Partida Rol por web

Ya hace un par de dias que dejasteis atrás el círculo de piedras donde visteis por última vez a la niña que llevabais buscando durante tanto tiempo y que finalmente os traicionó, dejando más pesar que odio en vuestros corazones.

Avanzais por caminos secundarios, guiando a dos caballos famélicos y enfermos que apenas pueden tirar de la carreta bajo cuya lona de tela se ocultan los trofeos arrebatados a vuestros enemigos caídos. Sois un grupo extraño y habeis cometido un crimen imperdonable contra el imperio, pero por algún motivo no encontrais demasiada oposición en vuestro caminar. No hay controles exhaustivos ni patrullas constantes en los cruces y aldeas. El Este está cada vez más cerca y cada dia que pasa, el fulgor nocturno de la Luna Roja parece más débil y lejano.

Comenzais a pensar que puede que lo logreis.

- Pobre caballos - dice Vehexa acariciando uno - Los han tratado mal y son débiles - Vehexa exala un largo suspiro, aburrida de caminar - ¿Dónde vamos? ¿Es como desierto? ¿Me puedo quedar casco? Plumas bonitas...

Swen camina taciturno -como si estuviera tratando de discernir algo que se le escapa-. Cuando el grupo acampa se retira a un lugar apartado a realizar sus rituales. Su cuerpo permanece estático custodiado por las figuras etéreas de Gunhar, Randan y ese extraño ser que parece ser una deformación de él mismo. Incluso cuando el grupo decide buscar algún lugar civilizado donde descansar el pequeño hombre prefiere permanecer en la naturaleza -"No soporto las paredes", son sus palabras-. Aún así se percibe que está contento de volver a tener a todos juntos, especialmente contento está de ver nuevamente a Loranda -siempre ha admirado su cordura y su corazón-. Sólo un miembro del grupo le inquieta: Kilder -con el nunca sabe a que atenerse-. Casi confía más en la nueva incorporación al grupo -Vehexa- que en él. Por lo menos de ella cree saber que puede esperar.

Las noches siguientes a la primera los rituales de Swen tienen una nueva nota. La figura que aparece tras él, esa figura que es una deformación de él mismo, deja ver entre la bruma algo más: bajo el velo de la inconsistencia aparece otra forma, una forma vaga y a penas perceptible, una forma que parece la de una mujer conocida.

Erikand desde un buen principio dijo que no le interesaba nada, él ya tenía un buen arsenal muy eficiente, ignoró todas los objetos en el campo de batalla y durante el viaje, Erikand se dedicó a conducir el carruaje, a hacer más trueques y comercios con las especies que había conseguido y a mandarle a Aldar a buscar alguna pieza de caza con la que comerciar en los pueblos.

Erikand mira a Vehexa y asiente.

- Desierto??!! Que va mujer. Es una zona exquisita. La mejor de todas diría yo, aunque claro, creo que no estoy siendo totalmente parcial.- Erikand mira a los caballos viejos y chochos con ojos muy diferentes.- Débiles dices? Que va! los caballos viejos son los más duros! - dice dándole unas palmadas a los lomos del caballo.- Je... Cambié una torpe y aparatosa cucaracha por este par de caballos de buen ver y la carreta. El comerciante que hizo el cambio no sabía muy bien lo que hacía... Pero en fin, me tengo que ganar la vida no?- dice encogiéndose de hombros.

En la cabeza de Erikand, la ganga era evidente, aunque los que habían tenido ocasión de viajar con el escarabajo, no veían del todo ese cambio a bien. De repente Erikand cambió de tema.

- Aahhh!!- gritó- por cierto Loranda!! Creo que esto te gustará. No te hemos explicado aún nuestra aventura con los tiránidos, tritones, tri... como eran? Bueno, da igual. Hicimos un ritual de madurez y nos otorgaron La Photox. Es impresionante la magia de esos ti...tri... Renacuajos.- Erikand se giró hacia Swen.- Yo sigo pensando que cuando muramos esa cosa nos poseerá, pero dijiste que era seguro.- De repente se pone a buscar entre las cosas para sacar la Photox.- La guardé yo? Quién la guardó?

Paso el tiempo en el camino cazando y explorando. Cuando no persigo alguna presa intento ir por delante del grupo para prevenir cualquier emboscada o puesto del ejército lunar sin perder de vista a mis compañeros. Poco a poco mi enfado con Kilder se va diluyendo y pronto puedo sentarme tranquilamente en la fogata con él, aunque intento cruzar la menor cantidad posible de palabras con el pirómano.

