-Uh- dolor y frío. La frialdad de un ataque por sorpresa.

-Comadreja-

-Te lo mereces-

-Frío-

Las fuerzas me fallan y caigo al suelo. -Voy a rajar el cuello de Hazir luego te sacaré los ojos.- Alzo la vista hacia Nickar y siento el ardor de mis lágrimas -Estúpida- -...y reiré a carcajadas mientras llora- se refiere a Lyth. Exhalo. -Nickar, no...- intento evitar que ataque a Comadreja, aunque no sé muy bien por qué. Si por él, por ella o por mí.

-¡Comadreja! Nek y Leixle se atacaron mutuamente por una predicción de Ascario.- Suelto la evidencia mientras se aparta, mientras sopla aquel arma manchada con la sangre de mis entrañas. -¿A caso el adivinador no veía el desenlace de sus palabras?- El combate era inminente -Yo creo que sabía lo que ocurrió. Lo estaba usando para algo. ¡Nos usaba!- río con el sabor férreo de la sangre -Pero a mí no pudo predecirme. ¡Estoy ligada a Arkham desde el día que me combertí en humana...!- quería gritar más, tenía muchas cosas que decir, que explicar. Mi acción fue un impulso, sí, un movimiento reflejo desde el instinto, desde el subconsciente, pero ahora le encuentro sentido.

    Desconocedor de si el arrebato de una alimaña como Comadreja venía motivado por algo como el afecto, el odio o el capricho de un niño al que le han arrebatado su juguete preferido, el viejo caballero no pudo evitar dejar pasar por alto lo creía que eran sus intenciones, aunque más grave que aquello habían sido las acusaciones de Daebius, el estúpido gnomo no pudo escoger mejor momento para hacer una declaración semejante estando como se encontraban.

    Sin olvidar la espera de su respuesta ni perder de vista a aquel al que llamaban Pain, Socar aferró con brazo firme su lanza mientras se aproximaba a Roriarkas y el artífice para dirigirse a ellos. Tras ello mantuvo su postura inquebrantable, no estaba del todo seguro de lo que ocurría en el exterior pero si era consciente de otra cosa, dejar a aquellos dos atrás ahora no era buena idea y Hernst todavía no había contestado, aunque tal vez eso fuera el menor de sus problemas "Escoger entre dos males es escoger mal, debo esperar el momento." pensó para si mismo con una frialdad pragmática.

    -Viejo estúpido, tú manifiesto no ha hecho más que poneros en un riesgo aún mayor.- Dijo con tono recriminador y en voz baja al gnomo mientras lanzaba una mirada fugaz hacia la salida. Su nueva condición había hecho que de algún modo el asesinato de la sanadora no lograra alcanzarlo de una manera tan directa como lo hacían la muerte de Socar o sus compañeros mediante los recuerdos que conservaba de este cuando aún vivía.

    -Roriarkas, sea lo que sea que tramáis, terminadlo ya, mi deber está también ahí fuera y no se cuanto más podré velar por vosotros.- En otro tiempo su sangre estaría hirviendo con la sola idea de que su Comandante y hermanos de armas estuvieran corriendo un riesgo mientras él se veía forzado a quedarse de brazos cruzados, pero su férrea voluntad lo hacía consciente de que aquella no sería una buena opción, sus vidas ya estaban en riesgo pero sabía que eran guerreros diestros, por otra parte, alejarse de allí y dejar a solas a aquella pareja de antiguos aliados podría condenarlos irremediablemente.

Me encontraba en el mismo linde de la guerra, a un paso de unirme a la danza o de ser el guardián. Cualquiera de las opciones me valían, cualquiera de las dos me llevaban, irremediablemente, a cortejar a mi madre. ¿Que era aquella dama sino la misma esencia de mi ser? La había adorado sin saberlo desde mucho antes de rezar a Scarhossar. Después, cada tortura y cada matanza, cada crimen y asesinato, habían sido una plegaria a la última condición de todo mortal. Incluso mi diosa había sucumbido a ella, tantos años atrás que mi fe nunca había conocido el verdadero poder de la caprichosa deidad del dolor y la crueldad, tan solo simples reminiscencias, un legado ínfimo en comparación. Ahora que incluso había renegado de mi culto, la falsa idolatría quedaba sin sentido, y por mucho que mi nombre hubiera sido otorgado por mis méritos en la secta, yo no era un hermano del sufrimiento, sino hijo de la Muerte.

