Partida Rol por web

-Claro que lo entiendo, no voy a poder hacer nada pero aun así…No puedo quedarme de brazos cruzados mientras vosotros os metéis en la boca del lobo, no va conmigo. Además, quien sabe, quizás pueda hacer algo que no sea combatir, a lo mejor me necesitáis para tareas manuales porque vosotros estáis enzarzados con el marqués.

Aaron se fue incorporando conforme hablaba y ahora estaba cerca de la ventana, escudriñando el exterior. Frotándose la mejilla hizo un gesto a Quint agradeciéndole haberle despertado, aunque fuera a golpes.

-Intentaré no ser una carga, no hace falta que estéis pendientes de mi.

Aaron estaba siendo ridículo, por supuesto. Xerine no ganaba nada matándole, y él lo sabía. Si la estaba acusando, era solo por esa desconfianza, más que comprensible, que había recaído sobre su persona después de la escenita con Emil. No es que la molestara; de hecho, incluso la divertía. Pero ese último discursito hizo que algo dentro suya hiciera click. Xerine estalló. Había intentado evitarlo, pero estalló

¡Oh, por favor! ¡Madura un poco, chico! Eres un carga. No puedes ni mantenerte en pie, no dejas de quejarte, y apenas te quedan energías para enfrentarte al Marqués. ¿Dices que quieres acompañarnos para hacer "tareas manuales"? No, quieres acompañarnos para satisfacer tu propio instinto de autodestrucción. Y lo peor de todo es que cuando estés al borde de la muerte nos tocará salvarte de nuevo. Tendremos otra escenita como la de abajo, cuando Quint cayó inconsciente al suelo. Nos pondrás a todos en peligro

Miró al resto, con el rostro crispado por la frustración. Cada vez le costaba más colaborar con ese atajo de inútiles. Ella trabajaba sola, y ahora empezaba a recordar el por qué

Estamos perdiendo el tiempo. Dejad de decir idioteces: Es probable que haya una puerta abajo. Si no la encontramos, ya pensaremos como acceder al jardín desde esta cristalera. Aunque si queréis seguir discutiendo, por mi perfecto. Cuanto más tiempo tenga Guido para prepararnos el comité de bienvenida, mejor... ¿No?

Aaron miró a Xerine mientras ésta hablaba y, cuando terminó, le sonrió.

-Tienes razón, en todo además, pero mi decisión está tomada. Si queréis dejarme morir allá vosotros, dudo que nadie os reproche nada, ni siquiera yo lo haría, me lo estoy ganando a pulso. Si queréis atarme manos y pies y dejarme sólo en ésta mansión adelante, yo me resistiré, por supuesto, pero no creo que lo tengáis muy difícil. Ahora, no me pidáis que os deje solos, porque no lo voy a hacer. Tampoco me pidáis que me quede de brazos cruzados mientras alguno de vosotros está muriendo, tampoco lo voy a consentir.

Miró a los integrantes del grupo uno a uno, sintiendo que aquello estaba durando demasiado.

-¿Y bien? ¿Nos vamos o alguno va a hacer los honores?

Xerine entrecerró los ojos

Entonces tu ego es tan grande como tu insensatez. No te engañes: Lo haces por ti, no por los demás

Cansada, decidió dar la conversación por finalizada. Si Aaron quería añadir algo, que lo hiciera: No tenía ningún interés en quedarse con la última palabra

Aaron... sé razonable. No puedes hacer nada, como mucho, puedes investigar la mansión por si hay algo importante escondido en ella. Supón que el marqués no lleva el dichoso... flauros... y lo ha escondido por ahí. Eso sí, con cuidado de no encontrar trampas.Nosotros mientras tanto vamos a por el cabronazo del marqués. No nos... "entorpecerás" como dice Xerine, y podrás ser útil. ¿Te hace?

Catherine dejó de mirar a Aaron cuando terminó su discurso, y se giró hacia Faliar.

Tranquilo... ahora trataré de curarte.

Empezó a entonar la canción anterior, y ocurrieron los mismos efectos. Las heridas de Faliar sanaron por arte de magia. Se encontraba mejor, mucho mejor. La verdad es que no estaba del todo recuperado, pero solo quedaban arañazos. Un poco profundos... pero arañazos al fin y al cabo.

Luego se volvió a girar hacia Aaron.

Ya que no vas a luchar... te importaría dejarme más de esa... ¿energía? Esa es otra manera de ser útil.

Catherine sonrió mientras miraba al chico.

Aaron se encogió de hombros. Podía ser, si. Quizás estuviera haciendo todo aquello por si mismo, para compensar sus errores o para sentirse un poco más útil. Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea pero no se había dado cuenta de la magnitud de la misma hasta que salió de boca de otra persona.

