Partida Rol por web

Has pasado cerca de una hora encadenada de nuevo a la cama de aquel ominoso burdel.

No has dejado de oír como en la habitación adyacente el Capitán Ramirez azotaba con un látigo al cuerpo de esa sumisa muchacha que viste en la recepción, Zang, si que esta emita ningún grito ni quejido por el dolor, aunque si has podido oír como se agitan las cadenas que la tienen a ella atada del mismo modo que a ti.

Tus intentos de escapar son en vano, esta vez, estás bien atada, con los brazos separados el uno del otro, dejando tu pecho desprotegido y vulnerable, donde se acumula todo tu odio y miedo.

Cuando solo oyes en tus oídos los jadeos de Ramirez y el destello del látigo todo aquello cesa.

Las palabras de Ramirez y Verónica se escuchan desde el pasillo:

-Complacido, mi capitán?

-Como siempre...

-Desea probar a la chica nueva?

-Si, no dejes paa mañana lo que puedas hacer hoy. dice fanfarronando...

Segundos después, la puerta de tu habitación se abre y entra el Capitán con el látigo en mano y solo con unos pantalones de seda blancos.

El ama Verónica cierra la puerta a su espalda y Ramirez te mira.

Bueno.. Te toca. Tu ama dice que hay que domarte. Como te llamas?

Levanto la cabeza para mirarle fijamente, orgullosa.-Mi nombre es Ydhir, te aconsejo que no lo olvides bastardo, para tí es el nombre de la muerte.

Muy bien, muchacha. Con caracter.

El hombre moreno y fuerte desenrolla lentamente el látigo que lleva en las manos.

Las cadenas fuerzan a tus brazos a estar estirados, dejando tu pecho desnudo indefenso.

Ahora mas vale que aprendas la lección. Eres una esclava, y tienes que obedecer. Así aprenderás a no escaparte más.

Su voz es dura y cruel. Su mirada penetrante y oscura, y su cada refleja vicio y depravación.

El Látigo resuena en un estallido cuando la punta de cuero golpéa contra tu cuerpo.

Puedes notar como el látigo raja tu fina piel y comprime tu carne. No te habían azotado nunca con un látigo, pero esto duele mucho mas que cualquier cosa que te hubiesen contado.

El proceso se repite una i otra vez, y a cada golpe, tu cuerpo se llena mas de pequeños cortes y hematomas, y te resulta mas difícil contener las lágrimas y los gritos de dolor. Ramirez está disfrutando totalmente con esto. Pero aún no ha acabado.

Tras casi media hora de tortura, humillaciones e insultos, cuando estás casi inconsciente por los latigazos, Ramirez deja caer su látigo, y luego, sus pantalones.

Su falo oscuro está totalmente erecto y fuerte.

Camina hasta tu espalda y te coge de tus cabellos rojizos con fuerza, mientras te sostienes agarrada a las cadenas.

Y ahora te enterarás de lo que tienes que hacer aquí. PUTA!

durante casi media hora tu cuerpo es violado una vez mas, pero esta vez, con mucha mas brutalidad y desprecio.

 Cuando hace poco que Ramirez ha acabado contigo, llaman a la puerta.

-Capitán, hay una urgencia en el puerto. Tendría que venir rápido

 Ramirez ni siquiera le mira. Se dedica a poderse de nuevo la ropa que su soldado le ha traído. 

Una vez a acabado de ajustar su armadura se dirige a ti.

-No te muevas de ahí. Susurra sarcásticamente, ya que estás encadenada a las paredes. Aun no he acabado contigo.

Ramirez y su soldado salen del burdel. Antes has podido oír como este hablaba con Verónica unas palabras. Al parecer, volverá pronto.

 Quedas sola en la habitación. 

Magullada, herida y sucia. Con tus brazos colgando de las cadenas y sin poder apenas moverte. Tus piernas son recoridas constantemente por calambres, por la posición forzada en la que te encuentras.

La puerta se abre. 

Ves como por ella, entra una joven a la que habías visto antes. Sus ojos son rasgados, su mirada tímida y apuntando al suelo. Lleva un cubo con agua y paños limpios.

Sin decir nada, se pone junto a ti, y en total silencio, se pone a limpiarte y a curarte las heridas.

 Pasados unos minutos La puerta del Burdel vuelve a abrirse una vez mas.

Esta vez entran dos hombres Zíngaros. Uno de ellos es alto, de buen porte, fuerte y con la cabeza bien alta. Va bien vestido y con los cabellos recogidos.

El otro, es alguien mas menudo y flacucho, de ropas descuidadas y llenas de salitre pero aparentemente muy amenazador. Tiene la cara vendada, como si hubiese sufrido alguna herida muy grabe. Tras el vendaje, se pueden ver dos ojos de un intenso azul brillante.

Los dos van armados con varias espadas cada uno.

A ellos se aproxima una mujer Zíngata también, con el pelo corto y un largo vestido blanco.

-Buenas noches caballeros. Bienvenidos a mi casa de placer. Me llamo Verónica, en que puedo ayudarles?

