Partida Rol por web

Reflexiono por un momento, y tiro las armas al suelo. Solo llevo mi daga entre las ropas, bien escondida en la manga de la mano derecha.

Si ataco no tendré ninguna posibilidad, pero si me rindo , tendré varias.

.- Puede que os den dinero por mí... ser generosos y repartirme algo.- (irónicamente) Digo casi sonriendo, mientras tiro el sable al suelo.

Los soldados parecen dudar por unos instantes, les ha sorprendido que alguien se rinda así, tan pronto. Un instante después, los hombres de atrás se acercan a ti poniendo sus zarpasen tu espalda, y cuando iban a darte un buen cogotazo con el pomo de su espada, para dejarte inconsciente, tu cara se llena de un tremendo chorro de sangre, la impresión te a dejado por un momento anonadado.

Cuando reaccionas, puedes ver como del pecho del hombre que tienes delante, asoma un palmo de estoque, que a atravesado pecho, espalda y coraza. Su compañero de la izquierda tiene el cuello rajado, sangrando con un chorro carmesí mientras se desploma de bruces en el suelo.

Un hombre ha salido de algún rincón oscuro, y ha acabado con ellos, sin que siquiera se hayan enterado.

Desenvaina su estoque del pecho del pobre perro desgraciado. Cuando cae, puedes ver que detrás de el está  Tomás, armado con un estoque y un puñal.

Con la daga que tengo en la manga derecha,  intento darme la vuelta y saco mi daga, con la intención de rajar el cuello, al que tengo detrás.

Miro fíjamente a los ojos de Tomás.

Esta te la tomaré en cuenta.

.- Va a ser que la nueva guardia de Zingaria, va a necesitar un nuevo sustituto-. Digo esto, mientras intento darme la vuelta, y saco la daga de mi manga, hacia mi mano.

Desenvainas con rapidez, sorprendiendo a tu enemigo, forcejeas con él unos instantes, tu daga consigue tocar la carne de tu enemigo, cortando algunas de las anillas de su armadura, y haciéndole un corte profundo en el hombro.

Tras un gemido por la herida, el soldado que te sujeta te suelta, y cogiendo su sable grita a sus compañeros -Matadlos. Dos de ellos se quedan contigo, y otros dos con Tomás.

Se lanzan sobre vosotros con sus armas.

El primer soldado mueve con gracia su sable, cogiendo distancia, y consigue rajarte con él en el muslo, un corte profundo, que tardará en curar.

El segundo da un salto hacia delante, con tal de rodearte, pero su estoque choca contra la pared de detras de ti.

Los otros dos entablan un combate contra Tomás. Tomás lucha como un experto espadachín, no tansolo como un rajacuellos. Su hacero resuena contra los estoques de los soldados mientras retrocede y avanza esqueivando los golpes. En su cara se dibuja una sonrisa mientras lucha, y lanza sus ataques a sus enemigos. Sus escudos no parecen servir para nada contra su rapido filo.

Con mi daga en la mano, intento mirar al suelo, `para ver donde está mi sable.

Tengo que encontrarlo, donde estará... no me amargues hoy la existencia

Aunque me es imposible mirar al suelo, no puedo bajar la guardia. Así que ataco al primero que está en frente de mí.

.- Tomas como ves esto... Luego lo podrás limpiar... el cubo te lo habrás traido no?-. Digo casi riéndome mientras me preparo para atacar.

Tu ataque falla tristemente, tu adversario desvía tu ataque con facilidad y te ataca. Rodeado, pudiste comprobar en tu propia carne cono son la calaña de Zíngara, y su habilidad para acuchillar por la espalda.

El primero, con suerte, consigue pinchar su estoque en tu vientre, tu armadura debería protegerte de un golpe así, pero el golpe ha sido mas duro de lo que pensaste en un primer momento, (10 daño-2 armad = 8). El segundo, aprovechó el golpe de su compañero para buscar un punto débil en tu defensa, hundiendo su estoque en tu costado, donde tu ligera protección no servia de nada. (11 de daño)

Tomás no parecia siquiera oir tus bromas, concentrado en su combate, que algún inexperto consireraria en desventaja, aun asi, Tomás sabia muy bien que no debia dejarse rodear, y pronto uno de sus contrincantes calló al suelo, escupiendo sangre por la boca,

Comienzo a sangrar por mi costado y tengo un gran dolor en las tripas. Estoy totalmente bloqueado, y ya no pienso. Y ataco, casi inconcientemente. Parece que me voy a caer al suelo en cualquier momento.

Ataco con mi daga, ya casi sin ver al que tengo delante. Estoy muy ído. Peo aferro mi daga con fuerza y la uso con todas mis fuerzas.