Él creía estar haciendo lo mejor, ¿Pero lo mejor para quien?

Hizo un trato consigo mismo. Acompañaría al grupo y en el momento en el que fuese un estorbo se haría a un lado y no molestaría más.

¿De verdad me he quejado tanto? Pues yo no me había dado ni cuenta...

Catherine habló, y le ofrecía una alternativa que no le disgustaba del todo. No era lo mismo, por supuesto, pero aun así no se quedaría de brazos cruzados y el resto del grupo podría librarse de él.

-¿Notas que te falta mucha energía?-Sopesó sus posibilidades. Ya estaba hecho polvo y ella lo necesitaba más que él. Lentamente, sin esperar respuesta, se acercó hasta la chica, colocó la mano sobre su brazo y repitió el proceso. Sin embargo, ésta vez las consecuencias para el propio Aaron fuero más intensas.

Soltando todo el aire en una bocanada cayó redondo al suelo y se agarró el pecho con una mano mientras cerraba la otra con fuerza. Tardó varios segundos en recuperar el aliento, durante los cuales no se levantó del suelo y siguió jadeando.

-Bueno, su-pongo que puedo investigar la mansión. Aunque si no en-cuentro nada iré hacia esa torre.

Tosió un par de veces y volvió a incorporarse, maniobra que le obligó a apoyarse en Faliar.

-Tened cuidado.

Nahia miraba la escena, incrédula. El chaval no tendría más que cinco años más que ella y estaba medio muerto, y peleando por seguir con el grupo. ¿Eso era valor... o ingenuidad? Miró a Xerine, ella pensaba que era ego, ingenuidad y estupidez. Catherine pensaba que era valor. Faliar no se había pronunciado, y Quint estaba más preocupado por salvar su vida que por decidir qué hacer con él, cosa que le honraba también.

Pero Nahia no sabía que decir, demasiadas palabras, demasiadas posibilidades. Solo quería una cosa, vengar a su familia. Al final no fue ella quien habló...

-Bah... callaros. Tendré que ir yo sola al final. ¿Acaso no os dais cuenta que mientras hablamos el marqués afila sus dagas? Le estamos dando tiempo para pensar, y estamos perdiendo un tiempo precioso. Tiempo que Seline no tiene, tiempo que el marqués saborea.

Por favor... incluso si intenta seguirnos le vamos a dejar atrás. Y si quiere morir... que venga a morir.

Nahia se sorprendió de sus palabras, hablaba el odio al marqués, hablaba la necesidad que tenía de acabar con lo que atenazaba la isla. No hablaba la niña de quince años, hablaban los 10 años tras la desaparición de su padre, tiempo trascurrido con el marqués en la isla. Hablaba su madre muerta, hablaba el padre muerto. Hablaba toda la isla que necesitaba cuanto antes un remedio, y estaban manteniendo discusiones banales.

-Yo voy para abajo, y Catherine, por favor ven conmigo. Aunque creo que yo también puedo hacer ese... conjuro, cada vez que uso mi magia siento que me debilito... no mi cuerpo, sino mi alma. No es mucho, y no sé si es malo o normal, pero no quiero usar más de la necesaria.

Empezó a andar hacia la puerta, hasta que alcanzó a Xerine.

-¿Nos vamos?

-  Aaron, si quieres venir no te lo voy a impedir, pero sería mejor que nos hicieras caso. Quédate al margen, y si no volvemos de esa torre, no hagas estupideces. Regresa a la catedral y habla con Seline. Tal vez tú, después de todo, tengas otra oportunidad.

Sin más, Faliar se dirigió a la salida y bajó las escaleras, en busca de una entrada al jardín

Quint se levantó, y también fue hacia la puerta, dejado a Aaron solo.

-Vamos, también opino que Aaron tendría que quedarse atrás. Que haga lo que ha dicho Catherine, y dé vueltas por la mansión. Quizá encuentre hasta algún arma. 

Sin más, se dirigió hasta la puerta con todos.

Adiós, nos vemos luego. Si nuestros aceros quieren.

Aaron se despidió con la mano, aunque a nadie se le escapó el gesto preocupado que había adquirido. No añadió nada más, sólo se quedó quieto, esperando a que todos saliesen de la habitación para que él pudiera recorrer la mansión tranquilamente.

El grupo, ya sin Aaron bajó las escaleras, y entró en la habitación que había inmediatamente debajo de la que habían combatido. El lugar estaba lleno de estatuas lujosas, espejos, y una inménsa lámpara de araña colgaba del techo. El suelo estaba pulido y brillaba ante la luz de catherine en un color blanco puro. El lugar tenía cierto encanto, si no fuera por la sensación extraña que cubría todo. 

