Capitulo I: Nacido con el Don

Has nacido en algún lugar de Europa en la Edad Media. Un mundo donde los mitos y leyendas son reales. Las Hadas bailan y danzan en los claros de los bosques, los ángeles protegen la Iglesia, los demonios corrompen a los débiles y los magos manipulan las fuerzas mágicas más allá de los límites de los simples mortales. Pero de momento todo esto es para ti algo muy lejano pues a fin de cuentas ¡eres solo una criatura! Has oido cuentos de duendes que roban la leche de las vacas, has oido las historias de santos y demonios en tu iglesia local así como vagos rumores de magos que viven en castillos mágicos y realizan prodigios. Pero nunca has visto ninguno y tus preocupaciones son mucho más mundanas.

Siempre has sabido que eras diferente. Desde que tienes memoria a tu alrededor han ocurrido hechos misteriosos y te has visto rodeado de un aura que ha causado recelo en todos aquellos que conocías. Algunos de los niños que conoces te han tratado con hostilidad e incluso algunos adultos más allá de tu familia inmediata tuercen el gesto cuando te ven aparecer. Hay algo que te hace diferente y la gente lo nota.

Por si fuera poco a tu alrededor pasan cosas que no se pueden explicar. Quizás tienes sueños que predicen el futuro, quizás una vez encontraste a un pajarito herido y lo curaste con solo tocarlo o señalaste con odio a una de las mozas y el pelo de esta de repente se prendió en llamas. No puedes controlarlo, estas cosas sencillamente ocurren a tu alrededor.

Por si fuera poco tu condición hace que suelas ser el objetivo de bormas pesadas y travesuras. La última es que tu juguete favorito ha desaparecido. Has tratado de encontrarlo rebuscando en todos los sitios habituales pero te temes que uno de los chicos mayores te lo ha arrebatado. Cuando por fin te has armado de valor para pedirselo te ha dicho que lo han arrojado en lo más profundo del bosque, aunque no sabes si es verdad a fin de cuentas el bosque es un lugar oscuro y que da miedo y quizás ni los mayores se hayan atrevido a ir ahí. ¿Como vas a recuperarlo? Podrías pedir ayuda a un adulto, o aventurarte hacia el bosque para tratar de encontrarlo, o rebuscar entre los enseres de los chicos mayores para ver si han dicho la verdad. O quizás te hayas hartado y sea el momento de enseñarles una lección.

Bienvenido a la Europa Mítica con esta pequeña decisión empieza tu Saga...

Ya era suficiente.

Había aguantado muchas humillaciones de los chicos mayores. En gran parte porque quería formar parte de su élite, a la que los adultos le permitían las cosas más variopintas, porque "estaban en la edad". Ni idea de qué tenía que ver la edad con que les permitieran vagar por las noches, beber cerveza en las tabernas y bailar en los locales junto al río, al que sólo le permitían la entrada a los adultos.

Pero ya estaba bien. Una cosa era que de vez en cuando me escondieran las enaguas en el molino, o me utilizaran como mensajero o chivo expiatorio de sus trastadas. Pero habían llegado demasiado lejos arrebatándome a aquel muñeco de trapo que me había hecho mi madre a mano. Habían cruzado la frontera, porque aquella baratija que ellos decían haber arrojado a lo más profundo del bosque, era lo único que me quedaba de ella.

Apreté los labios mientras los mayores se alejaban, entre risas.

"Ni de coña se han metido estos bravucones en el bosque, son unos miedicas"-Pensé. Y me crucé de brazos viéndolos doblar la esquina. Sabía que se dirigían al establo de uno de ellos, donde se sentaban en un tocón y hacían el tonto durante la mayor parte del día, mascando hierba y hablando de mujeres mientras hacían sonidos de becerros en época estival.-"Pero si no está allí... ¿Entonces dónde?"

Mi cerebro empezó a maquinar...

Lo primero era lo primero. No podía recuperar mi muñeco sin saber exactamente donde estaba. Aquellos mentecatos no eran demasiado listos, no debían haberlo escondido demasiado lejos, probablemente en algún lugar al que pensaban que no me atrevería a entrar. Pero la aldea era lo suficientemente grande como para que la búsqueda fuese eterna, si tenía que comprobar cada sitio. 

Siguió con disimulo los pasos de los jóvenes y consiguió colarse tras unos arbustos para escucharles hablar entre risas. Se lo debían estar pasando genial pensando que me tenían acorralado y acobardado... se equivocaban tanto...

-¿No sabes que con esos pelos es imposible que pases desapercibido, zagal?-Soltó uno de los chicos, dándome a entender que mi escondite había sido ineficaz.

Mierda...-Pensé, mientras salía de entre los arbustos, recalibrando mi plan.

-Bueno... al menos algunos tenemos una buena mata de pelo. ¿No crees?-Dije, señalando la poca densidad capilar de uno de los presentes. Los otros dos se rieron entre dientes, pero se callaron cuando el aludido empezó a chillar maldiciones.

-¿Tienes ganas de volverte calentito a casa hoy?-Le espetó cuando los tres consiguieron volver a ponerse serios. Quería que no se me notaran los nervios. Si la cosa se iba de madre, eran tres contra uno, y además, del doble de tamaño que yo. No tenía buenas opciones, pero la situación requería coraje, y coraje era lo que iba a mostrar.

-Sólo quiero que me digáis exactamente dónde en el bosque habéis escondido mi muñeco.-Dije con toda la tranquilidad que me permitía la situación, y luego apreté la mandíbula, esperando su respuesta.

-¡Pues en el bosque, ya te lo hemos dicho, si quieres encontrarlo allí que te vas!-Empezaron a reírse, pero yo había notado en seguida la duda en su tono de voz, y la ausencia de barro en sus botas, lo que determinaba que no habían caminado por el sendero hacia la foresta. Ahora era evidente que no la habían pisado.

-Ya claro... estoy seguro de que no os falta el valor para ir... pero dudo mucho que hayáis tenido tiempo de hacer un trabajo de limpieza tan fino con las botas. Llovió hace poco... deberían estar llenas de mugre.-Solté, cruzándome de brazos y produciendo en ellos una reacción de sorpresa.

-¡Puto crío!-Chilló el más mayor, acercándose en dos zancadas y arreándome un soberano puñetazo en la mejilla derecha que me hizo retroceder, el dolor no tardó en aparecer, y el ardor en la zona se hizo tan intenso que parecía que me había quemado con el sol estival-¡Ten huevos de llamarnos mentirosos de nuevo!

El más joven de los tres se acercó corriendo y trató de calmarle, diciéndole que se metería en líos con mi padre. Eso me enfureció más, pero si servía para que me indicaran el camino, lo aceptaría sin duda.

-Vale, vale. No hemos ido al bosque.-Medió, mientras se llevaba a rastras a su compañero, aún con el puño armado, listo para una segunda contienda.-Íbamos de camino a tirarla por ahí, y nos encontramos con el viajero que llegó el otro día.

