Partida Rol por web

No es que hubiesen muchos lugares donde elegir para desembarcar, así que la carraca apodada ZigZag, con el grupo del Almirante, el General y la Arquitecta a bordo, se dirigieron al pequeño muelle que los nativos habían construido en una de las calas más cómodas de los acantilados blancos.

El lugar era hermoso y espectacular, y según Theen, la piedra parecía bastante buena para construcciones.

Cuando la carraca se acercó, de nuevo, los tres pequeños barcos pesqueros de la tribu fueron deprisa a refugiarse en la cala. Desde allí se podía subir a los acantilados por un sendero bastante largo, que en la mayoría de su trayecto sólo cabía una persona.

A dos alturas distintas, habían unos espacios desde donde subían las cestas con pescado y cangrejos. Desde la cala la subían a la primera altura, de la primera a la segunda, de la segunda a la tercera, y de ahí, ya aparentemente a pie, la llevaban hasta arriba del acantilado, de forma que los pescadores no tuvieran que subir toda la captura por el sendero. Y de paso servían como excelentes puntos de observación y defensa para el lugar.

Dos barcas llevaron al grupo a la cala, ahora desierta, acompañados de cuatro elfos marinos, mientras otros seis vigilaban la ZigZag.

Las herramientas de ésa gente, que habían dejado en la cala en su huída, incluían piezas de bronce, que parecían trabajar con normalidad. Varios cuernos de alarma sonaron al poco de que pusieran pie en la arena, y cada vez más mirones y arqueros se amontonaban en lo alto del acantilado, que tenía más de veinte metros de altura, hasta más de treinta en algunos puntos.

Silverius se erguía sobre la proa del bote intentando presentar lo que en su mente sería la imagen adecuada de un conquistador hollando terra incognita por primera vez. El resto de los ocupantes de los botes no estaba del todo seguro a juzgar por las miradas que intercambiaban entre sí, pero por otra parte qué sabrían ellos de la búsqueda de la gloria allende los mares...

Con un pequeño salto aterrizó sobre la arena de la playa y cuando se completó el desembarco de la pequeña fuerza expedicionaria habló con sus compañeros. -Bien, veamos si podemos hacernos entender con los lugareños. ¿Alguno de nosotros dispone de un método para comunicarse con ellos? Tengo una idea por si no es así, pero implica utilizar uno de mis conjuros que francamente estaría mejor empleado de otra manera.

Desciendo del bote y miro hacia arriba, y saludando con la mano a los nativos que nos observan. Yo no tengo nada. Me pregunto si un conjuro de volar sería suficiente para alcanzar la cima del acantilado. ¿Qué decis? Seguro que eso le está una buena sorpresa, aunque podría salirnos mal la jugada y que sus arqueros se pongan nerviosos y disparen. En cualquier caso, en temas de magia, vos sabes más que yo, Almirante.

El tiempo iba pasando, y tras acabar de sonar los cuernos, poco tiempo después una pequeña comitiva comenzó a bajar por el sendero. Delante, dos hombres pantera y un hombre oso, en medio un gorila, o más bien un humanoide gorila de paso tranquilo y expresión concentrada, y detrás varios arqueras jaguar. Todos, salvo el gorila, llevaban armaduras de bronce y mazas y escudos del mismo material.

Cuando llegaron abajo, el gorila se adelantó, puso el puño en su pecho e inclinó la cabeza, empezando a hablar en lo que probablemente fueran dos o tres idiomas diferentes. Algo frustrado, pero tan calmado como todo el tiempo antes, se señaló.

Theren. Dijo, nombrándose, ¿O quizá nombrando su cargo?

Entonces extendió la mano hacia las tres personas que iban al frente de la comitiva, y luego señaló al barco, que aguardaba a lo lejos. El gesto de encogerse de hombros parecía bastante universal, aquél ser no tenía ni idea de lo que era.

A mi nadie me dijo que habría nativos...- musité en voz baja mirando como llegábamos a la costa y podíamos ver como esos nativos se escondían ahora en sus casas y sonaban cuernos de alarma... Seguramente pensaban "¡HOMBRES BLANCOS, EL PEOR MONSTRUO DE LA HUMANIDAD! ¡HUYAMOS!" o algo así... tampoco se equivocan mucho teniendo en cuenta precedentes pero... al menos yo no creo que sea alguien de quien huir... a menos que me cabreen.

Si necesitáis volar yo se...- aporté un poco a las ideas que decían el capitán y el almirante... aquí de momento ni pinchaba ni cortaba, los que mandaban eran ellos y yo era una civil pesada que les había convencido para traerme. En líos burocráticos no me quería meter, prefería mirar las piedras... buena calidad de material desde luego.

