Partida Rol por web

Recordad compadre Ventura, que la coartada para hallarnos en el castello, caducado se ha, pues lo que agora nos toca es poner piedras en una muralla. Fecho  he, fechorias et cosas et muchas, pero no aprendí a laborar en una muralla. ¿ acaso vos, al aprender a tratar el cuero os adiestraron el el arte de la mureria?

¿Alguien de la compaña razona con juicio, et puede arrojar luz en este pleyto?

Creo que agora manda callar la boca et abrir las orejas a las lenguas de la compaña.

El rostro de Ventura cambió radicalmente y apoyó las manos sobre la mesa para ponerse en pie. Mantuvo las manos apoyadas y dirigió la mirada hacia Simplicio. Incluso en esa pose agresiva Ventura no era nada al lado del pardo y se hacía ridículo que pudiera pensar siquiera el imponer algo.

—No te consiento que pongas en duda mi juicio, Simplicio —dijo en un tono de voz bastante más alto que el habitual—. Si escucharas un poco lo que hablo no te parecería tan descabellada la posibilidad que te ofrezco. ¿Cómo piensas arrojar algo de luz acerca del paradero del comendador desde fuera del castillo?

»Te recuerdo que nuestro primer encargo era informar a ese hombre que te has encargado de espanta con tus cuentos de mala baba. Con mucho gusto iríamos todos a hablar con él pero es demasiado tiempo... dudo que cuando volviéramos al castillo nos dejaran entrar sólo diciendo que se nos vino el tiempo encima. Si hay que poner piedra, se pone... ya veremos como ganar algo de tiempo, pero no podemos echar por tierra ninguna opción, por ridícula que te parezca.

Desde luego, la idea de poner piedra me horrorizaba. Pero más me horrorizaba el que descubriesen nuestra mentira. Desde luego, tendríamos que hacer algo.

Tras reflexionar unos instantes, digo— Creo que lo que sabemos no es sufuciente. Podemos contarlo, pero me temo que nos tocará seguir allí colocando piedra. Y espero averiguar algo antes de tener que colocar mucha, pues ya no por trabajar, sino porque cuando llevemos tiempo colocando piedra sabrán que no somos ningunos entendidos de la materia.

Pedro se limita a escuchar las razones de Ventura y se retira antes de que sigáis con vuestra discusión, cerrando la puerta.

No se que nos dira el catalán, pero si claro veis reingresar en el castello, habrá que actuar presto et la misma noche que entremos, pues de muros no capiscamos ninguno.

Fabrá que simular sueño, pero levantarse por la noche, e ir raudo a la torre "prohibida", donde  hayase el antiguo señor del castello. Una vez alla reducir a los vigias o ocultarse de ellos, fincar para arriba, y dar con el señor, o lo que demonios haya alla.

Enterados de todo, o volver a nuestros catre, o salir del castello.

es un plan seco duro y arriesgado pero me parece juicioso, salvo que vuesas mercedes pongan pegas que mis orejas oiran presto y con gusto.

Tras un momento de reflexión y de analizar las palabras de Simplicio, suelto— Desde luego, es lo mas rápido y posiblemente seguro. Pero no es nuestra única opción.

Poniéndome de pie, alzo la cabeza y miro al resto, para decir— Sabemos que los soldados del castillo han abandonado el lugar, y ahora se dedican al pillaje. La pregunta es... ¿Por qué ya no están?. Tal vez sería interesante ver que los mueve. Y después, podríamos hacer algo. Es posible que quieran luchar por su antiguo señor. O tal vez saquear el castillo de arriba a abajo.

Dicho esto me vuelvo a sentar, para añadir— Sea como fuere, sería una buena distracción. Podríamos ir y venir a nuestro antojo sin tener que rendir cuentas... Pero es una locura. Aunque en las calles funcionaba a menor escala...

Creo juicioso Ruperto, que un ataque frontal a gran escala es malo de suyo, pues nada podriamos facer contra un castillo asin. Desde dentro parece sensato.

Buscar a los ex-soldados puede ser peligroso, y no estoy seguro de necesitarles si en verdad nuestro objetivo esta en la dorre que se dice.

Roger atento a todo lo que ha oido, asiente ante la propuesta de Ventura pues se ciñe al plan original, pero le ha disgustado sobremanera la actuación del covarde encomendado al Todopoderoso. Así mismo le gusta la propuesta de Simplicio de investigar la torre, pero niega timidamente ante la idea de Ruperto, pues teme que acabe en un combate abierto contra ellos al mínimo error de su plan, aun así piensa que tener la información que Ruperto cree que podrian conseguir con eso sería probablemente la podría marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso en esta, cada vez más, dificil misión que habían aceptado.

Roger se mueve de un lado a otro, murmura para si mismo y analiza todo lo escuchado con mucha atención y concentración.

Duda, como no ha dudado desde que se unió a sus compañeros, tiene muy claro que cada propuesta tiene su posible beneficio.

Finalmente dice:

- Creo que deberiamos ir a investigar la torre, pero creo que esa idea no impide que la propuesta de Ventura no se ejecute, no podriamos ir tres de nosotros a la torre y el cuarto ir a encontrar al "monjarde"...? perdón, al monje covarde...Que os parece?

Roger se situa entre sus compañeros y resta a la espera a lo que puedan decir.

—Lo considero justo y necesario maese Roger. Se nos indicó informar y eso hemos de hacer, nos guste o no —dijo con resignación—. Si nadie quiere ir a hablar con el monje yo iré con más o menos gana. Si me pongo rápido en camino rápido podré volver y levantar las menos sospechas.

