Partida Rol por web

Montañas del Espinazo del Mundo, al norte de Shiro Ide. Hora de Shiba.

Al amanecer habéis salido de Shiro Ide y gracias a los caballos habéis avanzado un gran trecho. Os encontráis en las estribaciones de las Montañas del Espinazo del Mundo, con la intención de pasar al otro lado, aún en tierras Unicornio.

Estáis siguiendo la senda de la Carretera Imperial, aunque no la usáis, ya que no tenéis ni la importancia suficiente, ni los papeles que os otorguen el permiso de transitarla.

La tarde comienza y el sol, poco a poco, va apagándose. Si bien la luz es suficiente.

La ascensión se hace poco a poco. Los caballos no tienen problemas para avanzar a buen ritmo y Toki corretea a tu lado. Los bosques de hoja caduca, van dando paso, poco a poco, a vegetación de mayor altitud, más resistente al frío. Cabalgais en silencio. No habéis hablado, ni siquiera cuando tomastéis la comida hace un rato.

La carretera comienza a serpentear, a la vez que la floresta parece engulliros. Los árboles realmente cercanos entre sí hacen que tengáis que ir en fila para no entrar en la Carretera Imperial. En el momento en que pensabas en un tema de conversación, para hacer el viaje más ameno, un ciervo se cruza en el camino y se queda quieto delante de vosotros, mirándoos con curiosidad. Toki, excitado por la visita del animal, comienza a ladrar y a mover la cola como un poseso. El ciervo, asustado comienza a correr y Toki tras de él. Por mucho que lo llamas, el perro no te hace caso y comienza a perderse entre la vegetación.

Te dispones a espolear el caballo, cuando Ide Gemmei te dice:

-¿Qué haces? Sólo es un perro y nosotros debemos continuar con nuestro camino. ¿No crees?

Observas como su hermano, que está detrás de ella asiente.

Debes tomar una decisión, y debes tomarla ya.

El día había sido largo pero fructífero, durante el cual Xiaorang había permanecido en retaguardia al lo largo de todo el trayecto, guardando silencio por respeto a sus recien conocidos superiores. Ciertamente le había extrañado el silencio que habían mantenido durante todo el camino, incluso entre ellos dos, pero no había dejado que nada le amargase el viaje, no hasta este momento.

Los ojos del joven relampaguearon de cólera un instante ante las palabras de la samurai-ko, nunca pensó que un miembro de su clan pudiera comportase de esa manera, pero rapidamente controló su rábia y contestó con educación no extenta de una cierta firmeza.

 - Si es vuestro deseo, Ide Genmmei-sama, asi lo haré - Toki era muy importante para él, pero era un samurai al fin y al cabo y su deber era lo primero - Pero os imploro me concedais permiso para para recuperar mi obséquio y recuerdo familiar, os aseguro que no tardaré mucho -

Xiaorang no se hacía muchas ilusiones respecto a lo que podía pasarle a Toki si no le encontraba. El perro era todavia joven e inexperto como para seguirles el rastro en la oscuridad de la cercana noche.

Montañas del Espinazo del Mundo, al norte de Shiro Ide. Hora de Shiba.

-Está bien, id. Pero no tardéis mucho, no quiero que la oscuridad nos coja en las montañas. -Los ojos de la bella Ide denotan autoridad e insatisfacción, pero al menos has conseguido lo que te proponías.

Espoleas el caballo que el Clan te ha prestado para el viaje y sigues a Toki. Si bien lejano, aún puedes ver al can correr tras el ciervo. No importa lo fuerte que llamas a tu perro, éste no te hace caso y sigue persiguiendo a la presa.

Tras un buen rato, en el que sientes que puedes perderte, llegáis a un estrecho hueco entre dos árboles. De repente, el ciervo sube por los aires, enredado en una trampa que lo eleva. El ciervo se debate por salir, pero no lo consigue. Toki, desde abajo, levantándose sobre sus patas sigue landrándole.

Por fin detienes a tu bestia, y descabalgas. Te acercas a tu perro y le regañas. Debe aprender a obedecer. Piensas. En ese momento, oyes el relincho nervioso de tu caballo e instintivamente desenvainas tu katana. Para cuando quieres darte cuenta estás rodeado de unas 4 extrañas figuras, que poco a poco, y con gritos ahogados, se acercan a ti. Son personas. ¡Son personas muertas!

El joven samurai maldijo entre dientes mientras perseguía a su díscola mascota. El perrillo, lejos de agotarse y regresar pronto, le estaba haciendo perder mucho más tiempo del que había creido ¡menuda manera de empezar el viaje! Estaba claro que tenía que entrenarle mucho mejor.

Finalmente dió alcance a Toki, agradeciendo aquella red fortuita que había detenido al ciervo. Seguramente la trampa pertenecería a algún cazador de la zona, puede que incluso a algún campesino furtivo, pero en aquellos momentos no había nadie por las cercanias y desde luego no pensaba perder más tiempo buscandoles.