Parecían ser una tribu medianamente evolucionada... herramientas de metal, construcciones con algo de complejidad... -Tampoco me dijeron nada de hombres bestia...- pensé viendo a la "comitiva" que vimos de hombres gorila y jaguar frente a nosotros. Al menos uno de los gorilas empezó hablando y no apuñalandonos... algo era algo. Yo intenté saludarles como ellos hicieron, mano al pecho y reverencia. Parece que hasta se presentó... espero, porque como sea que haya pronunciado mal mi nombre sin conocerlo... miedo -Theen...- me presenté intentando hacerlo como él para que no hubiera dudas. Señaló el barco y se encogió de hombros... parecía no saber que era. Eso ya mejor que lo haga el almirante... yo por si acaso mejor no digo más.

Me adelanto yo también haciendo el mismo gesto al gorila. Me parece una curiosa comitiva, pero al menos no empiezan disparando. Pero está claro que son la guardia de alguien importante, y el hecho de que usen armaduras de metal indican dos cosas: tecnología para hacerlas y metal para construirlas.

Procedo a presentarme: Loren. Ante su gesto de perplejidad al señalar el barco, sonrío y afirmo. Me doy la vuelta, mostrando claramente mi espalda y mi nula intención de que lo que hago es un ataque, y sacó una flecha de un carcaj.

Luego la pongo en el agua mostrando como flota. Señalo el barco y luego la flecha, o más bien el astil de madera de la flecha. Luego miro al gorila, interrogando si ha comprendido con mis gestos.

Silverius observó el curioso diálogo entre sus compañeros y el jefe Theren con una mezcla de divertimento y curiosidad. Tras las presentaciones y los intentos de comunicación de sus compañeros, sonriendo ligeramente, cerró los ojos -aunque disfruto como el que más del teatro de pantomimas, veamos si consigo subir el nivel de esta conversación- exclamó. Y efectivamente, al abrirlos comenzó a hablar en los idiomas que había escuchado pronunciar al hombre-gorila, haciendo una reverencia.

-Saludos, soy el Almirante Silverius Harken de Aguas Profundas. Ya conoce a mis compañeros, lord Stormbreaker y nuestra experta ingeniera lady Theen. Les agradecemos su hospitalidad en primer lugar. Procedemos del otro lado del mar, donde seres similares a nosotros son la población mayoritaria y viven en grandes ciudades.

Respecto a su pregunta, les contaré que hemos llegado hasta aquí en versiones más grandes de las canoas que utilizan para la pesca. Estas naves son capaces de recorrer grandes distancias.  Al cruzarnos con varios de sus conciudadanos hemos pensado que la cortesía elemental requería que nos presentásemos, así que henos aquí- sonrió. -No hemos podido evitar fijarnos que unas mujeres-pez nadan en las aguas de la bahía al sureste de aquí, además de visualizar fuegos nocturnos en otra lengua de tierra rodeada de escarpados acantilados enfrente de su poblado. ¿Pueden contarnos algo de ambos pueblos y cuál es su relación con ellos? Estoy seguro que hallaremos la manera de compensarles por las molestias y por su tiempo. Al concluir su presentación, la parafraseo más o menos para que sus compañeros pudiesen aportar su punto de vista. Él traduciría.

Aunque hubo cierta alarma al ver que lanzaba un hechizo, Theren se sorprendió mucho al darse cuenta de que podía hablar su lengua con fluidez.

Sa... ludos, Almirante Silverius. Escuchó la presentación, y luego continuó él. Soy el Guardián de las Memorias. Nuestro Carn no se encuentra en éste momento, aunque ya ha sido avisado de su llegada, esperamos su regreso para el anochecer, quizá antes.

No es como si yo fuera el siguiente al mando. Negó con la mano para hacer énfasis. Pero entre el resto de los líderes me han escogido para hablar con ustedes. Seguía curioso por las vestimentas, y el barco ahora que lo miraba más de cerca, también. 

No sé a qué fuegos nocturnos se refiere. Quizá a los humanos del otro lado de la bahía, pero por el lugar que señala... Se encogió de hombros. Tal vez los nagori, una raza de... mmm... humanos anfibios, por así decir. Dejó que tradujese y continuó. 

Las yarai, las mujeres pez, son nuestras vecinas. Nosotros no exigimos de sus aguas ni ellas de nuestra tierra. Nuestra relación es de respeto mutuo, aunque les advierto que no se tomarán bien que entren en sus aguas, es una de las condiciones que tenemos con ellas. Podemos pescar de aquí hacia el norte, nunca hacia el sur. No les gusta que ni siquiera nuestras barcas entren allí...

Pareció pensar en algo más, pero mientras Silverius traducía, pareció descartarlo. 
¿Qué les trae a estas tierras...? ¿A dónde van exactamente?

