Partida Rol por web

Damián estaba perdiendo la cordura encerrado allí. Los días parecían semanas, y tampoco es que hubiese una conversación demasiado amena. Todos empezaban a asumir poco a poco su oscuro destino, al menos hasta que llegó aquella flecha.

El joven escudero no entendía de letras, que más de perseguir mozas et batallar cual caballero era él, pero se levantó rápidamente de la fría piedra del suelo sobre la que descansaba para acercarse a Tariq y a su mentor.

-¿Qué dice? -preguntó, curioso.

- No soy muy de leer pero si pretendes escapar de esta torre armado con una mísera flecha la llevas clara... debe de haber por lo menos una docena de soldados y nosotros estamos desarmados y aquí arriba. Me intriga lo del mensaje ¿don Pelayo vos no sabéis leer? ¿Quién podría habernos mandado algo así?

-A ver... Dejadme intentarlo...

Damián se acercó e intentó descifrar aquellos garabatos, aunque de nada consiguió enterarse. Tampoco es que además estuviera escrita con una caligrafía ejemplar... Pero al menos no pudo decirse que no lo intentó.

PNJOTIZADO.

Tras adelantársele su joven escudero don Pelayo extendió su mano y el jovencito tuvo a bien el dárselo. El caballero militar ojeó el arrugado enrrollado, y con no pocas muecas intentó leerlo. Sin embargo, o bien aquel encierro habíale turbado la vista, o bien no pudo reconocer lo que en ella se decía. Sí, alguna letra por aquí y por allá, pero nada que los sacase de aquel embrollo.

¿Quién diantres se pondría a disparar a la torre donde estábais encerrados con la que estaba cayendo fuera? Piedralejo, a media tarde, seguía embarrándose, pues las lluvias y aquella zona tan densa en lodo no hacían otra cosa que enmarronar el pueblo y sus alrededores. La lluvia y tormenta (que ya acompañaba con rayos fulgentes cuando el sol iba cayendo) amenizaban la tarde, sobre todo para los soldados que hacían guardia en la plaza, junto a la fuente.

La cena, entonces, llegó. Era ya de noche y enseguida devorásteis la bazofia en forma de puré que solían daros en casi todas las comidas. Un pan lleno de mosquitos era el bien más preciado en esos días de encierro. Claro que, en siendo medianoche (y cayendo "a mares" la carga de las nubes sobre el territorio), oísteis golpes en el pasillo, más allá de la puerta de vuestra celda. ¿Qué diantres ocurría? A esas horas debía ser el cambio de guardia, como ya os habíais acostumbrado a percibir, pero no era normal aquel alboroto. Sin duda un entrechocar y un golpeo alertaron vuestra alma. Era claramente una pelea, a puño limpio, quizá. Pegásteis la oreja junto a la puerta, y enseguida una figura oscura tocó el enorme cerrojo que había por fuera: era, presumiblemente, un soldado, (¿quién sino tendría acceso a la torre?).

Debido a la oscuridad del sitio, no pudísteis verle la cara (pues llevaba aparte una especie de capacete sobre sí). La figura abrió la puerta, y vísteis cómo la libertad de nuevo se os presentaba delante vuestra. Entonces, quedóse unos instantes allí de pié, extendió las manos y os entregó dos espadas.

Tomad -dijo entregándooslas-. Escapad ahora. ¡Daos prisa! Aquel tipo tenía su propia espada atada al cinto.

Tariq dejó que sus compañeros tomaran las armas, ya que él disponía de su cuchillo, que sacó rápidamente de su bota cuando oyó el jaleo, y la punta de flecha que había separado de su fuste*. También se había guardado el pergamino en su interior, ya que nadie había sido capaz de leerlo.

No sabía quién era aquel tipo que les brindaba la oportunidad de escapar, pero tampoco es que le importara mucho en aquellos momentos: lo importante era que tenían una posibilidad, y solo si actuaban con rapidez e inteligencia y se coordinaban bien entre ellos podrían sobrevivir. Así pues, esperó solo lo justo para que sus compañeros se armaran y salió el primero, intentando encontrar el camino hacia su libertad.

Damián tuvo que reprimir sus impulsos para no echar mano a una de las armas. Sin embargo, sabía que su señor y Potencio darían mejor uso de ellas cuando fuera necesario, por lo que dejó que fuesen ellos quienes las tomaran.

-¿Quién sois? -preguntó el muchacho, que, agradecido de verdad y viendo esta oportunidad como una segunda oportunidad para vivir (pues el muchacho se veía ya pasto de los gusanos), no quería irse sin conocer a su salvador. O al menos, los motivos que le llevaron a ello- ¿Por qué nos ayudáis?

-Vamos Damian, sea como sea es la única oportunidad que tendremos. No perdamos tiempo y salgamos de aquí antes de que sea demasiado tarde-apremió el caballero al resto. Aquello no sería nada fácil pero aquella ayuda llegada del cielo era la única manera que tenían de salir de allí-Potencio, Tariq, adelante.

El malandrín de Potencio ya veía que les daban a todos matariles cuando escuchó los sonidos de pelea afuea, aunque en realidad debería ser lo contrario... el caso es que vivía en un estado permanente de miedo no confesado al resto y en cuanto se truncó la tranquilidad todo salió a relucir.

