Partida Rol por web

Alice asintió

Claro

El ser miró los estiletes voladores de Alice y suspiró profundamente. Intentó apartar el bebé de su trayectoria, no quería que ninguna de esas armas impactaran contra el recién nacido. El silbido de las dagas se acercaba a su cuerpo y seguía mirando a Alice con indiferencia, con una ceja levantada y cara de hastío.

Y los cuchillos llegaron a su lado.

En ese momento, en su mano derecha surgió una espada hecha de sombras, que trató de desviar las amenazas. A pesar de que la primera, lanzada con una precisión sobrehumana, consiguió clavarse contra su cuerpo, generando una expresión de sorpresa en la cara de Shi, siguió enarbolando su arma.

La segunda daga ni siquiera se acercó a su cuerpo, y se clavó en la cama, al lado de Cath, sin hacer ningún daño a nadie.

No así la siguiente que volaba directa a su cara, y un rápido giro del acero la envió inofensiva hacia el suelo. Clavándose en la madera dejando un silbido vibratorio tras ella.

La cuarta tuvo más suerte, pero tan solo rasgó el cuerpo del ser, creando una pequeña nube en el lugar del impacto, pero nada que fuera realmente doloroso.

-No me esperaba este recibimiento, Mortal. 

La cara de aquel ente había cambiado tras recibir el primer golpe. No esperaba que fueran capaces siquiera de acertarle en el caso de que se pusieran violentos, pues esa opción si que era barajada en sus cartas. Acarició la herida con suavidad y dejó caer una gota de su sangre en el suelo.

-Es extraña esta sensación...

Faliar se quedó petrificado al contemplar la escena. ¿Que demonios estaba ocurriendo? ¿Era un truco, otra pesadilla? ¿O era real? No, no podía ser... Catherine solo estaba embarazada de unos pocos meses; aún no podía dar a luz... ¿Pero y si era real? ¿Y si por lo que fuera, en la Vigilia había transcurrido más tiempo, o aquel ser había realizado algún tipo de magia que acelerase el parto?

Entonces le estaba robado a SU hijo

Antes de que puidese reaccionar, Alice se adelantó arrojando una serie de estiletes a aquel ser, y él estaba tentado de unirse a ella y calcinarlo allí mismo. Pero no podía hacer nada mientras sostuviese al bebé. Podía herirle, y resultaría fatal. Hizo un gesto para que los demás no se adelantaran; no podía confiar en que todos tuvieran la misma precisión que Alice

- Quietos...

Desenfundó el hacha y asió el escudo, apuntando a la criatura con la hoja de su arma

- Suelta a mi hijo ahora mismo

Quint perdió el tacto con el suelo cuando comenzó el viaje a la Vigilia, resignado hasta el punto de negarse incluso a gruñir. Estaba hastiado de todo loq ue pasaba a su alrededor. Dejó que la corriente mágica le arrastrara junto a sus compañeros al mundo onírico con la esperanza de encontrar a Cath y salir de allí tan pronto como pudieran echarle el guante. Pero para variar la cosa no salió según lo previsto.

Tras el psicodélico viaje el cazabrujas quedó a un par de metros de los demás. Era evidente, pues no le había dado tiempo  a entrar en el círculo antes de que el portal se saliera del control de Faliar, pero quedó en segunda línea respecto a Cath y su extraño acompañante. Para cuando el rubio quiso darse cuenta de que algo pasaba y consiguió llegar hasta sus compañeros, Xerine ya había hecho su movimiento. Otra que no daba una a derechas. Tanto ella como el destino podían irse a joderse mutuamente y dejar en paz al atormetado Quint.

¡Oh, Dios Santo! -Dijeron al unísono las voces dentro de su cabeza, cada una por sus propias razones, y al tiempo las mismas.

La cara de Quint se quedó pálida, mucho más de lo habitual, al ver la escena que estaba ante ellos. Sacudió la cabeza y abrió los ojos como platos, forzando todos y cada uno de sus sentidos, tanto los naturales como los sobrenaturales, a ponerse en alerta máxima. Cruzó por detrás de Faliar para alejarse de la asesina y ponerse al otro lado de su amigo, y aprovechó el punto ciego que otrogaba la silueta del brujo para sacar las dagas sin que la criatura se percatara.

