Partida Rol por web

Los campesinos pasan en tropel, en el último momento Inés logra esquivar a los campesinos lanzándose a un lado, no así el chiquillo que no puede esquivarles y es embestido y pisoteado por los dos campesinos que siguen su camino hacia el extremo del pasillo sin ni siquiera detenerse.

El chiquillo queda tendido bocaabajo e inconsciente.

Me acerco a ella dando voces. ¡Ramona, Ramona! He visto a Roberto tirado en el suelo, herido o Dios sabe si algo peor. Voy a buscarle y te lo traigo p'acá de inmediato.

Me alejo hacia la puerta y hacia el patio, todavía buscando alguna ayuda para traer el cuerpo de Roberto. Qué locura, espero que te hayas puesto a salvo Inesica. ¿Dónde andará el cochino Tobías ese? De seguro que se ha metido bajo una cama, con lo bien que me vendría ahora su ayuda.

Antes de salir alocadamente me aseguraré que puedo hacerlo sin que me golpee nadie (en caso de que el paso esté franco).

¡Madre mía! ¡Alejandro ten cuidado! -logró gritar en medio de la confusión y vio a Alejandro irse rápidamente hasta la entrada-.

Espero que no sea nada... ¿Por qué nos habrá pasado todo esto? Espero que Inés esté bien... ¿Dónde se habrá metido esa muchacha? 

Mientras tanto iba ayudando como podía a los heridos más graves e intentaba echar un ojo a toda la sala tan a menudo como podía para cercionarse de que todo estaba en orden, en la medida de lo posible.

Me muevo con rapidez intentando llevarme conmigo al pequeño al esquivar el avance inparable de esos campesinos pero cuando me siento a salvo y oigo a los mismos alejarse pasillo adelante veo al crío tendido en el suelo. ¿Será posible que lo hayan arrollado? pienso totalmente alucinada, ¡malditos sean!
Entonces recuerdo lo que el criado había dicho e intento guiarme por los pasillos con el niño en brazos preguntando aquí y allá cómo llegar al Gran Salón donde se supone se está atendiendo a los heridos.

En el gran salón donde Ramona atiende a los heridos aparece Inés con un crío inconsciente aparentemente grave en sus brazos.

-¡Ramona! Mira a ver si puedes ayudarle, lo han arrollado unos campesinos que han pasado corriendo por un estrecho pasillo y no me ha dado tiempo a ponerle a salvo conmigo. - exclamo al ver a mi compañera en el Gran Salón dirigiéndome hacia ella deprisa llevando al niño con cuidado en brazos.

A continuación aparecen Alejandro y Hernán cargando con Roberto inconsciente, sus heridas no tienen buena pinta y sino se le cura morirá.

Hernán también está herido grave aunque su vida no corre peligro.

Oís como Alejandro grita:

¡RAMONA, RAMONAAAAAAAAAAAAAAAAA! Ven p'acá rápido, que Roberto y Hernán están heridos. Dime que necesitas y yo te lo consigo.

Ramona estaba tratando a los heridos cuando sus compañeros llegaron de golpe. El corazón le dio un vuelco de tranquilidad cuando vio que Inés estaba viva. Se dirigió hacia ella para ver si estaba herida, cuando vio que traía un niño en sus brazos en un estado bastante grave.

Rápido, aquí -le dijo a Inés, indicando una pequeña mesa cubierta con una sábana limpia-.

Examinó al niño durante unos segundos, tenía contusiones y heridas internas. Necesitaría muchos cuidados si sobrevivía... Intentó recolocar los huesos rotos y parar las hemorragias, poco más podía hacer con lo que tenía ahora en sus manos...

De pronto escuchó la voz de Alejandro que la requería. Giró la cabeza y pudo ver a sus dos compañeros con el cuerpo de Roberto entre sus brazos, lleno de sangre por todas partes.

¡Roberto! -gritó-.

El niño aún necesitaba que vendaran sus heridas y le trataran un par de contusiones, pero Roberto no podía esperar.

Inés, por favor, toma esto y venda los cortes y las contusiones. Si no sabes como hacerlo pide ayuda. Tengo que atender a Roberto -dijo poniéndole una mano en la mejilla, visiblemente preocupada por la situación-.