¿El viajero? ¿Aquel viejo de espalda arqueada que se apoyaba, frágil, sobre su bastón? ¿El que venía de Inverness y que nunca dijo hacia dónde se dirigía? ¿El que llevaba un par de días rondando por las llanuras y las lindes del bosque buscando algo que no quería compartir con ninguno de los habitantes de la aldea? ¿Aquel hombre al que habían acogido los molineros, a cambio de un par de monedas de oro? ¿Qué tenía ese hombre que ver en todo aquello?

-¿Y...?-Respondí, impaciente, para que continuara el relato.

-Y...-Siguió, habiendo conseguido ya que el más mayor se calmara-Nos pidió la muñeca, a cambio de un par de anillos de oro, para dárselos a nuestras novias.-Miró hacia el que aún no había hablado de los tres, que hizo un gesto de desagrado.-No sé para qué cojones quiere tu muñequita, pero reconocerás que la oferta era como para pensársela.

-¿¡Le habéis vendido el muñeco de mi madre a un extranjero!?-Chillé, colérico, y el joven levantó las manos para tranquilizarme, y evitar que el que me había golpeado volviera a la carga.

-Calma... No sabía que la muñeca era... de tu madre.-Dijo en tono conciliador, casi parecía arrepentido.-El hombre iba de camino al bosque... quizás si te das prisa, le alcances.

-¿Y cómo pretendéis que le compre de vuelta lo que era mío, en un primer lugar, con mis enaguas?-Respondí, enfadado, pero sabiendo que si tardaba demasiado lo perdería para siempre.-¡UGH, da igual, me las apañaré! ¡No sé cómo he podido querer juntarme con tíos tan tontos como vosotros!

Y sin darles tiempo a reaccionar, salí corriendo hacia el sendero del bosque. Desde allí, desde la colina, no se veía a nadie en todo el camino. El viajero debía haber llegado ya al interior de la zona de árboles. Tenía que darme prisa.

Como una exhalación, corrí sin descanso evitando las piedras del camino, tratando de ignorar que llevaba un buen rato casi sin ser capaz de retomar el aliento, y entonces llegué al límite del bosque y me paré justo antes de llegar al primer árbol. Allí, tragué aire dos veces, mientras que la visión de aquellos colosos verdes que tapaban el paso de la luz solar me hacía sentir menudo en el mundo e impotente. Me temblaron las piernas al intentar adentrarme entre los troncos, hacia la penumbra de un bosque que exudaba sonidos de insectos, y animales salvajes en cada centímetro de su extensión.

-Esto es una mala idea...

Pero no podía echarme atrás.

-¿Hola... viajero...?-Dije, para ver si era capaz de oírme, y así evitar sobrepasar los límites de la seguridad que ofrecía la colina-Le han vendido algo que era mío...

Supuse que no le importaría lo más mínimo mi situación, debía buscar un plan mejor. Pero para ejecutarlo debía encontrarle, por lo que no quedó más remedio que adentrarse en la foresta.

Durante varios minutos, fui caminando siguiendo el sendero que se había formado por el paso de tantas y tantas personas que venían a Inverness a visitar a los reyes de nuestra región. Era un sendero natural que se había creado a fuerza de pasos de personas, caballos y pequeñas carretas de impuestos de grano. Lo suficientemente marcado como para saber por dónde volver a la aldea. Durante ese tiempo, fui ensayando lo que le diría al viajero al encontrarlo...

-Si usted... pudiese devolvérmelo... le estaría eternamente agradecido...-Dije con tono tímido y emití un suspiro.-No... así no voy a recuperarlo. Debo ser firme.-Tras dos toses fingidas, adopté un gesto estoico, y con voz atronadora dije:

-¡Ese muñeco es mío, se lo vendieron unos ladrones, y estoy aquí para recuperarlo!

De repente, de mi costado derecho, una voz me hizo emitir un grito y echarme al lado contrario, tropezando y cayendo al suelo. Al girarme, pude ver, sentado en una gran roca, apartada del camino, al anciano del que todo el mundo hablaba esos días.

-Vaya... lamento haberte asustado...-Dijo con una sonrisa gentil, a la par que enigmática-¿Decías que buscabas algo que me han vendido? Me temo que tendrás que ser más concreto... he comprado muchas cosas en mi camino al Castel, pequeño...

Tenía que recomponerme, o aquel hombre no me tomaría en serio. Su sonrisa agradable no me iba a engañar.

-Intercambió unos anillos de oro por un muñeco de trapo.-Dije, incorporándome y volviendo a mi pose estoica-Francamente ¿a quién se le ocurre? Oro por un poco de tela...

El hombre respondió, con un tono sosegado.

-Y sin embargo... vale lo suficiente para ti, como para que hayas venido en mi busca.-Su sonrisa ahora era incluso más cálida. Rebuscó en una bolsa que llevaba colgada del cinto y sacó mi muñeco.-Diría que vale mucho más que esos anillos de latón que les di a tus amigos.

-¿Latón...? Pero ellos...

-Ellos nunca han visto el oro, pequeño-Dijo, encogiéndose de hombros-Para un ignorante, el cristal es diamante, todo pájaro negro es un cuervo, y una vaca y un toro sólo se distinguen por que uno de los dos da leche...-Aquello sonaba a insulto. Estaba admitiendo haber timado a los abusones... aunque eso no hubiese sido difícil, ni siquiera si les hubiese dado anillos de madera y les hubiese prometido que podrían venderlos por millones.-Vamos a hacer una cosa... te voy a lanzar un acertijo... y si lo respondes correctamente, te devuelvo tus pertenencias... ¿Te parece bien?

Levanté una ceja.

-¿Y si no?-Pregunté con escepticismo.

-Tú tendrás que darme algo... y me quedaré esto que tengo en la mano...-Sonrió, ahora con algo de juego en los ojos.

-Está bien...

-Es un acertijo sencillo... verás. Hay un animal en la tierra, que en sus albores camina sobre cuatro extremidades... luego, durante el día lo hace sobre dos, cuando se acerca el ocaso, lo hace sobre tres, y al anochecer, acaba su existencia... ¿Qué animal es ese? 

Aquella pregunta no tenía sentido. ¿Un animal que nacía y moría el mismo día? ¿Un animal que caminaba con 2, 4 y luego con 3 patas? ¿Qué tipo de animal podría ser...?

Entonces posé los ojos sobre su cayado y caí en la cuenta. El día no se refería a una jornada. Mi propio padre a veces se refería a la vejez como al anochecer de la vida. 

-Es... ¿Usted?-Dije, sin tenerlo muy claro.

-Jo,Jo,Jo... yo no diría que esa sea exactamente la respuesta correcta... pero entiendo que a lo que te refieres es al ser humano...-Dijo entre risas, y luego asintió con la cabeza-Es correcto... aquí tienes a tu ser querido. Te lo has ganado... te recomiendo que lo guardes con más celo, la próxima vez... y que vigiles a quién otorgas tu confianza ciega.-Soltó el muñeco sobre la piedra, y un pequeño animal negro lo cogió con la boca. Aleteó, saltando por las ramas de los árboles, hasta que lo dejó caer sobre mis brazos, al mirar de nuevo a las ramas, ya no podía verlo, bajé mis ojos para mirar al anciano.