Embelesado, me quedé observando como la sangre teñía las ropas de Yzlin. El rojo carmesí, signo vital que se escapaba de del interior de la antigua medusa, caía al suelo formando un charco a partir de gotas que, rápidamente, se convirtieron en un pequeño canal que manaba de su estómago abierto. En seguida, la propia mujer acompañó el descenso, y quedó tendida ahí mismo, sin sentido. De esa no habría vuelta atrás, como la primera. Una lástima, pero ya no merecía mi atención.

Mis ojos se desviaron en seguida al resto de contendientes. Virming, al fin, había mostrado su verdadera cara, un rostro que ni siquiera yo había llegado a ver del todo. Comadreja había recibido aquél apodo por su capacidad no de luchar, sino de colarse en cualquier recoveco y sonsacar la información que necesitaba. Era flexible, capaz de moverse como pez en el agua entre sus informantes, y utilizar todo aquello para hacer más daño del que nadie podría hacer con un cuchillo. Sin embargo, como el animal del que tomaba su nombre, tenía dientes, que acababa de mostrar frente a los necios que se habían creído impunes en sus actos. Hazir, Nickar y Lythrai, los tres seguirían el mismo sendero que había tomado la asesina de Ascario. Cada uno a su manera eran culpables, y en aquél lugar Davenrost era juez, jurado y verdugo. Dictaba sentencia y era brazo ejecutor. Y no estaba solo. Suya era la venganza allí arriba, pero nadie se interpondría mientras tanto...

Mis puños se cerraron y, una vez más, pequeñas llamas rojas parecieron recorrer mis venas, que brillaron tenues, casi como palpitaciones. Di la espalda al combate en el piso superior, y mis ojos recorrieron a todos y cada uno de los allí presentes. Conmigo a un lado, y Krishnarj al otro, era suficiente para que nadie escapara. Tampoco nadie lo intentó en un primer momento. Apenas nadie se movió hacia un lugar que fuera de mi interés, excepto uno.

Grook subió las escaleras hasta quedar a mi lado y, como si yo no importara en absoluto, se puso a mirar la pelea. El serpentino ser no parecía dispuesto a entrar a ayudar a ninguno de los dos bandos, pero su interés no me gustaba. No sabía de que era capaz, y lo desconocido no me gustaba, lo volvía peligroso. No iba a dejarle, llegado el momento.

—Retrocede, por favor —dijo con un tono frío y metálico, que no dejaba lugar a dudas de que la petición no iba a repetirse una vez más.

Y, por segunda vez en aquel día, las cosas se torcieron espectacularmente antes de que pudiera empezar a comentar el plan que tenía en mente. No sabía si había una deidad de Arkham empeñada en que no lo pusiera en práctica o era solo mala suerte, pero el caso es que, de nuevo, su plan iba a tener que esperar. 

Mientras hablaba con la mercenaria, de pronto sintió que su piel se erizaba, que cada centímetro de su ser se ponía en alerta. Sus instintos de bárbaro le gritaron, le advirtieron de que el peligro era inminente. Podía olerlo en el aire, sentirlo en el silencio, ese calma tensa y antinatural que precede a la tormenta. Agarró la empuñadura de su arma justo a tiempo de ver una hoja saliendo del vientre de Yzlin, una hoja negra y afilada como una cuchilla de afeitar. Desenvainó su arma antes de que su cerebro pudiera siquiera procesar la escena, y observó cómo la ex-medusa caía hacia delante, sobre un charco de su propia sangre, roja y brillante como un ardiente amanecer sobre el desierto. 

El mundo pareció ralentizarse, y sus sentidos se agudizaron tanto que todo a su alrededor parecía tan afilado y nítido que dolía mirarlo. Olió la magia antes de verla, y la palabra de activación resonó por el metal de la hoja de Comadreja un segundo antes de que se cubriera de llamas. Hazir había visto muchos encantamientos flamígeros, eran algo muy común en su patria y muy demandado en las arenas de combate. Y, sin embargo, sabía que no eran gran cosa: a pesar de lo vistosos que parecían, no eran mucho más peligrosos que un arma corriente, no si no temían un par de quemaduras. El encantamiento de colisión que zumbaba en sus manos era mucho más potente, pese a ser menos espectacular. Una sonrisa salvaje partió la cara de Hazir como una puñalada, y el fuego de la hoja de Comadreja se reflejó en sus ojos como si en el fondo de sus cuencas hubiera fuego de alquimista. 

