Partida Rol por web

Duinhir, en primera fila, hizo una reverencia cuando el senescal de Gondor entró, el paladín no habló, se mantuvo firme, con el rostro sereno y la mirada fijada en los señores o en un punto en el infinito, era difícil saberlo.

Escuchó atento las palabras de aquel explorador, el herido, pero no mostró ninguna emoción en su expresión. El mismo llevaba desde bien niño sabiendo y sufriendo a esos corsarios... la mascara de hielo que lo rodeaba se mantuvo fría y dura, pero en su interior notaba un calor que surgía desde el fondo de sus entrañas. Se mantuvo en silencio, y en un par de ocasiones se le pudo ver como apretaba la mandíbula...

Sigo manteniendo silencio, tras haber escuchado el terrible testimonio. Ahora está ya un poco más claro el por qué de la reunión, pero no soy yo quien debe hablar primero y romper este silencio que tan graves palabras ha impuesto.

Si Mordor está inquieto, Gondor corre peligro, y por ende el mundo libre.

Inconscientemente mi mano aferra la empuñadura de mi espada, y aguardo instrucciones.

El viejo dejó que sus compañeros pasaran a la sala de audiencias del senescal. A su entrada, lo primero que hizo fue cuadrarse, una vez trapasada la puerta, e inclinarse haciendo una pequeña reverencia hacia el trono.

Luego, se hizo  un lado y escuchó las palabras de sus compañeros. Al oir lo que el explorador le contó al senescal, a Aram, por un segundo, le vino a a la mente una estrecha escaramuza que tuvo en el mar con corsarios, cuando no contaba ni con veinte años. Los orcos le eran más conocidos, habiendose enfrentado en másdeuna ocasión con ellos... Alejando esos recuerdos de su mente, siguió escuchando a las malas nuevas que portaba Algarrobo.

Pocas son las buenas que nos llegan en estos días - señaló el Senescal - por eso os halláis aquí. Por distintas acciones, cada uno de vosotros ha demostrado talento en la defensa de Gondor y la erradicación de las tropas del país sin nombre. 

Así es - continuó el general - tenemos un plan de ataque. Los soldados de Gondor partirán a defender las murallas. Confiamos  en que nos auxilien los Caballeros de Rohan, pues también su paz es amenazada. Pelargir prepara un nuevo ataque a las costas de Tolfalas, donde se han apostado las fuerzas invasoras. 
Pero dentro de toda esa distracción, pretendemos lanzar un ataque contra el corazón del enemigo, un Capitán Corsario, que le sonará familiar a uno de vosotros - miró a Pelendur - Khanmur de Umbar, lidera las legiones del sur. Con su liderato caído, el temor se apoderada de sus corazones y huirán como ratas cobardes que son. 

Esperamos con esto contentaros, Capitán - sonrió mirando a Pelendur, quien momentos antes, realizó una petición personal. 

Tras escuchar las palabras del general Eolboron, miembro sin duda del consejo de la torre, doy un paso al frente y me giro para mirar directamente a mi señor y Senescal de Gondor.
Rígido como un pedazo de acero, espero a que me otorgue la venia para hablar y solo entonces, digo.
Si esa es la autentica amenaza que sufre Gondor en estos momentos, tened por seguro que, tarde o temprano, mi acero se encargara de cercenarla de raíz. Aquí y ahora empeño mi palabra ante el heredero de Mardil el fiel. No descansare hasta lograr el objetivo encomendado, aunque la muerte trate de arrastrame a lo desconocido.
Mi general.
Añado entonces.
Necesitare saber cuando fue visto por ultima vez ese corsario y naturalmente, los hombres y pertrechos necesarios para la misión. Pero pienso, con la venia de los presentes, que si esta es una acción de caza y destrucción del objetivo, un grupo de guerreros particularente audaz, y facilidad para nuestros movimientos, son requisitos indispensables para la misión. El secreto es ahora nuestro mejor aliado. Así hasta nuestra presa, no llegara rumor alguno de nuestros planes.
Inclino la cabeza ante mis superiores, y vuelvo a hacerme a un lado. No soy el único presente en la sala y muy posiblemente, otros querrán dar sus pareceres en este consejo de guerra.

Hago un ruido malsonante con la boca, apenas audible, principalmente para los que se encuentran a menos de un metro de distancia.

- Rohan... Siempre está por llegar - Murmuro para mí. Me aclaro la garganta, removiendo una mucosidad que se aloja en mi faringe, llamando la atención sobre mí, intencionadamente.

- Amildir, para serviros, Senescal... - Mi voz es clara, concisa, disciplinada. - Sólo quería decir que haremos llorar sangre a los corsarios de Umbar antes de dejarlos siquiera suplicar por sus vidas. - Mi voz vibra esta vez más grave de lo habitual, resonando levemente en un eco disperso dentro de la sala. Las palabras brotan, ahogadas, como si sintiera las quemaduras del fuego mientras luchaba por no consumirme en él. Hago una pequeña pausa, en que me tomo el tiempo de mirar a los que me observan - Eso es todo - Retrocedo, con cautela hasta mi sitio.
 

Duinhir se sentía como que aquello no iba con el... se sentía como un espectador en cualquier teatro callejero, en mitad de la acción y sin poder participar en el evento.

Escuchaba atento, como no, y se giraba para observar quienes iban siendo los interlocutores, y aunque en su fuero interno ardía la rabia de ir a por esos desgraciados paridos de un mar salado de sangre, tenía en mente que fuera nombrado y después quedarse en la ciudad... quizás luego, en privado, "hablaría" con su capitán para ver que podría hacer...

