Partida Rol por web

Tras un breve espacio de tiempo en Irlanda, al final os trasladan a Camp Quorn, en Leicestershire, pleno centro de Inglaterra. Allí disfrutáis de algo de descanso y verdes paisajes, aunque el tiempo lluvioso no acompaña.

Aunque parezca un lugar para ir de picnic, el Alto Mando no quiere que os acostumbréis, hay instrucción y entrenamiento intensivo todas las semanas; pero aunque sea cansado, al menos estáis lejos de las balas enemigas. Hace casi un año del salto en Sicilia, pero aún recordáis aquellos días...Y quizá lo recordéis durante el resto de vuestra vida.

Estamos en los últimos días de Mayo de 1944. Mirra y Alzid conversan junto a Camille, mientras que Sparks se fue al despacho del Teniente Hodges.

- Y eso, me han dicho que en unos dias volvemos al frente...La vieja Europa...La verdad es que yo estoy agusto aquí...- Camille se tumba en una de las camas y mira al techo de forma relajada.

- Pasa pasa.- Te dice el Teniente tras llamar a la puerta de un despacho compartido entre varios oficiales; te acercas a su mesa, donde ojea unos papeles.

- Te he hecho llamar por un asunto importante, como sabes el Sargento Jeffries ha vuelto a casa para recuperarse de sus heridas, por lo que tu pelotón se ha quedado sin lider. Tras verte en acción en Italia y en las tácticas en el campamento, creo que estás preparado para poder dirigir a tu pelotón...Tienes experiencia, conoces a los chicos, seguro que lo harás bien.

Saca un cajita con tu nueva graduación.

- Enhorabuena Sargento, aqui tienes tus galones.

Un año. El tiempo pasaba deprisa y las heridas curaban, al menos las del cuerpo. Las del espíritu tal vez le acompañarían para siempre: aquellos rostros sin nombre, muertos o moribundos, los propios compañeros destrozados por la metralla o encharcados en su propia sangre.

Con eficiencia prusiana, el soldado Sparks se había presentado frente al teniente Hodges. El retiro en aquella apacible (aunque lluviosa) campiña inglesa le recordaba al campamento, a aquella tranquilidad insegura de órdenes dichas en voz alta y soldados disciplinados al más viejo estilo napoleónico. Sin embargo, si bien aquellas escenas eran frecuentes en todo el campamento, él podía distinguir perfectamente a los novatos de los veteranos. Aquella mirada perdida, la camadería silenciosa o el nerviosismo y la impaciencia delataban a cada cual, aunque siempre con honrosas excepciones. El regimiento había servido bien en Italia, pero otras compañías se iban a incorporar. De camino, había visto a algunos chicos de la 101 en un camión de transporte. Ellos eran la segunda división paracaidista, y tenían que ganarse los galones.

A pesar de todo, a él le seguían pareciendo algo novatos, aunque se reservaba su opinión. Una vez llegada la hora del combate, todos se vuelven veteranos si no cometen demasiadas estupideces y pasan a ocupar una cama de hospital... o un ataud cubierto por una bandera plegada.

El despacho era compartido por varios oficiales, oficiales que iban cada uno a lo suyo. Se escuchaba el monótono repicar de las teclas de una máquina de escribir: sin duda un ordenanza redactando un informe. Se cuadró delante del teniente, quitándose la gorra cuartelera y saludándole una primera vez, como marcaba el protocolo, hasta que le devolvió el saludo.

-Señor -dijo, grave.

Escuchó al teniente, envarado pero con mirada franca. Cuando pronunció la palabra "sargento", un escalofrío le recorrió. Él había esperado que le asignaran otro suboficial, y no un ascenso. A decir verdad, no se creía preparado para tanta responsabilidad. Recogió la cajita en silencio, y reflexionó sobre ello durante unos segundos.

-Señor, yo... -comenzó a decir.

Entonces, se acordó.

Cerca de Salerno, había apretado fuerte la mano de Herbert Russel. Él había sido la última baja de su escuadra, y tardó en morir. Un disparo de ametralladora le sacó fuera parte del vientre, y el sanitario no pudo hacer nada. Aún recordaba su mirada profunda, una mirada que veía más allá de los ojos en los que clavaba la vista. Sintió su calor, y sus últimos temblores. "Cuida de los muchachos", fueron sus últimas palabras, antes de respirar por última vez.

