Partida Rol por web

-MAL

Una voz de ultratumba surgió de la sombra que era la cabeza del ser al tiempo que apartaba el estoque con su enorme espadón. La pequeña espada de Pierre, aunque aferrada a su brazo como si no fuera a soltarlo aunque se lo amputaron, fue desviada de su trayectoria hasta que, de forma inofensiva, pasó al lado del engendro.

Pero en ese momento estaba cargando el golpe. Después de esquivar el brazo de Davinel se cargó de fuerza y la descarga iba a ser en el cuerpo de Pierre. La espada cortaba el aire, y la luz fantasmagórica que envolvía la escena creaba sombras grotescas en la pared, sombras que auguraban un futuro siniestro para Conrad.

Mas el cartógrafo no había sido enseñado para morir así, y recuperando su compostura devolvió el estoque a una posición de defensa, y golpeando con el propio palo que lo envolvía consiguió desviarlo lo suficiente como para que la trayectoria descendiera más de tres palmos. Lo suficiente para saltarla grácilmente y observarla pasar de largo. Su cuerpo había pasado sin un rasguño y Davinel volvía a cargar el arma. Ahora, el que fuera más rápido sería el que contestaría primero.

Pierre despejó su mente. Puede que estuviese cerca del reino de los sueños, pero aquello no era un juego. Repeler el ataque de su adversario le devolvió la concentración y le hizo alcanzar un estado más sereno y controlado, percibiendo mejor y más rápido su entorno.

Quint sujetó con fuerza sus armas al dar la voltereta. No era el mejor momento para que una de ellas escapara de sus manos y le obligara a perder preciados segundos buscando la otra que le quedaba. Y es que su siguiente movimiento no permitía perder ni un instante.

Aprovechando todo el entrenamiento físico al que se había sometido esos años, el cazabrujas detuvo la voltereta en pleno aire dando una patada contra una de las vigas del techo y cayó en picado sobre la criatura que le había atacado.

-Sería más rápido si no opusieras resistencia... ¡Así solo sufrirás una muerte lenta y dolorosa!

Sin embargo, sus ataques fueron menos precisos de lo que el chico habría deseado. Era un hecho que golpear con los pies en el suelo era una mejor idea que hacerlo en un salto.

Certero, preciso, Quint estaba dando todo lo que podía por defender sus palabras y su entrenamiento, pero la Rosa era un rival demasiado duro. Cada embestida, cada caída de sus cuchillos era detenido por una pared de sangre que absorbía su ataque sin causar ningún daño. Al menos, parecía que la niña estaba cayendo en el sitio, sin poder hacer nada más que luchar por respirar.

Pero la Rosa no iba sólo a dedicarse a defenderse. Una vez que detuvo la primera embestida de Quint que realmente tenía alguna posibilidad de dañarla, dos apéndices de sangre surgieron del "escudo" y rodearon el brazo del inquisidor, haciéndole caer, desequilibrado. Estaban rodeados por un aura roja que impedía que el inmaterial cuerpo de Quint intentara escapar. Aprovechando este momento de debilidad, volvió a armar su hoja emplumada, una hoja mucho más grande que cualquier arma real, que también poseía un halo de efectividad sobrenatural, y la hizo descender sobre el desgraciado. El aire silbaba a su paso, como si entonara un requiem por el rubio.

Mas ese funeral tardaría aún un tiempo en llegar. Impulsando su cuerpo hacia delante y dando una voltereta logró escaparse de la presa que había ejercido sobre él en el momento exacto en el que el arma se acercaba a su cuerpo. Sin embargo no salió indemne, una pequeña herida surgió en su espalda de un corte superficial, pero su ropa cayó hacia delante, dejando su torso desnudo, cortada totalmente por la hoja del elemental.

Se había librado por los pelos, y no parecía importar que su cuerpo estuviera más allá de este mundo. El ente sonrió, y volvió a recrear su arma que se convirtió en un líquido informe antes de mutar en una enorme aguja, de un par de metros de largo. Su cuerpo se comenzó a elevar, volando sobre el terreno.

-Basta de juegos, pequeño.

Quint dedicó un instante a mirar su herida mientras se arrancaba los despojos de ropa que le habían quedado, y lanzó una mirada de desprecio al ser.

