Partida Rol por web

Miro algo perpleja al enano, solo a él se le podía ocurrir semejante plan -¿Y por eso ellos están así? con los oídos...- luego negó acordándose de algo -Tenemos que buscar...- decidió empezar por el principio -Había una criatura allí dentro, no se que le habían hecho, pero la habían torturado y de seguro deformado... igual tiene que ver en lo que se convirtió el duque, no lo se, pero esa criatura huyo, y tenemos que encontrarla, no podemos dejarla  su suerte y menos aquí- dijo esperando que el enano la entendiese y la ayudase, además tenían que salir de allí -no se si la criatura sabía el camino, pero ha ido en dirección contraría-

Los soldados aceptan tus señales y explicaciones, Zhork, y te responden con gestos.

—¡No podemos ponernos a buscar a nadie! —protesta Finn cuando escucha hablar a Aishël, acercándose a vosotros desde el umbral y susurrando—. ¡Están buscándonos! ¡Son demasiados!

Bandawrite, quien sin duda no ha oído nada o casi nada de lo que habláis o escucháis, consigue concentrarse brevemente y con mucha dificultad os dice:

—La explosión se habrá escuchado por toda la ciudad. —Os mira con los ojos entrecerrados, sentada en el banco, derrengada. Le indicáis con gestos que baje el volumen de su voz. Astro se ha sentado a su lado, pero con las piernas por el otro lado del banco. Gime de forma casi inaudible.— Es cuestión de tiempo que los nuestros se personen y se encargue de esta chusma, quienquiera que sean. Tenemos que resistir de alguna forma, o llegar hasta la calle.

—No estamos lejos del callejón —añade Finn. Tu orientación, Zhork, te dice que está en lo cierto.

Las voces de vuestros perseguidores se escuchan más cercanas. Aún hay margen para decidir, pero no mucho más. Alguna salida puede estar cerca de donde estáis, pero también vuestros perseguidores.

Zhork escuchó sorprendido lo que la elfa le decía sobre aquella criatura. Estaba convencido de que tenían que ir a buscarla. Podrían esperar los refuerzos de los puños, pero para cuando llegaran tal vez sea tarde.

-Ok, iré contigo a por la criatura. Sabes por donde buscarla? Te sigo. – luego miró hacia los puños, y se quiso hacer entender por señas. Pero, la verdad es que no sabía cómo explicarles el asunto. Se encogió de hombros, y se limitó a hacerles una seña para que lo siguieran, no podía garantizar su seguridad, pero tampoco quería dejarlos solos allí resistiendo. Aunque tampoco esperaba con mucha confianza que lo acompañaran.

Miro al enano y a sus compañeros -¿quienes os persiguen? ¿que habéis hecho?- le dijo algo alarmada al enano, viendo la explosión, los oídos de esas personas y que además ahora alguien los perseguía.... -Quizás deberías ponerlos a salvo..... y volver, no se- dijo meneando la cabeza, tenia que ir por la criatura, pero tampoco podía dejar a esas personas heridas allí. igual precisaban atención medica rápido. Decidió acercarse y inspeccionar los oídos de esas dos personas, igual podía ver si necesitaban ayuda inmediata o podría hacer algo.

Bandawrite y a Astro apenas pueden oír y el dolor no les permite centrarse en otra cosa que no sea aguantar, moverse y obedecer, pero confían en ti, Zhork, y con gestos consigues que comiencen a ir hacia la puerta de la que venís. El problema es Finn, que les detiene.

-¡No puedo permitir que vuelvan atrás! -Está alarmado, y confundido.- ¡Es una locura!

Mientras, tú, Aishël, echas un vistazo a los oídos de los heridos. Tus conocimientos sanatorios no son gran cosa, pero dirías que sólo un clérigo puede hacer algo por ellos. Ahora: si la atención necesaria es inmediata o puede esperar, no lo sabrías decir. En cuanto a tus preguntas, nadie las responde porque nadie tiene más respuestas que las dadas: os persiguen los falsos mendigos, quizás simplemente porque habéis descubierto que no son mendigos y volado su escondrijo.

