Partida Rol por web

Una vez terminado el briefing, los hombres se apresuraron a cargar la lanzadera de aterrizaje y el vehículo APC. Frost revisó y preparó que todas las armas estuvieran en sus bastidores correspondientes. Ferro y Spunkmeyer ya se encontraban a los mandos de la lanzadera. El rugido de los motores pronto inundó todo el muelle de atraque.

Bishop condujo el vehículo APC cerca de la rampa de acceso a la nave mientras Apone ponía en marcha a los suyos a gritos. Los marines corrieron en fila hasta situarse en formación frente al transporte.

Una vez dentro, todos se situaron en sus posiciones y se ajustaron a los asientos por medio de los cinturones de seguridad. Hudson iba revisando que todo estuviera en orden mientras hacía bromas e iba chocando palmas. Por la radio se podía escuchar a Ferro.

-Todo preparado, ciérrelo. Engranaje de prelanzamiento. Enganches primarios liberados.

La escotilla bajo los pies de la nave se abrió y esta descendió despacio hacia el piso inferior de la Sulaco.

-Listos en diez segundos. Preparados para maniobra de desenganche...

Otro chasquido metálico y el vientre de la Sulaco se abrió dejando ver la superficie del planeta a cientos de kilómetros más abajo. Todos en el interior del APC estaban en silencio, con la tensión previa al inicio de cualquier misión.

-A mi señal... cinco... cuatro...

-¡Están ustedes en el expreso hacia el infierno! -exclamó Hudson sonriendo.

-tres...dos...uno...¡ya!

Los enganches se soltaron y la nave cayó a plomo hacia la superficie del planeta. La sensación era como si el estómago te hubiera subido hasta el cerebro y los dos órganos lucharan por conseguir el mejor espacio dentro de la cabeza. Todo se movía y temblaba como si se encontraran dentro de una coctelera en plena fiesta. Hudson gritaba de alegría.

Aquello era droga de la buena. Los nervios clavados en su piel como puntas de acero, los dientes apretados, unos contra otros, como en una disputa de rugby, el corazón bombeando sangre a gran velocidad, el estómago encogido. Su tercer vuelo. Le hubiera gustado ordenar a Hudson que se callase. ¿Cómo podía disfrutar de aquello? No era su primera experiencia en un lanzamiento, pero no lograba acostumbrarse a aquella sensación. Era como estar metido en una lata de refresco que ha sido lanzada contra una turbina industrial. Todo chirriaba a su alrededor, todo le parecía enclenque, endeble, a punto de partirse por la mitad.

Estaba fuera de su control. Intentó calmarse pensando en la misión, en como Ripley había abandonado el briefing cuando habóa descubierto que Bishop era un sintético. Causaría problemas. No logró concentrarse. Se ocuparía de aquello más tarde, cuando se recolocase el estómago y la agallas. Empezó a contar mentalmente, no se le ocurrió otra cosa.

-Qué mala suerte viejo...- le comentó Frosty a Hicks una vez terminó briefing y completó su castigo- iba a recomendarte que fueras a la diana para ya sabes... -le hizo una sonrisa al teniente -... confirmar que Ripley aprendiera a apuntar y disparar un Rifle de Pulso MA41, en vez de eso, misión de escolta será. 

¿De dónde sacó eso de que dije que somos la especie más letal?... si eso lo dijo el teniente Gorman.

No había nada que hacer, ella misma había confirmado que no tenía experiencia en combate con armas, como civil entonces venía con un sobre de palomitas a ver el espectáculo de lejos claro, después de lanzarles todas esas historias, seguía sin entender si tanto le asustaban esas cosas que encontró porqué había aceptado venir, pero al menos les proporcionó algunos datos si eran de fiar, fuego... electricidad no, era cosa de ver entonces si en caso de ser esos monstruos del armario que describía, eran inmunes a las balas. 

