Partida Rol por web

En lo más profundo del complejo de túneles bajo las raíces del gran Árbol Esmeralda una enorme masa oscura que recuerda vagamente a un batracio demoníaco de cuerpo tumefacto, abotargado y piel verrugosa, repleta de espantosas deformidades, descansa sobre una montaña de huevos infectos que no cesa de poner. Lo protege una guardia pretoriana compuesta por ocho kobolds lanceros y otros tantos obreros que se llevan de manera parsimoniosa los huevos por otra galería.

En el techo, entre la maraña de raíces muertas, quedan algunas que todavía brillan con los últimos rescoldos de la vida del gran Árbol e iluminan de forma tenue la caverna. No solo son la esperanza de la sanación del pueblo, sino la de recuperar el equilibrio natural de las tierras que se encuentran bajo su protección.

Los kobolds probablemente dieron a este demonio del Caos el nombre de Lord Kroakus por el ligero parecido con los sapos, criaturas que acostumbraban a ver y escuchar en el pantano. Ahora bien, su verdadero nombre, si lo tiene, probablemente solo sea pronunciable por aquellos que conozcan las lenguas de los seres del Abismo.

La caverna posee estalactitas, estalagmitas y piedras de gran tamaño. El suelo es húmedo y terroso. Lord Kroakus tiene el tamaño de un elefante adulto y protege su montaña de huevos ubicada el centro de la misma observando con unos ojos brillantes que miran a intervalos hacia cada lado. Posee una boca llena de dientes capaces de despedazar a quien atrape y sus patas acaban en garras afiladas como cuchillas. Mientras se mantiene sobre la montaña de huevos sin moverse, los kobolds le acercan una lombriz gigante, que atrae rápidamente con su larga lengua negra.

Contenéis el aliento. Por fortuna todavía no os han visto.

La escena me impactó, ninguna de las historias que escuché en la "La Dama Sonriente"  describían a una criatura de tal fealdad. El grotesco espectáculo era el reflejo de la pudrición que provocaba en el mundo. No era para menos, y la presencia de aquella montaña de huevos era el indicativo de que se disponía a engendrar un ejercito que tendría como fin dominar el mundo exterior.

Se me ocurre entonces  que deberíamos intentar destruir gran parte de aquellos huevos y así generar confusión lo que nos daría ventaja de atacar mientras reina el desconcierto entre la criatura malvada y sus secuaces.

—intentemos rodear y dar el primer golpe a los huevos —les comento silenciosamente mientras me aseguro de que nuestra presencia todavía sea delatada—,  seguro que si destruimos una buena cantidad la conmoción puede que deje a merced de nuestras armas a Lord Kroakus.

Y luego pregunto:

—¿O prefieren ir directamente por el monstruo mayor?

El tamaño de Lord Kroakus me dejó sin aliento. Y su fealdad todavía más. No paraba de poner huevos que eclosionarían liberando al mundo pequeños Lord Kroakus que crecerían y se harían tan grandes como su padre. Se me pusieron los pelos de punta sólo con pensarlo. La raíz del mal que castigaba aquellas tierras la teníamos frente a nuestras narices y debíamos pensar una estrategia. ¿Eliminar primero a su fiera guardia pretoriana? ¿Los huevos? ¿Directamente ir a por él? ¿Dar media vuelta y huir dejando atrás una nube de polvo? El tiempo corría en nuestra contra y había que actuar rápido.

- No te olvides de su guardia. Hay demasiados y tienen pinta de ser más aguerridos que los kobolds que nos hemos encontrado. Un ataque de frente sería un suicidio. Deberíamos intentar dividir sus fuerzas, atraer a unos cuantos hasta aquí y después ocuparnos del resto. Tal vez funcione, son su guardia personal y no se alejaran todos al mismo tiempo dejándolo sólo.

La visión era terrorífica y ya sabíamos quién era Lord Kroakus... un demonio batracio, salido del mismo infierno. Se alimentaba del poder del árbol para obtener poder y engendrar Kroakusitos, que después mandaría al exterior para acabar con todo signo de vida. Los kobolds solo eran marionetas de este vil ser y las lombrices gigantes su alimento. Seguramente los sapos gigantes del río subterráneo eran hijos suyos y los felinos fueron kobolds antaño, corrompidos por el poder del demonio.

-"Lo de dividir las fuerzas es buena idea, señor enano, ¿pero cómo hacerlo? Solo le veo un problema y es que si hacemos que su guardia pretoriana abandone el cubil, los tendríamos a nuestra espalda y eso no sería bueno para nosotros. Sin embargo, veo mejor lo que ha comentado Garsam acerca de los huevos. Si los destruimos, tendríamos a ese demonio batracio fuera de sí e intentando salvar a los que pudiera. Creo que si lanzamos varios frascos de aceite a los huevos y lo prendemos, acabaremos tanto con los huevos como con Lord Kroakus. Puede que herido, mandara a los kobolds ayudarle a salvar a los huevos, con lo que tendríamos vía libre para intentar acabar con él." Dije en voz baja.