¡Pero qué emocionante situación! Por un lado, ir en busca de la criatura que has descubierto, Aishël, dejando a los soldados a su suerte, heridos, tratando de resistir o escapar del lugar; por el otro, ayudarles, quizás a costa de perder el rastro de la criatura que puede ser vuestra única pista sobre qué sucedió en el Amplio. ¿Qué haréis? ¿Primaréis la vida de estas personas -y la vuestra-? ¿Trataréis de desentrañar el misterio, cada uno por vuestros motivos -la paz de tu amado hogar, elfa, y el favor de un hombre poderoso para llevar a cabo tu venganza, enano-? ¿Os separaréis? ¿O sacaréis otra solución de la manga? ¡Qué emoción!

El enano se volvió a encoger de hombros. – Lo que te he dicho. Nos vimos rodeados de los mendigos que habitaban este viejo convento, y estaban a punto de pasarnos por la espada cuando conseguimos escapar por los pelos. Luego fue el incidente de la pólvora, y volamos a un par de ellos. Se deben estar reagrupando para vengarse. – Abre sus cortos brazos en signo de impotencia. – No pudimos resolver el asunto de otra forma, estábamos rodeados.

Zhork miró como la elfa trataba de atender rápidamente a los heridos, y se percató de que en esas condiciones no aguantarían mucho en una pelea si los falsos mendigos los volvieran a encontrar. Estaba el tema de la criatura por otro lado. – No me gusta la idea de separarnos de nuevo, pero creo que tienes razón, ellos necesitan mi ayuda para salir de aquí. Puedo ponerlos a salvo y luego volver. Mantente a salvo, volveré para ayudarte pronto. –

Dicho esto, el enano les indica a los puños que debía salir de allí de inmediato, y comienza a avanzar donde intuye que está la calle.

Asintió a las palabras del enano, sin duda eran las más sensatas, no podían dejar que esas personas muriesen por que ella tenia, otro asunto que atender, no era un asunto de poca importancia para ella, pero no era asunto de los compañeros de Zhork, tenia que ponerlos a salvo y buscar ayuda para los heridos. Así que vio como el enano y los demás se marchaban y susurro -Ten cuidado- luego se volvió de nuevo dispuesta a seguir le rastro de la criatura, si es que había alguno, de seguro se habría asustado con el ruido de le explosión. Pero eso no la iba a frenar en su empeño, además quitarse de en medio de allí era lo más inteligente, ya que seguro que se había oído en metros a la redonda y no quería estar allí, cuando llegase quien llegase.

Has tomado una decisión, enano: el auxilio del necesitado antes que la retribución al malvado. ¿Estará Tordek orgulloso de ti, observándote desde los salones y las fraguas celestiales de Erackinnor? ¿Qué habría hecho él, el insigne general? O quizás ha sido un simple y frío cálculo, porque confías en encontrar a la criatura más adelante...

Tras comprobar que no hay enemigos en el corredor, Finn, los dos heridos y tú abandonáis la capilla. Avanzando sigilosamente por esta zona de claroscuros -pues la luz del día se filtra en algunos puntos, a través de grietas en los muros, troneras y algún que otro ventanuco-, en nada llegáis a un nuevo corredor, cuyos ventanales tapiados con ladrillos, si no te engaña la orientación y tus deducciones, ya deben de dar a la calle. Podrías demoler una de las tapias con tu martillo, sin duda, y no en mucho tiempo… ¡Pero harías mucho ruido! Las personas que habéis creído oír en los pasillos cercanos os oirían, sin duda. Luego está, además, la caída al otro lado, porque… ¿A cuánto estaréis del nivel de la calle? A más de quince pies de altura, probablemente. ¿Están Bandawrite y Astro en condiciones de descender esa distancia por la pared del edificio? ¿Había asideros suficientes? No lo recuerdas… Sí recuerdas que había algunos montones de basura. ¿Tendréis esa suerte? ¡Pero alto! Espera: ¡no es la única vía! Un poco más adelante, siguiendo por la galería, ves lo que a todas luces es el hueco de unas escaleras descendentes. En el piso inferior tiene que haber una salida. ¡Bendita sea Tym...!

—Por aquí. Creo que he oído algo.

Es una voz desconocida, acompañada por el chirrido de algunas espadas siendo desenvainadas. ¿Quizás tres? Y proviene de esas mismas escaleras… ¡Maldita sea Beshaba! Hay alguna habitación oscura cerca. Podéis luchar. Podéis esconderos. Podéis lanzaros por una ventana. O...