Un frío que llegaba a los huesos llenaba la habitación, convirtiendo el lugar en el que estaban en el más tétrico de la mansión, sin contar la inexplorada torre. Las estatuas parecían quedarse mirando a los presentes, y el sonido del metal friccionando aparecía cuando se movían. 

Los espejos parecía que estaban vivos, cuando sombras pasaban por ellos, nunca se quedaban, pero daba una sensación de inseguridad manifiesta.

Aaron se quedó solo en la habitación, y a oscuras en cuanto salió Catherine. Si al menos hubiera conservado a los cuervos, podría ver en la oscuridad... pero ni siquiera. Los había desconvocado para no sentirse incómodo al lado de Faliar.

Silencio. Mucho silencio.

Soledad.

Aaron suspiró. No le gustaba aquello pero, por mucho que le pesase, yendo con el grupo sólo iba a causar problemas. Tanteando las paredes salió de la habitación y miró hacia los lados, sin saber hacia donde ir.

No podía quitarse la idea de que si en aquella mansión había algo lo despedazaría y el no podría hacer mucho más. Se había quedado completamente indefenso, y ya no tenía ni los cuervos para que le ayudasen.

Escogiendo el camino de la derecha por puro azar siguió hacia delante tanteando las paredes hasta que encontró una puerta y la abrió. Aaron intentaba dibujar un mapa mental de por donde había ido y por donde no, aunque con el dolor de cabeza que sentía (A parte del continuo malestar general y dolores varios) le iba a resultar difícil.

El frío de la habitación oprimía tus sentidos, tus músculos. Era como si alguien te apresara con una cuerda sobrenatural. Todo aquello era muy raro, demasiado.

Y lo peor era que no remitía esa sensación, seguía dentro, calando en los huesos.

El frío de la habitación oprimía tus sentidos, tus músculos. Era como si alguien te apresara con una cuerda sobrenatural. Todo aquello era muy raro, demasiado.

Pero... pasados unos segundos, el malestar desaparecía. Seguía siendo una sensación incómoda, pero no era tan asfixiante.

Faliar se estremeció unos segundos, presa de un súbito escalofrío

- ¿Habéis notado eso? Este sitio... tiene algo raro

Aaron abrió una puerta, y entró en el interior de la habitación en la que se encontraba. Pero la visibilidad seguía siendo nula. Empezó a andar, hasta que tropezó con un mueble de madera, y cayó...

Encima de una cama. Había entrado en una habitación. Tanteó con cuidado a su alrededor, hasta encontrar un candelabro pequeño encima de una mesilla de noche. 

Tanteó un momento más y encontró un encendedor. Un pequeño mecanismo que hacía chocar dos piedras al hacer presión.

Catherine se acercó al lugar opuesto de la habitación. Al parecer había una puerta... cerrada. Estaba claro que esa puerta tendría que dar al jardín. A no ser que la geometría de la casa no fuera euclídea, no podía ser de otra manera.

Pero la puerta estaba cerrada, a cal y canto. Con un enorme candado en ella.

Se dio la vuelta.

¿Alguien puede abrirla? o... ¿derribarla?

Aaron sostuvo ambos objetos con las manos, dudando. Si no lo encendía se arriesgaba a ir a tientas por la mansión, con todas sus consecuencias, pero si prendía el candelabro las pocas posibilidades de pasar inadvertido se esfumarían.

Encogiéndose de hombros con resignación cerró la puerta de la habitación con la intención de hacer menos ruido y chocó las dos piedras hasta que de ellas salió una chispa. Repitió el proceso para encender el candelabro y una vez lo hubo conseguido sonrió con suficiencia y se guardó el encendedor. Al menos una cosa salía bien, ya no tendría que ir andando con las manos por delante.

Se llevó una mano a la boca para disimular una tos seca y salió de la habitación, dispuesto a seguir su camino, sin embargo, en un segundo se le heló la sangre en las venas.

Émil.

Corrió hacia la sala en la que se había despedido del grupo y entró como una exhalación. El ex capitán de la guardia le había atacado y le había dado por muerto, ¿Por que no podrían haber hecho ellos lo mismo? Nadie, al menos que Aaron supiera, se había asegurado de rematarle, o al menos de comprobar que no seguía vivo. Si se levantaba les causaría problemas, aún sabiendo como se queda uno después de volver de la muerte.

El chico se fijó en su cadáver y se acercó lenta, muy lentamente, casi temeroso de que pudiera levantarse y clavar su estoque en las costillas de Aaron. Una vez llegó se quedó quieto, intentando ver muestras de vida en él.