Partida Rol por web

- Si vuestras obligaciones no os lo impiden, que así sea. Para la clase de mañana, no obstante, necesito que traigáis un espejo de bolsillo, como éste -Dijo Lucius, mostrando un pequeño espejo circular de bolsillo de base de madera con un escudo tallado. Ahora, debo hablar con nuestro bardo a solas. Hasta mañana, Lady Aryan.

Tras hablar con el bardo, Lucius salió de la torre, rumbo a la taberna más cercana.

Lucius se dirigió al bardo: - Venid mañana a la misma hora. Vuestro repertorio me parece excelente, pero necesitaremos alguna canción más... relajada, para empezar la clase de mañana. 
Pedid a algun sirviente que nos traiga velas, muchas velas; y una silla. Ah, y que dejen las cortinas de las ventanas echadas, pues necesitaremos algo de oscuridad.

Por cierto, ¿cómo os llamáis?
 

El bardo sonrió.

- De acuerdo, lo haremos según lo indicado. Mi nombre es Varel, a su servicio.- e hizo una reverencia.

Lucius salió de la Fortaleza Roja y se encaminó hacia la Calle de las Semillas, que entre panaderías y otras tiendas también había burdeles, no con la cantidad que había en la Calle de la Seda, pero para beber y divertirse un rato sería más que suficiente. Entró en uno de ellos y fue recibido por una chica de pelo castaño y ojos verdes que vestía muy ligera de ropa. Ésta lo acompañó a una de las mesas vacías y reservadadas en el fondo de la estancia, en las otras mesas, los hombres bebían y tocaban a las mujeres, cuando estaban bien servidos eran conducidos a la planta superior por la escalera que quedaba al fondo del edificio y allí las prostitutas remataban el trabajo.

- ¿Queréis vino, milord?- dijo la chica

Darina estaba en la habitación cuando escuchó abrirse la puerta. Aryan entró, visiblemente magullada.

Aryan entró en la habitación y cerró la puerta, con llave además, no le daba confianza aquel lugar, así que lo hacía siempre que estaban ya las dos dentro. Si su prima no estuviese, no tendría más remedio que dejarla abierta, para que pudiese acceder, pero como últimamente no había salido de allí, ya casi fue un gesto habitual.

- Uff me duele hasta el pelo... dijo mientras se echaba en la cama boca abajo y sin quitarse siquiera los zapatos. Suspiró hundiendo su rostro en la almohada. Todavía no había ocurrido nada de nada, para qué querría la Mano que ella estuviese allí si no hacía nada de nada... le daba demasiado miedo aquella calma, sabía que predecía una gran tormenta.

Se le ocurrió mandar un cuervo a su hermano, hasta ahora no le había comentado todas las novedades, por temor a que la vigilaran, pero ya iba siendo hora.

Se acercó primero a su prima, que estaba en la cama como siempre, la abrazó, y sin mediar palabra, y tras un beso en su pelo, se fue al escritorio a escribir el mensaje.

Hacía días que había dejado de fingirse dormida en cuanto entraba Aryan, puesto que la chica había respetado desde el principio su inusitado ostracismo. Fue por eso que se sorprendió al notar un peso en la cama y unos brazos que la rodeaban. Mostrando curiosidas, se giró a mirarla mientras escribía y por un segundo algo en su interior se resquebrajó y estuvo a punto de arrojarla a los brazos de su prima, llorosa y temblorosa como una niña. Pero la pequeña luz que se había encendido en sus ojos se apagó enseguida y ella se encontró con la mirada perdida de nuevo, siguiendo automáticamente y de forma inconsciente los movimientos de su prima. ¿De qué le serviría hablar? Estaba claro que no había solución y en todo caso lo haría todo más real e ineludible de lo que ya era.

Lucius entró en el burdel, y fue guiado por una muchacha de ojos verdes hasta una mesa vacía.
En los burdeles uno encontraba de todo, no solo sexo y diversión. Cualquier cosa que se cociera en la ciudad, una buena prostituta era la mejor forma de averiguarlo. Pues, si no lo sabia ella propiamente, sabían a quién debíais acudir. Por un módico precio, claro.