-Cuidado Faliar... Esto no pinta bien...

Alice ya tenía las dagas en las manos, pero no dijo nada. Si Faliar quería hablar con aquella criatura, que hablara. Ella sola no podía enfrentarse a ella, y sus pequeños aguijones no habían sido otra cosa que una burda manera de tantear la capacidad combativa del que posiblemente sería su enemigo. El resultado, como había previsto, había sido de lo más preocupante

Shi fijó su mirada en Faliar mientras la espada ondeaba por encima del niño. Su gesto seguía vacío, aunque parecía atisbarse algo de curiosidad en los gestos del ser, como si estuviera evaluando a sus "invitados".

-En un momento, tengo un encargo que he de cumplir. Una vez hecho, es todo tuyo.

Dejó el bebé con mucho cuidado al lado de Cath, a quien la consciencia abandonaba por momentos.

-Como dije antes... si me perdonáis un momento...

Sí, tenía que serlo. Los elementos que revelaban su verdadera característica eran inconfudibles. Aquel ser era un Shinigami, un Dios de la Muerte, segador de Almas. Pero... el lugar normal para aquellos seres no era otro que Varja, y aunque no estaba lejos, Moth no era su lugar de operaciones.

Por otro lado, había dicho que tenía un encargo, y los Shinigami tenían un fuerte sentido del honor. Fuera por una magia antigua o por la mera obligación moral cuando uno de estos seres se comprometía a cumplir un encargo, no cesaba hasta conseguirlo. 

Pasara lo que pasara.

La voz sonó mucho más alta y clara, como si la distancia que les separara fuera cada vez más escasa. El tinte de histeria era claro en la voz... aunque de alguna manera extraña... sonaba divertido.

-¿Qué?¿Qué mierda haces aquí?¿Y porqué has traído a este hombre?

Silencio

-¿Parece que ha llegado la hora de cumplir nuestras promesas?

El cazabrujas volvió a repasar los detalles en su cabeza antes de acabar la frase. Las hojas amarillentas de los antiguos tomos pasaron a toda velocidad por su mente mientras trataba de buscar otra posible coincidencia, pero fue en vano. Todo indicaba que el ser que se hallaba ante ellos...

-... Es un Shinigami.

Quint no perdió un instante. Seguía herido y cansando. Esa cosa parecía ser más resistente al dolor que él mismo, y era los suficientemente rápido como para esquivar los ataques de Xerine mientras sujetaba un bebé. Y estaban en su territorio, la Vigilia. Pero había una remota posibilidad de distraerlo. Tal vez un Dios de la Muerte escuchara a uno de los suyos, a un muerto. Decidido, el rubio se acercó un par de pasos.

-Antes déjanos llevarnos al niño y su madre. Una vez los tengamos podrás hacer lo que sea que te ha hecho venir desde Varja. No hemos venido a combatir.

Una voz asaltó la mente de Quint en el instante que terminó la última frase. Una voz que llevaba callada desde que dejaron el pueblo y cuyo silencio el cazabrujas había agradecido hasta la saciedad. Pero lo bueno nunca duraba para él.

-¿En serio? ¿Un Inquisidor que pretende dejar escapar a un Dios de la Muerte y rescatar a una hechicera Sylvain de sus garras? ¿Estás seguro que lo que la asesina te destruyó era el corazón y no tu cabeza?

Esta vez no había risitas entre los comentarios, aunque el sarcasmo seguía presente.

-No me haces caso a mí porque dices que va en contra de tus ideales. Y no haces caso a los que deberían ser tus ideales para proteger a tus amigos brujos. Pero tampoco eres capaz de proteger a tus amigos.

Una figura comenzó a tomar forma al lado del cazabrujas. Parecida a él, y a al mismo tiempo completamente distinto.

