaba bien, quizá ella...- ¡EDITH!

- Tiradas (1)
Cargando editor
20/03/2011, 20:24
Edith

Lotte comprobó que Aimée no tuvo que ir muy lejos. Edith estaba sentada en el suelo, junto al cadáver de uno de los gorilas del Dragón Rojo. Se tapaba la cara con las dos manos ensangrentadas y lloraba desconsoladamente.

Aimée se agachó a su lado y le tocó el hombro. Edith se retiró las manos de la cara...

Mostrando que había quedado completamente desfigurada por las dentalladas de los ástirax. Su rostro, que había sido hermoso y agraciado, nunca volvería a ser el mismo.

Edith le echó los brazos por el cuello a Aimée, y la madame no pudo evitar que se revolviera el estómago.

Cargando editor
20/03/2011, 21:02
Lotte

Seguramente estaba esperando que Aimée le explicase lo que había pasado, pero no dijo nada. Se apartó para dejarle espacio, tratando de poner en orden sus propios pensamientos, y se apoyó en la pared para levantarse. Era imposible que aquello fuera culpa suya, ¿no? ¿La habrían reconocido y habrían ido a buscarla allí? No tan rápido, ¿no? ¿Había sido ella? ¿Había hecho que destrozasen el Dragón Rojo y matasen a todo el mundo?

Desechó esa posibilidad por el bien de su propia cordura hasta que se enterase de lo que había pasado, y siguió a Aimée fuera del cuarto. Estaba junto a alguien que se movía, no se había fijado al pasar.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué...? Jod...

Apenas reconoció a Edith con su cara nueva. Se quedó en el umbral de la habitación de la que acababa de salir, apoyada en la puerta, y apartó la mirada, horrorizada. No podía evitar mirar de reojo, eso sí, el encuentro entre las dos mujeres mutiladas.

Cargando editor
20/03/2011, 21:06
Aimée

Cuando Edith dejó ver su rostro, Aimée sintió como si le hubiesen clavado de nuevo una sarta de virotes. De pronto el frío llenó sus venas y creyó que iba a desmayarse de nuevo de la impresión. Como un flashazo vio la imagen de su amiga sobre ella, con el pelo rojizo cayéndole en el rostro sudoroso, y eso sólo lo hizo empeorar. Edith se echó sobre ella para llorar en su hombro, y Aimée sólo pudo estrecharla entre sus brazos mientras sentía que se derretía el hielo en su interior. Ahora, como una bola cálida y amarga, surgía de su estómago un sollozo.

-¿Qué te han hecho? ¿Qué te han hecho? -repetía sin poder controlar la angustia-. Lo siento, querida, lo siento tanto...

Notaba dolor en las heridas por la forzada postura, e incomodidad por el hecho de que Edith se había arrojado sobre ella. En su mente repetía una y otra vez la escena en la que ella corría a buscar a sus hijos y Edith se quedaba atrás. ¿La había abandonado a su suerte? ¿Eso era lo que había provocado al huir? ¿Cuántas más habían muerto por defenderla? ¿Qué les había pasado a los demás? ¿Y qué sería de Julien y Claire?

El ojo derecho empezó a escocerle como un demonio al llorar. Se dio cuenta de que no se había mirado al espejo y que, en algún momento, alguien le había quemado la cara con algo que ardía como el infierno. ¿Tendría ella también el rostro mutilado?

Sin soltar a Edith se llevó una mano al pómulo, allá donde notaba cosas fuera de sitio. Notó algo húmedo y semilíquido y algo un poco más duro, como un cordón. Más arriba, el párpado caído evidenciaba el vacío de la cuencia. Se había quedado tuerta. Soltó una maldición, pero no pudo dejar de pensar, con cierto pragmatismo, que aún le quedaba otro ojo. Edith no tenía otro rostro al que recurrir.

Cargando editor
20/03/2011, 23:49
Edith

Edith no contestó. No había nada que decir, ni palabras que se expresaran con mayor elocuencia que su rostro destrozado. Simplemente se quedó llorando desconsoladamente en los brazos de Aimée, de dolor y desdicha.

Cargando editor
20/03/2011, 23:50
Jean Marie

Escuchasteis unos pasos por las escaleras. Os pusisteis en guardia, pero resultó ser Jean Marie. Él era el líder de los Espadas Escarlatas, una banda de mercenarios que Aimée conocía bien. Era un cliente habitual del Dragón Rojo, y Lotte había escuchado más de una vez las propuestas de matrimonio que le hacía a Aimée. Propuestas que ella había rechazado fríamente en otras tantas ocasiones. Nada que no le resultara conocido a ella.

--Gracias a los dioses que estáis vivas --suspiró Jean Marie, tambaleándose y apretando un pañuelo contra una herida del torso--. Conseguimos rechazarlos gracias a la oportuna intervención de la banda de Balaena, pero volverán. Con refuerzos. Tenemos que irnos de aquí.