Una vez Zhork y los soldados han abandonado la capilla, te acercas a la puerta por la que entrasteis e inspeccionas entre las rendijas: no, no hay nadie en la zona destruida. Estás tan segura que apostarías tu mano derecha por ello. ¡Nadie puede esconderse a tus privilegiados sentidos, elfa! Con el máximo sigilo, moviéndote entre los montones de escombro como un fantasma o una brisa, alcanzas la entrada de los sótanos, donde perdiste de vista a la criatura. No parece que te haya visto nadie, así que te internas en las inestables tripas del complejo conventual.

Pronto llegas a la zona oscura donde te encontrabas cuando ocurrió la explosión, donde perdiste al hombre deforme. No se ve nada, ni siquiera ahora que el polvo se ha aposentado: la oscuridad es total, como antes. Tus manos tampoco te dicen nada: hay pedazos de piedra en el suelo, grietas y relieves sencillos en las paredes del corredor, polvo y arenas… Ni rastro de la criatura, pero... Un momento: ¿qué es eso que acabas de oir? … ¡Ahí está de nuevo! Pasos de un andar trastabillante, alguien que tose mucho, el sonido de unas manos tocando las paredes…

—¿Ha-hay alguien ahí? —escuchas a lo lejos, una voz que titubea. Tose.— ¿Hermanos? ¿Líder Van…? —Tose.— ¿Van Morgen? N-no sé lo que ha pasado… No sé dónde… —Tose otra vez.— ...dónde estoy. ¡Socorro! Ay... ¿Hermanos...?

La persona se acerca en tu dirección exacta, pero no ves nada. No oyes nada más. Tampoco él: estás segura de que, salvo que tenga ojos de enano -no lo parece- o un oído sobrehumano, quienquiera que sea que se acerque podría pasar a un palmo de ti sin percatarse de tu presencia.

El enano observó las tapias que daban, con el favor de Moradin, hacia la calle, y luego echó un vistazo a la galería, se notaba que se estaba debatiendo internamente por el mejor camino a seguir. Cuando de pronto, una sonrisa maliciosa se le cruzó por la comisura de los labios.

Se le había ocurrido una idea, que aunque arriesgada, podría suponer una buena solución en caso de llevarla a buen puerto.

Les hizo señas a sus compañeros para que retrocedan, que vuelvan sobre sus pasos, y se escondan por adonde venían.

Luego, cogió su martillo y comenzó a golpear la tapia para derribarla. La intención del enano era despistar a sus enemigos. Abriría el agujero en la pared, aprovecharía para observar que había del otro lado, y se escondería juntos con los puños, esperando que sus perseguidores al ver la pared derribada pensaran que se habían escapado por allí. En caso de no poder despistarlos, siempre estaba la opción de resistir a la fuerza.  

Otro golpe más, jojojo. El enano se reía internamente por su propia ocurrencia. Los puños lo miraban extrañado, como si de un loco se tratase. Resultaría todo ese plan en algo?

Efectivamente no esperaba encontrar ningún rastro de aquella criatura, era obvio que hubiese huido, después de tanto tiempo encerrado, no quería seguir mucho allí, normal. Decidió seguir para adelante, tampoco tenia muchos caminos para elegir.

En ese momento escuchó una voz, parecía ser uno de los de allí, pero parecía desorientado, herido, igual le había alcanzado la explosión y estaba algo perdido, se escondió en un rincón, esperando que pasase delante de ella, quería verlo antes de... a ver que podía sacar de él.

El hombre sigue acercándose con paso inseguro, llamando a sus compañeros. Cada vez alza más la voz.

—¿Julius? ¿BARAJAS? ¿RANDY? —inquiere en la oscuridad. Le oyes tropezar. No parece haberse caído, pero le ha dolido.— ¿HERMANOS? ¡AUXILIO!

No oyes ninguna respuesta a su llamado, pero es cuestión de tiempo que alguien le oiga. El hombre ya está pasando frente a ti, pero no lo ves, no sin luz. Su camino puede que lleve hacia las estancias donde encontraste a la criatura, o quizás perciba la luz de la zona derrumbada y se encamine hacia allí.

