Partida Rol por web

Os dirigís al fondo de la posada, casi detrás de la barra, donde se encuentran las escaleras que llevan al segundo piso. Subir supone todo un reto, porque la madera está combada y podrida, e incluso faltan algunos escalones. Esto cumple una doble función: por un lado es adecuado vista la calidad y cuidado del resto del antro, pero en cierto modo sirve para avisar a aquellos que están arriba "haciendo negocios" de la presencia de elementos hostiles subiendo la escalera. La forma de pensar es sencilla: voces + crujido de la escalera + roce de metal contra metal = salir corriendo sin mirar atrás. Jugarse la vida es cosa común en estos ambientes y nadie hace preguntas.

Yémil lidera la marcha, seguido por Thognar, y Anthalas, con Sandorabar en último lugar. El pasillo al que llegáis es estrecho y muy mal iluminado, apenas la débil luz de una antorcha a mitad del pasillo alumbra el piso. Os resulta dificil el paso, que solo es cómodo yendo en fila de uno. La habitación cuatro se encuentra al final del pasillo, a la izquierda, y es una de las habitaciones más espaciosas. En general, cuanto mayor es el secreto del asunto a tratar, más al fondo del pasillo se encuentra la habitación y más caro es su alquiler. El precio está justificado: mayor discreción, más espacio, y mejores posibilidades de escape. Nadie suele molestarte si te citan en la habitación 4. Nadie es tan idiota.

Otra vez en el piso de arriba...¿Cuántas veces tendrás que hacerlo Sand? - subo pensativo la escalera - ¿Cuántas veces más jugarte el pescuezo? ¿No tienes suficiente verdad? - escucho los crujidos característicos - Sabes que podrías estar viviendo plácidamente, alejado de este mundillo, de esta mugre, de esta barbarie. ¿Lo sabes verdad?- sonrío mientras continúo andando - ¿Por qué te martirizas Sand? ¿No es suficiente?... - Me paro de repente en el pasillo, trascurren unos segundos... - No -susurro -No, no lo es...

Avanzáis despacio, sin miedo pero precavidos, hacia el final del pasillo. La puerta de la habitación 4 está ligeramente entreabierta y desde dentro sale la tenue luz de una antorcha, danzarina y tímida. Desde dentro escapa el característico olor del tabaco de pipa, y no del malo, lo que os resulta mitad agradable mitad desagradable. El olor es acre, ligeramente picante, pero a la vez dulce, especiado. Quienquiera que lo fume, al menos, sabe lo que fuma.

- Adelante -dice una voz masculina, viril, de forma imperativa, pero también conciliadora.

La puerta chirría de forma desagradable cuando entráis. La habitación es espaciosa, pero está sobrecargada de humo de tabaco, lo que hace más dificultosa la visión. En cualquier caso es mejor que la peste de la sala común. Como únicos muebles véis varias sillas frente a una mesa, y al otro lado de ella, al fondo, un extraño encapuchado al que apenas se distingue. Tiene la nariz ancha, los pómulos prominentes y barba de varios días, bastante cuidada, y es lo único que alcanzáis a ver gracias al resplandor de su pipa. El resto de la habitación está a oscuras, pues es únicamente iluminada por una pequeña antorcha, casi apagada, que se encuentra justo en el otro extremo de la habitación, cerca de donde os encontráis. La ventana, que queda a la derecha de donde el desconocido se encuentra, tiene las contraventanas cerradas, aunque por su localización, parece que dé a un callejón.

- Pensé que no llegaríais nunca -añade, exhalando un amplio aro de humo, que se disuelve rápidamente, uniéndose a la neblina de la habitación

No tomo asiento. Otro que no da la cara, ¿qué esperaba si no? Me extraño porque a causa de su máscara noto como mi respeto hacia el misterioso encapuchado disminuye, cuando debería tener claro que nadie que necesite contratar a una asociación con una carta de presentación como esta de la que formo parte merece el más mínimo. Uno no acostumbra a servir a individuos anónimos de más que dudoso honor. De eso puedes sentirte orgulloso.