Un liquidillo amarillento resbaló por su pierna derecha y cayó al suelo de la celda -ay mamá ... ay mamacita que me llevan... no quiero morir... -se dio un cabezazo contra la pared al escuchar los goznes de la puerta al abrirse. Luego medio recuperó la compostura y ya totalmente meado observó al hombre, juraría que...
 

Ninguna constestación obtuvo el joven escudero, pues el tipo ya se había ido escaleras abajo. Alentados por las palabras del caballero de Arbás, Damián, Tariq, y un desesperado ya hora reconfortado Potencio se encaminaron por el rellano, bajando las escaleras... Aún tenían las dos armas consigo. A medida que bajaban, veían algún soldado yaciente y otros tendidos quizá inconscientes, tumbados por el suelo o recostados en las paredes. Fue en esos momentos cuanto salísteis de la torre. El cielo se abría a vosotros tras cuatro días de completo encierro ¡bendita libertad! Empero lo que se os vino delante no fueron sino tres soldados de Piedrablanca, concretamente los que hacían la ronda esa noche, que corrieron hasta la puerta de la torre y os encararon.

La lluvía os azotaba los párpados hasta casi no poder abrirlos. Jamás habíais visto tal cantidad de agua caer desde el trono del Altísimo.

Potencio tomó la espada que se le tendía y el "desvanecimiento anímico" se le fue tan pronto había venido, corrió como un poseso hasta que se topó de frente con la guardia. Era un cobarde pero prefería morir allí que no ahorcado.

No viéndose diestro sin su espada, Damián no intentó otra cosa que esquivar los golpes que le vinieran, confiando en que los demás pudieran dar cuentas de los atacantes con sus armas.
 

Soldado 4 ataca con lanza a Damián y esquiva
Soldado 1 ataca a Misterioso y Esquiva.
El Misterioso ataca al Soldado 1 y Para con su arma.

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Resumen turno 1:

Es misterioso en discordia, que portaba una espada similar a la que Potencio y Pelayo quedáronse, empapado se encontraba cuando salísteis de la torre; empero que así comenzó a guerrear, dando mandoblazos a diestra y siniestra. Su dominio de dicha arma no era muy buena, et que encaróse contra uno de los soldados (S1), y a punto estuvo de fustigarle. El filo pasó muy cerca del soldado de Piedrablanca, mas no ocurrió nada. Éste, a su vez, lanzó contra el misterioso tipo que os había sacado de allí. Lanza en mano, corrió hacia él con furia y le ensartó la lanza en el pecho con gran fiereza:

Daño: (Crítico): Máximo (sin contar armaduras): 11 puntos de daño.

El soldado1 había clavado tan fuerte su lanza que ésta quedó incrustada en el cuerpo del susodicho, y sostenía al misterioso a través del afilado mango. De llegar a retorcerlo, le haría un daño atroz. El grito que profirió el sujeto fue sordo, como un eco que quedaba afónico del terrible impacto. Sus ojos se abrieron y la lluvía le empapaba el rostro, las manos, las piernas. Soltó su espada, fruto del dolor, y entonces perdió sus fuerzas... se arrodilló ahogado casi ya en la muerte, y de no ser porque el soldado, a través de la lanza sujetada, le aguantaba, éste hubiera caído desplomado al suelo.

Tras este lance, Potencio se lanzó contra ese soldado1, y con la espada que le habían cedido, estiró con suma pericia el brazo y (pese a ser éste de asaltos con cuchillo) le atravesó el cuerpo con el filo, justo en el pecho (casi a la altura que éste había hendido al misterioso en el suyo propio). La estocada fue tan severa (incluso más) que la que el soldado había proferido con su lanza a vuestro libertador:

Daño: (Crítico): Máximo (sin contar armaduras): 13 puntos de daño****.

El soldado gritó como un lobo aullante, enviando el grito al cielo que hacía caer las pesadísimas y densas gotas de las nubes. La espada le asomó por la espalda y Potencio se la sacó para que le cortara un poco más. Enseguida, fruto del horrible dolor acaecido, el tipo soltó la lanza con la que seguía sosteniendo al Misterioso y cayó hacia atrás, al tiempo que Misterioso (ahora libre) también lo hacía. Ambos desplomados, pero quizá con peor pinta el de Piedrablanca; bueno... no. O tal vez sí, ,¿quién sabe? Ambos lo tenían muy difícil para salir con vida, et quedáronse tumbados en el suelo...

Et ahí non quedó la refriega; que el soldado4 quiso embestir con lanza al joven escudero Damián. Sin embargo éste, fruto quizá de su juventud y su inquietud, salvó la distancia, y evitó por mucho ser sacudido. Su maestro y caballero de fé Pelayo, entonces, corrió hacia S2 que también portaba espada. Un golpe certero, preciso, digno de su maestría como hombre de armas, cortándole de lleno el brazo izquierdo:

Daño: 10 (-3 por Gambesón) (/2 por brazo): 4 puntos de daño

El soldado3, el otro que tenía espada, vió cómo Tariq se le acercó en melé, y justo entonces le propinó un buen tajazo, viendo que éste tan sólo portaba un pequeño cuchillo. Tariq no hizo sino esquivar el mandoble.