Partida Rol por web

Su ataque no sale como él piensa, y su filo se desvía hacia abajo, impacando sin pudor en le pecho del bastardo, sin dudar en hacerlo caer al suelo para dejarlo al menos aturdido por el fuerte dolor de pecho.

Alvar se acercó al hombre armado de su izquierda a toda velocidad pero, cuando a punto estaba de descargar el hacha con fuerza, un movimiento visto por el rabillo del ojo hizo que se desconcentrara, consiguiendo que el arma errara su destino.

Uno de ellos cae al suelo por la herida recibida de godesteo y grita como un cochino. El otro trata de atacar a Artal a la desesperada sin lograr hacerle nada.

El veterano soldado ve como su camarada Alvar no consigue neutralizar al bandido, y como este último, envalentonado, se gira hacia el aragonés para enfrentársele. No necesita más Artal para convencerse de que el salteador de caminos no va a rendirse, así que le lanza un tajo a la cabeza con su hacha.

Antes de que los bandidos reaccionasen Fadrique estaba sobre ellos. Con dos ligeros movimientos hizo sendos tajos en brazo y pierna del hombre que, sorprendido, se subía los pantalones. Antes de que que pudiera sacar la espada ya su sangre había caído en la hierba. Godesteo no tardó en unirse a la lucha gritando en una carga salvaje. De un solo tajo abrió las tripas del bandido que estaba a la izquierda, cerca de la mujer y este calló al suelo entre gritos de agonía semejantes a los que hace un cerdo en la matanza.
Mientras este se revolcaba en el suelo, sobre un charco de su propia sangre, a los pies de la mujer que aun lloraba, Alvar se lanzó a la carga imitando a su compañero pero la cojera le jugó una pala pasada pues no logró acercarse lo suficiente al otro malnacido y su hacha surcó el aire para nada.
El bandido por su parte retrocedió un paso y movió su acero alrededor de la cabeza, mas como si espantase moscas no alcanzó a nadie. Mala suerte para el hideputa pues Artal pasó a su compañero y le incrustó el hacha en el cráneo, abriéndolo como una fruta madura. 
El último bandido, el que apenas había podido subirse los pantalones lanzó una estocada a Fadrique. El sonido del metal se escuchó claro cuando la espada chocó contra el gambesón del guerrero. Al ver su clara desventaja el malnacido prefirió huir, tirando la espada al suelo y gritando.

Artal tiró del mango de su hacha para retirarla del cráneo: un surtidor de sangre surgió de la brecha y el bandido cayó al suelo sin vida. Vió como Godosteo había despachado al otro salteador y se volvió en dirección a Fadrique. Comprobó como el bandido, herido de cierta gravedad por los tajos de su colega, se aprestaba a huir.

Decidió no permitir al violador salirse con la suya y salió a su encuentro con las armas dispuestas.

Me repuse del golpe, pues poco me había afectado (pese a que me miré el costado por si había sido mayor la gravedad). Comprobando que lo único que me hizo fue un ligero rasguño, me acerco a los cadáveres y tomo alguna de sus armas*. Luego me acerqué a la señora que antes suplicaba.

No se preocupe -dije-, el Señor ha mandado a sus siervo. ¿Está usted bien? ¿Ha sido un asalto, verdad?

Gracias gracias señores-les dijo pasando sobre el bandido que aún gritaba recogiéndose las tripas con las manos-Muchas gracias por salvarnos. Nos-nos dirigíamos hacia el norte mi hija y yo cuando esos puercos nos atacaron. No tenemos muchas pertenencias sabe usted pero nos querían quitar lo único que tenemos-dijo señalando con ojos llorosos a su hija que se había cubierto con las ropas rasgadas. Os dais cuenta en ese momento que son mujeres de macebía, prostitutas.

Gracias mi señor, gracias-dijo la joven que se había tapado como podía tratando de no mirar los cuerpos del suelo. Hablaba con voz suave y casi costaba escucharla con los gritos de dolor de aquel tipejo. Tenía unas gotas de sangre en el rostro, posiblemente de la sangre de alguno de los bandidos.

Artal alcanza fácilmente al violador herido, y mientras le persigue le lanza un potente tajo con su hacha que encamina al cuello del pobre diablo.

Artal clava su hacha en el cráneo del aterrado bandido. Con un húmedo crujido el filo se desprendió de la cabeza y el cuerpo cayó al suelo. Cuando Artal regresó junto a los carros el bandido, que seguía gritando, ya apenas se movía aunque su cara estaba descompuesta por el dolor. 

- Señoras... -dice escuetamente Artal a modo de saludo-.

Después dirige su mirada al bandido agonizante y le espeta con desprecio:

- Deberías sufrir durante horas, pero tus quejidos me resultan molestos.

Y acto seguido le remata sin contemplaciones con un hachazo en la cabeza.

El aragonés vuelve a colgarse el escudo del tiracol, y tras limpiar su hacha con un trozo de tela de uno de los cadáveres, y viendo que sus compañeros ya están atendiendo a las mujeres, se encamina a traer las cosas que dejaron en el camino él y sus camaradas.

Mientras echa los dos viajes que necesita para traer los pertrechos de todos, va calmando la agitación que le ha provocado el combate. Hacía mucho tiempo que no tenía que quitar una vida. Y hoy había quitado tres de golpe. No sentía lástima por la escoria de la que acababan de dar cuenta, pero ya no era un jóven alocado sediento de aventura y había visto morir ya a demasiada gente.