-¿Era eso un...?

-Como ya dije... para el ignorante... todo pájaro negro es un cuervo. 

Capitulo II: La llegada del magus

Ezon miró boquiabierto como el pájaro negro volvía a descender de entre las copas de los arboles hasta posarse con suavidad en el hombro del extraño extranjero. Y casi cayó al suelo cuando con una voz masculina y rasposa el pájaro dijo

¿A quien diablos llamas tu cuervo iletrado? ¡Soy un grajo por Hermes! Dijo el animal mientras el viejo parecía hacer esfuerzos para contener la risa ¡Un cuervo! ¿Te parezco un animal de baja estofa? ¿Has oído eso Gracalum? ¡Lo que tengo que aguantar!

Aquí obviamente divertido el anciano rompió a reír a carcajadas antes de descender de donde estaba sentado y avanzar con paso resuelto, impropio de un hombre de su edad, hacía Ezon mientras canturreaba unas palabras parecidas a las del cura en la misa y sacudía la mano libre con extraños gestos. El muchacho notó un fuerte olor a whisky añejo preñando el ambiente y vio como de repente una pequeña llama de color blanco brotaba en su pecho encima del corazón. Asustado trató de apagarla golpeándola con la mano para descubrir que la llama no quemaba. El anciano volvió a reír antes de detenerse en frente a Ezon, separándoles solo unos pocos pasos. Al tenerlo cerca Ezon se removió sintiendo una punzada de intranquilidad, realmente ese no era un anciano normal.

Bien bien bien. No habrá sido el viaje en balde Orfe viejo amigo dijo y pareció claro que se estaba dirigiendo al grajo. ¿Ves como tenía yo razón? Un joven con mucho potencial, y no tonto del todo. Y tu que decías que volvería al castillo sin encontrar un aprendiz.

Y volviéndose al muchacho lo miró fijamente Veamos pues si tu ingenio va parejo con tu sentido común jovencito. Ante ti tienes la decisión más importante de tu vida. Puedes darte la vuelta y volver a tu casa con tu muñeco. Vivirás una vida corta y mundana. Dice señalando el camino por el que el niño había venido O puedes seguirme a mi, te ofrezco tomarte como mi aprendiz. Te enseñaré los secretos de la magia hermética, quien sabe quizás incluso sobrevivas a tu aprendizaje y algún día seas tu el mago que deambula buscando un aprendiz. Escoge sabiamente pues esta oportunidad no volverá a presentarse.

Ezon juraría que oyó al grajo reírse mientras desde una rama contemplaba la escena.

Aquello no podía estar pasando. ¡Un pájaro que hablaba! ¡Un pájaro que me había corregido a mí, un ser humano! Mi expresión de asombro ya no se podía ocultar. Durante toda la escena, me mantuve mirando al viejo, y luego al grajo, y luego al revés, repitiendo el proceso, hasta que al final se me enfrentó con aquella decisión fundamental.

¡Estábamos hablando de MAGIA, ni más ni menos! ¡MAGIA! No podía ser otra cosa. A fin de cuentas ¿Cómo se podía explicar si no que aquel hombre hablara de aprendices, supiera tantísimas cosas y pudiese controlar a aquel bicho, que incluso hablaba? Nunca había visto nada semejante, y sólo la promesa de aprender a hacer algo así era lo suficientemente tentadora como para abandonarlo todo sin mirar atrás. Dejaría a mi padre solo... pero dudaba mucho que fuera a ser consciente de mi ausencia, pues no me dirigía más que tres palabras al día desde la muerte de mi madre. Probablemente, irme sería incluso un alivio para él, que aparentaba estar criándome más por obligación que por otra cosa.

Hubiese estado engañándome a mí mismo de haber dicho que no me esperaba para nada que me dijeran que era un crío especial. Aún recordaba las tantas veces que los animales de la granja me habían obedecido, dóciles, mientras que a mi padre se le encabritaban, y le hacían la vida imposible. Siempre sospeché, incluso, que algunos eran capaces de comprenderme. Varias veces Connor, nuestro perro, me había traído las zapatillas al borde de la cama, cuando me levantaba en mitad de la noche.

Siempre habían ocurrido ese tipo de cosas raras a mi alrededor. Las había convertido en una costumbre que era fácil explicar con la casualidad... pero ahora tenía casi la certeza de que había algo más.

-¿Tu aprendiz, dices?-Respondí, tratando de mostrar una seguridad de la que carecía por completo-¿Y aprenderé contigo a convertirme en grandes bestias que escupen fuego y en monturas cornadas?-Apreté los labios. Aquellas historias de dragones y unicornios, de repente, no parecían tan disparatadas-¿Qué es lo que hace usted con todo esto que sabe? ¿Habla con reyes y princesas? Es evidente que no es rico... pero habla con finura. 

Sonreí un poco, imaginándome como el héroe de una de esas historias de juglares nómadas, que a veces pasaban por la aldea, y se dedicaban a entretener a los niños y adultos en la pequeña plaza, a petición del alcalde, que solía darles hospedaje y comida a cambio. Historias de héroes que salvaban reinos y princesas. En aquel momento era demasiado fácil dejar volar la imaginación. Pero algo quedaba claro. Quería ayudar a quien lo necesitase. Lo que me convertía en un pelele, en un pelele adorable, para muchos... pero no por ello menos pelele.

Mis labios se curvaron hacia abajo al caer en la cuenta de aquel detalle.

-Ciertamente... no me importa demasiado.-Negué con la cabeza-No estoy seguro del todo de que lo que me dice es cierto... pero no tengo mucho que perder aquí.-Me encogí de hombros, tratando de ocultar mi emoción.-Soy Ezon.-Dije con media sonrisa.-¿Cuándo nos vamos?

Capitulo III: Tu, aprendiz

Magnifico muchacho. El hombre estalla en risotadas palmeandose el pecho con evidente contento Sea pues, que empieze ahora mismo tu viaje. No hay tiempo que perder. Y sin mediar palabra echa a andar hacia la fronda. El pobre Ezon hubo de echar a correr para seguirlo entre ramas y arbustos. Para cuando quiso darse cuenta ya se había desorientado completamente ¿Habían cruzado el arroyo antes de saltar por encima de ese montón de troncos? ¿O fue despues de pasar por el claro con las setas? A veces el autoproclamado magus se alejaba demasiado y Ezon temía que iba a quedar perdido en ese bosque pero el pajaro negro no lo perdía de vista y le iba indicando el camino a seguir.

Cayó la noche y Ezon sintió frio ¡y hambre! Pero no iba a darse la vuelta. Se le había prometido magia ¿y acaso no vale eso el esfuerzo? Además no tenía ni idea de como volver.

Finalmente ya bien entrada la noche y con una luna llena brillando en el cielo estrellado llegó a un inmenso claro. En el centro del mismo se levantaba uno de esos misteriosos circulos de piedras que se decía levantaron las hadas hace muchos siglos. En el centro del mismo lo esperaba el magus.