-Como quieras.

El cazabrujas volvió a tomar la inciativa, pero optó por una nueva estrategia de ataque. Se acabó el dar golpes rápidos al bulto, en lugar de eso ahora serían golpes mejor estudiados y letales.

Y en verdad el cazabrujas se puso serio. Sus ataques eran más pausados, mucho mejor dirigidos, y al parecer, más mortales. La Rosa trató de detenerlos y parecía tener éxito, hasta que la niña soltó un grito de dolor. En ese momento, no pudo evitar mirar hacia atrás para ver qué es lo que le estaba pasando y el cuchillo de Quint le atravesó uno de los brazos. La herida no era profunda, y decir que sangraba por ella sería un chiste, pero sí que era obvio que le había dolido, pues retrocedió un par de pasos y se echó la otra mano al brazo, justo a tiempo para generar otro escudo de sangre para detener el segundo ataque.

Esta vez Quint había impactado, y la Rosa había retrocedido. ¿Acaso no era un rival digno de él?

Sonidos de combate provenían del final del pasillo, como si allí se estuviera decidiendo la vida de un par de personas por medio de la hoja y la sangre. El chillido de una niña y el goteo incesante del líquido vital eran marcas claras de que algo se cocía allí. 

Además, un frío sobrenatural llegaba desde allí...

Ese frío... Era inequívoco. Quint estaba usando sus poderes de anulación mágica. Faliar corrió en dirección al final del pasillo, aunque con sus poderes mermados y sin sus armas no podría hacer mucho en aquel combate.

- ¡Quint, si quieres ayuda, elimina esa aura ya!

Viendo que su nueva táctica estaba dando resultados, el rubio continuó acosando a la criatura. Si no le dejaba pasar a la ofensiva era solo cuestión de tiempo que la batalla se decantara a su favor.

De nuevo, el primer impacto dio resultado, la sangre volvió a salpicar y el cuerpo del elemental de sangre dejó caer unas gotas más de su esencia, que no era de nuevo reabsorbida. Quint estaba ganando la partida a base de velocidad y precisión, y dios sabe si una buena dosis de suerte.

Y otra vez, el segundo ataque fue rechazado, con una buena defensa. Al menos, sonidos de pasos se escuchaban abajo, llegaban los refuerzos...

Sus músculos empezaban a resentirse por el esfuerzo. Lo sabía, aunque no por ello les iba a prestar la más mínima atención.

Malditas debilidades mortales...

-¿Vas a decirme qué eres y por qué estás aquí? ¿O tendré que bajar al infierno a buscarte para sacártelo después de matarte?

Los ruidos provenientes del piso inferior le hicieron dudar un instante, y su velocidad de reacción se vio reducida. Por suerte, su oponente ya estaba abrumada y se movía mucho más lenta que él. Quint volvió a embestir al engendro sin ninguna piedad, pero entonces un pensamiento le cruzó la mente y perdió la concentración, dando la oportunidad perfecta al elemental.

Esos pasos... ¿Serán amigos o enemigos? ¿Habrá más monstruos a mi espalda?

Despistarse fue fatal. Un sólo instante que no estuvo mirando las acciones de su contrincante, un sólo momento en el que no estaba midiendo todos los movimientos de aquella aguja mortal hecha de líquido vital fue fatal. La daga de Quint no sólo no acertó a su objetivo, sino que se quedó muy lejos de la Rosa, obteniendo esta una ocasión perfecta para contraatacar. 

Cargó con toda su fuerza el ataque alargando su apéndice como si de un látigo se tratara, extendiendo el brazo de sangre hasta un metro por detrás de ella y liberando toda la fuerza en un restallido bestial. Los ojos de Quint sólo pudieron observar cómo aquella lanza asesina se acercaba a su pecho, violando su espacio de seguridad y entrando en una zona sin defensa.

Lo siguiente que sintió fue aquella sangre afilada cruzando su etéreo cuerpo. La sensación era realmente extraña, como si cada gota de aquella sustancia tratara de invadirle de tomar el control de él. Sus venas quemaban y todo su interior estaba en una lucha interna tratando de eliminar al invasor. El ardor se hacía más fuerte, y a ello había que añadir el tremendo impacto que Quint había recibido, que hacía que su costado dejara caer al suelo su propia esencia.

