Partida Rol por web

Conviertete en cronista y róbaselo con Dolor, como hizo él contigo. No le quitarás sus PV, pero podrás tener los tuyos.

Eso si, date prisa porque si Dennet le inflige Dolor antes tú ya no vas a poder...

La joven mantuvo su mutismo pese a la afabilidad del mercader. Dankhen bajó el brazo con evidente fastidio y frustración, derramando el té de la copa de cristal sobre las alfombras que cubrían el estudio.

- Mujer, si te portas de este modo no me dejas muchas opciones. Por favor- añadió resuelto, dirgiéndose a sus hombres-, llevadla junto a las Mihanna y sus chicas. Tal vez así, entre presencias más femeninas, os relajéis y mostréis más colaboradora.

Los dos nissios, esta vez extremando el buen trato, condujeron por los pasillos de piedra dorada y porosa a la cautiva, hasta llegar a un portón custodiado por un enorme y obeso guardián que acariciaba distraido el lomo de un gigantesco dogo: el animal, tendido y enroscado en el suelo era llegaba a laaltura del sudoroso pecho del guardián.

Tras la pesada puerta de madera la bruja pudo ver un pequeño estanque donde el agua saltaba musicalmente por las bocas abiertas de varias carpas de latón: a su alrededor, dos solvajes de pies morena trenzaban el cabello plateado y espeso de una anciana.

La joven se negó a hablar ante tal muestra de grosería. Solo se dedicó a guardar un pesado silencio que enturbiaba el ambiente y ponía cada vez mas nervioso al orondo mercader. Sabía que eso podía desencadenar su ira, pero eso no la detendría, como una pieza mas del la Cábala, tendría que cumplir su misión, Aunque eso le llevara mas tiempo del que pensaba, o incluso, a la muerte.

 Es un rato después que la muchacha empieza a sentirse mas cómoda, entre las demás mujeres que posee el mercader.

Las cautivas curiosas se acercan a la recién llegada, una mujer de cabellos negros y lisos.

-Tranquilas... No tengáis miedo. No vamos a haceros ningún daño. Mi nombre es Enara.

dice suave y dulcemente mientras se encamina a la fuente

Entonces mete las manos en el agua, dejando que las suaves ondas acaricien y refresquen su piel, mientras mira fijamente su propio reflejo en el agua, como buscando a alguien mas en sus ojos...

Y así fue cómo las tres cautivas volvieron a sus quehaceres. Las dos jóvenes doncellas se hacían llamar Marat y Nuru, ambas arrebatadoramente preciosas, aunque distintas ente sí como lo pueden ser una esmeralda y un rubí: pelo azabache, piel morena abalorios de cuero y hueso, y ojos verdes la primera; espigada, pelirroja, torneada y grácil la segunda.

Enara pudo ver cómo parecían abandonarse a los placeres y lujos que disponía para ellas el mercader, servidos por oscuros y silenciosos sirvientes que no se atrevían a dirigirles la mirada más arriba del cuello. Fragancias, golosinas, libros de grabados y un curioso carillón de hojalata servían de entretenimiento a las mujeres que, tras terminar sus danzas y risas se tendieron para comer de una bandeja de dátiles, quesos y miel.

¡Cómo se deshacían en alabazas! El buen Dankhen, decían, era el anfitrión más generosos y hospitalario; un hombre sin igual de reconocida determinación y riqueza, ponderadas por una justa medida de virtud, sabiduría y modestia.

- ¡Y no olvidéis su encanto!- añadió Marat con picardía, e incluso la anciana Mihanna  bajó su mirada con rubor de doncella cuando las más jóvenes la abrazaron con alegría: no les cabía duda de que Dankhen había caído a los pies de la chamán.

Poco después, dos sirvientes se detuvieron con respeto ante el umbral de la estancia:

- Señora, nuestro amo os suplica que toméis asiento con él en las terrazas. 

La joven Enara miró de nuevo el reflejo en el agua cristalina y sonora, dejando que las palabras del mensajero llegaran a ella sin mostrar el mas mínimo interés.

Cuando acaba de hablar, la joven le habla a las aguas.

-Madre, estad atentas. Si el mercader no accede tendremos que acabar con él.

El guardia la mira confuso y algo asustado, preguntándose si aquello será alguna brujería, un farol, o solo que el sol del desierto a diezmado demasiado los sesos de la muchacha.

Entonces la joven se gira y asiente al guardia con la cabeza, indicándole que va a acompañarle a aquella reunión.

Dankhen aguardaba en un balcón próximo a su estudio, tendido sobre una rica estera mientras una criada se dedicada a desprender la piel de una fragantes mandarinas para darle sus gajos.

-Venid, venid, señora. Ya he dispuesto la cena, y una viajera como usted seguramente acusará el agotamiento. Espero que Mihanna y mis otras invitadas hayan sabido lograr que os relajarais.

Enara llegó a la estera y se sentó, erguida y digna, sobre sus rodillas dobladas. Intercambiaron rápidas formalidades y poco después llegaron los criados cargando el yantar y el vino especiado. Y se soltaron las lenguas: a lo largo de las horas supo el mercader del grupo de hechiceras y su persecución, y supo la joven bruja de los bárbaros nómadas  y el túmulo. A la luz de la luna del desierto hicieron la comida a un lado para estrechar antebrazos en solemne alianza, y dibujaron con sus dedos enrevesados, tortuosos planes sobre las fibras coloreadas de la estera.