 - ¡¡NO!! ¡¡NO SE HACE!! - Se acerco a Toki y le levantó agarrandole por el pescuezo, mostrandole a las claras lo enfadado que estaba con él - ¡¿ENTIENDES?! ¡¡MUY MAL!! - Le propinó un par de cachetes, ligeros pero firmes, en el hocico, cuando el relincho de su caballo le puso en guardia y le hizo reparar en que ponerse a gritar de noche en un bosque tenebroso tal vez no hubiese sido muy buena idea.    

La única experiencia previa de Xiaorang con muertos vvivientes era por historias y relatos y no pudo evitar que un escalofrio de horror le recorriese la espalda cuando vió a lo que se enfrentaba. Más su miedo inicial pronto se convirtió en una ardiente y justa cólera contra aquellos engendros que se atrevian a ensuciar con su prsencia las tierras unicornio.

A punto estuvo de abalanzarse contra el repulsivo cuarteto, cuando algo, como una voz interior, le hizo detenerse. Si había más de aquellas criaturas en el bosque Gemmeri y su hermano podían estar en grave peligro en aquellos mismos instantes. Exterminar a los engendros de las tierras sombrias era el orgullo de cualquier samurai digno de tal nombre, pero, por tentador que resultase, su deberes de yojimbo tenían prioridad.

Rápidamente, antes de que las criaturas le alcanzasen, volvió hasta su caballo, metiendo a Toki sin miramientos en una de las alforjas antes de montarse a lomos del noble bruto. Mirando con desprecio a los zombis una última vez, volvió grupas y regresó por donde había venido, rezando a los kami por que le diesen la destreza suficiente para saber llevar al caballo y la prespicacia necesaria para recordar el camino de vuelta.

Montañas del Espinazo del Mundo, al norte de Shiro Ide. Hora de Shiba.

Consigues zafarte de los muertos sin demasiados problemas y, a pesar del susto inicial, te sientes orgulloso de poder decir que has conservado la mente fría. Espoleas a tu caballo de vuelta a donde están tus dos acompañantes.

-Xiaorang-san, por fin aquí. ¿Podemos marchar ya? -Pregunta Gemmei con un claro tono de reproche. Por muy delicadas que sean sus facciones, su caracter te resulta algo brusco. Desde que comenzasteis el viaje apenas te ha hablado, y de lo poco que lo ha hecho no han salido más que reproches de su boca. ¡Qué mujer! Piensas para tus adentros.

Toki, que no está acostumbrado a ir en las alforjas de tu caballo, se siente algo confundido y aulla de miedo. El bamboleo del caballo ha sido importante.

Finalmente la vegetación se aclaró un poco, revelando el recodo del camino donde esperaban sus impacientes compañeros de viaje, y por fin pudo Xiaorang reducir la velocidad del caballo e introducir una mano en la alforja de Toki, acariciandole tranquilizadoramente.

Tan aliviado estaba Xiorang de encontrar sanos y salvos a los Ide que apenas dió importancia al trato de Gemmei, si bien no pudo por menos que comenzar a dudar de las capacidades diplomáticas de la misma.

 - Por supuesto, Ide Gemmei-sama - trató a duras penas de controlar sus nervios - Pero debeis saber que he tenido un encontronazo con un cuarteto zombies en el bosque - aparto la vista de su superiora para mirar en derredor, vigilando preocupadamente las sombras a los lados del camino - Temiendo que pudiese haber mas he preferido volver a informaros de inmediato en lugar de quedarme a luchar e investigar - miró de nuevo a la embajadora, serio el rostro pero sonrientes los ojos - Me alegro de que vos y vuestro hermano os encontreis bien -

Montañas del Espinazo del Mundo, al norte de Shiro Ide. Hora de Shiba.

Ambos Ide te miran de arriba a abajo y notan tu alteración, a pesar de tus esfuerzos y tu aparente calma. ¿Zombis? Piensas. Creerán que estoy loco o que me invento cosas...

-¿Podemos continuar con el camino, Xiaorang-san? -Dice Junichi. -Mi hermana se impacienta cuando la noche le coge en el campo. Aún nos quedan unas horas de luz, pero deberíamos llegar a algún albergue antes de que anochezca. No quisiera estar en las montañas cuando la Diosa Sol se esconda.

 - No podria estar más de acuerdo con vos, Ide Junichi-sama - sobre todo con muertos andantes deambulando por la zona - sera mejor que nos apresuremos a alcanzar algún lugar seguro -

Xiaorang no estaba muy seguro de si los hermanos dudaban de su cordura o de su veracidad, y sinceramente no estaba seguro de cual de las dos opciones le ofendía más, pero hizo un esfuerzo por tragarse las poco educadas palabras que pugnaban por salir de su boca y constestar con correción.