Bandawrite y Astro no han entendido bien lo que pretendes, probablemente porque no han oído -no han podido oír- las voces provenientes de la escalera. Sin embargo, tus gestos, combinados con los de Finn -que sí es consciente de la situación-, han conseguido que obedezcan. Antes de irse con sus dos compañeros, un apresurado Finn te ha puesto la mano en el hombro, sin decir nada -para no alertar a los desconocidos-, agradecido por lo que estás haciendo por ellos. Después, se han escondido en las sombras.

El segundo golpe de tu martillo abre en el enladrillado del ventanal un boquete por el que entra la luz de la calle, revelando el polvo en el aire e iluminando el suelo del penumbroso pasillo. ¡El exterior, al fin! Por desgracia, no cabe mucho más que un brazo por el agujero. El ruido ha hecho que los enemigos se lancen a la carrera. Rápidamente, has corrido ha esconderte tú también.

—¿¡Dónde están!? —oyes gritar a uno en cuanto encuentra el agujero en la tapia.

—¡Registrad las estancias! —exclama una voz de mujer. Desde tu escondrijo, la ves fugazmente: una humana de la región, de pelo castaño claro, trenzado, vestida con una túnica gris.

En cuestión de instantes, os encontrarán. Se acerca la hora de los puños. Y de las hostias.

Si, mi plan es infalible! Jojojo! Pensaba el enano mientras se disponía a derribar aquella tapia a martillazos. Ya se lo figuraba todo, abrir el agujero, luego esconderse y esperar que alguno de los tontos falsos mendigos se acercaran a mirar por el precipicio, en ese momento Zhork aparecería de la nada y zaz, los empujaría. Jojojo! La idea le fascinaba, y el enano se relamía en su fantasía.

Pero en cuanto dio el primer golpe, el estruendo fue tal que alertó a todos los individuos que se encontraban cerca y que inconvenientemente para el enano, los estaban buscando a ellos. Maldición! Deberemos dejar esta estrategia para otro momento.

Se dio vuelta y buscó con la mirada a sus compañeros. Por suerte no los vio, el recinto estaba abarrotado de muebles viejos y desgastados, acumulados unos sobre otros y tapados con mantas. De seguro la mánipe y Finn se encontrarían detrás de alguno de ellos. Era mejor así, si a él le costaba ver donde estaban escondidos, a los atacantes les costaría más. Corrió y se ocultó detrás de un viejo escritorio cubierto con una de esas polvorientas telas y trató de guardar silencio.

Una vez escondido, pudo ver como detrás de la pila de muebles de enfrente, estaban agazapados los puños. Zhork se llevó el índice hacia sus labios, clara señal de que pedía silencio. Luego con el mismo índice señaló su martillo, y posteriormente la posición de los enemigos. El plan era claro, ya no podían escapar más. Había que enfrentarse a ellos, y en lo posible sorprenderlos.

Así agazapados, esperaron el momento en que los enemigos estuvieran a distancia de golpe. Y se arrojaron al ataque. La unica ventaja que tenían era el factor sorpresa y era preciso utilizarlo a su favor. 

Escuchaba al hombre perfectamente, pues lo tenía justo delante, aunque no lo veía sabía que estaba ahí, pero no podía dejar que siguiese dando gritos o tarde o temprano acudirían, y eso no era nada bueno para ella. Calculo aproximadamente donde estaba y trato de hacerle una presa por detrás, tapándole con una mano la boca, para que dejase de gritar y así poder hablarle la odio.  

Los tres tres soldados del Puño Ardiente no se esconden lejos de ti, conteniendo la respiración. Finn, al ver tus señas, te asiente, decidido a salvar su vida y la de sus compañeros.

Desde tu escondrijo, fugazmente ves en el umbral las siluetas de dos individuos armados con espadas curvas recortándose contra la penumbra del corredor, pero al instante te escondes mejor y dejas de verles. Les oyes entrar lentamente. Uno -cabeza rapada, ensortijada barba negra y larga, ojeras- ha avanzado en tu dirección, comprobando tras los bultos de la estancia, e incluso mira detrás del escritorio que te oculta. Sin embargo, en un alarde de sigilo impropio de ti, consigues rodear silenciosamente el mueble, evitando ser visto, y el rufián comienza a buscar en otra dirección.

