Partida Rol por web

Según bajaba las escaleras, Quint sacó de su bolsa la mitad de su contenido y la metió en la otra excepto por tres piezas de brillante metal que se quedó en la mano izquierda. Devolviendo con una sonrisa las palabras de Faliar:

-Como quieras, pero me gustaría que siguieras sin usar "eso". Lo hiciste muy bien la otra vez.

Con el rostro serio de nuevo, un Quint que ocultaba todo su cuerpo con una capa negra como la noche apareció por la puerta de la posada en la plaza del pueblo. Buscó con una rápida mirada a todos aquellos que conocía de los presentes y luego la fijó en Emil. Se acercó un par de pasos titubeantes hacia él y luego se paró, aún a una buena distancia, y sacó su brazo derecho de debajo de la capa para señalarle.

-¿Y bien? ¿Estás listo? ¿O prefieres decirme por qué soy un ignorante? Yo creo que el que no sabe nada eres tú... En casa del marqués olvidé comentar mi verdadero trabajo y solo hablé de mis hobbys. ¡Soy un cazador de brujos! ¡Y tú solo serás otro maldito engendro al que destroce hoy!

Faliar salió de la posada detrás de Quint. Llevaba su hacha en el cinto, y el escudo en la espalda, pero su mano derecha sobre el pomo de su arma indicaba que estaría dispuesto a usarla si hiciera falta. Miró a Emil desafiante, pero no dijo nada. Se limitó a observar la escena.

Pálido, nervioso; con los ojos levemente hinchados y ojerosos; el cabello revuelto con restos de hojas y ramitas carcomidas por el tiempo y en diversos estados de conservación y degradación. Mi traje se encuentra desgarbado, sucio de tierra, moho y plantas; rota en unas partes, desgarradas en otras.

-¿Que, que es lo que esta pasando? ¿ Que es eso en el cielo? ¿Como que Quint se vate con Emíl?. Di-díganme por favor que paso.

 Parece que el rubio trata de defender a uno de los brujos, un hombre que huyendo delante de un cuervo gigante fue mutilado... ahora Émil quería el cuerpo, ¿para sanarlo? ¿Para castigarlo?... no sabemos... pero el joven no quería permitirlo.

Las palabras que la gente dirigía a Dieter estaban llenas de titubeos y palabras confusas... pero lo que se pudo sacar en general era esa idea. Emil y Quint se batirían en la plaza, bajo la atenta mirada de todo el pueblo.

Un pájaro furtivo cruzó aleteando, cortando el oscuro cielo, la plaza de Córvinus. Bajo él se hallaba una estampa épica. Una muchedumbre se agolpaba, con caras de terror a la par que de curiosidad, mezcladas con tintes de esperanza y de repulsa. Las madres tapaban los ojos a los niños, mientras otras salían corriendo del lugar. Los más valientes trataban de alcanzar la primera fila para contemplar en primera persona lo que allí iba a suceder. Gritos llenaban la plaza. Mientras Émil esperaba, solo.

El gentío dejaba un espacio vacío en el centro de la plaza. Un gran círculo, en cuyo centro se encontraba el capitán de la guardia, mirando fíjamente a la puerta de la posada mientras estiraba el cuello. Moviendo la cabeza de un lado a otro, esperaba impaciente el enfrentamiento con el muchacho que le había retado. Hacía mucho tiempo que no sentía la sensación de estar ante una batalla verdadera. Una en la que su vida pudiera a correr peligro. Cierto es que el joven parecía poderoso... pero Émil tenía confianza... quizá demasiada.

Una ráfaga de viento cruzó el lugar, levantando las ropas y sombreros de los asistentes, a la vez que una nube de polvo que rodeó a Émil y se alejó por el aire, cuando la puerta de la posada se abrió. De ella salieron dos hombres envueltos en sendas capas, que bailaron al son de las ráfagas de aire como si de un saludo se tratara. El primero con un pelo rubio y unos ojos rojos como la sangre se acercó al soldado que permanecía expectante, y el otro se alejó un poco, centrando la atención en aquellos hombres.

El pelo enmarañado de ambos comenzó a ondear al compás de la brisa mientras Quint enarbolaba unas palabras de reto a su contrincante. La batalla no podía posponerse, y a no ser que cambiaran mucho las cosas, allí alguien perdería algo más que una batalla.

Con una carcajada Émil continuó la afrenta  verbal mientras saludaba ritualmente con su estoque.

-¿Qué eres un cazador de brujos? Entonces no me explico por qué proteges a ese hombre. Es lógico que ha hecho algo... Algo sobrenatural, ese animal no era natural y ha hablado de un pacto... pero si quieres protegerle con tu vida, adelante. Es solo un pequeño escollo.

Diciendo esto, tomó la posición de guardia, tensando los músculos, preparado para el combate.

Émil parecía cambiado, parece que algo hay nuevo en él. La sensación que trasmitía cuando sucedió el encuentro frente al almacén era muy distinta. Ahora se notaba que desprendía... poder. Incluso antes de emprender el primer movimiento, unas pequeñas lenguas púrpuras casi imperceptibles para cualquier persona rodeaban tanto su cuerpo como su arma. Estaba rebosante de poder, puede que hubiera sido una mala idea retarle a duelo. Pero era demasiado tarde.