No me presento porque sé que no es necesario. Complementando el detalle de la antorcha, ese comentario, con el que se quiere dejar patente una clara distinción en las formas de trato que merecen cada una de las dos diferentes clases sociales que se encuentran en esta habitación número cuatro, lo suficientemente alejada del jaurío de jarras y gritos y de fácil acceso a una sencilla vía de escape, que no, no son yo y los demás, sino los que contratan y los contratados, el cual no es que no requiera una respuesta, sino que una contestación es el error que dejaría al descubierto a aquellos que no tienen claras algunas ideas que se encuentran entre las más básicas sobre las que se sustentan este tipo de industrias.

–Buenas noches –digo al entrar en la habitación, adelantándome un poco para dejar paso al resto de mis compañeros. Ve al grano.

Mientras camino y antes de entrar en la habitación suelto mi capa y la guardo bajo el brazo - en una refriega es molesto e inútil tener la capa colgada - estiro los brazos, remango mi chaqueta y aflojo el nudo de la camisa - no conviene estar apretado, te hace lento - utilizando el pulgar desenvaino un par de centímetros mi cuchillo de matarife y lo oriento hacia la mano derecha, la buena, la fiable, la mortal - otro segundo vital que acabo de ganar - por último me aprieto el cinto - nunca se sabe si te van a dejar con el culo al aire.

Entro en la habitación, observo, escucho, huelo, pienso... -no conviene alterar el orden, la práctica crea rutinas útiles en momentos de decisiones rápidas. 

Me siento en la única silla que queda libre. Miro al encapuchado, sonrío... - Saludos caballero, puede usted comenzar.

El desconocido espera unos instantes para ver si alguno de vosotros tiene algo más que añadir. Al no recibir respuesta, se encoge de hombros, se acomoda en la silla y cruza las piernas bajo la mesa. Carraspea, os mira detenidamente uno por uno durante varios segundos y tras meditarlo, afirma lentamente con la cabeza. Tras este desconcertante conjunto de gestos al parecer predefinidos, esboza media sonrisa y comienza a hablar. Os sorprende que utilice un lenguaje excesivamente culto y cuidado para lo que describe, y parece ser intencionado, quién sabe por qué, salvo cuando introduce palabras vulgares, en las que hace especial hincapié

- Bien, caballeros. Si están aquí se debe a dos motivos fundamentales que deberíamos concertar de inmediato. El primero es que sois un entrañable conjunto (y variopinto, que me aspen) de bastardos sin escrúpulos que han demostrado voluntad y maña en el noble oficio de hacer cosas innobles, ya sabéis, amenazar, provocar, apalear, hurtar, robar y llegado el caso rajar a completos desconocidos sin mezclar asuntos o ideas personales en el desarrollo de tan refinado oficio. Quede esto claro, sus intereses se me dan un ardite, con lo que quiero decir -parece mirar a Thognary a Yémil- que me importan una mierda. Y a ustedes deberían importarles lo mismo mientras desempeñan el asunto en cuestión, por su propio bien. Ya saben el dicho "ideas propias, puñal ajeno". Y no tiene por qué ser el mío, al fin y al cabo yo soy una persona de paz -el desconocido se lleva la pipa a los labios, inhala largamente durante varios segundos y contiene el humo dentro de sus pulmones, mientras pierde la mirada en el infinito, como si necesitase el permiso de las pareces para continuar, o le faltara inspiración. Finalmente, exhala el humo de golpe, sin filigranas, muy cerca de la cara de Sandor-. El segundo, es que el único motivo que les hace falta para este trabajo y por el que están aquí, es una recompensa, un generoso premio, que pueden gastar en lo que les plazca siempre y cuando no levanten sospechas. Aclarados estos puntos, podemos empezar con las cuestiones que nos atañen en las que, me juego una mano, sus ilustrísimas -dice en tono irónico pero muy sutil- están más interesados que yo -sonríe, enseñando unos dientes sorprendentemente bien cuidados y solamente ligeramente amarillentos.

Se hace el silencio durante unos instantes. Tras la explicación, la sala parece ligeramente más cargada y más pequeña, pero tampoco resulta incomoda. La presión, tal vez.