-¿Quieres comprobar si arde la arena, Comadreja?-rugió hacia él, mientras notaba la magia de su arma vibrar en sus manos, ansiando la sangre en su filo-¡Layldara, conjura un resistencia de oso sobre ella! 

Aquello no curaría realmente su herida, pero le salvaría la vida mientras lidiaban con el problema. Ahora mismo era su mejor opción. Apenas había terminado la última palabra cuando saltó, corriendo a toda velocidad hacia Comadreja, con el alfanjón silbando al cortar el aire, directo a por su cuello. 

(Antes de ir a hablar con Hazir a solas)

"¡Bienvenida de vuelta, Nickar!"  Se alegraba de verdad de que Nickar hubiera venido con ellos, tenía mucho respeto por la carismática y ambiciosa tiflin, pero no sabía cómo decirselo sin abrazarla como había hecho Yzlin. Ya había habido suficientes abrazos en un periodo de apenas unos minutos, ¿no? En cualquier caso, la tiflin preguntó si sería viable proteger a la reina. "Eso espero." asintió Lythrai. "Ha contratado a los Fonn'Aster para hacerlo, y le prometí a mi tío que cumpliría el trabajo. Él era amigo personal de la reina, y nos van a pagar y todo, así que..."

Entonces Hazir la llamó para decirle algo, algo importante, a juzgar por la expresión preocupada de su rostro.

(Antes de que Virming ataque)

¿Cuán importante habría de ser aquello que quería decir como para haber estado a punto de ocultarlo? Hazir y ella habían pasado por mucho juntos, siempre el uno al lado del otro. Sabía que él confiaba en ella tanto como ella en él, así que... ¿cuán preocupante de verdad sería aquello, que el valiente quisashi temiera decirle? Algo que sería capaz de empujarla a no querer abandonar la prisión... y que tenía que ver con aquella conversación que tuvieron con Yzlin donde aclararon el orden de acción, primero escapar, luego sacar de ahi a Shar. "No te preocupes, lo entiendo." le aseguró la Fonn'Aster, poniendole una mano en el brazo a Hazir tras oir su preludio. "Prometí que os ayudaría a escapar, y pienso cumplirlo. Sea lo que sea... suéltalo."

Y así, tras un suspiro, el noble de Quisan decidió contarle lo que le había pasado a él mientras Socar reajustaba sus compromisos para con Roriarkas, informandole de que ahora era un Fonn'Aster. En ese tiempo Hazir había tenido una visión. La había visto... a Shar, su divinidad. No, no solo la había visto... sino que había escuchado su voz. Le había revelado a Hazir otro de sus nombres, Neftis. Como divinidad primoridal, Shar tenía muchos nombres e identidades. Tenía mucho sentido que estuviera presente en varios panteones, igual que la luna era visible casi todas las noches no importando el lugar donde te encontraras. Pero lo que después le reveló dejó a Lyth completamente sorprendida: La Dama de la Oscuridad conocía la manera en la que podría escapar esta prisión, la misma que todos los dioses allí atrapados intentarían. No otra cosa que fundir el alma divina de un dios con la de un mortal elegido... y Shar la había elegido a ella para este cometido.

Su Divinidad le otorgaba el mayor honor al que ningún seguidor de la Diosa pudiera aspirar. Pero al mismo tiempo, le pedía el mayor sacrificio de todos. Ofrecerse como su recipiente, y muy probablemente, morir en el proceso.