El marine colonial se aferró con fuerza a los asientos apretando los dientes mientras descendían aunque hablando en algunas pausas mientras aferraba a su espaldar. -¡Mejor que los asientos de la secundaria! ¿Eh?.... ¡Kuuuuuuuuuhhhhhhhh!. 

La reunión informativa me dejó inquieto, no porque tuviese miedo de lo que podíamos encontrarnos allí, sino porque tras analizarlo todo, y tal y como le había indicado a Burke, la compañía era consciente del peligro desde que la nave de Ripley se acercó a aquella roca. 

Cuando me levanté, Frost se me acercó, sudando debido al castigo.

-Si continuas así, Frost, cuando lleguemos te habrás hecho todo un hombre -le dije en tono de broma. Pero Frost tenía otras cosas en la cabeza y cuando lo dijo, le miré fijamente y cambié el gesto -. Será mejor que te andes con cuidado, Frost. Ripley es más dura que cualquiera de nosotros. Recuerda que ella ha sobrevivido sola y sin armas. Así que yo me lo pensaría dos veces antes de bromear con ella. Podrías encontrarte hablando como si hubieses aspirado helio antes de que te dieses cuenta.

Y no lo decía por decirlo. Ripley tenía la suficiente determinación como para haber sobrevivido en lo que debió ser un auténtico infierno, así que sí, haríamos de escolta, pero si surgían problemas, estaba bastante seguro de que ella podría disparar igual o mejor que cualquiera de nosotros. 

Preparamos todo el equipo pero mientras lo hacía, estaba más y más convencido a cada momento que transcurría que allí abajo habría una colonia saturada de Xenomorfos que, según la descripción de Ripley, nos iban a costar una buena cantidad de munición y esfuerzo.

Esperaba que solo fuera eso y que no tuviésemos que lamentar nada más.

En el APC me coloqué el cinturón y sonreí a Hudson mientras hacía las últimas comprobaciones. Choqué una palma con él y sonreí, confiado, porque cuando estás rodeado de un equipo con el cual te has enfrentado a diferentes peligros en otras ocasiones, y que sabes que cuando llegue el momento te cubrirán las espaldas, no puedes más que sentirte bien y tener la seguridad de que todo irá perfectamente.

Ni siquiera un novato como Gorman podría fastidiarlo mientras nosotros estuviésemos sobre el terreno. 

Cuando los enganches se soltaron, sentí la inercia golpeándome como si fuese un saco de boxeo en manos del campeón del mundo de los pesos pesados. Cerré los ojos e incliné la cabeza hacia arriba, para a continuación relajar todo mi cuerpo y caer en un sueño profundo.

Siempre me desmayaba en los saltos.

Burke iba sentado al lado de Ripley, la miró para buscar algún signo de complicidad. Quizás alguna pequeña conversación. No encontró ni lo uno ni lo otro. Ella parecía ignorarle. Tragó saliva, después se aseguró de que el cinturón de seguridad estaba correctamente. No quería salir despedido por los aires en mitad del descenso y rebotar como un muñeco de trapo por toda la nave entre las risas y bromas de los marines.

Entonces pasó Hudson, revisaba que todo estuviera en orden

Burke sacó la mano y levantó el pulgar hacia arriba

—Todo OK— dijo pero Hudson ya había pasado de largo.

Burke sonrió. Una sonrisa de circunstancias.

Aquel no iba a ser precisamente un viaje de placer, pensó.

Chocó la mano con Hudson, despues de ajustar su arnés—larguémonos!!— dijo en voz alta. Miró a sus compañeros y sobre todo a los civiles.

—Hey!! amigo,—gritó al tipo de Weyland— cierre los ojos y no deje de respirar, queremos que llegue vivo a la colonia. Esto es mejor que el hipersueño.—Le guiñó un ojo justo cuando empezaba la cuenta atrás.

—tres...dos...uno...¡ya!

La brusquedad con la que salieron de la Sulaco hizo que la ACP se sacudiera con fuerza. Para Vasquez eso era como un interruptor, la ponía en modo on, notaba como la adrenalina corría por sus venas, apretó los dientes y centro su mirada en la puerta de salida de la nave.