- Así pues, ¿estamos todos de acuerdo?. Si alguien no lo está. Pero no quiero volver a verle por aquí.

Me mantengo en silencio durante todo el discurso de nuestro anfitrión. No es que me interesen sus alardes de malo malísimo, pues sé que con esta oscuridad podría meterle tres flechas en la espalda sin que se enterase, así que paso un poco del pijales y su pipa.

-¿Por qué no se deja de rollos y nos dice a quién hay que cargarse?.-Pienso mientras sujeto a Sobras por el cuello.-¡Que somos profesionales, por los dioses!

Sin decir más, espero en silencio la respuesta del resto a su pregunta. Yo por mi parte si estoy preparado, pero prefiero conocer la opinión del resto antes de lanzarme a ciegas. 

Si las liebres se dieran tantos rodeos para ponerse en marcha ya no quedaría ni una sola. Era curioso ver cómo un hombre que se dedica a sus negocios siguiendo la más ilegal de las vías se esforzase tanto en aparentar querer hacer las cosas correctamente. Quizás no lo estaba haciendo ante ellos, sino ante sí mismo, para, en definitiva, creerse más de lo que era: otra rata más.

Cambio el peso de pierna. Eso sí, una rata con bastante más queso que el resto de nosotros. Yemil ya había aceptado su rol. A pesar de su impaciencia, había escuchado todas las palabras del discurso. Sin problema, mi señor.

De eso puedes sentirte orgulloso.

Sinceramente molesto el tipo, esos aires, esa suficiencia, esas expresiones... no obstante he de admitir que mucho mejor esto que un aficionado del tres al cuarto. Al menos el tío hace que las cosas parezcan importantes, desde luego. - Claro nos queda caballero, el que quiera que salga ahora - miro al elfo - aún está a tiempo -miro al elfo y sonrío.

Bien, ahora cuéntenos acerca de esa recompensa. Arduos esfuerzos requieren altas contraprestaciones. No me interprete mal, aquí todos hablamos el mismo idioma - miro al elfo y sonrío.

Demasiado absorto en esas pesadas y escandalosas bolsas que llevaban los enanos, mi mente echa a volar - ¿que llevaran? ¿cuanto tendran?  ¿como podrian desaparecer de repente? - Demasiadas preguntas como para hacer caso a alguien mas. No fue hasta que menciono la palabra "innoble" cuando empece a escuchar la oratoria de nuestro nuevo amigo. Muy al fondo de mi corazon me sentia completamente escandalizado y ofendido porque se me catalogase de ladron y asesino. -Ya se sabe...mata a un perro y te llaman mataperros...- Y ya el colmo llega cuando duda de nuestras capacidades y valor para desempeñar tal tarea. Indignado me adelanto. -Voto a tal, que aqui los hidalgos presentes vamos sobrados de agallas para ya bien haya que clavarle dos palmos de acero a algun desgraciado en los higadillos, o bien adentrarse en cualquier lado y salir con lo que sea como alma que lleva el diablo, pardiez.- Hacia tiempo habia conocido a un par de individuos que hablaban con ese acento, y algo habia aprendido, eran gente ruda, pero tenian valor, y sabian manejarse con la espada. Prosigo hablando intentado mantener el tono -Pero por supuesto comprendera vuesa merced, que queremos saber de que menester se trata, que Dios dijo hermanos pero no primos, y no es plan de dejarse el pellejo por na' - Esperando la respuesta del  encampuchado el rubio modoso abre la boca para decir algo inteligente, no puedo evitar sonreir enseñando el colmillo -Poderoso caballero, es don dinero- sentencio.

El desconocido parece satisfecho con vuestras respuestas, aunque parece no prestarlas demasiada antención, como si se tratara de algún tipo de "rito de iniciación".