Tras dar una ojeada al resto de mesas, dejó caer su entumecido cuerpo en la silla.

- Traedme una botella de vino, un par de copas y algo con que saciar mi apetito. Luego, sentaos en mi regazo y bebed conmigo, pues no me gusta beber solo, jajaja!! ¿Cómo os llamo, preciosa?

- Llamadme cómo vos prefiráis! - dijo la muchacha.

Al cabo de un rato volvió con la botella de vino y las copas y empezó a servir vino y a reir de las historias que explicaba el braavosi.

... y así fue como Bazna, creyendo que podría saldar sus deudas con Toloyer Pawatis, un magister rico y poderoso; descubrió que el dinero que obtuvo de los dothraki eran monedas sin ningún valor! Y casi se deja la piel en Pentos, jajaja!!! Menudo imbecil...

Lucius, ya con algunas copas y con el estómago lleno de estofado y pan duro, soltó la lengua a toda clase de historietas y hazañas, que la prostituta reía de forma teatral, aunque en un par de ocasiones Lucius habría jurado que las risas eran reales.

Tras pasar un rato entre risas y magreos, y tras haber bebido un par de botellas más, Lucius hizo un esfuerzo para concentrarse en su misión:

Oy oye, Ginebra (decidió llamarla así), ¿tu sassssabess algo del ttttorneo de su majestad? ¿Hay alguno de loss particippantes con alguna pppuppputa? jejeje...

- Hablemos a un lugar más...reservado.- dicho esto Ginebra lo acompañó a una de las habitaciones de arriba.

Al entrar Lucius pudo ver una cama bastante aceptable y una mesita con dos sillas. Una de ellas estaba ocupada por un hombre.

- Déjanos Viola, que nadie nos moleste. - la chica se fue de la habitación cerrando la puerta a su paso.- Por favor, tome asiento.

Lucius logró enfocar la vista y vio a un hombre regordete con una capucha y barba larga en su cara, su voz sonaba un tanto afeminada.

- Me consta que queréis hablar del torneo...

- Pues sí, quisssiera saber quien participa, pues un amijo mio participa y nnno se yo, igual le dejan tullido, jejejeje 

- Precisamente de eso quería hablar con vos.- dijo el hombre con una voz melodiosa, su voz no cuadraba con su apariencia ruda.- He venido a proponerle un trato.- diciendo esto el hombre buscó en sus bolsillos y sacó lentamente una bolsita cuyo contenido cayó encima de la mesa; eran al menos unos cien venados de plata.- Primer pago para hacer un trabajito que nos beneficiará a ambos. Tengo entendido que servís, recientemente, a la Casa Tilverton, y no he podido evitar sorprenderme de que uno de sus familiares se ha apuntado al Torneo de Su Majestad... Unos pajarillos me han dicho que el chico no va a ganar, alguien quiere quitárselo de en medio en pleno torneo, ya sabéis cómo van estas cosas, un desafortunado accidente en la justa, un caballero demasiado entusiasta... El caso es que si él muere un conocido mío ganaría más poder aún (y más favores) y eso me entresticería de sobremanera.

Tras una pausa prosiguió:

- Básicamente se trataría de inflingir algo de daño al chico, el suficiente para que no pueda participar en el torneo... Los dos sabemos que usted es muy capaz de tales cosas, aunque en su última estancia aquí en la ciudad salvara a niños en vez de herirles.- dijo con su fina voz.

- El caso es que si él muere un conocido mío ganaría más poder aún (y más favores) y eso me entristecería de sobremanera.

Lucius estaba sobrepasado por la situación. La cabeza le daba ya algunas vueltas mientras escuchaba las palabras de su misterioso interlocutor. Su primera reacción fue de rabia, y tuvo que hacer un esfuerzo para no agredir al hombre regordete. ¿Quién era este cerdo, que se atrevía a pedirle tal atrocidad? ¿Así funcionaban los contratos turbios entre casas? Pues se veía a la legua que este hombre no era un cualquiera, de eso estoy seguro. No debería sorprenderme, ni los burdeles se libran ya. Asco de ciudad...
Lucius cerró los ojos, sopesando qué opciones tenía.