Entra hoy en este circulo muchacho y conviertete en mi aprendiz. Pronuncia con voz solemne el hombre. Yo Gracalum ex Bjornaer, mago de la Orden de Hermes te tomaré bajo mi protección. A cambio de que me sirvas lealmente durante los proximos quince años te enseñare los muchos misterios de las Bestias y las Artes Arcanas. 

Sacó de su cinto una cantimplora de cuero y se la tendió al muchacho. Al dar un trago este notó como un fuego que le bajara por el esofago y como su cabeza empezaba a dar vueltas. Con dificultad dejó que el magus lo ayudase a tenderse en una losa de piedra en el centro del circulo.

Sueña ahora, o mejor dicho abre los ojos a tu verdadero ser. Que tu sueño nos revele tu Bestia Interior, la verdadera forma animal de tu alma. Pronuncia el mago y entona una salmodia de palabras desconocidas para el joven que siente como sus parpados se van cerrando y el sueño lo gana.

Un sueño en el que ve pasar de forma acelerada el paso de las estaciones. El bosque pasar del verde al ocre y luego al blanco con las nieves del invierno. La hierba y los arboles creciendo cientos de años en menos de un minuto y el sol y los astros girando sobre su cabeza. A veces por lo contrario en su sueño el tiempo pasa muy lento, es un gato montés acechando durante lo que parecen años a un venado. O un pajaro que se suspende en una corriente de aire durante un instante que dura siglos.

De repente despierta y al abrir los ojos ve que el sol del mediodía ilumina el claro. A poca distancia Gracalum con el grajo al hombro lo observa. Ezon se siente distinto, como si su cuerpo no fuera el suyo.

De repente nota que en efecto su cuerpo ya no es el de un muchacho si no el de un animal. 

Cuando abre la boca para chillar asustado un sonido muy distinto llena el claro.

Ezon trata de incorporarse pero no logra ponerse en pie, resbala y cae al suelo desorientado. Lo asalta una avalancha de sensaciones. Oye la respiración de Gracalum, el ruido que su grajo hace al picotearse las plumas ¡y los olores! Huele no solo su propio olor en las sus ropas, que ve que han quedado amontonadas en la piedra ceremonial, si no el de una comadreja que hace tres días pasó por este claro. Además entornando la vista puede ver con claridad entre la penumbra de los arboles que rodean el claro.

Pero su mayor sorpresa es cuando se mira a si mismo. Su cuerpo ya no es el de un niño ¡si no el de un zorro cubierto de pelaje anaranjado! Sus manos y pies se han convertido en patas almohadilladas y pasando la lengua por su boca nota afilados dientes. Oye entonces la voz de su maestro pero al mirar no ve si no un enorme lobo gris. Deduce acertadamente que igual que él su maestro tambien tiene el poder de transformarse en bestia, en este caso en lobo.

Así es como, convertido en un zorro y dejando atrás su familia y sus ropas Ezon partió junto al mago Gracalum hacia su nuevo hogar para empezar su aprendizaje mágico.

-Kiii, Kiiiii-Era lo único que salía de mis labios cuando por fin desperté de aquella negrura que me había envuelto. El paso del tiempo parecía estar trucado. Ya no iba hacia delante, o quizás sí, pero lo hacía muy despacio... o demasiado rápido como para percatarse en él siquiera. De repente el tiempo, el espacio, todo lo que conocía parecía relativizarse, como si se estuvieran escapando de mis sesos todo lo que me habían enseñado, y de repente todo eran olores, sonidos, colores vívidos que jamás había visto antes, y un calor nada propio de las fechas en las que estaba... ¿o no estaba? ¿Qué día era de nuevo?

Pensar se hizo difícil. Las cosas complicadas estaban fuera de mi alcance, como si mi cerebro se hubiese secado y no me diera suficiente energía para pensar. Sin embargo, no me sentía cansado. Todo lo contrario, me sentía fuerte y muy vivo.

Tropecé y caí al suelo, esperando un gran golpe. Sin embargo, la caída duró poco, y no fue mi cara la que se estampó contra el suelo, sino mi costado, y no dolió apenas nada, como si algo acolchado hubiese parado el golpe. 

Traté de levantarme, pero mis piernas se comportaban completamente al contrario de a lo que estaba acostumbrado. De repente, un miedo atroz se apoderó de mí.

Idiota... te has dejado engañar por el brujo... y ahora te llevará a donde nadie pueda oírte... y luego... ¿Y luego?

Ese mismo miedo me hizo luchar en contra de todo mi cuerpo, tratando de ponerme en pie.

-¡KIIII! ¡KIIII!-¡Sólo podía decir eso, y por alguna estúpida razón mi voz sonaba tan aguda!

Un nuevo tumbo consiguió ponerme sobre mis dos pies... ¿O estaba a gatas? Porque sentía también las manos en el suelo. Daba igual, tenía que huir de allí, antes de que el brujo me metiera en su saco... o...

-¿Kii?-Dije al ver las pequeñas patitas rojas, de plantillas blancas que había bajo mi cuerpo. No podían ser mías... o...

Traté de mover la mano, y en su lugar, la pata derecha se adelantó un poco. Entonces di un brinco, asustado, y luego miré hacia arriba para ver que el brujo se había vuelto gigantesco...

Tras comprobar el árbol a su lado, y la roca en la que había estado sentado, sin embargo, entendí que era yo el que me había reducido...

Y entonces entendí que ya no era un ser humano. O no completamente... Y aunque mis pensamientos complejos se iban diluyendo en una sed insaciable de actividad, caza y vida salvaje, hubo algo que me hizo permanecer consciente.

La muñeca estaba en el suelo.

Con un movimiento rápido, pero torpe, me abalancé sobre ella y la cogí de un mordisco, y luego levanté la cabeza para mirar al mago, sólo que ya no era un mago, sino un enorme lobo gris que estremeció cada célula de mi cuerpo.

-PFFF...-Dije, queriendo decir que no entendía nada. Y él pareció entenderlo. 

Y, así fue como el lobo enseñó a Ezon, el zorro, a caminar en sus nuevas pieles, y ambos se perdieron por la espesura, de camino a sus nuevas vidas.

Sólo las ropas del chiquillo quedarían atrás. Y sería lo único que su padre encontraría, días más tarde, en el bosque, dando por finalizada una búsqueda que duró casi una semana. Sin embargo, hubo algo que jamás encontraron.

La muñeca.

Aquel hombre amargo, aquella noche dio una paliza a dos de los tres jóvenes que impulsaron a Ezon a aventurarse en el bosque...

Pero siempre... Siempre...

Culparía a aquella "Estúpida muñeca"

Capitulo IV: Los primeros años

Así es como Ezon el niño dejó paso a Ezon el aprendiz (y a Ezon el zorro, pero eso es otra historia). Siguiendo a su jovial maestro recaló en la Alianza de Taigh a'Bhiast también conocida como la Morada de las Bestias. Aprendió pues que los magos de la Orden de Hermes se unen y conjuran para vivir juntos en un mismo lugar según sus intereses ya finidades, compartiendo recursos y aventuras en la busqueda de la mejora de su Arte.