- Bien, entremos en materia entonces. En primer lugar, os pondré en situación. Por supuesto, no puedo revelar todos los detalles, pero eso ya lo suponíais. ¿Cómo empezar...?-hace una breve pausa- ¡ah, claro!. Ha llegado a mis oidos que uno de los comerciantes pertenecientes al Conjunto Gremial Redano* viene a la ciudad mañana a medianoche por la carretera de Tridemm de incógnito sin demasiada protección. El caso -sonríe- es que dicho mercader ha estado atacando a la sana competencia vendiendo sus algunos de sus productos a precios extremadamente bajos, ya que los consigue de forma poco noble, y mis señores, así como algunos de sus compatriotas del Conjunto no pueden rivalizar con esos precios sin grandes pérdidas. El caso podría llevarse al Tribunal Comercial, claro, pero la burocracia es lenta, la culpabilidad de este mercader no es fácil de demostrar y aun con pruebas sólidas estarían los sobornos.

Así pues, mis jefes han decidido que puestos a perder dinero, prefieren hacerlo de forma que les produzca beneficios a largo plazo, y aquí entráis vosotros. Tenéis que interceptar al comerciante y... asustarle, de la forma que prefiráis, pero ¡no lo matéis!. No se trata de eso. Creemos que un susto será suficiente para que... adapte su política comercial a la que marca la sana competencia. Bastará con amenazarle físicamente y "ablandarle" un poquito si se pone testarudo, aunque eso os lo dejo a sus mercedes. Con su guardia, que no debería superar los dos hombres, podéis hacer lo que os plazca.

Os recomendaría que le salieseis al paso en la ciudad, cerca de la puerta Sur**. Mis señores intentarán minimizar las posibilidades de que os topéis con una patrulla, aunque sed discretos en cualquier caso. Podríais intentarlo fuera de la ciudad, pero su recorrido es incierto, y posiblemente esté más alerta. En la ciudad relajará la guardia al creerse seguro y será objetivo fácil.

Bajo ningún concepto debéis relacionarnos a mi o a mis señores (cuyos nombres mantendré ocultos) con tal asalto, y en caso de implicarnos, negaremos cualquier implicación en dicho incidente. Os aseguro que no será difícil convencer a las autoridades de que lo hicistéis por iniciativa propia, así que no os compliquéis la vida -chasquea la lengua con desaprobación-. Debería parecer un asalto fortuito, una casualidad... y el comerciante Martius debería captarlo al vuelo. En cualquier caso, para asegurarnos de ello, le transmitiréis el siguiente mensaje: "El precio al que se vende es siempre el adecuado". Él lo entenderá.

Vuelve a miraros uno por uno para observar cualquier reacción - ¿Cuestiones?

Escucho atentamente cada palabra. Todo suena muy fácil y muy bonito, pero algo falla. No hay honor entre ladrones, y menos aún entre asesinos. Si este hijo de puta quisiera jugárnosla sólo tiene que avisar a la guardia para que nos detengan o directamente nos maten una vez entregado el mensaje. Habrá que asegurarse un poco de discreción por parte de la guardia...

-¿Puedo saber cómo se asegurarán de que la guardia no nos da problemas?.-Pregunto finalmente.-Me gustaría conocer la mayor cantidad de detalles posible para evitar sorpresas inesperadas que pusieran en peligro el éxito de la misión.

No tengo interés en escuchar más. Para qué preguntar el nombre del comerciante del comerciante, o cómo serán los dos acompañantes, o acerca de la guardia de la ciudad. Eso es quitar miga al asunto... si va a haber sorpresa, que sea de verdad. Más riesgo, más motivación, más.... más muerte.

Y bien caballero. El precio al que nos vendemos es siempre el adecuado, media bolsa ahora la otra media luego, esa misma noche a ser posible. ¿Dónde y cuánto?

Parece que vuestras dudas agradan al rufián.