Mientras tanto, el hombre gordo volvió a hablar: 

- Básicamente se trataría de inflingir algo de daño al chico, el suficiente para que no pueda participar en el torneo... Los dos sabemos que usted es muy capaz de tales cosas, aunque en su última estancia aquí en la ciudad salvara a niños en vez de herirles.

Eso fue un duro golpe para Lucius. Salvar niños! Le vino a la mente la imagen del chico, del bebé, pero sobretodo; de ella. Inconscientemente, Lucius acarició su espejo en el bolsillo. Con todos ellos todavía en su mente, se dió una bofetada a sí mismo en toda la cara para despejarse, y tras hacer una mueca irónica a su interlocutor, susurró:

- No os equivoquéis. Yo NO me dedicaba a salvar niños. Tan solo salvé un niño y una mujer embarazada, y para ello probablemente herí y maté a muchos otros. Y jamás me he arrepentido de ello.

Lucius guardó silencio un momento. En el fondo, de eso se trata también esta vez,  pensó. Cuando hubo recuperado toda la concentración de la que fue capaz, prosiguió.

- Bién, suponiendo que acepte el trabajo, hay algo que me inquieta. Obviamente, vos restaréis en el anonimato, o habrías actuado de otra ... forma. No obstante, hay alguien que desea perjudicar a los Tilverton. Por mi propia seguridad, quisiera algo de información al respecto, pues si tengo a alguien (sea quien sea) en mi contra, no quiero sorpresas desagradables mientras realizo mi trabajo. Y vos tampoco queréis que las tenga, ¿verdad?, dijo Lucius con una sonrisa lo más lasciva que pudo, dado su estado.

Tras escribir a su hermano, se volvió de nuevo a su prima. Aryan miró a Darina, no sabía qué decirle o cómo compadecerla, pero ya estaba bien de no hablarse.

Se deshizo el peinado, dejando su corto pelo libre y cómodo y se quitó la mayor parte de la ropa, dejando solo el camisón que suele llevar debajo, y se echó en la cama con su prima, sin mirarla... He intentado esperar a que quieras hablar, pero sabes que yo eso de la paciencia no lo llevo bien... Me gustaría protegerte pero aquí, en este lugar de ratas y cuervos no puedo hacerlo... lo lamento. Pero al menos estaremos juntas por un buen tiempo y nos tendremos la una a la otra en todo.

Con una mano le acarició el pelo... suspiró profundamente pues realmente no sabía qué más decir.

Una risa histérica se quedó atorada en su garganta, contenida a duras penas.

- No te preocupes, no hay nada de que hablar - se dio cuenta de que estaba sonriendo de forma un poco desquiciada y cambió la expresión por un rictus serio -. Tampoco tienes que protegerme. Nadie puede protegerme.

Intentó centrarse en las palabras de la chica mientras sentía la caricia en su pelo. Es Aryan, pensó. Se sentía tan perdida que ni con ella podía actuar con normalidad aún así, se esforzó en pensar en la última frase de la chica, la cual le había despertado cierta atención.

- ¿Estaremos juntas por un buen tiempo? - forzó a su cerebro a dejar de pensar en sí misma por un momento -. ¿Te quedas aquí? - preguntó con voz estridente. ¿Iba a quedarse ahí para ser testigo se su humillación y tortura en su matrimonio? Pero... ¿por qué se quedaba?

La joven se apretó más a su prima para buscar su calor y esconder sus lágrimas, sí, me tengo que quedar unos meses por orden de Lord Arryn... aunque sinceramente no sé para qué... no tiene sentido... su pupila... dijo quebrando la voz... ¿qué se supone que es eso en estas circunstancias? no pudo evitar llorar de nuevo, estaba aterrada por lo que aquello podía significar y el mero hecho de tener que pasar tiempo con la gente de Desembarco del rey cuando le parecían todos fríos y desagradables, pero aún lloraba más si pensaba en su prima, su destino cruel y lo poco que podía hacer por ella, o tal vez por si acababa como ella también...