Hudson observaba con su habitual sonrisa socarrona como el teniente intentaba mantener la calma. Después de intercambiar una mirada con Drake y Vasquez, que iban sentados uno al lado del otro, le preguntó:

-Eh, teniente ¿Cuántos saltos ha hecho hasta ahora?

La verdad era que me arrepentí luego de marcharme así después de descubrir que Bishop era un maldito androide, más que por él, por escuchar las opiniones de los marines pues sabía que había de todo en ese grupo y era evidente que quería tener más cerca no al que se considerase mejor, como el del pelo tan claro, sino aquel con el cual me sintiese yo mejor y más cómoda, como era el caso de Hicks y incluso el teniente, a pesar de notarle nervioso ante sus hombres a veces.

Y es que cualquiera puede coger un arma, apretar el gatillo y disparar, pero tener coco y saber cuando hacerlo era imprescindible y más conta aquello que nos íbamos a enfrentar.

Como no, en el descenso del ACP me tocó de nuevo en el lado de los pardillo, junto a Burke. La verdad era que no sabía si él tenía conocimiento alguno de que la compañía sí sabía de antemano lo que había en ese planeta precisamente por lo ocurrido hacía 57 años o si no tenía ni idea, pero tampoco estaba de humor para hablar después de saber lo del androide.

Así que me aseguré de que todo estaba bien y asentí al marine cuando preguntó, para ver como de golpe Hicks parecía perder el conocimiento. Eso sí me asustó. - ¡Sargento! ¡El cabo Hicks! ¿Está bien? - Dije alterada, dispuesta a soltarme para ayudarle si era preciso al verle en ese estado.

En ese momento me di cuenta de que la había cagado, pues había generado un pequeño vínculo con alguien que quizás no sobreviviese a aquella misión. Pudiera ser que no lo lográsemos ninguno.

El sargento entro de los últimos en la nave, y comprobó que todos ellos se sentaban en su asiento y se abrochaban bien el cinturón antes del despegue. Ese tipo de viajes era bastante movidito y no quería que ninguno se soltase y fuera dando tumbos por la nave por culpa de no saber engancharse bien en su asiento. Era una preocupación absurda, teniendo en cuenta que sus hombres habían hecho este tipo de saltos incontables veces, pero no estaba de más ser previsor. Comprobó sobretodo que los dos civiles estaban perfectamente en sus asientos -aunque en el caso de Ripley fue una inspección rápida, porque sabía como había que proceder-. 

Tras sentarse en su asiento, esperó pacientemente a que el vehículo iniciase el rumbo al planeta y tras el despegue, se puso cómodo, dentro de lo que se podía estar cómodo en una nave que temblaba como sino hubiera un mañana. 

Escuchó la pregunta de Ripley y miró hacia donde estaba Hicks- no se preocupe, Ripley- le contestó- Hicks está bien. Nunca me queda claro si es que se duerme en estos viajes o simplemente se desmaya, pero siempre ocurre lo mismo. En cuanto aterricemos se despertará como si no hubiera pasado nada.

La nave de descenso entró en contacto con la atmósfera de LV-426. Casi de inmediato los temblores se intensificaron aún más. Además ahora iba unido a unas caídas y ascensos como si se encontraran en un elevador totalmente enloquecido.

-Tenemos turbulencias -decía Ferro por radio-. Vamos a bailar un poco.

-Alcance uno, cero, cuatro... Aproximación final...

La nave descendió a través del mar de nubes hasta situarse por debajo de él. Las oscilaciones se mitigaron un poco y se hicieron más soportables. Aún así, un viento terrible sacudía el casco. Gorman se movió hacia la consola de control del APC donde tenía monitorizados en pantallas individuales a todos los soldados del pelotón. Se veían las imágenes que proyectaban las videocámaras del casco y bajo ellas, las constantes vitales de cada uno. Todo funcionaba perfectamente.

