Partida Rol por web

Os habéis levantado más bien tarde de dormir. Al parecer estabais más cansados de lo que sospechabais. No veis a ningún soldado en el domitorio comunal, Ois ruidos en el patio, al parecer andan entrenadose.

Efectivamente veis en el patio a un grupo de soldados entrenando entre si y a otro de campesinos haciendo lo propio entre ellos. Sir Gravent y sir Portius supervisan todos esos movimientos.

Os parece juicioso bajar, y lo haceis vestidos con vuestras armaduras, con la intención o bien de uniros a los entrenamientos, o al menos de presentaros a vuestros anfitriones.

- Señores, vamos a dar los buenos días a nuestros nuevos camaradas... - miró a Sir Loren. - y sí, luego iremos a las cocinas a buscar algo para desayunar.

Cadwallon se dirigió hasta donde estaban Sir Portius y Sir Gravent, con paso tranquilo, mientras observaba a la soldadesca entrenando en el patio.

Afirmo a las palabras de sir Cadwallon. Yo creo que desentumeceré mis músculos antes de la comida. No necesito desayunar. Pero sí, os acompaño a saludar a los caballeros residentes, sería una falta de respeto no hacerlo.

Me encamino yo también hacia los dos caballeros, mientras paseo la vista, primero por los soldados, luego por los campesinos. ¿Levas reclutadas de urgencia? Podría ser...

- Me parece una gran idea, Sir Cadwallon.

Camino con mis dos compañeros y cuando llegamos al patio donde están entrenando, me dirijo con ellos en busca de los dos caballeros, para saludarlos como se merecen. Mientras observo los entrenamientos que están realizando.

Al bajar y veros sir Portius deja al supervisión y se os acerca. El otro caballero, sir Gravent,  sigue a lo suyo sin saludaros.

Veo que habéis descansado bien, al menos dormisteis a gusto. ¿ Acaso abusasteis de la bebida?

Más bien lo achaco a abusar del polvo del camino, sir Portius, jajaja. No en vano, el viaje no es corto. Muy tarde hemos amanecido hoy, desde luego. Yo suelo levantarme mucho antes.

En fin, lo hecho hecho está, así que... suspiro, mirando a los soldados. Veo que están entrenando campesinos. ¿Acaso están reclutando levas?

Semos en aqueste castello muy partidarios de defender las nuestras tierras. Et non es mala cosa mostrar el camino discreto de la lanza et el escudo, a aquestos labriegos.

- ¿Y como se defienden los campesinos? 

Los observo con interés. Para mi, esta situación es absurda y fuera de lugar. ¡Un campesino blandiendo un arma!

- Me gustaría ver sus calidades. 

Indico mostrando mi arma.

- Los campesinos no son muy útiles en el campo de batalla. - dijo Sir Cadwallon, mientras observa a los labriegos entrenando. - Pero si les enseñas a sostener una lanza y les pones detrás de una muralla, pueden ser muy útiles para defender una posición.

Luego, el caballero vio a Sir Loren echar mano de su arma. - ¿Vais a enfrentaros a campesinos, Sir Loren? Vamos, si queréis entrenar de verdad, enfrentaos a mi. - sonrió. - Y después, vamos a desayunar.

Miro a los campesinos y luego a Sir Cadwallon. Solo quería dar una lección a aquellos que pretenden ser como nosotros. Pero sería aburrido.

- Acepto el reto. Veamos como te defiendes con tu espada y si eres tan hábil con ella como con tus palabras.

¿Algún problema en que Sir Loren y yo nos demos un par de porrazos con armas embotadas antes del desayuno? 

Me se antoja poco cosa una manada de campesinado contra un caballero, justo seria caballero contra caballero.

Sir Loren si vos place la pendencia, como a me, no perdais oportunidad y cruzad espadas aqui et agora,  pues entre de 4 caballeros no sera de dificil encontrar un rival.

¿Vos que dices, sir Gravent?

Non soy muy partidario de las armas romas, pues nunca conoci a rival que gastase arma sin filo.  Si quereis cruzar armas con me, que sea con filo, armadura et escudo

A mí tampoco me placen las armas romas, sir Gravent, pero tenemos que estar prestos para acudir al llamado de nuestro señor en caso de ser necesario, y un mal golpe con un arma de filo puede impedir este aspecto. Si no es por un duelo formal y solo es por entrenar, no creo que se debieran usar armas de filo.

Así pues, yo si me ofrezco a probar mi habilidad con la espada contra vos, sir Portius, usando armas romas en esta ocasión. Si gustais de entrenar un poco, claro, y no preferís a alguno de mis amigos.

Non me se ocurre meior cosa para despabilarse que sacudir la galbana con el filo de una espada.

Cadwallon escuchó a los caballeros y no se le pasó por alto la oferta de Sir Gravent de luchar con armas de filo. Eso le hizo recordar su encontronazo con Sir Jaradam, y le pareció que una vez más, el orgullo hablaba por un caballero, y no su razón. Pues no era razonable luchar con armas de filo cuando en cualquier momento podían tener que luchar de verdad; Sir Flaín había hablado con mesura y buen entendimiento al negarse a justar así.

Por lo tanto, se volvió hacia Sir Loren y, con una inclinación de cabeza, le saludó. - Que nuestros escuderos nos traigan armas romas y veamos si mis acciones son tan hábiles como mis palabras.

- Sabias palabras las de Sir Flaín. - Admito. Luego miro a mi compañero. - Que así sea, no es para mi mayor honor que entrenar con quien ha sido compañero en estos últimos años, más le voy a decir una cosa. - Digo moviendo mi cuerpo alrededor suya. - Que no habrá piedad ni misericordia, pues aunque las armas estén embotadas o romas, mi fuerza no lo estará. - Y sonrío en plan sorna. - ¿Queréis luchar por una dama? - Sigo con la sorna. - ¿O por honor? - Me paro en seco y levanto los brazos. - Yo lucharía por elegir el desayuno del que pierda. - Y río.

Mi escudero me entrega mi espada y la muevo en el aire mientras doy unos pasos por el patio.

Parecen por la labor los caballeros de cruzar espadas.

La noticia es acogida con expectación por los campesinos de la leva, y por los soldados del castillo. Unos caballeros acorazados y repartiendo espadazos, aun con armas romas, es un espectaculo interesante y no habitual del todo.

Mientras los campesinos cruzan apuestas entre ellos, y la soldadesca hace lo propio, los cuatro cabaleros en liza, apuran la preparación con la ayuda de sus escuderos, que para eso estan.

Doy un par de espadazos al aire con el arma, para acostumbrarme al peso distinto del arma embotada, y luego me pongo en guardia con una sonrisa confiada. Demostremos de qué estamos hechos, Flaín, pienso.

Cadwallon rió de buena gana. - Por el desayuno, pues.

Cogió una espada y la sopesó para acostumbrarse a ella. Después, saludando a su oponente y amigo, se lanzó al combate.