Cargando editor
21/03/2011, 00:08
Lotte

Con un movimiento torpe trató de alcanzar la daga que todavía llevaba, pero estaba demasiado aturdida y renunció al reconocer a Jean Marie. Dejó de prestar atención a Aimée y a Edith y se volvió hacia el mercenario.

-¿Quiénes? ¿Quién ha hecho esto? -exigió saber.

Cargando editor
21/03/2011, 00:11
Aimée

Aimée acarició la nuca de Edith mientras la mecía, como hacía con sus hijos cuando iban a llorarle por haberse despellejado las rodillas o por haberse dado un coscorrón con la pared. Ojalá pudiera arreglar eso con la misma facilidad. Ojalá con unas caricias y una canción pudiese hacer que nada hubiese pasado, volver atrás, al momento en que las dos bebían una copa de vino mientras arreglaban las cuentas en el despacho. Nada volvería a ser igual.

La llegada de Jean Marie estuvo a punto de hacerle saltar el corazón, pero cuando comprobó que era él se sintió mucho más segura. Aún tenía al alcance de la mano los conjuros, pero antes no le habían servido de demasiado. Al observar la herida, no pudo evitar pensar en el fondo de su mente que ojalá tuviese él el rostro destrozado en lugar de su amiga. Los hombres no necesitan un rostro bonito, menos aún los soldados. Las putas sí. Pero era un pensamiento horrible al que decidió no prestar atención. No era culpa de Jean Marie el estado de Edith precisamente.

A la pregunta de Lotte, Aimée respondió:

-Ha sido la guardia. -La voz le temblaba un poco. Nadie, ni siquiera Edith, habían visto llorar alguna vez a Aimée. Su voz nunca fallaba, y cuando lo precisaba se convertía en hielo-. Mis hijos son hechiceros, igual que yo. Lo han descubierto y han intentado llevárselos, pero...

Pero todo el Dragón Rojo se había echado sobre ellos. ¿Y a qué precio? ¿A cuantos amigos vería muertos antes de salir de allí, de abandonar su hogar en los últimos quince años, su negocio? Le dolía demasiado el corazón, el ojo, todo el cuerpo. Pero no podía quedarse ahí tirada: sus hijos la necesitaban.

-Tengo que coger algo de mi habitación -dijo levantándose y ayudando a Edith a hacer lo mismo. Sacó un pañuelo de hilo de uno de los pliegues de su vestido y se lo puso en el rostro, soltándolo cuando ella lo sujetara-. Apriétatelo en las heridas, cariño. -Con un gemido se arrancó otro virote más del bajo vientre y lo tiró al suelo-. Acompáñanos, Lotte, por favor.

No podía andar muy bien y no estaba segura de que no le fueran a fallar las piernas, así que necesitaba ayuda. En su habitación tenía varios objetos que quería poner a salvo, sin olvidarse del oro.

Cargando editor
21/03/2011, 00:59
Lotte

Aimée, una hechicera. Lo escuchó como de pasada, y no lo terminó de entender. Lo que entendió al principio fue que les habían acusado de hechicería, a ella y a sus hijos, y prefirió no pensar en ello. La magia traía problemas.

Se puso al otro lado de Edith para ayudarla en caso de que lo necesitase. Coja como estaba no era una gran muleta, pero allí todos estaban heridos y Lotte parecía en buen estado en comparación con el resto. Las siguió hasta la habitación de Aimée sin decir nada, asustada ante la perspectiva de un nuevo ataque. También ella tendría que recoger unas cuantas cosas de su habitación.

Cargando editor
21/03/2011, 01:14
Aimée

Aimée se apresuró a buscar en el baúl a los pies de su cama un petate para meter todo lo que necesitaría. Guardó en el interior un par de mudas y ropa de abrigo. De uno de los cajones sacó una daga que se guardó en la bota, las joyas de más valor y varias gemas, además de dinero en metálico y, sin poder evitarlo, la cajita de nácar donde guardaba los dientes de leche de sus hijos. Del doble fondo de la cómoda tomó su cetro mágico y, después de dar un par de vueltas, se decidió por coger la ballesta que guardaba en el interior de uno de los armarios. Qué raro era guardar lo poco que podía llevar consigo en un petate a sabiendas de que no podría volver.

Mientras deambulaba se vio reflejada en uno de los espejos que decoraban su alcoba. Le gustaba mirarse, por pura vanidad, y comprobar los cambios por los que pasaba su rostro y su cuerpo. Ahora, viendo la obra del asqueroso Cazador, sintió ganas de llorar de nuevo. No era tanto el haber perdido el ojo como todo lo que ello significaba: la pérdida de una vida entera, la pérdida de la paz.