Hudson volvió a levantarse para realizar las comprobaciones finales. Iba, como siempre, fanfarroneando y haciendo bromas. Se acercó hacia Ripley.

-Oye Ripley, no te preocupes. Yo y mi escuadrón de los culos inquietos te protegeremos -se acercó a un armatoste de aspecto extraño-. Esto es un Phalanx de rayo de partículas con localizador de objetivos ¡Buaaam! Podemos freír una ciudad con este cachorrito. Tenemos misiles tácticos inteligentes, rifles de plasma, lanzagranadas, rompepelotas sónicos. Tenemos misiles nucleares, cuchillos, palos...

Bishop se acercó a Ripley y le pregunto por qué no le simpatizaba.

-Señorita Ripley no logro saber por qué tiene esa mala impresión de mi, acaso le hice algo que la molestará? Si es por lo que pasó en su anterior misión con el otro androide, déjeme decirle que los androides de esa línea estaban mal diseñados y no tenían la orden de proteger a las personas, sino de acatar una orden cueste lo que cueste, mi tipo de línea tiene estipulado que más allá de que consiga  ciertas cosas que le beneficie a la compañía, yo debo tener como principio que hay que proteger la vida humana. No tema, pase lo que pase en la colonia estare a su servicio.- la miro con una seguridad indiscutible.

- Será mejor que te protejas el tuyo primero, marine. Creo que ya demostré que puedo cuidar del mío yo sola. Además, yo no necesito llamar a mi mamá para enfrentarme a esto. - Le dije recordándole sus palabras tras mi explicación previa. - Si no le importa, aléjese un poco, no se que ha desayunado pero su aliento huele como ha... espere... ¿es su aliento o es que se ha cagado encima? - No me gustaba aquel tipo. No era más que un bocazas y un fanfarrón aunque su amigo Frosty le seguía de cerca.

Por raro que me pareciese, las palabras del sargento me calmaron por mucho que me fastidiase haber cuanto menos empatizado con aquel hombre y seguramente con más y aún no me había dado cuenta, porque la verdad es que ellos iban a ver y vivir lo mismo que vi y viví yo, solo que con mejor armamento y esta vez avisados de lo que había. Por supuesto que una gran parte de mí esperaba equivocarse con todo aquello, pero otra me decía que estaba o más bien que estaban ahí. Porque dijeron que habían huevos y que en la colonia habían ¿sesenta familias?

O se mentalizaban bien y realmente iban bien preparados o sería una carnicería. Éramos demasiados pocos para contenerlos y además el teniente lo dejó bien claro: los civiles estaríamos desarmados. Sabía usar un lanzallamas, lo usé contra una de esas cosas, ¿tan complicado era darme uno? Entendía que a Burke no le diesen ni la hora pero... en fin, para ellos era un civil, una carga y una molestia y ahora que les había contado todo, no era más que un maldito cero a la izquierda. Mi vida tenía menos valor que la de Burke para ellos y la suya valía algo porque era de Weyland...

Iba pensando en eso cuando el androide se plantó delante de mí. Ni me le esperaba y menos aún cuando le dije que le quería lejos de mí. Le miré unos instantes. - ¿De la parte en la que le dije que no le quería cerca mío, cual no entendió? ¿O está aprovechando ahora que no puedo huir para intentar convencerme de algo? - Le pregunté con muy poca amabilidad en mi voz. Más bien era como si le retase.

- Se suponía que Ash estaba programado también para salvaguardar la vida humana, de hecho confiábamos en él todos y casi nos mata. ¿Por qué debería seguir confiando en un sintético? Él también dijo lo mismo que usted, que defendería la vida humana... y prefirió salvar la de esa cosa y llevarla a la Tierra antes que a sus propios compañeros de vuelo. Y sí, puede decir de mí que soy una cabrona desconfiada. Pero eso fue lo que me mantuvo viva y por lo que logré sobrevivir a esa cosa. - Estaba deseando de que diesen la orden de que pudiese soltarme de esa cosa y poder moverme de allí. No iría muy lejos, pero sí me alejaría de quienes me incomodaban tanto.