Tu ataque falla. La cosa estaba muy fea, y tu mal herido, otra estocada así y caerias muerto.

Cuando las cosas no podian ir peor, un golpe de suerte te da la esperanza de sobrevivir que necesitabas para poder seguir combatiendo.

El atacante que tienes delante intenta tocarte una vez mas, pero desvias facilmente su estocada, y acaba clavandose en su compañero, hiriendole, y por la longitud de la estocada, se desequilibra y cae al suelo. Tu enemigo, recien herido ahora por su compañero de cuartel, te ataca, pero el golpe inesperado hace que se desconcentre, y falla.

Tomás a logrado acabar con sus contrincantes.

Cojo al hombre que está en el suelo e intento forzajear con él y le rajo el cuello con mi daga.

.- Parece que los colmillos, han cambiado de sitio. Ahora el que muerde soy  yo, PERRO -.

Bien, has conseguido herir con el ataque de oportunidad, ahora es tu turno.

Y con mi daga le intento rematar con un corte profundo.

Consigues herir al soldado del suelo, tira daño.

.- Perro asqueroso.- Y le hago un tajo en el cuello.

La sangre, del soldado salpica mi cara y mientras le hago el tajo, le retuerzo la daga en suello, para cortarle la yugular.

Hundes tu daga en el pecho del pobre desgraciado que ha caid al suelo, atravesando las escamas de su armadura, y viéndole morir con una expresión de dolor y un lamento que sale de su boca sin fuerza suficiente como para ir acompañada por el sonido que intentaba hacer.

Le toca al soldado de detrás de ti. Su ataque falla, dandole a Tomás, el tiempo necesario, para moverse detras de él.

Cuando te giras, levantándote para contraatacar, solo ves como cae la cabeza desde los hombros de quien intentaba matarte.

Envainando su estoque y su puñal, Tomas se agacha un poco y casi sin mirarte, te da la espalda y sigue caminando hacia el final del callejón.

-Tchss!, shiquillo, creo que me vas a debé una de las gordas.

-Ámono de aquí ante de que engan má de los suyos.

-Sígueme y no te despegues, porque no pienso sarvarte el culo otra ves...

Tomás se tapa un poco con su capa y se mueve con agilidad por las calles, rincones, y sube unas escaleras de detras de una casa, salta de un tejadoa otro, y vaja por una cañeria con gracia. Apenas consigues seguirlo, parece que halla hecho esto mil veces, y que conoce la calle mejor que cualquier otro Zíngaro que conozcas.

Esquivais un par de patruyas y llegais de nuevo a la taberna del Perro Mugriento. Mira a un lado, a otro, asegurándose que nadie les vee, y abre la puerta entrando, en la puerta ves que hay un caballo en un mastil atado y un perro grande y peludo vigilándolo, Tomás espera a que entres, y cierra la puerta.

Es cerca de medio día y estás delante de las escaleras de piedra, que llevan a tu pequeña casa en el segundo piso.

Ves como el carruage de tu padre desaparece en dirección hacia la salida norte de la ciudad y como en el puerto los pescadores empiezan a recoger sus puestos tras aver vendido sus mercancías

Estaba molesto por el desastroso simulacro de consejo que se había celebrado. Cuanto más lo pensaba, más me convencía de que la gestión del actual hombre fuerte de Zingara estaba dejando el país cercano a la ruina. Y lo de esta mañana había sido insultante. No era el rey, después de todo.

Y hasta un rey hubiera tenido la deferencia de acudir junto al consejo de nobles en una situación como esa.

Con ánimo malhumorado subí las escaleras en dirección a mi domicilio. La despensa estaba llena y la reunión me había dado hambre. Además, debía pensar en mis próximos movimientos

Metes la pesada llave en la cerradura y la haces girar con un sonido fuerde CLACK!

Al llegar olles los pasos de tus dos vellas esclavas que vienen a recivirte a la puerta.

-Bien venido a casa Amo.

-La comida está lista mi señor...

Valenso se alegró de ver a sus esclavas. Las chicas valían cada moneda que había gastado en ellas, y desde la perspectiva del noble, eran una de sus propiedades mas importantes. Valenso no se consideraba a sí mismo malvado por tener esclavas, como tampoco lo hubiera considerado de ningún otro noble. Ambas chicas eran bien tratadas, en general, y Valenso se tomaba como una cuestión personal que no les faltara comida, y si se comportaban de la forma adecuada, en ocasiones les daba ciertos caprichos.

Dicha mentalidad era bastante avanzada para alguien de la época del noble.

Fuera como fuese, esa mañana el noble estaba malhumorado, y miró a ambas esclavas antes de echar un vistazo a la casa, para comprobar que todo estuviera en orden.

- La capa, Idra. Las sandalias, Orenda - ordenó