Enclavada en el corazón de las highland esta Alianza ocupaba varias construcciones de madera y piedra construidas sobre los restos de lo que el Maestro de Ezon le contó era un antiguo fuerte. Pero no uno de los que construyeran las antiguas y perdidas gentes de Roma ¡si no un fuerte construido por los gigantes! Al parecer en tiempos del avus de Gracalum estos fueron expulsados del lugar por los fundadores de la Alianza pero incluso hoy tribus de gigantes merodeban en las colinas y montes siempre tramando en contra de los magos.

Junto a su maestro habitaban tres magos más: el anciano investigador de lo arcano Albald ex Bonisagus y las hermanas gemelas Stiorra y Scone ex Bjornaer dos magas procedentes de la salvaje Ibernia (Irlanda) con la capacidad para convertirse en lobas. Asimismo dos hermanas también gemelas habitaban junto a las magas de Ibernia, sus aprendices Aine y Niahm dos muchachas mas mayores de Ezon y casi tan salvajes como sus maestras.

Un puñado de campesiones de los alrededores se ocupaban de mantener los habitaculos de los Magos así como de sus provisiones bajo el liderazgo de el autodenominado padre John. Este afirmaba ser un fraile aunque estaba casado y tenía tres hijos revoltosos y pelirrojos pero sabía leer, escribir y conocía el latín así como se encargaba de mantener un minimo orden en la Alianza y cuidar su biblioteca de pergaminos.

Ahí empezó la instrucción del joven Ezon, aunque su Maestro solia ser caotico y sus enseñanzas pareccían no seguir metodo ni razón alguna el muchacho aprendió de él y de su ejemplo así como el de los otros magos del lugar y sus propias peripecias en el salvaje corazón de Escocia.

Pasaron así cinco años de aventura y descubrimiento en los que el niño dió paso al adolescente...

Taigh a'Bhiast, era un nombre de lo más ominoso, al principio. Había mucho que no sabía del mundo. Jamás había salido de mi pueblo antes de aquello. Al llegar a aquella suerte de villa en medio de la nada, solté un bufido de decepción. Aquello no parecía para anda distinto a un pueblucho de la periferia. En mi cabeza se habían dibujado imágenes de grandes torres de magos. Historias contadas por los juglares que a veces paraban en el pueblo en su paso a ver a los grandes reyes de las tierras que habitaba. Pero aquello sólo eran piedras puestas sobre otras piedras más viejas.

Me explicaron sus inimaginables y, por qué no decirlo, increíbles orígenes de aquellas ruinas bajo el pueblo. Por supuesto, un chico tan experimentado como yo, no se lo creyó de primeras. Hicieron falta muchas, muchas, muchas lecciones de historia hasta que finalmente mi sesera decidió entender que, si la magia era real. Los gigantes también pudieron serlo. 

Para mi desgracia, aquello no fue todo lo que me enseñaron. Y aunque le pedía a mi maestro una y otra vez que me enseñara "La magia de verdad" a "Hacer bolas de fuego y hacer flotar a las vacas", éste lo único que hacía era clavarme la frente en libros y más libros... y eso que yo jamás en la vida había leído ninguno.

Aprendí el Latín gracias a mucha práctica y a un par de azotes del maestro, que aprovechaba cuando me distraía para pegarme un empujón en la nuca y clavarme la cabeza al libro.

Yo, que sólo quería volver a convertirme en zorro, vi pasar los días... las semanas... los meses. Pasando de un mago a otro, como un bolso comunal. Unos me enseñaban cosas más útiles y entretenidas que los otros. Las chicas salvajes se afanaron en que aprendiera a estar atento y a cazar. Repetían siempre lo mismo sobre los magos como yo. "Debes aprender las costumbres de tu animal interior para entenderlo, y aprovechar su poder"... ya. Poder. 

La verdad era que acababa pasándomelo mejor con los revoltosos pelirrojos, hijos del cura de allí, que saliendo a los bosques a degollar presas. Gracias a su simpatía, me enteré de que el Padre John fue una vez un guerrero consagrado. Uno nunca lo hubiese dicho, pero cuando le vi blandir aquel palo, entendía que debía ser cierto.

Todas las noches, después de las duras lecciones en gramática, Latín y artes mágicas, le pedía al padre John que me dejara practicar con él, el arte de la lucha. Me divertía imaginándome que era un gran héroe de leyenda. Y con el paso de los meses, acabé por dominar un poco de la técnica, y desarmaba sin pestañear a los pequeños Tom, Sohm y Jon. Increíblemente, aquellas tardes de juegos de guerra, sirvieron para crear con ellos un vínculo que durante mucho tiempo no fui capaz de entender. 

Todas las noches de luna llena, me reunía con ellos para ir a nadar al lago cercano. Que más bien, era una charca más profunda de lo normal. Yo, que no sabía cómo mantenerme a flote, me quedaba en la orilla, chapoteando, e imitando los movimientos de Jon, el primogénito, que nadaba como un pez. A veces, los tres pelirrojos se metían conmigo por no atreverme a meterme en el agua. 

Cuando pasó el segundo año, Jon, que ya había cumplido los once años, me presentó a una de las hijas de uno de los campesinos de allí. Emily. Una niña muy formal, que se escandalizaba por los exabruptos de un Jon al que estaban empezando a afectarle las lunas llenas. En las clases, cuando pregunté por ello, alguien me explicó que el cuerpo, al desarrollarse, empezaba a tener ciertas necesidades que, de momento, no tenía por qué conocer. Esa explicación fue suficiente para mí durante un año más. Los diez años llegaron cargados de historias de Jon y sus escarfeos amorosos por un lado y por otro. Al parecer, algo había hecho con Emily y durante mucho tiempo después de ello, no le volvió a dirigir la palabra. Aunque él parecía orgulloso. 

Todo aquello empezó a causarme una marea de preguntas que me distraían de mis estudios en lingüística, latín y gramática. No paraba de preguntarle al padre John sobre aquello que a Jon le hacía sentir tan orgulloso. Sin saberlo, había metido a mi amigo en un buen lío, por el que estuvimos sin hablar durante varios meses. Aunque, al menos, me enteré de dónde venían los niños... de una forma bastante vulgar y gráfica en exceso.

El siguiente año, me lo llevé a partes iguales tratando de entender las bases del lanzamiento de hechizos y aquello de lo que Jon tanto hablaba. Estuve conociendo a todas las chicas del pueblo, intentando encontrar esas sensaciones que él tenía. La rojez en las mejillas, el calor en la cabeza... y en la otra cabeza, la respiración acelerada...

Pero nada de eso ocurría conmigo.

De nuevo, este tema me tuvo de cabeza tanto tiempo, que mis estudios se vieron retrasados, y mis maestros empezaron a perder la paciencia conmigo. Así que al finalizar el cuarto año, decidí enclaustrarme la mitad del siguiente para ponerme al día.

Entonces empezaron a enseñarme sobre leyes... ¿En serio?

Los siguientes meses fueron duros, pero conseguí ponerme al día con toda la materia. Estar separado de los pelirrojos había ayudado mucho. Pero en la luna llena del séptimo mes del quinto año, me decidí a salir, y mi cuerpo me llevó solo a buscarles. Tom y Sohm me recibieron en su casa, mientras ayudaban a su padre a traer algo de leña, pero Jon no estaba allí. A aquellas horas de la noche, sólo se me ocurría un lugar donde podía estar. Así que fui a buscarle a la laguna.