Luego empezó a correr hacia el lugar donde se encontraban sus compañeros, cogió una sábana de un montón que había cerca y la estiró en el suelo, puesto que ya no quedaban mesas ni lugar donde atender a los heridos.

¿Qué ha pasado? -dijo mientras sus compañeros dejaban con cuidado el cuerpo de Roberto en el suelo y lo examinaba con detenimiento...

Responde Roberto... ¡Roberto! Ni se te ocurra dejarnos -dice Ramona mientras continúa intentando reanimar a Roberto.

Poco a poco Roberto vuelve en sí, abriendo los ojos muy despacio y haciendo una mueca de lo que parece un intento de sonrisa. Acto seguido, se queda adormilado.

El niño también fuera de peligro, duerme profundamente justo al lado de Roberto. Ahora parece que el que tiene problemas es Hernán, que se tumba en el suelo sobrepasado por sus heridas aunque consciente.

Poco a poco los ruidos de combate fuera van apagándose. Veis como un grupo de soldados del conde entra en el salón con dos compañeros en brazos, muy graves y los dejan tumbados junto a vosotros.

- Haced lo que podáis por ellos. Os dice uno de los soldados, inmediatamente el resto de los soldados abandonan la sala y escucháis como corren al piso de arriba.

Del conde, Malaquías, Tobías y el grupo de nobles catalanes no hay ni rastro.

Con pasmosa rapidez dejo al niño en el lugar donde Ramona me indica pero apenas cuando acabo de llegar oigo al resto de nuestros compañeros masculinos llegar y al girarme veo asustada que Roberto está gravemente herido y parece que hernán no está demasiado mejor.

Con una profesionalidad que siempre he envidiado Ramona me deja a cargo del niño y presta acude junto al hombre herido y lo tumba en el suelo sobre una sábana limpia.
Miro asustada la escena pero parece que la mujer se apaña estupendamente para suerte de todos nosotros que, como yo, dependemos básicamente de sus benditas manos cuando algo se tuerce, tal como me ha pasado a mi en más de una ocasión. No sé si seguiría viva de no ser por ella, ni yo ni mis compañeros, es una espléndida enfermera.

Procuro hacer lo mejor posible lo que me ha indicado respecto al pequeño y después lo acerco a donde están el resto a tiempo de ver cómo algunos soldados del conde entran y dejan a un par de compañeros heridos. Los miro con tristeza; yo estoy bien, sí, pero en mi mente aún está la sensación horrible de dolor cuando aquel ser me mordió, cómo sentí el dolor intenso y agudo en el pecho, y sé que lo que ellos están sintiendo ahora mismo puede que sea incluso peor.

Parecía que Roberto estaba a salvo, de momento. Ramona respiró hondo al ver que el hombre volvía a la consciencia, señal que había conseguido estabilizar sus heridas. El niño que había traído Inés también estaba a salvo y podía ver como las ancianas que antes estaban solas en este sitio habían conseguido que algunos pacientes estuvieran ahora estables y fuera de peligro. No todos se salvarían pero todos estaban haciendo lo que buenamente podían.

Hernán también estaba exhausto, había perdido mucha sangre por culpa de múltiples cortes. Aún estaba consciente pero no podía estar mucho tiempo así.

Espera, voy a examinar estas heridas -le dijo al hombre- No te preocupes, todos saldremos de esta -le dijo la mujer con una sonrisa-.

Aunque Ramona hacía todo lo posible para evitar que se le notara en cara, estaba visiblemente cansada, igual que el resto. No habían descansado y las últimas horas habían sido de vértigo. El trabajo la mantenía despierta pero en cuanto esto acabara no había duda que se desplomaría por el cansancio.

Ayudo a Ramona a tender a Roberto sobre la sábana y como una gallina descabezada revoloteo a su alrededor mientras intenta salvar la vida de nuestro compañero, todavía con la espada en la mano y lívido por la impresión.