Al finalizar la traducción, Silverius les comentó a sus compañeros –puedo traducir todo lo que me digáis, así que sentíos libres de intervenir en la conversación. Aunque hable su idioma, no soy lo que se dice un experto en ganarme a la gente. Disponemos de poco más de una hora para obtener la información que necesitemos. Estos humanoides parecen amistosos y no veo necesidad de que nosotros actuemos de manera diferente.

El almirante contestó a las preguntas de su anfitrión de la forma más diplomática que pudo. –Los Señores Enmascarados de Aguas Profundas nos han encargado establecer un puesto comercial en estas tierras. Para ello no sólo es necesario un terreno adecuado si no materiales de construcción y fuentes de alimentos para sostener dicho puesto. Agradeceríamos que nos señalaseis dónde podemos encontrar un lugar que reúna dichas condiciones y estaríamos dispuestos a daros un trato preferencial. Estoy convencido de que una futura relación comercial podría ser muy beneficiosa para nuestros dos pueblos.

Carraspeó –ejem, tampoco he podido evitar fijarme en vuestra vacilación al hablar de las yarai y vuestras barcas. Hablad libremente, os lo ruego. ¿Hay algo que debamos saber o en lo que podamos ayudaros?

Me giro hacia los magos con el ceño fruncido. Si alguno tiene la capacidad de contacta con aliados, que lo haga y entable contacto con la gobernadora. Debe decirle que ni sus vecinos pueden pasar por las aguas de las sirenas, y también que podrían ser peligrosas por lo que nos están contando.

Luego me giro hacia el Almirante y afirmo. Buscamos un sitio donde instalarnos, pero también buscamos causar los menores problemas posibles. Si existe alguna zona en la que no haya ninguna tribu instalada podríamos mirar de establecer allí nuestro centro; si no hay ningún sitio factible, podríamos mirar de instalarnos en las tierras de una tribu a cambio de un pago. En ningún caso nuestras intenciones serán hostiles.

¿Experta Ingeniera Lady Theen? Dios, en mi vida me habían tratado con tanta elegancia... no me gusta; pero tampoco ahora me voy a poner a quejarme... sobretodo porque me ha llamado "experta".

No pude evitar fruncir levemente yo el ceño cuando escuché a Loren decir que algún mago contactara con la gobernadora... no es que me cayese muy bien... ni me resultare demasiado competente teniendo en cuenta la cagada que hizo con el dragón -¿No sería mejor comunicárselo al segundo al mando después del almirante o a alguien que dirija el barco mejor que a ella?- le pregunté a Loren... porque hablar con la gobernadora para que se lo diga al encargado en lugar de avisar directamente al encargado... un poco pérdida de tiempo.

En fin, asentí a lo que dijo Loren de que le preguntase si sabía de algún lugar donde podríamos instalarnos -También preguntale si podemos usar sus piedras para construir a cambio de algo... son de calidad y nos vendrían bien- le dije al almirante para que tradujera también.

Silverius tradujo todo a Theren, que asentía.

Hummm... Los espíritus de la jungla son generosos para los que son respetuosos con ella. No os faltará alimento en prácticamente ningún lugar que visitéis. Eso no significa que no tengan nadie que las reclame como suyas. ¿Encontrar territorio no reclamado...? Tal vez un par de días al norte de aquí, pero sólo porque vive un dragón rojo en las montañas.

Si conozco bien al Carn, no tendrá problemas en establecer comercio respetuoso y beneficioso para ambas partes. En cualquier caso... Pueden gozar de nuestra hospitalidad hasta que llegue, pues él tiene la última palabra.

Y hablando de lo que me guardé antes... Carraspeó. En primer lugar... Sus compañeros podrían estar en problemas. Las yarai no dejan que nadie entre en sus aguas así como así. Y en otro asunto.. ¿Habéis tenido contacto con los oselles? Son seres muy parecidos a vosotros, pero algo más bajos, y con orejas en punta, no redondas. Dijo indicando las orejas de Silverius 

Miro al gorila y niego suavemente. De momento solo hemos tenido contacto directo con un dragón verde y con vosotros. Porque con las si... las Yarai no se puede decir que tuvieramos contacto.

Respecto a las tierras para instalarnos, no creo que unas gobernadas por un dragón rojo sea algo atractivo. Trataremos con vuestro Carn sobre el comercio y sobre posibles asentamientos. Igual incluso podemos mirar en un mapa.

-No hemos tenido contacto con los humanoides que describís. ¿En qué dirección se encuentran? Lady Theen también quiere saber si estaríais dispuestos a comerciar con esas magníficas piedras blancas.