En aquella situación, sin embargo, redobló sus esfuerzos por proteger a aquellos dos inconscientes, vigilando sin descanso ambos lados del camino y oteando a menudo a su espalda, atento al más mínimo indicio de emboscada. Tampoco dejó salir a Toki de la alforja, acariciándole a menudo para que estuviese tranquilo y dándole pellizcos de comida cuando se portaba bien durante un rato.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Shinjo.

Tras un par de horas de cabalgar sin mayores incidentes, llegáis a una aldea. Estás algo cansado, no sólo por todo lo que ha sucedido hoy, sino por haber estado desde el incidente con los muertos vivientes en un estado de constante tensión, vigilando cada sombra, cada recodo del camino.

Cuando os adentráis en ella está silenciosa, la tarde está terminando y el sol comienza a perderse en el horizonte, dejando el aire con un ténue aspecto anaranjado. Entrecierras tus ojos para ver más claramente, los rayos del sol aún te impiden ver con claridad suficiente.

Debemos conseguir un alojamiento. Piensas. No quieres volver a decepcionar a tus defendidos. Te adelantas un poco con tu caballo para hacer una exploración previa.

Tal y como habías detectado en un principio, la aldea está desierta, si bien puedes ver casas con iluminación dentro de ellas, lo cual te deja más tranquilo. Quizás los aldeanos os puedan proveer de un lugar donde descansar y de algo que comer.

El esforzado caballo de Xiaorang pifió suavemente, como si comprendiese que pronto podria relajarse y descansar, y su inexperto jinete no pudo por menos que mostrarse de acuerdo con él y envidiar un poquito a Toki, el cual ya llevaba un buen rato dormido dentro de la alforja.

Aquella aldea era ciertamente providencial, sobre todo dadas las circunstancias. Además del cobijo que tanto necesitaban sus protegidos también le daría a Xiaorang la oportunidad de informar del asunto de los zombies, aunque fuese atraves de los campesinos, al magistrado de la zona.

Tan pronto el joven samurai se hubo adentrado en la aldea, fuera de la vista de sus compañeros, aprovechó para desmontar de su caballo y darse un brevisimo pero muy necesitado masaje en las piernas, en absoluto acostumbradas a cabalgar durante todo un dia sin apenas descanso. Acto seguido, llevando al noble bruto de las riendas, se acercó a la puerta de la casa iluminada de mayor tamaño.

 - Ha de la casa - llamó a la puerta educada pero vehementemente - somos samurais en busca de cobijo -

Proablemente en aquel pueblo no haría ninguna pòsada, o al menos él no había visto ninguna, pero seguramente habría sitio para todos en aquella casa.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Shinjo.

Golpeas la puerta con insistencia ante la falta de respuesta. Poco después, con temor, una mujer abre la puerta. Te mira y abre la puerta, invitándote a entrar rápidamente. Cierra la puerta con la misma velocidad.

Te sorprende su actitud y te pones en guardia. Nunca se sabe.

Entre jadeos, la mujer te pide que la defiendas a ella y a sus hijos de las "criaturas de la noche". Realmente parece asustada. No sabes cómo reaccionar, y aún quedan tus defendidos por entrar en la casa. Están en las afueras del poblado.

Xiaorang saludó cortesmente a la campesina, pero, cuando esta cerró la puerta tras él, su mano derecha buscó instintivamente la empuñadura de su espada. Pronto le quedo claro que la mijer tan solo estabaa asustada, pero sus palabras no hicieron mas que sustituir la inquietud del joven por otra más acuciante.

 - Calmaos, buena mujer, y explicadame que es lo que os asusta - sintió el impulso de apoyar una mano tranquilizadora en su hombro, pero un samurai nunca haría algo así - Mis compañeros me esperan fuera del pueblo y no desearía que tuviesen que vérselas con un peligro desconocido  -

De sobra era sabido que los campesinos eran una gente asustadiza y en extremo supersticiosa que tendian a exagerarlo todo, pero Xiorang tuvo que esforzarse para que el temor de la mujer no se hiciese eco de aquel que le había perseguido durante toda la tarde. Tenía una horrenda sospecha acerca de lo que podían ser aquellas "criaturas de la noche", pero esperaba fervientemente que estuviese equivocada.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Shinjo.

La mujer mira instintivamente la ventana. Cada minuto la oscuridad crece, a la vez que el miedo de la mujer. Sus piernas comienzan a temblar y sus ojos te miran desorbitados.

-¡Los Muertos, mi señor! ¡Los Muertos vienen por la noche para calmar su hambre con nosotros! ¡Debéis defendernos de ellos! Por favor... -La mujer, se tira al suelo totalmente y te agarra de la parte baja de tu hakama. Sus lágrimas corren libres por sus mejillas. Piensas es Gemmei y su hermano. Debería ir a por ellos.