Alzid siguió atendiéndole, como incapaz de afrontar que le había perdido para siempre. Entonces, como en aquel despacho, Sparks no lloró. Solo sintió una súbita sensación de vértigo en el pecho, que dió paso a un calor y una tranquilidad casi diáfana. Recordó que durante algunas semanas, meses de hecho, él había sido de facto el suboficial de la escuadra. Había cuidado de los muchachos, porque no quería perderlos, y porque no confiaba en otros oficiales. Ellos eran ya hermanos, hermanos de trinchera.

Sparks dió un taconazo, asintiendo con la mandíbula algo prieta. Era una gran responsabilidad. Ahora la escuadra dependía de él. La vida y la muerte de aquellos hombres, vicisitudes de la guerra aparte, dependía de cuan buenas o malas fueran sus decisiones.

-Señor -dijo, comenzando de nuevo en un tono más franco y natural- Lo haré lo mejor que pueda, espero no defraudarle... ni defraudarles.

En realidad, le importaba más no defraudarles. Porque, aunque eran muchachos venidos de todas partes de América, incluso de fuera, todos ellos eran sus hermanos, aunque fueran novatos de reemplazo... Aunque, en verdad, tendría que tratar (de momento) con gravedad paternalista a los segundos, hasta que su ánimo se templara. A decir verdad, comenzó a pensar en lo dificil que era ser un suboficial, el tener que ser equitativo y justo con los hombres, fueran o no veteranos. Los tres cheurones de sargento no eran solo un símbolo de rango, sino un compromiso de eficacia. Un compromiso con ellos.

-Gracias, señor -añadió, saludándole de nuevo.

Esperó por si el teniente tenía algo más que decir u ordenar. Después de todo, él debía darle la órden para se retirara.

El Teniente te sonríe.

- Bien dicho. Ahora el Sargento Hahnen dirige la primera sección; dentro de dos días hay una reunión de suboficiales para informaros de la nueva misión.- Ojea otra hoja.- Intentaré mandarte un par de reemplazos cuanto antes, ¿de acuerdo?...Puedes retirarte.

-Bien -dijo, contestando a su pregunta.

Le saludó de nuevo, girando sobre sus talones y saliendo por la puerta. Caminó hasta la zona de las literas, tranquilamente. El miembro de la policía militar que montaba guardia allí le dejó pasar sin decirle nada. Entonces, se quitó la guerrera y extrajo el primer juego de cheurones de la cajita, el del uniforme "de fatiga" que llevaba puesto.

Sacó hilo y aguja, y recordando las interesante clase que les habían dado sobre costura y remiendos (la gran mayoría no se acordaba de aquellas cosas, prefería pedir un uniforme nuevo a intendencia), se sentó frente a un ventanal y cosió las insignias según recordaba que decía el manual (bastante estricto con esa clase de tonterías). Luego, afirmó el cosido y comprobó el resultado, cortando el sobrante.

Luego, se puso de nuevo la guerrera, abotonándosela como procedía, despues de guardar la cajita (ya cosería los cheurones en el resto de sus uniformes) y fue a ver a los muchachos. El guardia de la puerta le saludó esta vez.

Durante su estadia reciente en Irlanda mirra se las habia ingeniado para conseguir unas municiones mas para su bazooca y un par de granadas, con semejante armamento se le hiso dificl demostrar a los guardias que era un zapador, en la entrada a Camp Quorn le acusaron de terrorista hasta que sus compañeros le reconocieron, de momento se encontraba armando las cosas en su ropero y fumando un cigarrillo cuando escucho a camille hablar Al frente? y yo que estaba largando avisos de soltero bromea, bien, no tendre problemas en probar alli mis nuevas armas, esto sera bueno aunque en su piel se divisa cierta palidez, los demas no notan que esta nervioso, pero un dolor de pansa acude para recordarselo unos minutos despues tanta muerte, tanta sangre... espero que esta vez dure menos

Sparks entra en los barracones, donde Mirra, Alzid y Camille conversaban animadamente.

- ¡Anda! ¡Mirad!- Camille señala a Sparks, que entra por la puerta.- ¿Hay que ponernos firmes señor?

Camille sonríe con la broma, mientras se acerca para darle una enhorabuena.

Se puso serio ante la broma de Camille, para acobardarle un poco. Luego sonrió, y le estrechó la mano.

-Eso dejémoslo para luego -dijo.