La sala a la que lleva la puerta de la calle es un pequeño recibidor, en el que hay un un armario ropero donde dejar las pertenencias que resultarán incómodas para los clientes.

Tras ella, hay un amplio salón en el que hay muebles acolchados donde recostarse, sillas y mesas donde los clientes beben algo de vino o RON, hay bastante humo en el local, tanto de tabaco como de otras drogas.

Muchachas con poca o ninguna ropa recorren la sala, sirviendo a las bebidas o restregándose a los clientes que esperan mientras deciden a cual se van a llevar a las habitaciones que hay a todos los lados, y en el piso de arriba.

- Saludos Verónica - dijo Valenso- He oido hablar mas o menos bien de este local. Y de sus empleadas. Mi intención es comprobar si lo que se dice es cierto. Querríamos una copa. Y ver a las chicas

Domingo entra junto a Valenso.

Mira a su alrededor, prestando poca atención a la conversación, pues Valenso ya se encargará de ello.

Sus ojos se pasean por la sala, saltando de una persona a otra, intentando memorizar cada cara, por si las moscas. Aunque de vez en cuando, más que una cara, lo que memoriza son un par de pechos.

"Madre mía como están los tiempos hoy en día. No hago más que ver tetas por todas partes... al final tendré que tirarme a alguna de estas..."

Cuando oye que su compañero pide por copas, Domingo está apunto de pedir por una jarra de RON! pero enseguida recuerda que con la venda envolviéndole la cara, no podrá beber.

"Maldita sea! Si antes no me gustaban estas vendas, ahora mucho menos!"

-Claro que si, por favor... Adelante....

Verónica asiente complacida y os guía hasta un mostrador que hay junto a la entrada del salón principal.

Podéis dejar vuestras cosas aquí. Estarán totalmente seguras y os las devolveré en cuanto lo pidáis. Tranquilos, relajaos.

En el interior del salón principal podéis ver a dos hombres grandes y fuertes, Zíngaros casi con toda seguridad. Parece que sean los miembros de seguridad del prostíbulo. No llevan arma alguna, al menos, que podáis ver.

Una de las chicas viene junto a vosotros. Es de origen picto como marcan sus tatuajes tribales y su cabello negro y liso. Ella os ayuda a quitaros la chaqueta y las bolsas que lleváis dejándola sobre el mostrador.

Cuales son vuestros nombres? Dice Verónica sacando unas pequeñas tarjetas de papel de lino para escribir en ella vuestros nombres con una pluma y tinta, con tal de luego reconocer el equipaje de cada uno. Me permiten sus armas también? Les garantizo que no les van a hacer ninguna falta en mi casa. Sonríe amablemente.

Una vez entregado el equipaje, la mujer os acompaña al salón. Sus movimientos son rítmicos y acompasados, al igual que suaves. Tiene cierto aire imponente y mucho atractivo para su edad que seguramente, sea superior a los treinta y cinco. Es como si a cada paso que diera se introdujese un poco en un baño de leche tibia.

-Aquí podrán sentarse y descansar. Si quieren algo de beber o algo para fumar pidan a esa chica. Señala a una mujer de unos veinte años que lleva un vestido realmente corto y lleva bandejas de una mesa a otra. Seguramente sea Shemita.

Tengo chicas para todos los gustos que seguro que les satisfará. No dude en habar con cualquiera de ellas, y si no encuentran lo que buscan, díganmelo y les ayudaré con ello.

En la habitación hay algunos hombres fumando, bebiendo y sobeteando a las chicas para elegir a cual llevarse a una de las habitaciones adyacentes.

En una de ellas veis a una chica pelirroja encadenada a una cama de forma que le obliga a estar de rodillas con los brazos extendidos y una muchacha pálida con el pelo muy largo, liso y negro junto a ella, parece que le está curando heridas con la puerta abierta.

Valenso acompañó a Verónica al interior del local mientras observaba complacido a su alrededor. El noble zingario se había vestido para la ocasión, y llevaba ropas nobles y de alta calidad que valían más que la propiedad de la casi totalidad de esclavas que estaba viendo. Si Verónica se movía como una pantera, Valenso era evidente que disfrutaba de cada momento. Había algo en el noble, en su donaire, que mostraba claramente su condición de potentado. El rango, después de todo, tenía sus privilegios, y de todos los hombres del local el más apuesto y el de mejores maneras era, con toda probabilidad, el propio Valenso.

Había en la actitud de Valenso el comportamiento de alguien acostumbrado a ser obedecido.

Cita:

- Mi nombre es Valenso de Kordova "El Joven", heredero de la baronía de las tierras de San Telmo y Tabriz, y señor de las tropas de mi padre. Y mi acompañante es uno de mis soldados, que ha sido herido en un combate, y a quien quiero premiar por su lealtad. Y, Verónica, como sabeis puedo llevar armas en palacio. Entiendo que aquí estoy protegido, y le aseguro que su casa es tan acogedora como un palacio... pero parecería inadecuado que un noble estuviera sin su espada familiar. Si os parece dejaré a vuestro cargo la otra espada

Domingo iba a responder, "Shutruknahunte*", pero Valenso se le adelantó. De nuevo, estar en compañía de un noble tenía sus ventajas. Él sólo tenía que preocuparse de su entorno. Su compatriota se encargaría del parloteo.

