Partida Rol por web

Por desgracia, delante de la puerta del ayuntamiento donde estais están los recien llegados. Para pasar por ahí hay que sacar una buena tirada (con un males -20) de discreción.

La puerta de atrás está cerrada y bloqueada desde que los mozos del pueblo de al lado se colaron por ahí para decorar la imágen de la santa patrona con morcillas.

Mientras Marcel, acostumbrado a tene que ausentarse sibilinamente de domicilios conyugales entres que vuelva el marido, se escurre habilmente fuera de la calle, Chamberlac es "pillado" por el alcalde.

- ¡Hombre, un suizo! Venga que le presentaré a estos caballeros.

AunqueChamberlac intenta hacerse el sueco, más que el suizo, el alcalde le coge por el brazo y le lleva delante de los "soldados".

TIenen más pinta de bandidos que de soldados, pero uno de ellos le es familiar al húsar... Entonces cae en que a ese tipo lo dieron por muerto en la primera escaramuza en Bailén, cuando dispararon al teniente a la cabeza.

Jean-Baptiste es hombre de pocas palabras y medita si cargarse primero al alcalde o al pseudomilitar, pero se deja llevar sin discutir mientras mete discretamente la mano en el dolman, asiendo firmemente la empuñadura de una de sus pistolas, todo ello con cara de suizo.

Marcel se escabulle discretamente aprovechando el bullicio, pensando con una sonrisa en todas las veces que ha hecho lo propio después de hacerle una visita de cortesía a alguna dama que sos coetáneos, en su cerrazón, podrían haber interpretado como algo ligeramente más ofensivo. Por suerte, los soldados- por llamarles algo-  están bastante hechos polvo, cosa de la que ya se han ocupado el y sus camaradas, y los españoles están... bueno, es un fiesta, hay vino peleón y son españoles. A buen entendedor...

Pero Chamberlac, menos acostumbrado al escaqueo, no tiene tanta suerte. El alacalde le coge por banda y se empeña, por lo que puede distinguir, en presentarle al batallón que acaban de dejar comiendo polvo. Marcel le dedica mentalmente al español una ristra de expletivos que turbaría a un marino borracho y se promete que si salen de esta, le ha de afeitar las patillas a sablazos.

Pero no es momento para eso. Pensando rápidamente, Marcel se coloca en silencio a las espaldas del grupo. Palpando una de sus pistolas debajo de la pelliza, tira hacia atrás del percutor, de modo que queda lista para disparar con que solo apriete el gatillo. Si le reconocen, al menos a uno se lo carga. Al alcalde mismo, si es que Chamberlac no lo avía antes. Si no, al primero que grite, por listo. La cuestión es pillarles de sorpresa, tirarse en medio repartiendo sablazos y confiar en que, con la sorpresa, esos zarrapastrosos vestidos de soldado les abran un camino por el que Chamberlac y él puedan salir por patas.

Ni se le pasa por la cabeza desentenderse. Son húsares, y los húsares no abandonan a sus compañeros de batalla más que cuando están muertos, rediez. Y algunas veces, ni por esas.

- Aquí tienen ustedes a un caballero suizo, que se ha batido como un valiente por Dios y por la patria.

Los españoles miran a CHamberlac con poca simpatía. Tal vez porque les está quitando protagonismo en "su" victoria.

- ¿Por la patria, dice? Y que patria es esa para ese señor, alcalde? ¿Suiza? ¿España? ¿O el oro del rey?

Algunos se ríen de su grosería.

Marcel vuelve a respirar con algo de normalidad.  Los españoles están siendo groseros, resentidos, palurdos y maleducados... vamos, ninguna novedad en ese sentido. Pero al menos nadie ha dado la alarma todavía, lo que quiere decir que realmente la estrategia del teniente funcionó mejor de lo previsto. Ni siquiera se les han fijado sus caras. De momento no han reconocido a Chamberlac, lo que quiere decir que de momento la cosa está tensa, pero no tiene por que acabar en batalla campal... si Chamberlac aguanta. Todavía va a resultar que ese lechuguino tiene madera.

Hablando del rey de roma...

El teniente todavía está en la mesa del matasanos, sin saber la que se les puede venir encima y probablemente sin sentido también. La lealtad le empuja a quedarse y ayudar a Jean-Baptiste, pero a las malas, sabe que el taciturno húsar puede por lo menos pararles los pies un rato a esos zarrapastrosos. En conjunto, todos los que están en el banquete, y lógicamente él mismo, pueden defenderse... pero el teniente no.

Eso es lo que le acaba de decidir. Tan silenciosamente como se colocó a espaldas del grupo de españoles, Marcel se aleja de ellos en dirección a la casa del médico local. Habrá que manejar esto con tiento... si todavía no ha empezado la gresca, no es cuestión de que la empiece el liándose a tiros en casa del galeno. Pero tampoco es probable que el médico vaya a soltar al teniente por las buenas...

En fin. Marcel se encoge de hombros en la oscuridad de los callejones. Ya veremos.

DeChamberlac sabe que tiene que manejar la situación con tiento, para no acabar sacando la filosa, por lo que acentúa sus movimientos de borracho aprovechando para inclinarse el chacó sobre la cara, a fin de que cueste más reconocerle, suelta un ¡Vivapaña!, seguido de un quejido, se agarra las tripas y corre a un rincón haciendo ruido de arcadas.

- Je, je! El suizito no aguanta el vino español, ¿eh?- se ríen los soldados. Al parecer han estado en la batalla y "cazando" rezagados. Uno de ellos muestra muy contento varios trofeos: un sable con una águila de oro grabada en la vaina. Otro, varios galones de oficiales que debe haber sacado a los muertos o prisioneros.

Llevan también a un herido, al que acompañan varios a casa del médico. Al ver pasar al hombre con el pecho vendado, os cae el alma a los pies: a ése os lo encontrasteis esta mañana durante vuestra primera escaramuza.

Una vez fuera del alcance visual (y de la atención) de los soldados españoles, Jean-Baptiste se las arregla para seguirlos discretamente hasta casa del médico.

Esto es para avisar que por causas de fuerza mayor paso a semi-out indefinidamente http://www.comunidadumbria.com/?AFR=LT&CFR=12530&MW=1&SW=2&__Pg=1#I

Los improvisados camilleros llegan hasta la casa del galeno, donde les abren la puerta. Al cabo de unos minutos salen y se unen a la gente en la calle.

Se podría intentar entrar por la puerta trasera.

Tirame Discrecion y Escuchar.

Jean-Baptiste se escabulle sin hacer ruido alguno hasta la puerta trasera de la casa del médico.

or suerte no está la puerta cerrada. Hay una cocina y una despensa en la planta baja y una escalera que sube hasta el dormitorio, supones.

sin entender mucho de todo lo sucedido ya que estaba muy distraido o algo toamdo eso notavia no lo puedo confirmar voy a la casa del medico mientras vuelvo a ver a algunos que se me hacen un poco conocidos,no debi haber bebido tanto