Durante un instante más se mantuvo pensativo pero pronto volvió a hablar.

—Sería menester conseguir un caballo para poder recorrer el camino a Calera de León en poco tiempo. Quizá Pedro pudiera rentarnos uno... —dijo rascando el mentón—. Sea como fuere creo que lo mejor es volver al castillo de inmediato y aprovechar la noche para facer lo que fuere.

Terminada la discusión, y con vuestros estómagos bien agradecidos por haber recibido una comida tan sabrosa, y tanto más si cabe después de estar todo un día literalmente a pan y agua, os disponéis a regresar al castillo. En la taberna ya solo se encuentra la mujer del posadero, que os dice adiós.

Subís colina arriba, preparados para enfrentaros de nuevo a ese gigante de piedra que se erige cada vez más amenazante ante vosotros. Pero más bien son las personas que lo habitan las que os traen de cabeza; sobre todo tres de ellas: Lobo, don Pedro y don Fernando no os han puesto las cosas nada fáciles. La combinación de un viejo soldado zorruno, un caballero en exceso precavido y un noble paranoico no es precisamente la más adecuada cuando es necesario meter las narices donde a uno no le llaman...

Pero en la puerta os reciben bien. El soldado que hace guardia en la barbacana os informa de que todas vuestras pertenencias y vuestras armas están en la habitación que os habilitó Sancho el cocinero. Puede que don Pedro, convencido, tras la llegada del cargamento de piedra, de que estaba en un error al sospechar de vosotros, quiera enmendarlo facilitándoos las cosas; o puede que esté disimulando a la espera de que cometáis algún fallo que os delate, que con ese hombre nunca se sabe.

Cuando llegáis al patio, véis algunos de los criados del castillo descargando las últimas piedras de los carros. Las han apilado todas formando un montón al pie de la torre vigía. El mulero se limita a observar cómo trabajan los demás, apoyado en uno de los carros con su sombrero de paja, mascando el tallo de una flor de color rosado. Ni rastro del fraile ni de su escolta; deben haber partido ya a Calera de León.

El resto del patio de armas está tranquilo; solo veis dos soldados haciendo la ronda por el adarve, cada uno por su lado.

Pronto será la hora de comer, en la que cada cual se reúne con los de su misma condición. No sabéis dónde se reúnen los soldados, pues aparte de los dos que vigilan no se ve ninguno, pero sí dónde lo hacen los criados, y derecho tenéis a otro plato más, si no habéis quedado satisfechos con los suculentos manjares de la posada, que para eso habéis sufrido encierro. Aunque, por otra parte, es buena hora para los subterfugios, pues con todo el mundo ocupado tragando, poca gente se mantiene alerta.

Tras el recibimiento, me doy cuenta, igual que el resto, de que es la hora de la comida. Después de un día a pan y agua que me había recordado a mi juventud, cuando no tenía que llevarme a la boca, me doy cuenta de que había perdido completamente la noción del tiempo.

Pero esto me da una idea— Si os parece, creo que este es el momento de investigar un poco por aquí —comento entre susurros—. Lo mejor sería la noche, pero tal vez en la hora de la zampa sea cuando menos vigilancia encontremos. Sólo queda saber cual es la torre donde se encuentra el señor del castillo...

Simplicio habla en voz baja:

De acuerdo estoy con el zagal, creo que la ocasión la pintan calva, y yo de calva et de ocasiones  un rato capisco. Creo juicioso, ir a por nuestros aperos de guerra, armas, et buscar  cual es la torre propicia, la que buscamos, en la que reside el del entuerto que hay que desfacer.

Uuna vez dado con la dorre, Dios proveera.

Sin nada que añadir Roger asiente con la cabeza a la vista de sus compañeros, prefiere la gesticulación a la palabra para no llamar la atención.

Ventura asintió. El zagal tenía razón, podían aprovechar la comida que ya habían hecho en la posada para saltarse ésta y aprovechar para intentar localizar al comendador.

¿Pero por donde empezarían a buscar? De pronto recordó algo.

—Creo recordar que tenían encerrado al comendador en la torre del homenaje —dijo señalando la misma—. ¿De qué me suena tal cosa?

Mientras habláis en el patio, veis que un soldado sale por la puerta de la zona norte (la cual veis que se encuentra custodiada, como siempre, por un hombre) y se dirige a la torre de don Pedro. Es Esteban, aquel soldado amable que se interesó hace dos días por la obra y os contó algunas cosas sobre los habitantes del castillo.

Después, José el herrero sale de su cabaña al otro lado del patio y se encamina hacia la puerta de la zona norte.

Ninguno de ellos repara en vosotros.

Por otra parte, los criados ya han terminado de descargar todas las piedras y se marchan en la misma dirección que José. El mulero les acompaña, y va charlando con ellos.

Antes de que lleguen a la puerta, sale de ella Alberto, el mozo de cuadras, que al ver a José el herrero acelera el paso para no encontrarse con él. Se dirige hacia donde vosotros estáis, pero enseguida os dais cuenta de que no quiere nada con vosotros: va a la perrera.

Me dirijo con los aperos prestos y dispuestos hacia la torre del homenaje donde se supone que habita nuestro objetivo, y examino la zona de  la torre, ;entradas, ventanas, materiales, gentes, huellas.....

Roger no pierde detalle de  los movimientos de su compañero Simplicio y va tras el.

Dismuladamente da un vistazo a todo su alrededor para comprobar si son el centro de atención de alguna mirada indeseada.