Hudson le gritó algo. ¿No podían  dejarle sufrir a solas? Al menos ahora sabía diferenciar a Hudson del cabo. Le preguntó por sus saltos. ¿En ese preciso momento? Inoportuno, inapropiado. No eran colegas, era su superior. Quería saber. ¿Qué decirle? Dos, solo dos de verdad. La mejor puntuación de la academia. Vuelos simulados, muchos más. Simulados, realidad virtual. “Tantos como su madre”, se le ocurrió, pero él no era esa clase de soldado. Lo mejor de lo mejor, apretó los dientes.

—Solo dos, soldado —reconoció, el rostro apretado en un rictus tan tenso que parecía que su piel fuera a rasgarse como papel viejo.

Había que ser muy grande para reconocer lo pequeño que era uno. Se lo dijo su padre. Podía haber mentido. Podía haber callado. Era una piedra lanzada contra su propio tejado. Pero la verdad ¿No estaba entre las prerrogativas de un soldado? No engañaba a nadie, tampoco lo haría consigo mismo.

Miró a su alrededor. Ripley era dura, para Apone aquello era un paseo. Sus hombres habían hecho más saltos. Más de dos. “No la cagues, Gorman. No se te ocurra cagarla otra vez”. Apretó los dientes, esta vez no por la caída. Sabía que llevaba en su sangre el gen de la mediocridad. Trataba de luchar contra él a diario, pero era como tener el destino en contra. En las historias cuando uno da lo mejor de si mismo, obtiene una victoria. En su caso, la mejor versión de sí mismo nunca era suficiente. “Pero eso termina hoy”.

Entraron en contacto con la atmósfera. Ferro chispotorreaba por la radio. Turbulencias. Estaba blanco, lívido, muy serio.

—Hudson. ¿Ha notado las turbulencias? —se le ocurrió decir, su cara era un poema que alguien hubiera metido en una batidora de altas revoluciones y cuchillas de acero inoxidable.

Nubes, el cielo, estaban dentro. Todo había dejado de temblar. Se tomó unos momentos para dejar de temblar él. Al trabajo. Se deslizó hasta su puesto de mando. En cada pantalla podía ver lo que los soldados veían, sus constantes vitales y más información. Comprobó que todo estuviera en orden.

—Frosty, regule la cámara, parpadea demasiado. Vásquez, no tiene activado el enfoque automático.

Ya faltaba menos, la prueba de fuego. Bishop intentaba un acercamiento con Ripley. Hudson lo había intentado a su manera. La mujer sabía cómo agitar un gallinero. Era la novedad. Los chicos estaban nerviosos. Trató de mantenerse sereno.

“No he llegado hasta aquí para escuchar ese montón de mierda.” La cara de Vasquez era una mezcla entre asombro y horror, no estaba contenta. No podía creer lo que escuchaba, dos saltos eran muy pocos incluso para un teniente.

—¡¡Mierda!! —la palabra salió de su boca sin pedir permiso, como en otras tantas ocasiones, pero esta vez hizo el intento de morderse la lengua para no seguir maldiciendo. Buscó en sus compañeros el mismo pensamiento cómplice que empezaba a preocuparle y después centró su mirada en la plancha metálica que formaba el suelo de la nave. Quería aislarse de todo el enjambre de sonidos y palabras que se colaba por sus oídos. Tenia que digerir lo que había escuchado e intentar no vomitar el montón de improperios que se acumulaba en su garganta.

Escuchó las recomendaciones del teniente y se obligó a contestar a Gorman después de corregir algo de su equipo.— Señor, activado el enfoque automático, señor.

"Puta mierda..."

Hudson encajó el rapapolvo de Ripley en silencio, únicamente con su sonrisa burlona. Entonces el teniente le habló y le distrajo de la oficial del Nostromo.

—Hudson. ¿Ha notado las turbulencias?