Sin embargo, el alma del cazabrujas no era exactamente la más débil del mundo, y la sangre de la Rosa tuvo que retirarse de su cuerpo con la batalla perdida. El ataque había sido brutal, y la herida tenía una pinta muy fea. Pero Quint ya no pertenecía a ese mundo. Las tinieblas lo rodeaban y la Rosa tuvo que retroceder un par de pasos para estabilizarse después de tal ataque.

El daño ya estaba hecho, y ambos habían demostrado ser un rival digno... y los pasos se hacían cada vez más claros. ¿Quien de los dos recibiría ayuda?

Al final del pasillo sólo había una pequeña escalera de metal que subía hasta el trastero. Sólo podrían subir la escalera de uno en uno si querían pasar por el orificio que ya estaba hecho. Arriba, destellos rojizos, violáceos y negros, unidos a los gritos de Quint y a una voz sensual femenina denotaban la presencia de una batalla encarnizada.

La niña había dejado de emitir ningún sonido.

Seguro de tener la ventaja de la rapidez el cartógrafo procedió a lanzar un tajo por su izquierda, hacia el costado derecho del ser. Pero, de hecho, tal vez se confió demasiado, desbordado por el entusiasmo...

Conrad tropezó con la funda de su estoque y su arma se desequilibró. El destino se estaba riendo de los aventureros. Casi al mismo tiempo dos almas separadas en el espacio habían tratado de realizar el mismo movimiento y las dos almas habían fallado en lo mismo. 

Aquel ataque fue tan desviado que su contrincante no tuvo que hacer ningún esfuerzo en esquivarlo, de hecho la posición ventajosa que obtuvo al fallar Conrad fue un regalo que pocos desaprovecharían. Y ese ente no era de los que lo harían. Elevó su enorme espada y por un momento brilló con relámpagos procedentes de su mismo interior. Relámpagos morados, relámpagos verdes y relámpagos negros, relámpagos que dotaban a aquella arma del poder de atravesar lo que ni siquiera existía.

Y aquella hoja de trueno descendió sobre Conrad que sólo pudo tratar de apartarse de la trayectoria con poco éxito. Su pecho fue cortado y un manantial de sangre comenzó a brotar de él. A pesar de la violencia del ataque, el cartógrafo no estaba muerto, y la resistencia de su cuerpo evitó que cualquier señal de dolor enturbiara su mente.

A pesar de que su piel no había servido como barrera y ahora vomitaba su líquido vital, el cronista pudo levantarse y mirar de nuevo a los ojos a aquella pesadilla. La cual emitió de nuevo un sonido grave y firme.

-De nuevo, lo haces mal.

Pierre escupió rojo a un lado, pegándose la mano con la que sostenía el batón al sangrante pecho en el que se abría un surco por el que se drenaba su vida. La cosa no  pintaba nada bien. Aquel ser era quien le había enseñado esos trucos, ¿cómo iba a poder usarlos contra él? Y mucho menos dada su actual situación. Ahora mismo,  Conrad se percataba de que llevaba todas las de perder.

Quint miró su herida y a la mujer de sangre, alternando rápidamente la mirada.

-Eso... Me ha molestado. ¡¿Tanto te costaba morirte sin más, zorra del demonio?! ¡Te voy a arrancar la puta cabeza!

El rubio había perdido la paciencia. Si no acababa con ella rápido, ella lo haría con él. Y si lograba aguantar, quien quiera que estuviera viniendo se uniría al combate: si eran aliados, eso le permitiría descansar un poco y curar sus heridas; si eran más monstruos, más le valía acabar con la Rosa antes de que llegaran.

Reuniendo de golpe toda la energía que quedaba en su extenuado cuerpo, el cazabrujas se lanzó poseído por una furia asesina contra su enemigo. Quería sangre. Y había mucha delante de él...

Davinel esperó. Se quedó callado y volvió a adoptar la postura de defensa que con anterioridad su cuerpo tomaba. La espada en horizontal sostenida por encima de su cabeza y su cuerpo en tensión, evaluando los movimientos de Conrad. Si hubiera podido ver sus ojos, estarían clavados en los del noble, esperando la reacción acertada.

Aaron gruñó algo y se dispuso a subir las escaleras.