Se sentó con sus compañeros, mirándoles con una media sonrisa.

-Parece que en un par de días sabré más detalles sobre nuestra nueva misión... Así que no os acomodéis mucho, porque parece que no nos queda mucho de "instrucción segunda parte".

Se tocó el mentón, pensativo.

-El teniente me va a asignar a un par de reemplazos. Se que no son Herb ni Whitaker, pero sed amables con ellos. Acordáos de cuando nosotros también éramos novatos.

Se tocó el botón de la manga, parpadeando. Luego les miró fijamente.

-Ah, y no olvidéis una cosa. Ahora soy yo el sargento, asi que hay que seguir las normas. No quiero que el teniente me llame la atención porque me tratáis con demasiada familiaridad...

Suspiró un momento.

-Es una lata, lo se. Pero ahora tenéis que confiarme el culo a mi, porque no pienso exponeros a lo loco ante el enemigo si puedo evitarlo. Así que pensad que soy Jeffries pero sin bigote -sonrió, cómico.

Se puso serio, un momento.

-Somos una familia, esta compañía, pero sobretodo nuestro pelotón. Cuidad de vosotros mismos y del compañero de al lado, y yo cuidaré de todos vosotros. Porque, ¿Sabéis lo que significan estos galones? -dijo, señalándoselos- Signifcan, sobretodo, que cuando llegue el momento yo tengo que hacer todo lo que esté en mi mano para que vosotros cumpláis la misión, y podáis volver con vida a casa.

Les miró fijamente, uno a uno.

-Todo lo que esté en mi mano... ¿Entendido?

Sera un placer mi Sargento. Espero que nos queden muchas batallas que luchar juntos y podamos dar una leccion a esos malnacidos. digo mientras escupo en el suelo con desden.

Llegas a Camp Quorn junto a otros nuevos reclutas, todos estáis algo nerviosos...Nueva gente, nuevo lugar, nuevos oficiales...

Tras varias indicaciones de algunos compañeros, llegas por fin a lo que parece ser el despacho del Teniente Hodges. Llamas a la puerta y esperas, con la orden de traslado en la mano.

- Adelante.- Escuchas al momento.

Sargento le llama mirra mientras que cierra apresuradamente su ropero y se acomoda la ropa para la batalla... menciona mientras da unos pasos hacia el ¿podria conseguirme algunos explosivos? lo que busco es algo de c4 o eso.

Sparks sonrió ante el comentario de Mirra. Recordó cuando hizo la misma pregunta cerca de Túnez.

-No te preocupes. Ya sabes que antes del salto el oficial de intendencia nos suministra las armas y municiones que necesitamos, además de las que se nos asignan.

Parpadeó un momento.

-Ahora que estamos en Inglaterra, no hay que ser muy listos para suponer que vamos a invadir el continente. Asi que, eso va a implicar enfrentarnos a tanques, vehículos, fortificaciones y muchos, muchos alemanes. No creo que nadie te ponga reparo para conseguir un poco de dinamita cuando llegue el momento. De hecho, supongo que cada compañía tendrá que llevar esas cosas, porque serán necesarias.

Maldita sea, como puede ser que esté nervioso... a estas alturas... Sin posponer mas el momento abrí la puerta con firmeza, dí dos pasos al frente y me cuadre con la disciplina correspondiente.

Señor!, se presenta el soldado Ryan Campbell para incorporarse al servicio, señor!

Mientras esperaba, firme, una gotilla de sudor resbalaba por mi sien, el calor asfixiante característico de los despachos de los "mandamases" me agobiaba de forma inusual. Podía ver por el rabillo de los ojos la ostentosa y típica decoración del despacho, tan parecido a cualquier otro despacho de oficial.

En ese caso, ya quiero partir mañana! dice mas animado mirra, durante su estadia le costo mucho conseguir cosas, inclusive ropa buena, su temor mas grande era el de morir como prisionero, no queria saber nada de esas historias que habia escuchado en batalla, quiero tambien algun cuchillo, pero ya se, no es a ti sino al superior y a momento de ataque luego mira su cama, alli esta ese delgado colchon que sostubo su encorbada espalda los ultimos dias alguna actividad?

El Teniente te devuelve el saludo marcial y revisa tu hoja.

- Ok, todo correcto. Preséntese al Sargento Hahnen, jefe de la primera sección, ¿de acuerdo? Debe de estar por los barracones C...