- No temas amigo, lo de la guardia no será complicado. Mis señores tienen ciertas influencias en la ciudad. Intercambio de favores, si me entiendes. No será difícil sugerir a alguien de la guardia que haga algún tipo de cambio imprevisto por algún motivo. Desconozco exactamente quién estará implicado, pero sugerir al jefe de patrulla, o incluso de zona o distrito que esa noche se olvide de pasar por allí no supone inconvenientes para nadie. - vuelve a pegar otra larga bocanada a la pipa. A la mitad, tose de forma repentina, la mira con desagrado y, viendo que se ha acabado, la guarda dentro de la capa, sin entusiasmo, al parecer triste porque se le ha terminado. Al mismo tiempo, saca una bolsita de la capa y la arroja sobre la mesa. Suena un tintineo metálico-. Ahí hay 1000 coronas redanas*, un tercio del premio total. El resto se os dará cuando concluyáis vuestra parte, en esta misma taberna, la noche siguiente al asalto si todo va como se ha estipulado. Repartidla como gustéis. - finaliza, mientras sostiene la mirada a Sandorabar**

Definitivamente me gusta este personaje. Tiene temple, mira que podría rajarle aquí mismo y me dice que me da un tercio y no la mitad. Bravo!

Caballero no me malinterprete y no me tome come como un vulgar raterrillo. La mitad ahora y la mitad luego es un compromiso que sella nuestras bocas y templa nuestros brazos. Si nos ofrece un tercio he de pedirle su nombre y el del mercader objetivo. En caso contrario acepte la mitad - Le devuelvo educadamente la bolsa - No se enoje, estamos tratando entre profesionales.

Se encoge de hombros.

- No está en mi mano negociar tales cosas, aquí solo soy el correo, mal que me pese... lo que por otro lado no es mal negocio. No puedo darle la mitad por la sencilla razón de que no llevo tal cantidad de dinero encima. Podríamos discutir sobre que es lo más justo, y en su situación yo también exigiría la mitad, pero eso lo deciden mis señores, y sobre todo lo pagan ellos, y es cuanto me han proporcionado. Ante la posibilidad de que sugieras que lo pague de mi bolsa, es evidente que tengo algo, pero desde luego no 500 coronas.

En otro orden de cosas, mi nombre es cosa mía, y tampoco conozco el suyo, y si al mercader se refiere, le diré que su nombre completo* es Martius Heinagger, lo que no tiene mayor trascendencia, pero imagino que es un detalle que les interesa.

No toca la bolsa, ni hace ademán de cogerla.

Terminada la parte de los detalles, llega la parte donde alguno se pone tonto. Y ese alguno es el mismo de siempre.

Sobras empieza a impacientarse y yo también. No me importa cobrar más tarde el resto de la recompensa siempre y cuando cobremos, y si no cobramos siempre podemos buscarle después por nuestra cuenta. 

Me arrodillo en el suelo para sujetar un poco a Sobras. No me gusta que se ponga a correr por la sala cuando tenemos una reunión de negocios, aunque el olor de la taberna parece empezar a hacer mella en él, cosa que comprendo a la perfección.

Desde el suelo aprovecho para observar por un instante las suelas de las botas de nuestro anfitrión. Esto puede darnos una idea del tipo de persona que tenemos delante.

Estudio la posibilidad de rajarle a la salida de la taberna y quedarme con su bolsa... la desecho.

Estudio la posibilidad de rajar al elfo y al druida y desecharlos con su bolsa... la desecho a regañadientes.

Dejo de estudiar y me dirijo al misterioso hombre - Se hará caballero, pero recuerde que ante nosotros responde usted y sus jefes de forma subsidiaria - tanto estudio sirve de algo - No se si alguno de mis compañeros tiene algo que añadir - miro a Yemil y luego al mugroso, no me molesto en mirar al elfo.

El tiempo me ha demostrado que cuando se habla de negocios, lo mejor es no hablar demasiado, sobretodo si eres elfo. En este mundo donde los humanos y sus bastardos campan a sus anchas todos tienes recelos de las otras razas. -Complejo de inferioridad, ñeeee.- hago una mueca con la boca. Sigo escuchando mientras me hurgo entre los dientes con un palillo, los restos del pichon no estaban por la labor de salir. El pago es aceptable sin duda, 3000 monedas de oro por "dar un sustito" quizas sea un precio demasiado alto para algo tan simple y facil. No hay guardias, no hay escoltas, no hay que rajar demasiado. Me rasco la oreja, pero no digo nada. Afirmo con la cabeza en señal de aprobación al encapuchado. -Habra que andarse con ojo-