Como odiaba haber acertado...

 - Tranquilizaos, señora - tomó las manos de la mujer entre las suyas y las apartó de su ropa, suavemente pero con firmeza - Si esta en mi mano tened por seguro que volveré - puestos a refugiarse en una casa del pueblo aquella les serviría perfectamente - pero ahora debo ir en busca de mis compañeros -

Abandono la casa lo más rápido que pudo, antes de que la mujer se pusiese más histérica aún, dirigiendose hacía su caballo de inmediato mientras un centenar de preguntas cruzaban por su cabeza. ¿Cuantos zombies habría en total? ¿de donde habrian salido? ¿como es que los campesinos no lo habían notificado aún a las autoridades? Pero todo eso era secundarío, lo primero era reunirse cuanto antes con los Ide , y quisieran los kami que aquellos dos hermanos diesen más credito a sus palabras que la última vez.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Shinjo.

Llegas hasta donde tus compañeros que esperan pacientemente. Cuando por fin te acercas ambos te prestan atención. Te miran de arriba a abajo. Sus caras son dos claros interrogantes.

-¿Has encontrado algo, Xiaorang-san, o tendremos que dormir al raso?

La actitud de Gemmei no parece haber cambiado ni un ápice. Sin duda, todo lo que tiene de hermosa lo tiene de arisca. Piensas. Te gustaría estar en mejores relaciones con tus protegidos, pero parace que una armadura invisible les rodea y no has encontrado la manera de sortearla.

Desde luego la actitud de los hermanos comenzaba a ser cargante, pero Xiaorang nunca habria llegado a donde estaba de haber dejado que cosas tan nimias como esa le quitasen el sueño; aunque no podía negar que le habria gustado que fuesen más amables, sobre todo Gemmei.

En cualquier caso tenían asuntos mucho más urgentes de los que preocuparse.

 - Si, Ide Genmmei-sama - señalo en dirección al pueblo - no he visto posada, pero podemos alojarnos en una de las casas de los aldeanos. Una de las campesinas se ha mostrado muy honrada por nuestra presencia y ha insistido en ello -

Aquello era la más estricta verdad, y bien podría haberse detenido allí, pero siendo quien era Xiaorang no pudo por menos que continuar.

 - Lo cierto es que la pobre esta aterrada. Parece convencida de que muertos vivientes rondan por la zona y acuden al pueblo por las noches -

Dudaba que diesen mayor crédito a las palabras de la campesina que a las suyas, pero al menos tenía la conciencia tranquila.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Shinjo.

Una vez más, un silencio demasiado prolongado tensa el ambiente. Odias eso.

-Está bien. Llévanos hasta allí. Seguro que sus miedos son infundados. Estos campesinos sólo creen en estupideces. ¿Sabes cómo se llama esta aldea?

Mientras habláis vais entrando en el poblado. La oscuridad se está haciendo con el poder. La noche comienza. Miras al cielo, no hay luna, por lo que la noche será oscura. Maldita la gracia. Confío en que nada pase.

El sonido de los grillos comienza a sonar con fuerza, pero se van callando cuando pasaís cerca. El sonido de un búho también os llega. El silencio sin embargo comienza a extenderse. No se oye nada. Estáis cerca de la casa de la mujer de antes.

 - Disculpad mi ignorancia, Ide Junichi-sama, pero lo desconozco - aunque seguramente lo habría sabido si le hubiesen dejado hechar un vistazo al mapa o le hubiesen comunicado el itinerario del viaje con anterioridad - Seguidme, por favor, os conduciré hasta allí -

Xiaorang encabezó la marcha, guiando a los Ide hasta la casa de la campesina. El joven samurai caminaba a buen paso, su mano izquierda sujetando las riendas de su caballo, deseando ver a los dos hermanos y a sí mismo bajo techo cuanto antes. Su cabeza se giraba continuamente de un lado a otro, atento a cada sombra y sonido, y su mano derecha descansaba cerca de la empuñadura de su espada.

Tal vez los temores de la mujer estuviesen infundados y tal vez no, pero él desde luego no pretendia correr el más mínimo riesgo al respecto.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Shinjo.

Golpeas la puerta de la casa en la que has estado antes y la señora vuelve a tardar. Insistes. Vuelve a abrir con cuidado la puerta y con la misma velocidad de antes abre, os hace entrar y cierra la puerta.

Una vez todos dentro se tira al suelo a modo de reverencia y os agradece haberla elegido a ella. Os pregunta si deséais comer algo. También os pide que acabéis con la amenaza de la que te ha hablado.

Ambos Ide se mantienen callados, aunque no puedes evitar ver el deje de desprecio en la mirada de Junichi. Sin duda no termina de creerse lo que la mujer dice.