Suspiró y se volvió hacia Lotte y Edith.

-¿No tenéis nada de valor que llevaros? Vamos, daos prisa.

Cargando editor
21/03/2011, 21:16
Lotte

Quiso ayudar a Aimée a recoger, pero parecía tan segura de lo que iba a llevarse que le pareció que si se ponía en su camino iba a ser más estorbo que ayuda, así que esperó a que terminase y después fue a buscar sus cosas.

Metió sin ningún orden algunas cosas en la mochila de su padre antes de abrir el arcón y encontrarse con una camisa de Astor que había remendado. Astor. Se preguntó dónde estaría. A lo mejor la buscaba en el Dragón Rojo, si es que quería volver a verla alguna vez. Podría encontrarse con la guardia, si pasaba por allí. Tenía que encontrarle.

Sacó de debajo de la cama la armadura y la guardó a empujones en la mochila, cogió una espada y salió de la habitación para reunirse con los otros.

Cargando editor
21/03/2011, 21:24
Aimée

Mientras cada una reunía su equipaje (Edith cogió algo de ropa de manera muy apresurada, y casi sin mirarla), Aimée miraba al fondo del pasillo del primer piso con aprensión. Una vez se reunieron, Aimée buscó el consuelo y el abrigo de Jean Marie (quizá fuese el que mejor sabía manejar un arma de ellos cuatro) y expresó su mayor temor:

-El cazador dijo que podrían oler a los niños. Esos perros... -Miró de reojo a Edith y volvió a sentir una puñalada de dolor en el pecho-. Por la diosa, no sé qué voy a hacer.

La desesperación se hacía cada vez más poderosa, pero sabía que los demás confiaban en ella. Siempre sabía lo que hacer, nunca perdía la calma. Debía seguir siendo Aimée la implacable un poco más.

-Necesitamos salir de aquí, pero... este es nuestro hogar. ¿No sabes a dónde podemos ir, Jean Marie? No tenemos otro lugar...

De todos modos, ¿quién los iba a querer? Tres putas, una de ellas hechicera. ¿Quién, en todo Port Coeur, querría guarecerlas?

Cargando editor
22/03/2011, 23:28
Lotte

-Yo conozco alguien. Astor, le conoces. Puede ayudarnos.

Él podría esconderles. No se negaría, traicionado o no. Estaba segura, o quería estarlo. No sabía si ayudaría a Aimée a encontrar a sus hijos, y tampoco es que le importase mucho, al menos en ese momento. Salir de la zona de peligro era más urgente. Miró escaleras abajo y se topó con los ojos muertos de una compañera. Tenían que salir de allí cuanto antes.

Cargando editor
24/03/2011, 09:02
Jean Marie

Jean Marie abrazó protectoramente a Aimée cuando ella se acercó a él en busca de refugio. No parecía importarle que Aimée se hubiera quedado tuerta. La dueña del burdel no se percató, pero a Lotte no se le escapó la mirada de cordera degollada que Edith le echó cuando la vio en los brazos del mercenario.

--¿Astor? ¿Ese jovenzuelo? --repitió Jean Marie--. ¿Cómo nos va a ayudar alguien como él? No es que tenga muchas mejores opciones, la verdad. Puedo hablar con Balaena. Ella odia a los Hijos de la Luz y nos ayudará. Pero es una mujer peligrosa, y estoy seguro de que tendríamos que pagar un precio elevado por su ayuda.

Cargando editor
24/03/2011, 13:57
Aimée

Aimée arrugó el gesto. No sabía nada de Astor, pero aún menos de Balaena. Se separó de Jean Marie, pues no estaba de humor para hacerse arrumacos ni para darle esperanzas. Le agradaba sentirse protegida, pero sabía que no era el momento. Miró a Lotte con cierta urgencia.

-¿Qué puede hacer Astor por nosotros? No es más que un hombre que se ha encaprichado de ti... ¿o no? -Se giró de nuevo hacia Jean Marie-. ¿Y quién es Balaena?

- Tiradas (1)
Cargando editor
25/03/2011, 10:44
Jean Marie

--Balaena es una contrabandista drow. Está metida en todos los negocios turbios de la ciudad. Tráfico de drogas, armas, blanqueo de dinero... lo que se te ocurra. Pero lo que nos importa es que tiene algún tipo de vendetta personal contra la Basílica. Se ha cargado tantas patrullas de los Hijos de la Luz que los tiene acojonados.

Cargando editor
25/03/2011, 10:48
Edith

--Me da la sensación de escapar de la sartén para caer en las ascuas... --rezongó Edith al escuchar hablar de Balaena.

Cargando editor
25/03/2011, 10:51
Jean Marie

--Estaremos bien --replicó Jean Marie--. Yo cuidaré de vosotras.