Yo . . . yo intenté ayudarles desde las almenas. Con mis flechas. Entonces vi caer a Roberto y bajé en cuanto pude, Hernán también estaba herido. Le cogimos para traerle cuando llegó ese campesino enloquecido y nos atacó. ¡Maldita sea! No conseguí hacerle nada, menos mal que Hernán estuvo al quite y acabó con él prestamente.

Hablo, hablo incesantemente repitiendo una y otra vez lo sucedido mientras Ramona pugna por salvar la vida a Roberto.

Por primera vez después de los minutos que ya llevamos aquí reparo en que Inesica está ahí, cuidando un bebé. ¡Un bebé! ¿De dónde habrá salido esa criatura? Parece estar bien la rapaza.

Cuando este abre los ojos parece que todo va a ir bien. De seguido entran los soldados con más heridos. Me siento inútil aquí. Ninguno hemos prestado atención a Hernán que justo entonces se derrumba.

¡Hernán! ¡Ridiela y copón bendito! Corro a sostenerle. Hernán no te rindas, ahí viene nuestro ángel particular. No temas sus manos manchadas de sangre, traen la vida al mundo, conservan la vida en el mundo. Ramona por lo que más quieras, dime que hago, cómo ayudo.

Ayudad a esos hombres por favor -les dijo a los demás criados del conde cuando llegaron los soldados con los heridos-.

Ahora estaba centrada en las heridas de Hernán y no podía atender a más gente.

Alejandro, tranquilo, no te preocupes todo saldrá bien. Cálmate. Nos sería de gran ayuda si pudierais saber como están las cosas ahora. ¿Alguien sabe lo que ha pasado? ¿Y los campesinos?

Aquí tienes un corte algo profundo... Tienes alguna otra contusión, algo más que te duela... ¿la cabeza? -le preguntaba a Hernán mientras examinaba las heridas-.

Pero Ramona, mujer, ¿qué quieres saber que no sepas ya? ¿Qué esos destripaterrones cabezahuecas han decidido suicidarse del peor modo posible salvo que además se declaren brujos y herejes? Si aún viven son muertos andantes y ni siquiera lo saben. No es por nada que se les llama siervos de la gleba y tú deberías saberlo como yo que soy de humildes orígenes.

Algo me dice que esa no es la respuesta que esperaba. Bueno, algo no. Su mirada dice muy a las claras que vaya a ver que pasa fuera.

¡Por los clavos de la cruz de Cristo! Está bien, marcho a ver que se cuece en el patio y con los campesinos, deseadme suerte porque ya no queda nadie de nosotros que venga a rescatarme si hay gresca. Bufando algunas otras maldiciones y secándome la frente sudorosa me dirijo al patio.

No las tengo todas conmigo. Antes parecía todo muy fácil y fallé como un principiante, como un canelo. Ahora debo hacerlo todo bien a la primera o estoy perdido. Mientras salgo puedo oler mi propio sudor, el humo de las antorchas, la sangre que salpica todo, incluidas mis ropas. Dicen que de noche todos los gatos son pardos, por algo ha de ser.

En el patio hay un reguero de cadáveres que llega hasta paros cientos de pies fuera del castillo, la gran mayoría son campesinos, hombres de todas las edades pero ninguna mujer. Ves a un grupo de soldados rematando a los heridos sin piedad ninguna parece que no queda ningún campesino en pie.
Queda claro que habéis ganado la batalla.

A la escasa luz de las antorchas dispersas puedo ver el patio ensangrentado y cubierto por los cuerpos de los muertos y moribundos campesinos. Todo ha acabado como era de esperar, es horrible pero más deben temer la continuación. No quisiera estar aquí para verlo.

Vuelvo adentro raudo.

Podemos dar esto por acabado, ríos de sangre campesina se han vertido y auguro que no será la última sangre de estos hechos. ¡Ay de quienes hayan sobrevivido!

Es hora de localizar a nuestro señor Malaquías. Envaino por fin la espada. ¿Tenéis idea de dónde podría estar? Si no habrá que ir preguntando a los guardias pero dudo que sepan decirme nada. ¿Cómo va Hernán?

Un buen trago de vino o incluso de agua me ayudarían. Quizá deba buscar a esos ratones y entretanto visitar la despensa del castillo.