Partida Rol por web

¡Riau! Y ahora ¿qué hacemos? Sin el Malaquías debiéramos ponernos al servicio del señor del castillo y no es cosa que me agrade. Pero como decía mi madre: es de bien nacidos ser agradecidos y aquí nos han dado cama y comida así que por mi parte les ayudaré. Me voy a las almenas que es lo mío.

Corro escaleras arriba a las almenas y desde allí dispararé el arco con actitud normal. No me pagan aquí por ser valiente y recibir un flechazo así que me cubriré cuando sea menester. Al llegar arriba busco una posición alejadad e antorchas y candelas, no quiero hacer blanco fácil. Miro al cielo, si está despejado ofreceré buen blanco recortado contra él desde abajo y en ese caso procuraré disparar teniendo detrás alguna torre o algo que oculte mi perfil.

Pero que tiempos desagradecidos nos toca vivir. Ya no se respetan las tradiciones. Por más que contara padre de asedios, negociaciones y rescates esto es un asalto en toda regla. ¿Dónde están esos catalanes? Buena ayuda serían esos brazos de armas ahora.

Ramona siguió a Alejandro que parecía muy capacitado con lo que al arco se refiere. Se uniría con él en las almenas para intentar ayudar a frenar la invasión al castillo.

Alejandro, te sigo, intentaré ser de ayuda.

Luego se dirige al resto del grupo,

¡Roberto, Hernán! Vamos a las almenas, si van a defender el castillo ahí abajo tengan mucho cuidado por favor. 

Alejandro y Ramona suben a las almenas para intentar ayudar con sus arcos en la medida de lo posible ( continuan en esta escena ) , Inés se queda dentro del castillo buscando a Tobías y Malaquías ( se queda en esta escena y todos los mensajes privados para el director ) y Hernán y Rafael bajan a las puertas a ayudar ( les creo una escena ).

Desde las almenas podéis ver con claridad como la mitad de la turba ya está dentro del castillo, han sido detenidos dentro, en algún punto y los campesinos de detrás empujan hacia delante para entrar. A vuestro alrededor, en las almenas os dais cuenta de que no hay nadie. Todos los hombres están abajo y nadie está aprovechando la altura para flechear a los campesinos . Esto es una evidente falta de mando y organización, os preguntáis en cuantos combates ha luchado el Conde déspota y sus hombres.

Cuando todos se van, te quedas sola en el pasillo. De vez en cuando aparece algun sirviente corriendo por el pasillo llevando y trayendo algo.

En el pasillo hay cuatro puertas, la que tienes a tu espalda que es la de vuestra habitación, otra en el mismo lado del pasillo y otras dos enfrente.

¿Qué haces ?

Ramona no podía creer lo que estaba sucediendo... ¡Los campesinos estaban asediando el castillo! No eran soldados, ni almogábares ni gentes de guerra, eran gentes como ellos, seguramente hambrientos, que habían tomado una decisión a la desesperada.

Su trabajo era proteger a Malaquías y, sin duda alguna, debían prevenir que el castillo fuera tomado a toda costa. Ramona alzó el arco preparada para ensartar al primero que se cruzara en su punto de mira, pero sus manos le temblaban. Se vio reflejada en cada uno de esos hombres y mujeres, vio su desesperación en sus ojos... 

Después de pocos segundos bajó el arco y rompió a llorar.

¡No pudo dispararles! ¿Cómo voy a disparar a una mujer que lo único que busca es alimentar a su hijo?

Allí estaba, arrodillada en el suelo, con el arco en una mano y una flecha en la otra, incapaz de disparar. Habría podido hacerlo contra un guerrero pertrechado con una brillante cota de malla cubriéndole el pecho y una espada sedienta de sangre enarbolada con puño de hierro, pero no contra un campesino vestido con harapos polvorientos, esgrimiendo una azada o un garrote... 

Me equivoqué, no es un asalto en toda regla. Es sólo una estúpida revolución campesina. Piensa Ramón, piensa. Muy tozudo yo y poco sesudo pero he estado antes uniformado y de vigía sobre una muralla. Los campesinos no nos lanzamos contra el castillo de un noble sin motivo. Sin un buen motivo, uno capaz de hacer saltar todas las convenciones, capaz de alterar el orden natural que llevamos grabado a fuego en los huesos.

¿Qué o quién les ha puesto en este estado? ¿Se morían de hambre? ¿No se les defendió contra una amenaza inmediata? ¿El señor conde ha sido excomulgado?

Sin dejar de examinar a la muchedumbre y viendo que no son soldados decido buscar al promotor de esta revuelta. No soy sabio pero sé lo que va a suceder. Serán aplastados y aunque al señor local le de una reprimenda quién esté por encima él se vengará de sus súbditos causándoles más dolor. Sólo entregar al culpable, si lo hay, mitigará un poco la inevitable venganza. Porque si lograran llegar hasta el conde y hacerle algo la venganza de la nobleza sería terrible, no quiero ni pensarlo.

Levanta mujer, lo que hay que hacer es localizar al cabecilla. Y sobre todo asegúrate que no suben aquí, esos vienen enfurecidos como toros para lanzarse así a la muerte. No conocen iguales ni amigos, todos los de dentro somos enemigos ahora.

Ponte en pie y usa tus ojos y oídos. Encuentra a los culpables de esta masacre y las futuras o ayúdame vigilando el acceso a las almenas.