"J-joder..." la Fonn'Aster parpadeó, se abrazó a si misma y comenzó a temblar de puro terror y júbilo al mismo tiempo. "Esto... esto es..." el bombazo que Hazir le había soltado la desorientó por completo. "Joodeeer... Es... es lo más bonito que me ha pasado nunca desde que os conocí... y-y al mismo tiempo es lo más aterrador que me han dicho nunca..." murmuró mientras le castañeaban los dientes. "Fu-fusionar el alma con una divinidad es prácticamente morirse... Pe-pero yo no quiero morir..." El ritual que le había descrito equivalía prácticamente a la muerte y resurrección de ambas entidades en una sola. "Perderme... para siempre..." Y aunque Shar, en su infinito poder y sabiduría había descubierto y diseñado su propia versión, una muchísimo mejor en la que la Diosa no tuviese que morir... eso no implicaba necesariamente que la mortal que se ofreciese como su recipiente pudiera también sobrevivir. Quizás sí... Quizás no. ¿Importaba, realmente? Los ojos de Lythrai miraron a Hazir con absoluta desesperación, y su mano agarró la de Hazir como si estuviera a punto de caer por un precipicio de oscuridad y él fuera el único asidero. "Es... es el mayor honor que jamás podría esperar... Y me hace tan feliz... P-pero al mismo tiempo... tengo mucho, mucho miedo... No quiero... tengo que hacerlo, y lo haré, pero, pero... aunque Ella sobreviva... ¿sobreviviré yo también? Tengo miedo, Hazir... Tengo mucho miedo..." empezó a confesar con voz temblorosa. "No quiero... no quiero perderme... no quiero perdert-"

Un tumulto sobresaltó a la Fonn'Aster, que soltó rápidamente la mano de Hazir. Virming Davenrost, furioso por la pérdida de Ascario, acababa de apuñalar a Yzlin y declararles la guerra. La suerte de esa Comadreja había pillado a la Fonn'Aster en su momento más débil, que se quedó paralizada al ver cómo la exmedusa caía al suelo en un charco de sangre. Con absoluta y fría neutralidad en su voz, Virming dio la orden a los suyos de que les atraparan, y después profirió todo lo que les haría a continuación, no como una amenaza sino, sencillamente, como un anuncio de lo que les esperaba, poco antes de de un salto apartarse de ellos. Habían ofendido de verdad a la Comadreja, y le habían saboteado sus negocios. Y ahora, como buen profesional, tenía que limpiar la basura. Eran negocios, pero sobretodo, le habían ofendido en su propia casa, y la Fonn'Aster ni siquiera se había dado cuenta de ello hasta que ocurrió lo peor.

Mientras Hazir se lanzaba a la carga dando rápidas instrucciones, Lythrai se bajó la visera del casco, ocultando la mitad inferior de su rostro bajo el metal, y con ello, esperaba, lo débil y asustada que se sentía en aquel momento. Virming no era sino la punta del iceberg de los problemas que se les iban a echar encima. "¡Socar, ven aquí!" gritó la Fonn'Aster, mientras corría hacia Yzlin. Se agachó para levantarla del suelo ligeramente sosteniendola por la espalda, mientras que con la otra mano conjuraba de inmediato el hechizo que podría salvarle la vida. "¡Roriarkas!" gritó. "¡Necesitamos un portal de salida, YA!"

Murmuró unas palabras a la exmedusa, en voz baja y temblorosa, casi desesperada. _{"Yzlin, hermana, no me dejes... tú también no..."} 

Viendo la reacción de comadreja, Nickar aprovechó para buscar asustarlo un poco, lo justo para que frenara en su ataque, intentando clavarle con su estoque por un momento en el suelo atravesando su pie.

- si tan importante era para ti, no haberte esfumado estando a su lado.

Decía molesta con su acto.

En el exterior, sus antiguos compañeros de misión ya reaccionaban tras el primer embite de Comadreja. Ante él, un amenazante Pain le "invitaba amablemente" a retroceder.

- Tranquilo, Pain - dijo en tono conciliador, retrocediendo un par de pasos. Lo justo para mostrarse cooperativo, sin perder ningún detalle significativo de cuanto ocurría en el exterior. - Provocarte en un espacio cerrado como este, cabrear aún más a Comadreja... Ambas cosas serían una estupidez, ¿no crees? No voy a desoír sus instrucciones, no pienso salir, ¿pero perderme esto? Honestamente, no me gustaría.

Tuvo que reprimir un suspiro de autocondescendencia. Odiaba con todas sus fuerzas ser precisamente lo que intentaba dar a entender que no sería: un estúpido. Pero eso era lo que estaba siendo, ni más ni menos. Repasó uno a uno a los combatientes. Hazir, siempre dispuesto a partid por la mirad a quien se interpusiera en su camino. Lythrai, que tras el "seguidme porque sí" del quisashi, había mostrado ser mucho más convincente y carismática que el noble, tanto como para que sintiera casi lástima en declinar su oferta, pero él no era partidario de dar "saltos de fe" como el que pedían. Nickar, que se había metido absurdamente en un problema que no había causado, primero con su trato al cuerpo de Ascario y después siguiendo a los perpetrantes del ataque no provocado.

