Partida Rol por web

En el exterior del parador, los supervivientes comienzan a amontonarse mientras trepan por la pendiente de nieve que conduce a la ventana de la segunda planta. Sandra ha conseguido abrir sin dificultad la ventana, y todos comienzan a seguirla lo antes posible. Tienen que subir de uno en uno, poco a poco. El primero en trepar es André, que recibe la ayuda de la muchacha para cruzar a la anciana, y acto seguido baja a ayudar a subir al marido de esta también. Poco después, Michael, la familia con el niño y su mujer, todos suben poco a poco tras ellos, con la inestimable ayuda de André, que parece mantener las fuerzas más que ningún otro.

Cuando el grupo al completo está ya dentro, desde la ventana observáis entre la nieve a Edu encabezando la marcha: los que faltaban por llegar le siguen, y junto a ellos cargan a un chico inconsciente que no habíais visto antes. 

Unos instantes después, os siguen al interior del edificio.

El pequeño grupo que se forma junto al autobus, es escoltado por Edu hacia el parador. El frío es tan terrible, y el paso muy complicado, pero con ayuda del guía y con el camino hecho por sus idas y venidas, lográis llegar hasta ver el edificio en la distancia. 

Nada más llegar, observáis que la entrada esta completamente cubierta de nieve. Quizás haya un acceso por alguno de los laterales, pero no es necesaria tal precaución: Edu señala a esa misma zona de nieve que tapa la puerta, y os indica que parece conducir hasta la segunda planta, a una ventana: allí observáis a al hombre alto de tatuajes y la chica de cabello rizoso, que os indican que vayáis hacia allá. El tipo alto de hecho baja a ayudaros a cargar con el muchacho inconsciente.

Uno a uno procedéis a trepar la cuesta (la nieve está apelmazada y no es muy pronunciado el acceso) y pasáis al interior del edificio.

Cuando pasáis al interior, todos observáis el mismo lugar. 

La ventana da justo al fondo de un pasillo, angosto y no especialmente largo. No hay luz artificial iluminándolo, pero la que se filtra del exterior le da un toque tétrico, casi inquietante. A los lados hay puertas que dan a varias habitaciones, y veis que una de ellas esta abierta. La gente parece estar reuniéndose dentro.

Al menos, aunque hace un frío de perros, dentro la temperatura no es la del exterior. Y según avanzáis hacia la habitación, uno de vosotros parece darse cuenta y os lo indica: se escucha algo de fondo.

Una música. Apenas se oye sobre el ruido de la tormenta, y parece venir de algún lugar dentro del parador. Lejos.

Esta es la melodía.

Nada más cruzar, mientras carga con la anciana a hombros, André te señala a las puertas. Parece indicarte que las abras, para poder dejar a la mujer. 

Las dos primeras puertas están cerradas, pero no así la tercera. Nada más abrirla, dan acceso a una gran habitación, con una enorme cama de matrimonio, un baño a uno de los lados, y una cristalera sobre la que golpea el viento y la nieve. El lugar está cubierto de polvo como si llevase cerrado una larga, larga temporada.

André deja en la cama a la anciana y tras comprobar que esta sigue respirando sale corriendo a ayudar.

El grupo al completo acaba entrando en la habitación. Es una suite enorme, con una gran cama de matrimonio, un baño a uno de los lados, y una cristalera sobre la que golpea el viento y la nieve. El lugar está cubierto de polvo como si llevase cerrado una larga, larga temporada. Veis que tendida sobre la cama de matrimonio está la anciana, que parece respirar a duras penas. Paloma, la chica que viajaba con su novio, está atendiéndola como puede, y cuando este llega unos minutos más tarde, se va junto a ella a ayudar.

Los últimos en llegar traen a un chico de unos quince años, que aunque respira sin dificultad, sigue inconsciente. Le dejan al otro lado de la cama y se paran para tomar aire. El joven médico le echa un vistazo, pero tras comprobar que no hay nada grave, se vuelve hacia la anciana. El marido de esta está al lado de la cama, agarrándole la mano sin alejarse.

Por fin, el resto respiráis.