Poco antes del amanecer la mujer cruzó la entrada entre las lascas de arenisca que protegían Murat-an-Zaru y se internó en los pedregales para volver con las suyas. Mientras, Dankhen se recostaba, levemente ebrio, y sonreía, pues sabía quemucho habían contado, pero más aún habían callado.

Varias noches después dio comienzo la celada. Firenze y algunos de los suyos se encontraban en la hacienda, tratando de hallar a las cautivas, esquivos e invisibles al abrigo de la noche. No les resultó difícil sortear a la guardia, más centrada en prevenir la llegada de un centenar de salvajes aulladores que el deslizarse de un par de sombras, y mucho menos complejo fue recorrer los sinuosos pasillos y escaleras excavados bajo la superficie de una de las agujas de piedra arenisca a la luz de las lámparas de aceite.

Y así fue que el asesino llegó hasta la habitación circular que ya antes había hollado la bruja Enara, pero otra era la disposición: más allá de la arcada de entrada, que ningún eunuco protegía, seguía viéndose la fuentes con sus carpas de latón, pero no había únicamente tres cautivas, sino la veintena de mujeres que componía el harén del mercader, todas dormidas y  echadas por las alfombras y colchas, un mar de pieles femeninas de todos las tonalidades y aromas.

Firenze, con calma inmóvil, dio un vistazo hasta encontrar el espeso pelo plateado de Mihanna, la mujer santa y, tras localizarla, dio un par de sigilosos pasos hacia ella. Cuando llegó hasta su altura se inclinó para despertarla con susurros.

-         Señora, he venido por usted, para liberarla.

La santa anciana sonrió con dulzura y se incorporó; aún sentada tendió la mano a su libertador y le apresó con fuerza la muñeca. Después comenzó a aullar.

El asesino vio como a su alrededor las mujeres se levantaban, como impulsadas por un resorte: varias manos le trabaron un tobillo, y otras tantas le aferraron por el cuello, la cintura, el brazo restante…

Muchas de las esposas habían corrido a refugiarse junto a la pared, llorosas y aterrorizadas: aquellas eran las auténticas. Pero otras exhibían maliciosas sonrisas que Firenze reconocía. Tragó saliva al verse rodeado por la brujas, y clavó una furiosa mirada cuando Enara acompañó a Haljhara, la Madre, hasta él.

-         Volvemos a encontrarnos…

Los cuchillos se deslizaron, brillantes a la luz de las antorchas, y Dankhen contuvo el aliento en su estudio mientras las arenas de la bandeja dibujaban para él mudos retratos de lo que ocurría.

La noche pedía sangre.

Firenze, atenazado por un millar de manos femeninas, contempló la mujer que lo había engañado, la anciana Mihanna. Ésta deslizaba sobre él una extraña mirada, a ratos perdida y a ratos cargada de un odio voraz. y es que, en el fondo de sus ojos, refulgía una extraña luz vedosa que se movia como un pez de colores entre arrecifes: parecía estar bajo el influjo de algún bebedizo, conjuro o espíritu.

- Veo que traes la daga contigo: ¡qué oportuna coincidencia!- sonrió con deleite Haljhara-. Por favor, Mihanna, prívale de sus dones antes de que terminemos con esto.

Y así la anciana dio dos temblorosos pasos quedando frente al preso, y llevó su mano al pecho para agarrar con fuerza los penachos y cuentas que adornaban un collar. En ese momento empezó a salmodiar, un murmullo ininteligible brotó de sus labios y la luz brotó, disparada, por entre sus dedos, antes de bañar el Kriss maldito 

(De momento avanzo los 15, cuando se me pase el dolor de cabeza intentaré redactar algo pasable)

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Duda: ¿El creador del juego no será el tipo de "Dogs in The Vineyard", verdad? La mecánica de confrontación es la misma, prácticamente...

Mola.

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¡Hola, Light Artisan!

No, no se trata de Vincent Baker, sino de Ralph Mazza y no-sé-quién más, que son los "culpables" de Universalis.

Sí se parece mucho a lo del Dogs... y al In a Wicked Age, pero tiene el asunto de los Aspectos que vuelve todo más complejo y estratégico.

Blood Red Sands está disponible gratuitamente como beta en su página, por si te apetece echarle un ojo.

Y sí, mola :P

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Mirado y descargado.

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Tranqui, Bartred, que sólo significa que es algo temporal... El kriss no perderá nada ano ser que alguien le quite o le cambie algún Rasgo como Dolor...

...ay, ay, ay, que le tocan su puñal... :P

Exacto, Bartred, mal pensado :P Y no durante todo el combate, sino sólo durante este Intercambio: si Leonid ataca después, podrá contar con todos los Aspectos mágicos que tenía el Kriss, a no ser que el defensor saque algún Rasgo con Aspecto de Hechicería Bendita.

Y, por cierto, orgullosamente observo que estás en todo: ¡te has fijado en los Aspectos que he utilizado!

Ahh, y Leonid, una cosa te digo: recuerda a Patton. Mejor una respuesta cualquiera ahora que la respuesta perfecta demasiado tarde :P