Alvar se quedó allí plantado mirando a las mujeres, rascándose la cabeza atónito por su torpeza en el ataque. Empezaba a preocuparse seriamente, parecía que nada funcionaba como debería... sus huesos protestando continuamente, sus reflejos menguando por momentos... Alvar, te estás convirtiendo en un viejo inútil.

- Las horas se nos echan encima, deberíamos partir con presteza si queremos llegar a San Miguel esta noche. -Miró primero a sus compañeros para, acto seguido, cambiar la vista hacia las mujeres.- Señoras ¿hacia dónde se dirigen? ¿se ven en disposición de llegar solas?

Vio con sus propios ojos, como de nuevo un hombre caía bajo su filo.Ya era tanta la sangre derramada por él defendiendo a su Dios, sus creencias, raices, que no se inmutaba lo más mínimo.Sabía que por fuera, todos eran diferentes, cada uno con una feladad distinta, pero por dentro, eran todos iguales, visceras y organos nauseabundos.Miraba insatisfecho con arrogancia, como el bandido se retorcía en el suelo, intentando sujetarse en vano las tripas que le salían por la gran herida provocada en su abdomen.

-Tsk..- una mueca de repulsión se dibuja en su rostro."Se lo merecía por tal sacrilejio" pensó mientras con un movimiento secó terminaba de lanzar la sangre que resbalaba por su filo, al suelo.Pasa este por las zonas aún limpias de las vestimentas del bandido y lo vuelve a guardar en su funda.

-Si esto paréceos doloroso, no podrá soportar la irá de Dios por intentar profanar la intimidad de estas dos jovenes e inocentes mujeres.Arded en el infierno y que vuestros pecados se consuman con las llamas de este- fue cuando tras decir esto, el hacha de Artal se incrusta en el cráneo del bandido moribundo.Aparta su mirada de este cuando ve que la sangre ya cubría todo el rostro del cuatrero, haciéndolo irreconocible.Se fijaba ahora en las señoritas a las que habían salvado de una tortura insoportable.

-Espero que esteis bien.Llamomé Godesteo de Aragón, y fue un honor poder haberlas rescatado de esos rufianes- realiza una reverencia.Una de ellas en particular era bastante bella, la hija que hasta hace unos minutos había estado a punto de ser violada por esos salteadores.

-Mi lady, su rostro hallase manchado de la sangre de esos infieles, si me permitís- le preguntó sacando una pañuelo de su zurrón traido por Artal, haciéndole entender a la joven que le limparía esas gotas con gusto.

Muchas gracias amable caballero-dijo mirando con ojos dulces y una voz aun mas dulce mientras acercaba su rostro para que la limpiase. Desde luego pese a que todavía era joven conocía el trato con los hombres.

La mujer se levanto, todavía asustada, igual que la joven, de aquella matanza que apenas había durado unos instantes. Se iba a dirigir ha Fadrique, que estaba junto a ella cuando Godesteo se presentó y se dirigió a él como debía a su posición.

-Mi señor, muchísimas gracias por rescatarnos de estos mal nacidos, nunca podremos agradecéroslo lo suficiente-dijo con tratando de sonreir. Su hija lo había afrontado mejor que ella, se notaba que era el efecto de un caballero en las mas jóvenes que aun soñaban con príncipes- Decís que vais a San Miguel, ¿eso esta hacia el norte verdad? Si es así nos complacería acompañaros hasta el pueblo... os lo agradeceremos por mantenernos a salvo-dijo convencida mirando los pequeños sacos que había en su carro con sus pertenencias.

Buen golpe, Artal -dijo Fadrique. Veo que sigues en forma. De ser yo el que corriera tras él, el Diablo pondría muros de por medio o pesos en mis piernas por la edad.

Luego escuchó el ofrecimiento de las mujeres.

Como gusten, pero han de saber que no les vendría mal a vuesas mercedes leer un poco la palabra de Dios y rezar de vez en cuando, que no es menester meterme yo en las sus vidas, pero así no suceden tantos asaltos como estos.

Con suma delicadeza, pasa casi acariciando el pañuelo por el aterciopelado rostro de la joven, borrándole esas gotas de sangre y dejandole la mejilla perfectamente limpia al igual que la otra.Realiza el acto con una ligera sonrisa, que expresaba amabilidad y mucha caballerosidad.Aparta lentamente, mirando y cerciorándose de que su rostro quedaba limpio y perfecto, mostrando gran interés en ello, y cuando comienza a bajar y a partar la mano, daba a entender que ya estaba perfecto.

-Ahora podemos observar mejor su belleza- añadía cortésmente volviéndose a guardar el pañuelo.

-Parece que compartimos camino.Será un placer que nos compañeis hasta San Miguel si eso también haceos estar a salvo- su deber era impartir justicia y paz por todos los camines por los que vague, y se sentía comprometido a acompañar a esas mujeres hasta que llegasen a su objetivo, pues no podía imaginar que haría si les volviera a ocurrir algo así durante el trayecto.

Antes de partir, miré las espadas, cogiéndolas y sopesándolas una por una en la mano.

Bah... -dije-, no valen para nada ni son mejores que la que ya tengo. Si alguien quiere tomar esos virotes creo que los debería aprovechar.

Torció el gesto ante la propuesta de la mutua compañía, aquello los retrasaría bastante, cosa que a Alvar no le hacía demasiada gracia. Habían salvado a aquellas dos de la vejación que estuvieron a punto de sufrir y ellos tenían una misión importante entre manos que no podían retrasar, por su parte se daba por bien cumplido ante las damas.

- Pues partamos ya, es tarde. -Dijo con mala cara mientras se colgaba al hombro el saco que le había llevado Artal.