El lugar está helado. Horriblemente helado. Pero al menos no es como el exterior. Todo el mundo se frota las manos, tratando de calentarse, mientras usan las prendas que Michael recopiló como si fuesen mantas. Aunque sois un grupo muy grande, entráis todos en la habitación. Apretujados, se podría decir, pero todos.

De fondo, se oye la música. Como una sintonía de un centro comercial, ahora destaca más, con la ventana que da al exterior cerrada y el ruido de la tormenta atenuado. La gente aprovecha ese pequeño descanso para charlar, y para reflexionar un poco sobre lo ocurrido y lo que acaban de ver.

Se sienta en una esquina, frotándose los dedos y los pies. Ir y venir bajo aquel frío arrebatador ha sido más de lo que estaba predispuesto a aguantar.

Derrengado, se deja caer junto al hombre de barba, al que saluda con un gesto. Cargar con unos y otros, ayudar a subir a todos arriba y abajo. Necesitaba un respiro.

- Estoy bien, mama - dice el niño, la vista en el suelo.

Está bien. Mejor que nunca. Pero no va a cambiar nada por repetirlo una y otra vez, lo sabe muy bien.

- María, mujer, déjale, está bien... - le dice con cierto cansancio Alfonso a su mujer.

Luego se vuelve alrededor, mirando al grupo. La gente está descansando, y hacen bien. Quizás sería mejor dejarlo estar por ahora.

Ignorando a su marido, María sigue frotando los brazos y los dedos de su hijo. La cabeza aún le duele del golpe que recibió antes, pero aparta sus preocupaciones y se centra en lo único que importa: Carlos.

Un pequeño grupo de supervivientes se ha juntado en una esquina, y charlan entre ellos, dejando espacio para que el médico y la enfermera se ocupen de sus asuntos.

Observa desde la entrada el lugar, sin dejar de frotarse los brazos y las piernas. Decide no separarse de Gero: es al único que conoce, y la ha ayudado a llegar hasta allí. Parece un buen chico.

Carlos observaba la escena. Le había costado más de lo habitual aquella subida hacia el lugar. Seguramente fuese por el frío, ya que se notaba las bajas temperaturas al avanzar... Se acercó a Edu y le dio una palmada amistosa, suave, en la espalda. Este se estaba frotando las manos, posiblmente estuviera congelado.

-Ey -susurró formándose una pequeña nubecita al hablar-, ¿todo bien?

Edu se vuelve hacia ti, y asiente. No parece con ganas de hablar, solo se frota tratando de generar calor.

Alejandro intenta calentarse las manos como puede, echa una breve ojeada por la sala y decide acercarse al grupo de la esquina a ver que están planeando, pero sin meterse en la conversación. Sólo quiere escuchar mientras se sienta en el suelo a descansar.

Marina suspira aliviada en el momento en el que ponen un pie dentro del edificio. Por un momento, había llegado a creer que allí estarían a salvo, sin embargo, descucbre que nada más lejos de la realidad. En el interior también hacía un frío helador. Marina puede sentir cómo el vaho sale de entre sus labios con cada respiración y le duelen las manos ateridas de frío. En cuanto se reunen junto al resto del grupo de viajeros, decide seguir a Alejandro y acercarse al grupo de la esquina tratando de buscar algo de calor y de reponerse tras el esfuerzo.

Gero entra ayudando a caminar a Esperanza. Ambos están helados, pero han aguantado razonablemente el camino hasta allí. El lugar le daba escalofríos. 

-Joder... parece que acabemos de llegar a Moria... - comentó entre dientes al ver lo abandonado que estaba ese sitio - ¿No se supone que era un parador, o algo así? ¿Donde está todo el puto mundo? 

Buscó un sitio en el que ayudar a Esperanza a sentarse, cerca de donde estaba el médico. La chica necesitaba que un médico, o al menos alguien que supiese algo de eso, le mirase el pie. Originalmente se había sentado con ella en el autobús porque estaba buena, pero desde el accidente no podía evitar sentirse responsable. 

-Hey, figura, ¿puedes echarle un ojo a este tobillo cuando acabes? - llamó la atención del médico poniéndole la mano en el hombro - Creo que se ha torcido, o algo así. 