Siguió a ambos por el burdel, sin tanto estilo. Supuso que si era un guardia de Valenso, también le dejarían entrar con las armas, así que no hizo intención alguna de desprenderse de ellas. Simplemente se puso detrás del hombro izquierdo de Valenso, con los brazos cruzados, intentando imitar a un guardaespaldas, esperando la respuesta de la madame.

-Como deséen. dice Verónica asintiendo con la cabeza Pero les garantizo que son del todo inecesarias.

Esperáis unos minutos, sentádos comodamente en aquellas butacas acolchadas, disfrutando de las vistas.

De una de las salas adyacentes al salón sale una joven bastante exótica. Se trata de una muchacha Kithana, de larga melena negra, ojos rasgados, piel pálida, con un tono ocre típico en lo de su raza. Viste un considerablemente corto vestido de seda, habierto por delante, como una bata, atado con una tira a la altura de la cintura, y un amplísimo escote que deja ver casi la totalidad de sus pechos.

Lleva un cubo metálico con agua rojiza, paños manchados con algo de sangre, aguja, hílo, y un unguetno que posiblemente sea desinfectante.

Sale de la habitación donde está la otra chica, de pelo rojo como el fuego y piel blanca como la nieve, encadenada sobre la cama.

Al salir cierra la puerta de esa habitación y se dirige al piso superior.

Mientras, una chica de melena castaña y muy poca ropa se acerca a vosotros.

Se sienta junto a vosotros y trata de iniciar una conversación vanal, totalmente fática, basada en piropos y otros tonteos, donde la mayor parte de lo que dice, lo hace con lenguaje corporal.

Poco después regresa Verónica.

-Todo a su gusto, caballeros? Encuentran algo de su agrado? Tal vez si me dijeran sus gustos podría encontrar a una chica de su agrado

Al ver que la chica qyue me ha curado las heridas se marcha y cierra la puerta tras de si intento incorporarme un poco con la intención de recuperar la movilidad en las piernas, que se me habían dormido debido a la postura.Una vez hecho esa specie de estiramiento trato de observar a mi alrededor, algo debe haber que esté a mi alcance y que pueda ayudarme a escapar de esta maldita habitación.Tengo que buscar la manera de salir de aquí antes de que vuelva ese desgraciado,ya habrá tiempo para ajustar cuentas, pero no tengo claro que pudiese soportar tenerlo otra vez aquí...pienso mientras observo desesperado el interior de la habitación.

Valenso se dejaba querer por la chica de melena castaña, pero lo cierto es que sin hacerle demasiado caso. El burdel tenía buena calidad, y las chicas no estaban mal. Pero tenía trabajo, y eso era siempre principal en tales casos. Además ya había visto las dos cosas que mas le interesaban. Por eso tras acariciar e invitar a algo de beber a la esclava que está haciéndoles pasar algo de rato entretenido, asiente con cortesía a las palabras de la dama Veronica

- Vuestro negocio me place. Y la chica que habeis enviado no lo hace mal. Pero teneis razón: me gusta el exotismo. Y las gatas salvajes. No necesariamente por ese orden. He visto que teneis a una chica sometiendola a disciplina: una de pelo rojo, por añadidura. Y también he creido ver saliendo de esa misma habitación a una khatayana. ¿Me equivoco?. ¿Están reservadas o se podría alquilar sus servicios sin problemas? ¿Y a que precio?

Pagas las copas. La bebida es cara, pero suficiente buena como para que no te sepa muy mal pagarla. Y mas teniendo en cuenta el local. En total gastas 4 piezas de plata.

-Ah, si, has visto bien. Es nueva. Una esclava bárbara, del norte. Nos la han traído esta mañana y aun no se ha acostumbrado a su nuevo hogar, ni a su nuevo oficio.

Como bien apuntas, es salvaje y fogosa como ninguna. Puedes ir con ella si lo deseas, pero debes tener cuidado. Un cliente anterior se ha llevado un buen golpe en la cabeza. La estamos domando y domesticando, y si quiere, puede intentarlo también. Pero puede que intente atacarte también. Pero si es eso lo que buscas, será perfecta.

Eso si, no puedo permitirte que te lleves tambien a la Kithana.

No es que no podáis llevaros a dos muchachas juntas, eso no sería un problema por el precio adecuado. Pero no con la nueva.

La Kithana se llama Zang. Una pieza de encaje fino del exótico oriente. Tal vez quiera probarla su compañero.

Dice asintiendo suavemente antes susurrar algo al oído vendado de Domingo.

En la habitación, Ydhir forcejea con las cadenas. Esta vez han sido mas cautos y no han dejado nada a tu alcance.

Tras tentar un poco las cadenas descubres que tu única forma de soltarte sería arrancar las cadenas de las argollas que las fijan a las paredes(FUE CD 25)*, o dislocarte los pulgares para escurrir la mano por la argolla.(ESCAPISMO CD 23)*

-Es muda, pero es toda una profesional. Muy experta...