No esperaba encontrármelo, sin embargo, con una de sus conquistas, haciendo aquello de lo que tanto me había hablado.

Oh, Dios, eso fue de lo más embarazoso. Y por alguna razón... enfurecedor.

Tras aquella experiencia, hablar con Jon se hizo... difícil. Él no sabía que yo le había visto, pero yo no podía quitarme la imagen de la cabeza. Poco a poco, fui llegando a su edad, y las cosas no se volvieron precisamente más fáciles. Mis maestros me exigían más y más, y la compañía de Tom, Sohm y Jon se me hacía más y más necesaria para desconectar de los libros.

Fue al llegar a la casa en la que me quedaba, una noche de invierno, que me encontré a mi maestro sentado en la silla del área común.

-¡Ay Dios!-Grité dando un salto-¡Podrías avisar de que estás aquí!

-Las velas están encendidas, Ezon... ¿Esperabas, de veras, que no hubiese nadie?-

Apreté los labios, siendo consciente de que nada excusaba mi falta de atención. A la que tanto tiempo había invertido mi maestro en mejorar.

-Lo siento, venía distraído-

-Sí... Ya me ha comentado el padre John-

Hice un extraño con la cara.

-¿Hay alguna razón por la que estés aquí esta noche?-

-Tienes ya doce años...-Añadió mi maestro, con tono de reflexión-Dime, Ezon... ¿Era esto lo que esperabas al seguirme aquel día en el bosque?

Chasqueé la lengua, evitando soltar el gran no que me había golpeado en la mente. 

-Te has llevado casi cinco años pidiéndome que nos fuésemos de aventura... a "matar dragones"-Dijo entre risas.

-Era un crío... no está bien que te rías de los necios... lo dice la ley ¿Sabes?-Respondí con indignación, mientras me quitaba los zapatos y me sacudía los pies.

-No me interrumpas-Las risas pararon y su rictus se volvió serio. Hasta yo sabía que eso era el último aviso antes de desatar su ira-Querías una aventura, y vamos a tenerla. Creo que te vendrá bien para centrarte un poco.

Me quedé en silencio, sin saber bien qué decir.

-¿A dónde vamos?-Por fin, atiné a decir.

-Siempre me gustó esa predisposición tuya...-Sonrió de nuevo-Sólo espero que no acabe siendo tu condena, también.

El viejo, tan profundo como siempre.

Aine y Niahm se acercaron a la mañana siguiente a la casa en la que vivía, mientras me colocaba las botas y recogía mi cayado. Las dos me miraron con sus ojos lupinos y una sonrisa de aquellas enigmáticas que utilizaban entre ellas cuando se ponían a seguir a una presa. Después de tantos años, había aprendido que también la usaban para intentar asustarme, así que aquella vez no me costó nada ignorarlas, consiguiendo que cambiaran el rictus a uno más terrorífico, el enfado. 

-¡Vamos, gandul! ¡Tenemos un gigante que matar!-Dijo Niahm, a la que se le reconocía sólo porque vestía de gris, en lugar de en verde, como su hermana gemela. Alguna que otra vez hasta yo había pensado en la facilidad con la que podrían engañar a cualquiera, si tan solo se cambiasen la ropa.

-Tenemos unos niños que salvar...-Corregí, echándome la bolsa a la espalda-Es algo bastante distinto.-Suspiré y me acerqué a la puerta-¿Alguien sabe por qué razón querría un gigante secuestrar a un niño?-

Las dos se miraron y empezaron a reír.

-¿Pero tú de dónde sales? Los gigantes comen humanos. Cualquiera que haya leído la Hyliada, lo sabe.-Respondió Aine.

-Sí... esos griegos sí que lo tenían difícil...-Añadió Niahm.

Apreté el rostro, incrédulo. Pero njo tenía más remedio que aceptar que aquella era una posibilidad plausible.

Refunfuñando un poco, azucé a las dos hermanas para que me siguieran, y emprendimos la marcha hacia la montaña cercana.

Por el camino, me llevé todo el tiempo pensando en que nada de aquello tenía sentido. Los gigantes no eran nada comunes, y los humanos no tendrían por qué ser sus presas ideales. Mucho menos teniendo en cuenta que aquella villa cercana estaba plagada de herméticos. Un gigante no tenía por qué ser muy listo, pero aquello se pasaba de rosca. Este gigante o era literalmente retrasado en pensamiento, o bien tenía un plan que aún no podía discernir.

-Mírale, Niahm. Si te fijas bien puedes verle el humo saliéndole por las orejas-Se rió Aine, y luego su hermana hizo un gesto con la cara, burlándose de mí-Si sigues andando sin mirar por dónde vas, te vas a caer por un risco.-

Cruel como podía ser aquella advertencia, no dejaba de ser legítima. Así que me acerqué un poco a ellas dos y continué el camino, fijándome bien en el terreno, y maldiciendo que los maestros aún no me hubiesen enseñado ningún conjuro útil para aquellas situaciones de inestabilidad en el suelo. Aprender a volar no hubiese estado de más. Aunque aún no sabía si aquello era posible, siquiera.

Finalmente, tras varias horas de camino, hicimos un alto en el camino, en un lugar desde el que se podía ver la entrada a la gruta en la que se suponía que el gigante tenía secuestrado al niño. Al parecer, unos amigos de Sohm, el mediando de la familia del padre John. Me quedé pensando en su historia, y en cómo de rara era.

"Jugando en las afueras, en la falda de la montaña, vi al gigante bajar, y huí, pero Ressie y Linda no corrieron lo suficiente, y el gigante los pilló"

Algo no cuadraba en esa historia. De hecho, eran muchas las cosas que no cuadraban. Pero no tenía nada más de dónde tirar, y preguntarle al gigante parecía una idea terrible. Allí, sentado en una roca, Aine empezó a zarandearme, pidiéndome que saliera de mi trance.

-¡Vamos, los niños podrían estar muertos ya!-Me gritó, y yo me desembaracé de ella, con un movimiento brusco de las manos, y me levanté de un salto.

-Si así fuese. Entonces daría igual hacerlo ahora, que más tarde-Respondí con algo de nerviosismo en la voz, y luego miré a la entrada de la cueva-De todas formas... no creo que estén muertos, todavía.

las hermanas hicieron un gesto de asco y, mirándose, respondieron al unísono.

-¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?-

Negué con la cabeza.

-Estamos lo suficientemente cerca para oler la peste que sale de esa cueva... ¿Oléis sangre? ¿Oléis el tufo de un puchero de gigante?-Me encogí de hombros-Estoy bastante seguro de que no están muertos. Ahora... dejadme pensar.

-No hay nada que pensar. Entramos, le matamos y nos llevamos a los niños.

Suspiré, cansado de tanta violencia.

-Ya de por sí, hay pocos gigantes en el mundo. Si puedo evitar que haya uno menos, mejor.-Di un par de pasos hacia delante-Quedaos aquí. Si no he vuelto en un par de horas, entrad vosotras y haced lo que os plazca.