Antes de que Quint pudiera pensar en siquiera usar su estratagema, un borrón apareció en el lugar donde antes estaba Émil. Lo último que fue capaz de ver fue como el capitán de la guardia cerraba por un momento los ojos. Sin que tuviera tiempo a preveer el siguiente movimiento, el lugar de la estocada...

Y allí apareció, como una sombra. Delante de sus ojos se encontraban los ojos de Émil, mientras el estoque se comenzaba a clavar lentamente en su estómago. Acostumbrado a las batallas, Quint pudo evitar que la herida fuera mortal, pero no que su piel fuera desgarrada y que un hilillo de sangre empezara a manchar la camisa que portaba bajo su armadura. Había entrado, había penetrado sus defensas antes siquiera de que Quint pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando.

Una sensación extraña empezó a notar el cazador de brujas... su cuerpo se negaba a aceptar el acero y unas pequeñas pústulas surgían en torno a la herida. No le resultaban molestas, al menos no más que la herida, pero habría que tratarlas.

Émil volvió a su posición de defensa, dispuesto a continuar con una estocada definitiva que acabara con la vida del joven.

 Me acerco a las madres del lugar y les murmuro.

-Señoras, los niños no deberían de ver esto, es una carga demasiada cruel... ademas... ademas no sabemos que pueda pasar... e visto a muchos hombres como el, tienen poder y abusan de el, alguien se le opone y si le vence... termina en una masacre...ellos-ellos estarán mas a salvo en sus casas. Yo iré por mi espada, si esto se sale de control intentare protegerles. Despues de todo, esta es mi nueva casa.

Corro hacia la posada por mis armas y de paso para sonsacar un poco a Aaron.

¿Que había sido eso? ¿Magia? ¿O simplemente Emil era demasiado bueno? Había oído hablar de luchadores que podían realizar proezas increíbles sin necesidad de magia; no estaba seguro de si debía intervenir o no. Todo había ocurrido muy rápidamente y no sabía bien que era lo que acababa de ver. Todavía faltaba Quint por actuar; a ver como se desarrollaba todo

 Xerine contuvo el aliento. Desde esa distancia, no podría asegurar que lo que había visto fuera del todo normal ¿Pero quién sabía? Quizás sus ojos la estuvieran engañando, y...

Por si acaso, se llevó una mano al vestido, justo donde reposaban sus dagas. No sabía si Emil era realmente una persona normal y no otro brujo (porque visto hasta el momento lo visto no le extrañaría que de repente todo el mundo pudiera usar magia, y ella hubiera estado ciega todos esos años), pero tampoco apartó sus dedos de dicho lugar. Por si acaso

 No es magia, o al menos no es nada de la magia que conoces o podrías llegar a conocer... pero hay otras formas de potenciar el cuerpo... una energía sobrenatural que llena todas las cosas y muy pocos saben despertarla...

 Una vez lanzado el primer embite, las estocadas se sucedían en un vaivén de puntas, filos y empuñaduras que trataban de herir al contrincante. Después del susto inicial Quint estaba demostrando ser un digno adversario. No era fácil atravesar sus defensas, pues había sacado en un rápido movimiento su par de dagas gemelas y estaba defendiéndose con gran efectividad. 

Normalmente era el capitán quien llevaba la iniciativa en los golpes y Quint se dedicaba a defenderse.. aún quedaban secuelas en su mente del susto recibido y en una de las tretas de Émil, la defensa no fue perfecta y el acero volvió a penetrar hasta su cuerpo.

Esta vez fue un corte superficial, pero lo suficiente para volver a provocar en su cuerpo de nuevo un brote de alergia. Seguía sin ser realmente molesta, pero si se acumulaban serían un verdadero problema.

 Al entrar a mi cuarto a toda carrera me acomodo la espada al cinto y cargo la ballesta. Con ellas en mano me dirijo al cuarto de Xerine y Liana, y después al de Aaron. La vida y la tranquilidad de mucha gente esta en juego, y si alguno de ellos tiene que ver con ese maldito hechicero, o a atraído su atención tendra que darme muy buenas explicaciones.

Había algo en Emil, pero definitivamente no era magia; era otro tipo de energía. Bien, Emil estaba utilizando recursos "exóticos" en la lucha, pero no se podía decir que estuviese jugando sucio. Solo esperaba que Quint pudiese estar a la altura. Hizo una mueca cuando Emil alcanzó a Quint por segunda vez, pero parecía que después del primer embite, el joven rubio se las apañaba para defenderse.

 D cruzó la plaza luchando casi contra la multitud, que retrocedía asustada ante el aluvión de golpes. Entró en la posada y subió a su habitación. Después de coger la espada llamó al cuarto de Xerine. Nadie.

Y luego al de Aaron.

Nadie.

Solo Liana escuchó una llamada en su habitación. Donde se había refugiado tras el suceso.

 En cada una de las habitaciones donde no me responden abro la puerta, ya sea empujandola  y girando el pomo, o con una patada.