No estaba dispuesto a arriesgar su vida por ninguno de ellos. Sin embargo Yzlin, desangrándose en el suelo, era otra historia. No quería que muriese, y si estaba en su mano, haría lo posible por impedirlo. Aún tenía demasiadas preguntas que hacerle. Si tuviera ocasión de desvelar el secreto de cómo la ex-medusa perdió sus escamas, quizá él podría...

...

Ante el llamamiento de Lythrai, dio un paso lateral, ladeándose para observar también el interior de El Grosero. ¿Acudiría Socar? ¿Se enfrentaría a Pain? El forjado no se había movido de su sitio en los primeros momentos, pero tenía curiosidad por ver cómo actuaría frente a un llamamiento directo de su comandante. Alternando su mirada entre lo que sucedía en el exterior, Socar y Pain, esperó.

Mis ojos se posaron en el serpentino ser, cuyas bífidas palabras no terminaba de saber si me convencían o no. No me pasaba desapercibido que había dicho que no saldría de ahí, no que no fuera a intervenir. Desconfiaba, y mucho. No era un buen momento, ya que mi atención, en ese instante, debía estar en Socar.

Nickar

En condiciones normales habrías atacado a Comadreja. Lo has escuchado venir, pero al girarte un agudo dolor en los ojos te ralentiza el segundo que el aprovecha para apartarse. Con la mirada nublada lo sigues desenvainando tu magnífico estoque. Él aprecia el movimiento y, mostrando su agilidad, gira en redondo sin sentir la hoja en su piel, sin sentir la superioridad que infundes.

De nuevo un aguijonazo y tus ojos, un resplandor blanco chisporroteante y luego la negrura. Dejas de ver el combate y tu corazón late con fuerza pues escuchas cómo se desarrolla a tu alrededor. Estás ciega, pero el resto de tus sentidos funciona a la perfección. Escuchas el clamor de la batalla que va en alza y un objeto arrojado que pasa muy cerca de tu cabeza junto con una salpicadura [cerveza] que te mancha el hombro y parte de las ropas.

La oscuridad da paso a la penumbra. Distingues un portón viejo, de bisagras oxidadas y pórtico enmohecido. Ves tu mano alzando la llave e introduciéndola en la cerradura...

Sólo dura unos segundos, pero es suficiente para que algún preso te arroje algo desde la distancia...

Grook

Ishrad

Hazir

Pain

Nada más decir a Grook que se aparte, el combate estalla en el exterior. El reptil se preparaba para prevenir algo que fuera a hacer Comadreja. Su mirada y su pose delataban sus intenciones. Pero el caos que se generó fuera era tal, que pronto cambió de objetivo a otro que evidenciaba el uso de magia... [distracción]

El brillo a tu espalda delataba que algún indeseable dentro de El Grosero no te conocía y se atrevía a atentar. El Drow. De sus manos emerge un rayo multicolor que se condensa en un tono anaranjado.

Lythrai

El corazón te late con fuerza, mucho más rápido que los sucesos a tu alrededor que parecen suceder a cámara lenta. Al principio, Hazir y tú salís corriendo uno con el otro, pero ves a Comadreja, sus movimientos suaves y mortales que esquivan el ataque de Nickar y lanza el arma. Sientes el calor de la explosión. Al otro lado, ves a Pain en la puerta recibir un chorro de energía anaranjada que quema su piel... aprietas los dientes y te concentras en el conjuro, Yzlin te necesita.

Consigues llegar hasta ella y ejecutar el conjuro, pero de pronto un cuerpo largo y esbelto se planta delante de ti -¡Ahto ahí!- Caracuero, el trol más alto de la prisión, lanza una patada al rostro que te obliga a retroceder. Sorprendida, has advertido que el movimiento de su pierna no ha sido el de un troll torpe sino el de un combatiente experimentado en las artes de la lucha sin arma. La criatura se interpone entre Yzlin y tú, crujiendo sus largos dedos adviertes los brazales de armadura que adornan sus muñecas.

Mientras tanto, Hologor Bane (el hombre lagarto) avanza relamiéndose hacia ella.