Las dos parecían sorprendidas. Así que aproveché su aturrullo, para salir corriendo y dejarlas atrás. Aquello sonaba bien, en teoría ¿Pero cómo demonios iba a sacar a los niños de allí sin hacerle daño al gigante? Buena intención, mala idea. Cosa a la que cada vez me acostumbraba más y más. Las palabras de mi maestro, en la noche anterior me llegaron de golpe "Sólo espero que no acabe siendo tu condena, también..."

Yo también lo espero, viejo...-

De un par de saltos más, llegué a la entrada de la cueva y me escondí tras la roca junto a la grieta de acceso a la gruta. Desde allí se oían unos gimoteos leves, de niño, sin duda. Aquello era una buena señal. Dando un vistazo rápido, desde la esquina, pude ver que el interior era bastante hogareño. Varios muebles gigantescos habían sido tallados en madera, de forma bruta. Todos ellos llenos de huecos y esquinas pobremente labradas, que probablemente le daban al gigante más de un disgusto cuando se acercaba demasiado a ellas. Una jaula enorme, hecha de metal irregular, en la que estaban los dos niños. La pequeña estaba dormida, mientras el chico lloraba, mirando hacia la esquina lejana en la que el gigante se encontraba haciendo una figura, tallando una roca con las manos desnudas.

Ay, dios... que esas manos no me toquen...

La sala estaba iluminada por la poca luz que entraba desde la grieta, y por un candil enorme, que parecía arder aunque no desprendía olor de aceite quemado. Aquella llama debía ser mágica, sin duda.

Vale... esperemos que esto salga bien...

Me concentré en aquel segundo corazón que siempre sentía en mi interior, y al hacerlo, los sentidos del olfato y del oído se multiplicaron por diez. Tras un par de segundos en los que la energía mágica había rodeado mi cuerpo, sentí que me caía de costado, y al poco, al abrir los ojos, todo era mucho más grande que segundos antes.

-Kii...-Dije, con aprobación, y luego levanté la vista, para mirar como el gigante le enseñaba a los niños una figura parecida a un humano, que había hecho aprisionando la roca de la esquina. El pequeño que estaba despierto lanzó un llanto atronador, que despertó a su compañera, e hizo que el gigante tirase la roca al suelo y se llevara las manos a los oídos.

Aproveché el estruendo para entrar corriendo en la sala, y escalar por el costado uno de los muebles enormes que había cerca. Trepar nunca se me había dado demasiado bien, y aunque a mi homólogo zorro sí que se le daba algo mejor, era algo que se notaba en lo que tardé en llegar a la cima de aquella suerte de armario. Tragué saliva, cuando el gigante lanzó un grito de furia y pisoteó con el pie la estatuilla, convirtiéndola en polvo.

-Kii... kii kii kii... ki... (Ay dios, que esos pies no me toquen...)

Cuando el gigante dejó de pisar la piedra, volvió a gritar.

-¡Calla de una vez, maldito criajo!-El niño se quedó en silencio súbitamente-¡No voy a hacerte daño, estoy esperando a que vengan vuestros malditos padres!

¿Sus padres? Aquello acababa de volverse ciertamente interesante. Aproveché que estaba distraído para saltar con algo de torpeza a la repisa que había cerca, y me escondí dentro de un cráneo de vaca que estaba allí, de exposición.

-¿Pero por qué?-Chilló la niña-¡Eres un monstruo malo! ¡Queremos irnos a casa!

-¿¡YO soy el monstruo malo!?-Emitió un rugido tan alto que toda la estancia tembló, e hizo que el niño cayera de bruces al suelo, y se tapara la cara. La vibración fue tan fuerte, que me obligó a salir del cráneo de vaca antes de que este se precipitara al vacío, y causara un terrible estruendo al hacerse añicos contra el suelo. Corrí hacia un casco metálico abollado que también había cerca, y me escondí detrás, antes de que el gigante mirase hacia el estropicio que acababa de hacer-¡Yo os VI, os vi celebrando la caza y muerte de aquel gigante! ¡Bailabais en la hoguera, alrededor de su cuerpo! ¿Y yo soy el monstruo?

-¡No sé de lo que hablas!-Replicó la chica.

-Fue hace un tiempo... quizás tú aún no habías nacido...-Apretó los dientes-Mandaron a uno de los tuyos aquí, a mi casa. Cuando yo volví... ya se la habían llevado.-Apretó los labios, y entonces salí de mi escondrijo, observando la situación. Aquello debía haber pasado antes, incluso, de que yo me mudase a aquel pueblecito, en apariencia, tan apacible-Sólo pude mirar vuestro júbilo, bailando alrededor de su cadáver. Y ahora que os tengo... vendrán, y pagarán por lo que hicieron.

-¡Monstruo!-Le chilló la niña.-¡Tú no mereces vivir!

-¡SILENCIO!-Gritó de nuevo, y esta vez, la repisa vibró tanto que yo también tropecé e hice caer un escudo que se hallaba cercano. El gigante miró a mi posición, y al verme, entonó otro grito, y lanzó su mano a por mí.

-¡KIII!-Chillé, asustado, esquivando la manaza por un par de centésimas de segundo. Y me enganché a la contrapalma con uñas y dientes, literalmente. En cuanto pude, trepé por su brazo, evitando un manotazo que acabó dándose a sí mismo, como el que te das cuando intentas quitarte de encima a un mosquito. Y tras un segundo, llegué a su hombro, y salté a su cabeza, en la que me enganché sin problemas.

Kiii... kiii... ki kiii kiii... (Más vale que piense algo pronto)

Sentí como su mano rascaba la parte de la nuca, en mi busca, así que di otro salto, y me enganché de su flequillo. Estaba a punto de caerme, así que llevé la zarpa a su cara, clavándola en la ceja.

-¡AAAAAAAAAAAGHHHHHHHHHHH!

Aquel chillido me hizo tanto daño, que me solté sin querer del flequillo, y en mi caída traté de agarrarme a cualquier cosa. Conseguí fijarme a su nariz y a su mejilla, y entonces me quedé mirando sus profundos ojos verdes, enrojecidos. Vi sufrimiento en su rostro, pero también una ira homicida que ya había llevado sus manos a intentar aplastarme. 

-Kii...

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Caí de su rostro, sobre uno de mis costados, viendo como se llevaba las manos a la cara. El golpe fue duro, y me juré a mí mismo que practicaría esas caídas para no volver a sentir esos pinchazos de nuevo. Con un movimiento rápido, me volví humano, otra vez, agarré las llaves del candado y corrí hacia la jaula. Abrí y los niños se quedaron mirándome, estremecidos.

-¡Corred!-Grité, con dolor, y me llevé la mano al costado dolorido. Los niños hicieron caso, y salieron sin problemas de la cueva, pasando por al lado del cegado gigante, que seguía tocándose el rostro.

Me quedé unos segundos mirando al hombre enorme, que con mi nueva estatura ya no parecía tan terriblemente grande. O quizás era el hecho de que estaba arrodillado, cubriéndose la cara, como un niño avergonzado. Miles de preguntas se agolparon en mi cabeza, pero aquel no era el momento de expresarlas, y yo no estaba en condiciones de recibir un golpe ni siquiera parecido al que ya me había dado.