Beohal, calldo y ta itturn9 solo veia a los mini huevos... Volteo al señor enano experto en cuevas- Dasron, verdad..
Habrua forma de hacer un derrumbe y sepultarlos vivos

Escuché la pregunta de Beohal y miré pensativo las paredes y el techo de la cueva, intentando averiguar si sería posible provocar un derrumbe.

- Tal vez se pueda pero no se me ocurre el modo de hacerlo. No tenemos las herramientas necesarias y no sabría decirte si el derrumbe sería parcial o por el contrario completo, enterrándonos a todos.

- El derrumbamiento probablemente mataría al árbol.... y como dice Dasron, no hay una forma clara de conseguir ese derrumbe. Atacar sus huevos creo que no conseguiría más que dividir nuestros esfuerzos. Si tenemos aceite, yo desde luego no tengo, deberíamos arrojarlo contra Lord Kroakus. Es una criatura del caos, puede querer extender su estirpe maldita pero dudo que tenga ningún aprecio por ella. Una última opción y creo que la mejor es atraer parte de la guardia pretoriana... tal vez con ruidos aquí. ¿Tal vez unas quejas en lengua Kobold que atraigan sin sospechas a una parte de los pretorianos?

—Igual son muchos pues sumados los obreros serían más de 14 o 15 kobolds —digo observando que los números no nos favorecen—, así por mucho que intentemos  ir atrayendo hacia alguna especie de trampa a algunos no pasará mucho tiempo en que todos se nos vengan encima. Pero intentemos sacar a los guardias de a poco de momento es la manera más segura de enfrentarlos.

Me preparé para seguir la idea de Dasig de atraerlos usando la lengua kobold. Busqué un buen lugar donde ocultarme y me camuflé entre las sombras.

- Buscad un lugar donde esconderos. Cuando estéis preparados los atraeré hasta aquí.

Analizo la zona e intento buscar el lugar más seguro para sorprender por la espalda y degollar o apuñalar de la forma más precisa posible.

Me parapeté tras unas estalactitas y me escondí bien. El plan era atraer kobolds hasta nosotros e ir acabando con ellos poco a poco. ¿Acaso no se daría cuenta Lord Kroakus de ello? A mi entender, íbamos a perder el factor sorpresa, pero poco podía hacer ya, dado que los demás se estaban preparando para atacar sigilosamente a las bestezuelas. Una vez escondido, cogí mi honda y me preparé para soltar alguna piedra.

Por fin mis compañeros se habían ocultado, así que era el momento de poner en marcha el plan. Me aclare la garganta y recité en lengua kobold intentando poner el timbre de voz lo más parecido posible al de aquellas criaturas.

- Por favor, amigos míos. Venid, necesito ayuda. No encuentro mi pala. ¿Ahora cómo desenterraré lombrices para nuestro amo? Si el amo se entera me castigará. ¡Ayudadme!

La voz de Dasron alerta al conjunto de los kobolds guerreros. Sus palabras no pueden ser más sospechosas. Empiezan a buscar el lugar de donde procede. Lord Kroakus escruta los recovecos de la caverna desde su montón de huevos.

Os encontráis ocultos entre las rocas y las estalagmitas, aunque se haya complicado la situación todavía podéis usar eso en vuestro favor cuando se acerquen.

Los kobolds guardianes abandonaron sus posiciones dejando al monstruo mayor sin protección y los obreros posiblemente no serían  una amenaza contra nosotros pues su estado deplorable los haría pan comido. Había entonces que encargarse rápidamente de los guerreros que venían como insectos atraídos por el fuego. Cuando están todos a distancia suficiente para ser atacados furtivamente por la espalda me lanzo  con puñal en mano esperando ser tan sigiloso que no sepan como irán cayendo uno a uno. Me muevo rápido contra uno, pero parece que mi fuerza no es la suficiente para perforar la gruesa piel del lagartoide.

El número de kobolds que venían a nuestro encuentro eran demasiados. Los demás parecían seguros de poder acabar con ellos furtivamente, pero yo no creía que fueran capaces de tal hazaña sin avisar de nuestra presencia a Lord Kroakus. Seguramente habíamos perdido el factor sorpresa. Viendo que Garsam y Beohal se descubrían al hacer sus ataques, sin ningún éxito, decidí tomar partido en el combate. Pero no lucharía contra la guardia del demonio, si no contra él mismo. Parapetado tras mi escondrijo, formulé las palabras mágicas que activarían mi conjuro. Saqué de uno de mis bolsillos secretos un poco de azufre, que fui dejando caer al suelo despacio, mientras recitaba. Una flecha mágica, de diminuto tamaño, apareció delante mía. Con unos gestos rápidos, la ordené que volara rauda hasta Lord Kroakus.