Tus compañeros parecen estar consiguiéndolo también… por ahora. Estructuras de madera -viejas y carcomidas, amontonadas unas, otras apoyadas contra las paredes- os rodean cubiertas por sábanas harapientas y mohosas. ¿Restos de catres? Quizás aquello fue un dormitorio de novicios, pero hace mucho que pasó a ser un trastero. Estáis teniendo suerte, pero incluso aunque salgan, si los otros malhechores no encuentran nada en las demás salas, no es es descabellado que vuelvan a buscar, esta vez con más rigor. Así que... ¿Qué haces, joven Zhork?

Usando toda la información de tus sentidos, consigues alcanzarle por la espalda, cogerle un brazo, llevar tu mano a su boca… ¡Pero el hombre está tan aterrorizado que en cuanto nota tu presencia se revuelve como un jabato y consigue soltarse! Grita aterrorizado.

—¿¡Q-QUIÉN ESTÁ AHÍ!? ¿¿QUIÉN ERES?? —exige con voz temblorosa—. ¿¿¡QUIÉN ERES!?? ¡SE PELEAR! ¡Soy un asesino, un asesino peligroso! —Titubea.— ¿Hermanos?

Una espada -la notaste al apretarte contra él- es desenvainada. Oyes un par de tajos al aire, en tu dirección, pero sin alcanzarte. Da unos pasos marcha atrás, alejándose de ti, pero no huye. Por los ruidos, sabes en qué dirección está, y a qué distancia, aproximadamente. Él no sabrá eso de ti si no haces ningún ruido. No oyes nada más. Aún.

Siguió en las sombras cuando el hombre se libero de su presa, eso jugaba a su favor  -¿seguro que quieres saber quien habita en las sombras?- dijo moviéndose en las sombras para que no supiese exactamente de donde venía la voz, pero sin alejarse mucho de él -Se que sabes pelear, pero estas en clara desventaja, tranquilízate, solo quiero algo de información y te dejaré ir sin causarte daño, parece que nadie te va a ayudar- espero a ver si sus palabras surtían efecto.

—¡O-olvídate… rata! —te responde sacando valor—. ¡H-has intentado matarme! No sé quién que eres, pero s-seguro que todo esto… ¡Es culpa tuya! ¡Retrocede!

Un nuevo ataque dirigido hacia ti no sólo no consigue darte, sino que acaba con el acero chocando contra la pared -soltando un fugaz chispazo- y la mano del hombre perdiendo la espada, que cae al suelo. Oyes al tipo balbucear algo, pero al momento comienza a alejarse de ti en la dirección de la que vienes -la zona de la explosión-, tropezando en su camino con todo por la prisa y la oscuridad.

—¡SOCORROOOOO! ¡SOCORROOOOO! —grita como un descosido, mucho más alto que antes—. ¡ENEMIGOS EN LAS CATACUMBAS! ¡HERMANOS, VENID!

—¡Oigo una voz! ¡Creo que es la de Oswald! —oyes a cierta distancia—. ¡Oswald! ¡Oswaaald!

El hombre grita con más fuerza, llamando a los dueños de esas voces. Tratar de atraparle y hacerle callar es una opción, pero ahora entraña serios riesgos. Las alternativas son seguir por el camino del que ha venido, buscar la ventana del sótano por la que entraste en el convento, o...

Mientras uno de los enemigos rodeaba el viejo escritorio por uno de sus lados, con una ligereza de pies nunca antes vista en mí, rodeo los restos del mueble para ponerme a sus espaldas. No puedo contener una risotada. Jojojo! Por suerte es lo último que escucha el malhechor antes de que mi martillo impacte plenamente en su espalda. El ruido producido me extasía por un momento, y mientras estoy todavía disfrutando de aquel golpe asestado, no veo la reacción de mi enemigo. O veo solo lo necesario para tratar de esquivarlo rápidamente.

El golpe de retribución fue ejecutado con tanta precisión como el martillazo, la diferencia fue que Zhork tuvo una milésima de segundo más para reaccionar que su enemigo. El impacto lo dañó y lo hizo dar medio paso hacia atrás, y apoyar la rodilla en el suelo. En ese momento el enano uso su martillo para mantener el equilibrio, y aprovechar el medio metro de carrera ganado para asestar un segundo golpe, que por desgracia terminó fallando. Maldición! Pensó. Tal vez esto no sea tan fácil como lo pensé en un principio reflexionó mientras esperaba el movimiento de su contrincante.