-Vamos, teniente. Esto no son turbulencias. Solo es que a Ferro nos gusta vernos bailar aquí dentro ¿eh, chicos?

-♫'Cause I'm leavin' on a jet plane
Don't know when I'll be back again♫

Frosty ajustó los equipos de forma acorde a como le solicitó su oficial superior sintiendo las sacudidas, vale, vale, si que iban a morir, que había una mierda por ahí rondando, que se iba a cargar a todos, si, si... Bienvenidos al orgulloso Cuerpo de Marines Coloniales de Estados Unidos, tenemos hasta máquina para hacer café.

♫'...leavin' on a jet plane
Don't know when I'll be back again♫

-¡Sargento Apone! - Ricco levantó su voz entre el ruido de trastes que había por todas partes- ¡Permiso para llevar un set adicional de Bengalas M-94!

Permiso concedido, soldado- al fin y al cabo, las bengalas podrían ser útiles cuando aterrizasen- ey, pilotos, ¿cuanto queda para aterrizar?

Incluso después que la nave de descenso atravesó el manto de nubes y las turbulencias dieron paso a poco menos que un bamboleo, Burke seguía con los ojos cerrados. Se agarraba a los asideros del asiento como si no hubiera un mañana. Sólo los gritos de Hudson a Ripley parecieron hacerle regresar de donde quiera que había ido a esconderse.

Joder pensó al mismo tiempo que se le venía a la garganta la mierda esa que habían comido antes.

Intentó decir algo, pero no pudo. Le sobrevinieron nauseas fuertes, mareos. Parecía que el más mínimo intento de darle a las cuerdas vocales activaba algo en su sistema digestivo directamente conectado con el sitio en el que estaba la comida. 

Intentó disimular y ganar tiempo desabrochándose el cinturón de seguridad.  

Por suerte para su dignidad, apareció Bishop para decirle algo a Ripley. El androide recibió la correspondiente dosis de amabilidad "made in Ripley". Burke no estaba seguro de lo que esa mujer había vivido a bordo de la Nostromo pero tenía claro que lo que sucedió había fritop toda la parte del cerebro dedicada a la empatía.

-¡Dos minutos, sargento! -contestó Ferro- ¡Ya pueden elevar los anclajes!

Al instante todos los marines se levantaron de sus asientos y prepararon las armas en silencio. El momento de entrar en acción se aproximaba y eso hacía que las risas y las bromas terminaran. Con un crujido metálico, la nave de descenso desplegó todo su temible armamento.

-Girando hacia siete, cero, nueve... ¿Dónde están las malditas señales luminosas?... Ah, ya las veo.

Ahora todos podían distinguir la enorme mole del procesador atmosférico. La increíble construcción propiedad de la compañía que servía para dotar a este tipo de rocas estériles de una atmósfera habitable. Más allá, en la lejanía, se veían las luces de Hadley's Hope. Hacía allí dirigió Ferro la nave, bordeando el procesador con maestría.

A medida que se acercaban a la colonia, divisaron el edificio de operaciones, que se levantaba por encima de las construcciones más bajas de Hadley's Hope. Los cierres antitormentas estaban activados, así que no se podía ver si había alguien dentro. La estructura de la colonia parecía intacta y las luces que lanzaban sus pálidos destellos a la noche indicaban que todavía había energía. No se veía a nadie por ninguna parte. Ferro dirigió la nave hacia la plataforma de aterrizaje, a unos trescientos metros de la entrada de Hadley's Hope.

Nada más tomar tierra, Bishop, ya colocado en el asiento del conductor del APC, puso el vehículo en marcha y salió con velocidad del vientre de la nave. Afuera caía una lluvia torrencial y el vehículo se movía dando tumbos sobre el terreno irregular. Pronto estuvo ante las puertas de la colonia. El sargento abrió la puerta corredera del vehículo para dejar salir a todo el mundo. Ahora comenzaba la misión de verdad. Era hora de saber si lo que decía Ripley era cierto o solo un cuento de hadas.