Me centro en mirar y escuchar en busca del o los líderes de la revuelta.

No se ve a un líder o grupo de líderes claros, todo lo que se ve es una algarabía de campesinos justo debajo vuestra empujando hacia dentro, algunos llevan antorchas y otros palos o cuchillos.

No hay un líder o figura aislada a la que disparar.

¿Y qué pretendes que haga Alejandro? ¿Qué dispare a esa gente como si fueran ciervos o conejos? Lo siento no puedo. Me he esforzado toda mi vida para paliar el dolor y el sufrimiento, no para crearlo. Míralos y escúchalos todo lo que quieras... Sólo tienen un líder, uno solamente, la venganza. No hay cabecillas, ni siquiera tienen una maldita espada, sólo garrotes y palos.

Al cabo de unos instantes se tranquilizó. Sabía que le había gritado a Alejandro sin motivo y se sentía culpable. Él era un víctima más de la situación y no merecía ese trato. Se disculpó y acabó por guardar el arco y las flechas y se puso a andar en la dirección contraria a las almenas...

Creo que... voy a organizar a los sirvientes para que monten un lugar para atender a los heridos... No puedo hacer nada más en esta situación... Lo siento pero...

Salgo de "nuestra" habitación para encontrarme con un frío y solitario pasillo. Me quedo allí inmóvil unos minutos mirando a todas partes, intentando decidir qué hacer o a dónde ir, mirando a las puertas que están a mi alrededor.
Pasan algunos sirvientes mientras tanto llevando cosas de un lado para otro pero, y es normal, con el caos que se ha montado, no reparan demasiado en mi presencia.

Me acerco a la siguiente puerta, la que está frente a nuestra habitación con intención de buscar a Malaquías y al estúpido de Tobías entre todo este jaleo y de paso buscar algunas cosas de valor que poder llevarme conmigo si salgo viva de esta batalla improvisada.

Las palabras de Ramona calan hondo, puedo entenderla. Está bien Ramona, está bien. Me agacho, sujetando el arco entre mis manos y mirando a la mujer. Haz lo que debas, yo simplemente vigilaré desde aquí por si la fortuna pone a tiro al culpable de todo esto. No temas, no dispararé mis flechas indiscriminadamente.

De nada serviría matar a unos pocos y además de eso ya se encargarán el hambre, el tiempo y sobre todo . . . el conde.

Al abrir la puerta ves una sala con una cama en un extremo, con las sábanas revueltas. A tu derecha hay un escritorio sobre el que hay una amalgama de papeles totalmente revueltos. Debajo del escritorio ves a un crío hecho una bola. Al oir el ruido el crío levanta la cabeza y te mira directamente.

Tardo un poco en reaccionar ante la mirada del crío asustado pero mi vena materna que, sí, la tengo gracias a que he tenido que cuidar de mis 3 hermanos gran parte de mi vida, sale finalmente a flote.
Me acerco despacio para poder ver mejor al pequeño y le digo con la voz ás dulce que logro sacar:
- Ey, no pasa nada. No tengas miedo... ¿Dónde están tus padres, pequeño? - le pregunto esperando que no me asalte como la maldita mujer demoniaca del río. Instantaneamente intento sacar dicho recuerdo de mi cabeza, por mi propio bien.

Gracias Alejandro -dijo la mujer, más tranquila ahora... al menos todo lo tranquila que podía estar-.

Estaré abajo, organizando lo que pueda para tratar a los heridos. Si necesitas algo avísame por favor.

Aunque parecía que las almenas era un lugar seguro, nunca se sabe lo que puede pasar y Ramona temía por la vida de sus compañeros más que por la suya propia.

Ramona se apresuró a bajar por las escaleras hasta la planta baja del castillo. Iba buscando a Inés con la mirada por si conseguía localizarla y a su vez estaba atenta a lo que acontecía en el castillo. Buscaba a los sirvientes y sirvientas del castillo y les urgía a preparar un sitio abajo donde poder tratar a los heridos.

A los que no querían participar les pedía al menos que trajeran ropas limpias, agua y medicinas si es que tenían algunas o sabían dónde podían encontrarlas... Una vez abajo intentó poner en orden la situación y empezar a montar un improvisado "hospital de campaña".

La planta de abajo es un completo caos, hacia el fondo del pasillo cerca de las puertas ves a los hombres luchando. El combate se ha trasladado ya dentro del castillo y un par de docenas de campesinos entran en tropel. Temes por tu seguridad pero al llegar al gran salón donde cenasteis hay un par de viejas atendiendo a varios heridos. Es el lugar perfecto sino el único por donde empezar.

El muchacho empieza a temblar mientras contesta, - Soy huérfano señora. Sirvo en el castillo, doy forraje a los caballos y los limpio. Mientras el niño habla escuchas un mucho ruido en la planta de abajo, parece que están peleando dentro del castillo. No han debido poder contenter a la turba enfurecida. Temes por lo que pueda pasarte y no eres la única porque el niño empieza a llorar.

Al marcharse Ramona, te fijas en las puertas como Rafael y Hernán luchan contra varios campesinos.

Hernán tumba a uno de los campesinos y se enfrenta con el segundo, después ves como uno de los campesinos golpea con algo que parece un palo a Rafael en la cabeza y lo deja tirado en el suelo.

Un poquito más hacia afuera distingues a los caballeros catalanes y al conde y a varios de sus hombres en círculo luchando contra una muchedumbre de campesinos.