Al final fijó en que un grupo parecía discutir que hacer. 

-Hey ¿Alguno de vosotros ha visto un teléfono? Este sitio tiene que tener un teléfono - preguntó en voz alta

No había hecho falta ni usar ninguna piedra ni mucho menos la petaca medio vacía del hombre ya que, para su sorpresa, Sandra comprobó que la ventana estaba abierta. Nada más traspasarla, de lo primero que se dio cuenta fue que dentro hacía igual de frío que fuera y, sobre todo, la música que no dejaba de sonar. Escucharla le puso los pelos de punta pues se suponía que el lugar estaba vacío. Sin embargo, no era el momento de pensar en esas cosas pues el resto había comenzado a subir por el mismo lugar que ella y tenía que ayudar al resto a que fueran pasando, en especial a la anciana a la que, después de intentar abrir un par de puertas que se veían en el pasillo, lo consiguió con la tercera para encontrarse con una enorme habitación en cuya cama tendieron a la anciana.

Mientras André ayudaba al resto y, poco a poco, todos los viajeros vivos del autobús iban llegando, Sandra abrigó a la anciana todo lo que pudo mientras veía cómo el resto iban llenando la habitación, incluso uno de los grupos traía a un joven al que no había visto con anterioridad.

—¿Dónde estaba el muchacho? —Preguntó extrañada a nadie en concreto, aunque dudaba que alguien le prestara atención.

Ahora era el momento para los entendidos en medicina así que, apartándose de la cama, se acercó al joven portugués y al hombre de la barba que había abierto camino para que todos pudieran llegar hasta el parador sentándose en el suelo junto a ellos.

—Muchas gracias a los dos, creo que sin vosotros lo hubiéramos tenido mucho más difícil para llegar aquí —les dijo mientras sus ojos se desviaban hacia el grupito que se había puesto a cuchichear, apartando la atención de ellos cuando Carlos se acercó.

De repente se sintió muy cansada, quizás por los golpes recibidos o pudiera ser por la caminata y el esfuerzo, pero seguramente lo que más la afectaba era el frío que hacía. Había escuchado muchas veces decir que uno no se debía quedar dormido en esas circunstancias, pero notaba cómo los ojos le pesaban demasiado. Fue la música que seguía sonando la que la despejó ligeramente.

—Si supuestamente aquí no hay nadie, a la prueba está todo el polvo que hay, ¿de dónde sale esa música?

-¡Uff... Qué biruji! -Digo frotándome las manos con los hombros encongidos, al entrar en el edificio. Para mi sorpresa, todo apagado excepto música. Y bastante abandonado. 

Cuando voy a la habitación, veo cómo tienen tendida a la anciana en la cama. Cómo la gente se relaja, intentan entrar en calor y algunos se reúnen para hablar. Saludo a todo el mundo con un gesto de cabeza. Me acerco a Sandra cuando se reúne con André y Edu. 

-Veo que lo habéis conseguido. Me alegro mucho. Si todos ponemos de nuestra parte y nos mantenemos unidos, seguro que salimos de éste embrollo. Muchas gracias, por cierto. -Les sonrío. 

Luego me pongo a andar por la habitación hasta llegar al médico. 

-Si puedo ayudar en algo, hágamelo saber. Tengo experiencia en primeros auxilios. No es mucho, pero bueno. Puedo ayudar en lo que sea. 

Después de que me conteste el médico, me acerco al interruptor de la luz de la habitación y lo acciono para comprobar si hay luz. 

Como chico aficionado a las películas de acción, lo primero que hizo el joven fue revisar todos los cajones de la habitación en busca de algo útil.  No era la primera vez que veía a Macgyver salir de una situación peliaguda con las cosas que encontraba en una habitación normal. Ese sí que era un auténtico hombre acción, capaz de hacer una bomba con un clip y una botella de lejía.

Al rebuscar por toda la habitación no puedo pudo dejar de escuchar la conversación del grupo, ni la música. ¿Qué era aquella música y de dónde venía? Deberían de ir a investigarla.