-Me das pena. Intentas hacerte fuerte para alcanzar tu meta, pero distraes tu atención y divides tus esfuerzos constantemente. Intentas hacer lo correcto y dejas un rastro de sangre inocente a tu paso. Intentas proteger a tus amigos y los empujas a la muerte. Intentas rescatar a tu maestro y en lugar de ir directamente a por él te vas de viaje a la Vigilia. Intentas concentrar tus esfuerzos y acabas jurando venganza contra alguien que nisiquiera conoces. Intentas reunir a tus compañeros d enuevo y acabas bajándote del carro y yéndote por tu cuenta.

-¿Sabes qué es lo que creo? Que en realidad no quieres hacer nada de eso. No eres como crees que eres. No eres quien crees que eres. No sabes quién eres.

-Y por eso eres débil y estás solo.

Quint intentó no contestar a las puyas ni prestarles atención. No quería perder de vista al Shinigami ni que sus amigos creyeran que volvía a sufrir un ataque de locura.

+No estoy solo. -Susurró para sí en la vieja lengua.

Tywyll finalmente se rió. Había conseguido sacar de sus casillas a su alter ego.

-Tienes razón. Me tienes a mí. Siempre me tendrás. Aunque lo niegues, tú eres yo. Aceptalo.

+Cállate.

-No, cállate tú. ¿No ves que el Shinigami te va a tomar por loco? Concéntrate en el odio que sientes ahora mismo. Úsalo para ahogar todos los demás pensamientos. Mata tus sentimientos como te enseñaron. No me avegüences de nuevo.

Faliar sabía muy bien cual era el "encargo" al que se refería aquella criatura; no hacia falta tener los conocimientos de Quint para ello. Sintió un deseo irrefrenable de desatar el hechizo más potente que pudiera concebir, pero usar magia en bruto en aquel lugar era demasiado peligroso; Catherine y el niño estaban demasiado cerca. En lugar de ello, concentró energía mágica en el filo de su hacha, y se lanzó contra aquella criatura. No iba a permitirlo, y no le importaban las consecuencias.

- ¡Apártate de ella!

El cartógrafo no dijo nada cuando llegaron. Sólo contempló el despliegue de colores de su viaje y la escena que siguió después, en silencio, con una expresión entre el interés y el asombro. El personaje que había aparecido con el hijo de Catherine... era siniestro. Alice le atacó con sus afilados estiletes sin que nadie lo esperase, pero el combate no se desató de inmediato. Según los ánimos se iban caldeando (y la situación no era para menos), Conrad no obstante desvió ligeramente su atención, hacia el exterior. Parecía que una batalla se desarrollaba allí fuera...

No somos más que peones, y ya estamos en el tablero. Quién sabe, cariño. Quién sabe

No le dedicó ni un pensamiento más. Debía poner toda su atención en el combate, pues de su victoria dependía el que salieran todos vivos de allí. El Shinigami tenía pinta de ser especialmente poderoso, y si no se aseguraban de atacar todos a la vez les iría derrotando uno a uno sin remedio. Tampoco podía permitirse el lujo de dejar que Faliar se suicidara, pues Nahia iría detrás y era probable que también Quint. Y sus enemigos eran demasiado poderosos como para prescindir de esos apoyos

Sorprendentemente, Alice fue la primera en reaccionar y acompañar a Faliar en su iracundo ataque contra el demonio. Flanqueándole, intentó abarcar uno de sus laterales para poder cogerle por sorpresa, lanzando al aire tajos rápidos y fluidos. Parecía que estuviera bailando alguna clase de hermosa danza

El semidiós de la muerte giró su cara hacia Faliar mientras intentaba cargar contra él, y materializó de nuevo aquella arma de sombras en sus manos. En un abrir y cerrar de ojos, el Shinigami estaba preparado para luchar, respirando con tranquilidad y confiado en sus habilidades. 

Pero hubo quién fue incluso más rápido que un Dios.

Aaron comenzó a gritar ensalmos arcanos y a gesticular frenéticamente con las manos.

Al instante, un anciano con capa y cayado apareció junto al grupo, y sin una palabra lanzó un águila de fuego que voló hasta el shinigami.