Yo por mi parte os pido vuestro permiso para que yo y mis compañeros sobrevolemos estas tierras mediante la magia. Tenemos la intención de dibujar un mapa con los territorios y pueblos de este lugar y esta es la manera más rápida de hacerlo-. Luego se giró hacia sus compañeros y los demás miembros de la avanzadilla, hablando en común. -Sigamos el plan original, que los magos vuelen y reconozcan el terreno cercano, buscando terreno elevado, fuentes de agua y recursos. Tenemos que decidir si nos quedamos a hablar con el Carn o vamos en auxilio de nuestros compañeros, volviendo más tarde a parlamentar con los nativos.

No tengo conjuros para hablar con nuestros compañeros, pero probablemente podría llegar volando hasta el Emperador, si eso es lo que decidimos.

Humm... un dragón verde. Lejos, al sur, creo que vive otro. Responde a Loren. No solemos tener problemas con él, vive cazando grandes herbívoros en su zona y no busca problemas con nosotros.

Luego escuchó a Silverius y sus propias preguntas.

Los oselle viven hacia el oeste. Tened cuidado con ellos... Son numerosos y crueles caníbales. primitivos pero astutos... Ojalá los espíritus nos dieran fuerza para acabar con ellos de una vez.
En cuanto a las piedras... Lo pensó un momento. No creo que sea un problema, dependiendo de qué haya a cambio, ya que estas tierras son sagradas, no una cantera cualquiera. Dijo con claridad.

Y sí, no os impediré volar por la zona para que conozcáis el terreno. También os agradecería que os quedáseis y disfrutáseis de nuestra hospitalidad hasta que llegue en Carn, estoy seguro de que tiene mucho más que hablar, y al fin y al cabo es quien toma las decisiones importantes.

Tras obtener el permiso, Silverius se abrigó bien, cogió papel y tiza (La pluma y la tinta iban a ser un engorro) y al lanzar el hechizo de vuelo empezó a subir, subir, subir... hasta que se convirtió en un puntito en el cielo, a alrededor de un kilómetro de altura del suelo. 

Desde donde estaban (punto rojo) pudo ver la cordillera que había tras los acantilados blancos. Al sur estaba el poblado de estas gentes, en parte en cuevas y en parte fuera. Las colinas que había al oeste del poblado (marca gris redonda) parecían tener una edificación grande de madera en un punto elevado de la que salían señales de humo, alguna especie de caserón o fuerte. Aún más al oeste (punto gris cuadrado) habían más señales de humo. Al noroeste, prácticamente al límite del alcance de su vista, gracias a su elevación, Silverius pudo distinguir las formas de otra cordillera de montañas, donde según Theren habitaba el dragón rojo. Salvo algunas zonas menos arboladas al suroeste y al norte, todo estaba cubierto de densa vegetación.

Afirmo a Theren, señalándome, pero también indico la mancha que ahora es nuestro traductor y me inclino de hombros. Básicamente digo que yo sí quiero quedarme pero que el Almirante también decide.

Es un fastidio no poder hablar directamente con ellos, debí haber buscado algún objeto con el poder de "Don de Lenguas".

Casi un cuarto de hora después, Silverius descendió flotando. Se dirigió al Guardian de las Memorias.

-Nos complacería quedarnos y gozar de vuestra hospitalidad, pero temo que si el Carn no posee algún objeto mágico que le permita el dominio de las lenguas la conversación resulte ser excepcionalmente poco productiva. El sortilegio que he utilizado para poder comunicarnos se agotará en poco más de media hora y sólo puedo lanzarlo una vez al día.

Se tocó el mentón, pensativo -quizás sea mejor que nos retiremos a nuestras naves y volvamos mañana a entrevistarnos con vosotros. Di también a tu Carn que quizás podamos llegar a un acuerdo para ayudaros con vuestro problema con esos "oselle".

Theren asintió.

Me parece muy bien, mejor hablarlo directamente con el Carn. Inclinó la cabeza poniendo el puño en el pecho. Les esperaremos mañana en éste mismo lugar. Ha sido un placer, señor Silverius.

Me despido del gorila tendiéndole la mano. Este es un gesto de saludo allí de donde venimos.

Una vez despedidos y en el bote, miro hacia el Almirante. Por esta zona no parece haber muchas playas naturales, y por tanto va a estar difícil encontrar un sitio para quedarnos. Quizás si nos movemos encontremos algo más adecuado y que no esté guardado por un dragón.

Theren aprendió a dar la mano, esbozando una sonrisa. Alguno de los nativos presentes contuvo una risilla, como si le pareciese entre extraño y divertido.

El grupo de visita regresó al barco, donde descansaron e hicieron los pertinentes informes para dejarlo todo por escrito. Los elfos marinos informaron de un grupo grande de sirenas que había 'acampado' cerca del embarcadero, pero sin acercarse al barco ni nada.

Por la mañana, Theen dijo que no tenía nada que hablar con los nativos y se quedó haciendo cálculos de las toneladas de roca que harían falta para empezar a trabajar en la futura colonia, etcétera.