Los ánimos se enervan en la sala, al oir la amenaza que se cierne sobre nosotros. Ciertamente las noticias no eran buenas, pero en esta sala se demuestra que no hay lugar para el desánimo en Gondor. Sobra valentía para responder a cada ataque, y el orgullo por formar parte de los llamados para conocer esta situación me llena. Rompo mi silencio:

-Sin duda los presentes tenemos el honor de ser considerados para actuar en defensa de la ciudadela, y yo, Zeltia de Gondor, seré la primera en acudir allí donde se me destine.

Sin duda, Capitán Pelendur, no los enviaremos sin conocimiento alguno. Después tendremos una reunión privada, donde le informaremos de todo cuanto necesite saber. 

Así es, pero antes me gustaría saber con que gente de valía de entre los presentes, prestara su ayuda por el bienestar de Gondor. Pues no es una misión sencilla y no contará con la defensa de la ciudad y el auxilio del reino. 

Amildir, tu ayuda es más que bien recibida, pero tal vez, tu indumentaria debería ser más acorde al reino. Te dispensaremos los ropajes adecuados para evitar las confusiones. 

Zeltia, tu valor es digno de elogio. Pocos son aquellos que se lanzan sin miramientos a las fauces del enemigo. No será olvidado este gesto en Gondor. 

Los demás ¿que tienen que decir?

Tras las breves palabras que me dirige Eolboron, por lo que a mi respecta, todo esta dicho. Y con mi mente ocupada en posibles emplazamientos de la base de ese perro carroñero mornumadan mal nacido y, posibles rutas de acceso, abandono el lugar que ocupaba a un lado del sitial del senescal de Gondor dispuesto a esperar mis instrucciones directas.
No obstante, cuando paso ante el heredero de Mardil, su hijo Denethor heredero de la senescalía y Orodret, almirante de las flotas de Gondor, me giro, me cuadro provocando cierto eco en la sala, y me limito a añadir.
Soy un soldado de Gondor, monseñor. Por lo que a mi respecta, es como si ya hubiera recibido mis ordenes.
Tras estas palabras, viendo el gesto de Ecthelion, me termino de apartar tras el pertinente saludo marcial y me limito a esperar a que se pronuncien aquellos que tengan que hacerlo.

Algarrobo mira a los demás, y escucha las palabras del senescal y uno de sus allegados, luego de que la mayoría expuso una parte de lo que tenía que decir miro el piso y por unos minutos no dijo nada. El nunca había tenido un terreno al cual proteger, nacido en las montañas y criado de lugar en lugar nunca tuvo la posibilidad de asentarse en algún lugar y pertenecer a algún grupo. No era una persona la cual se interesaba en la guerra, sino el prefería hacer otros tipos de cosas, sin embargo tenía mucho dolor por lo que le paso a su capitán, y eso determino el lado de la balanza.
-Su excelencia, mi arco y espada están a su servicio, cazare hasta el último orco en pie-dijo levantando la cabeza.

Escuchar a Ecthelion aceptar mi contribución a la lucha hace que tan sólo pueda reafirmar mis anteriores palabras:

-El honor de defender la Ciudadela y a todos los habitantes de los reinos libres será mío, señor.- digo mientras doy un suave golpe en mi coraza a la altura del corazón,a la vez que hago una profunda inclinación de cabeza.

Todo está dicho.-pienso mientras me retiro unos pasos para que los demás también se pronuncien- ¡¡Por Gondor!!

Duinhir buscó con la mirada al capitán al que tuvo que presentarse... sus ojos estaban deseosos por hacerlo y giró cabeza de un lado para otro y miró hacía atrás en una ocasión... 

Buenos servicios son los que se me prestan y Gondor quien los agradece. Está reunión puede llegar a su fin, si nada más se necesita hablar. 
Pero antes de dejarlos marchar, Duinhir, caballero de Dol Amroth, da un paso al frente. Por razones que no explicaras por ahora, se me ha informado que no te sirves del habla. Bien pues, lee este documento y sellalo con tu palabra. Es el juramento a la ciudad y a mi como su Senescal. 

A los demás, podéis retiraros. Luego el Maestro Eolboron se reunirá con vosotros en los barracones. 

Suerte y buenaventura en vuestra empresa ¡Por Gondor! 

Razones que no explicaras por ahora...

Esas palabras resonaron en la cabeza de Duinhir mientras daba un paso hacía delante y se acercaba a leer lo indicado... ceñudo por aquella frase se dirigió al estrado y leyó las palabras. No prestó demasiada atención a la lectura, por culpa del senescal imágenes pasadas le asolaron de repente, el dolor de su niñez, la gran pedida, la proximidad a la muerte... todo aquello, el corazón roto, la piel sangrante, los músculos engarrotados, los huesos entumecidos y el alma partida en dos... todo aquello le arrebato el habla, y solo sabe Eru por que debió sobrevivir, por que le dio aquella oportunidad... a cambio de su habla, otro día para acabar con los enemigos del bien era un precio más que razonable.

Su honor le hizo repetir la lectura, pero esta vez prestando atención... y aunque diera igual si había algo que no le agradara, acabo por plasmar su firma sellándolo frente al Senescal, una vez hecho eso realizó una profunda reverencia hincando la rodilla en el suelo de mármol blanco