-Lo siento...-Le dije, sin saber bien si me disculpaba por los arañazos en los ojos, o por aquello que le había oído decir. Y corrí hacia la salida, dando tumbos, y cojeando de la pierna dolorida.

-¡GRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Aquello último ya me pilló fuera. Donde vi a las dos hermanas, junto a los niños rescatados, mirándome con expresión de decepción.

-Vámonos...-Les dije desde lejos.

-¡Volverá! ¡Tenemos que matarlo!-Vociferó Niahm

-¡Sí, es un monstruo malo, debe morir!-Chilló la niña rescatada.

-¡Silencio!-Respondí con la furia contenida de varias lunas de frustraciones-¡Nos vamos, AHORA!

Las hermanas hicieron un gesto fiero, que amenazaba con convertirme en pudin de carne humana. Pero al mirar mis ojos, abrieron los suyos con sorpresa. No les aparté la mirada ni un instante. Las dos gruñeron y se dieron la vuelta, pero la niña se quedó mirándome, con odio, mientras las hermanas la obligaban a caminar, dejándome atrás.

Entonces me quebré por el dolor y caí de rodillas al suelo, maldiciendo mi torpeza. Apreté los dientes, mientras veía como se alejaban de mí, y oía los alaridos del gigante, que se convertían, poco a poco en sollozos y en golpes en las paredes, llenos de furia. Los golpes se fueron haciendo más y más fuertes, hasta que un minuto después, toda la montaña tembló. Me di la vuelta para ver como la gruta se hundía en el suelo. Y los sollozos, alaridos y golpes cesaban para siempre.

No pude apartar la vista de aquel espectáculo durante, al menos, otra hora. Algo en mi interior se había roto con la montaña. ¿Cómo de cierta sería la historia del gigante? ¿Y por qué sus ojos eran tan parecidos a los del maestro? Unos ojos que mostraban cargar el peso de mil mundos. 

Había poco que hacer ya. El gigante había muerto, como todo el mundo parecía haber querido desde el principio.

Bajé la montaña con los labios fruncidos, y los ojos empapados de lágrimas... 

Capitulo V: Dominar la Magia

Tras tu aventura con el gigante Gracalum decide que ya es hora de que recibas instrucción en la magia, o las Artes como las llaman los magos de la Orden de Hermes. Aprendes que los magos realizan la magia ya sea de forma espontánea, aunque esto es difícil y hasta peligroso, o bien mediante estudiadas combinaciones de palabras y gestos: los hechizos formulaicos.

Pero antes de que aprendas tu primer hechizo debes dedicar largas estaciones a estudiar la Teoría Mágica. Esta es el gran invento del mítico mago Bonisagus quien hace más de 300 años codificó la magia y fundó la Orden de Hermes. Por ello se le considera uno de los mayores, si no el mayor, magos de todos los tiempos. Así pues tu Maestra te hace leer y releer complejos volumenes llenos de figuras y diagramas que explican el funcionamiento teórico de la Magia.

La Teoría Mágica enseña que todo lo que te rodea puede ser afectado por una combinación de Técnicas y Formas, ambas conocidas conjuntamente como las Artes. Al principio toda esta palabrería te resulta confusa mientras tratas de desentrañar el sentido de las palabrejas latinas usadas por Bonisagus pero rápidamente te das cuenta de que las Técnicas son el “Como” y las Formas el “Que” de los hechizos.

Así pues existen cinco técnicas cada una con el nombre de un verbo en latín.

Leyendo con cuidado a la luz de una vela repites para ti las palabras:

• Creo (“creo”): La Técnica de Creo mejora las cualidades de las cosas que existen de manera independiente, haciendo de ellas algo perfecto, lo que también incluye crearlas a partir de la nada.
• Intellego (“percibo”): Mediante esta Técnica se puede conocer la verdadera naturaleza de los objetivos, conocer sus secretos o percibir cosas ocultas o lejanas.
• Muto (“transformo”): Esta Técnica permite otorgar a sus objetivos cualidades que de otra forma no tendrían.
• Perdo (“destruyo”): Al usar esta Técnica un mago puede degradar las cosas e incluso destruirlas haciendo que devengan peores de lo que son. Es la Técnica opuesta a Creo.
• Rego (“controlo”): Esta Técnica permite cambiar el estado del objetivo a cualquier otro que de forma natural pudiera tener por ejemplo moviendo objetos o transformando materia prima en objetos acabados.

Las Formas por lo contrario resultan más fáciles de entender, aunque haya el doble que de Técnicas, pues cuando descubres sus nombres ya ves claramente a que afectan. Así pues las Formas son: Animal (afecta en todo a las bestias sin raciocinio), Aquam (afecta al agua y los líquidos),  Auram (afecta al aire y la metereologia), Corpus (afecta al cuerpo de las criaturas con raciocinio incluido el hombre), Herbam (afecta a las plantas y árboles), Ignem (afecta al fuego), Imaginem (afecta a los sentidos y las ilusiones), Mentem (afecta a la mente racional), Terram (afecta a la tierra, metales y gemas) y Vim (afecta a la magia en si misma).

Es ahí cuando te das cuenta de la genialidad de Bonisagus, combinando una Técnica y una Forma un mago puede crear el hechizo que desee. Tal como si de una frase fuera un verbo y un objeto. Tus lecturas dejan claro que para un mago aprendiz como tu todo lo que puede aspirar es a combinar una sola Técnica con una sola Forma en cada hechizo. Pero entiendes que para magos más poderosos probablemente sea posible combinar una Técnica con dos Formas o a la inversa.

Así pues dedicas los siguientes tres años a aprender los rudimentos de la magia así como a experimentar con las diferentes combinaciones de Técnicas y Formas. Aprender algunos hechizos, al principio poco más que trucos, y descubres como lanzarlos. Te das cuenta también por que tu Maestro insistió tanto en que aprendieras a leer y a escribir, las Artes son algo complejo que requiere de consultar pesados tomos y no solo de la sabiduría oral.

Finalmente llega el día en que Gracalum te hace llamar a su presencia para ver si ha merecido la pena abrir tu mente a las Artes. Peregrinais entre las cumbres de las highland hasta una pequeña cueva al fondo de un valle remoto. Tu Maestro medita mientras tu recoges agua y viveres así como enciendes un pequeño fuego. Apenas has acabado tus labores que con gesto serio te indica que te sientes. Sin darte tiempo a reaccionar te empieza a preguntar para probar tu conocimiento de las Técnicas y las Formas.

Veamos que has logrado retener Aprendiz. Responde con acierto y demuestra que eres merecedor de los secretos de nuestra Casa dice mientras te mira con semblante serio. ¿Qué Artes usarías para leer la mente de una bestia? ¿Cómo crearías una manzana? ¿Cómo lo harías para que alguien olvidara que te conoce? ¿Como sabrías si está lloviendo en el valle aldeaño? Y finalmente ¿Cómo levantarías en el aire a una vaca?