Pero ahora lo importante es el camino. Tiempo al tiempo...

Los primeros días del viaje los paso cabizbajo, todavía muy resentido por la traición de mi sobrina. Sin embargo, no me olvido de felicitar a Aldar por su puntería decisiva con la flecha envenenada. Aunque normalmente lo consideraría una treta rastrera, un enemigo como Felkenna no se merecía un trato mejor. También le agradezco sobremanera a Erikand que consiguiera esos escarabajos dorados que me volvieron invulnerable durante el combate. Sin esa ayuda, todo podría haber salido de forma muy diferente. Más adelante en el camino, cuando todos ponemos en común lo sucedido durante el combate y por fin me cuentan qué es un trebuchet, alabo la labor de Swen con sus espíritus, que sin duda fue esencial para proteger a Loranda y a Aldar, y para curar a Erikand. Asimismo, le doy un fuerte abrazo a Kilder, cuya habilidad con la magia ígnea me dejó estupefacto cuando vi cómo uno de los soldados que huían se cocía dentro de su armadura. Ya sé que preferirías vivir en la ciudad con tus amigos los lunares, je, je, que veo que te han enseñado muchas cosas, pero ya has visto que no se puede confiar en ellos. De hecho, tú estás muy por encima de ellos, Kilder -le comento con sinceridad-. Por eso te mereces mejor compañía que esos perros.

Con Loranda me quedo sin palabras, porque es evidente que no solo yo le debo la vida, sino todo el grupo. Estoy en deuda contigo, Loranda. Sin ti... ahora estaríamos todos muertos. Tu valentía y tu inteligencia son propios de los grandes héroes. -Como no sé qué más decirle, simplemente me callo-. Espero poder devolverte el favor pronto -añado finalmente.

También charlo con Vehexa, una mujer que me intriga por lo poco que la conozco y por la admiración que Loranda demuestra por ella. Cuando pregunta sobre el lugar al que nos dirigimos, le contesto sin dudar:

-Creo que Brolia te va a gustar. Tiene llanuras verdes y zonas rocosas, pero también bosques espesos y el viento sopla fuerte. Y nuestros clanes no son vasallos de nadie. -luego me quedo mirando al horizonte y esbozo una sonrisa. Volvemos a casa.

Metido en la carreta estirado mientras descanso, voy mirando hacia el cielo mientras doy vueltas al anillo en le dedo pulgar, cuando me incorporo, me aseguro que el escudo de este quede hacia abajo, oculto en la palma de mi mano, y entonces sujeto el bastón, y le voy dando vueltas entre los dedos también.

Voy notando algunas miradas recelosas hacia mi, pero no digo nada, cada vez me estaba metiendo mas dentro mio.

Escucho la voz de Kenvent, como comenta cosas. Cesa el movimiento del bastón, y puede percibir una especie de sonrisa forzada por dentro de la capucha. Luego continuo dándole vueltas a este.

Era por la noche ya, cuando estábamos frente a la hoguera, y sentado con la piernas cruzadas, jugaba a meter las manos en el fuego, hasta que notaba demasiado calor y me veía obligado a retirarlas. Lo hacía una y otra vez, de forma casi sistemática, enfermiza. Necesitaba sentirlo.

Antes de irme a dormir, haría el hechizo para curar mis manos de lagunas quemaduras que inevitablemente me producía a mi mismo...

Siempre lo mismo...

En un momento dado, Erikand extrae cuidadosamente de entre sus pertenencias una especie de pergamino rígido y liso de un material que no lograis identificar y lo muestra a Kilder, Loranda y Vehexa. En él se representa con una nitidez asombrosa una escena a modo de pintura pero tan real que parece una imágen congelada en un instante. Lo que veis parece un fondo marino en el que Erikand, Swen, Aldar y Kenvent, nadan armoniosamente con media docena de seres humanoides de aspecto anfibio. Tanto la escena como el extraño pergamino son las cosas más extrañas que hayais visto nunca.

A medida que pasan los dias me voy relajando, aunque paso mucho tiempo observando a los demas. Me alegra que Vehexa se muestre tan transparente como siempre, Kilder me preocupa un poco pero estoy acostumbrada a sus altibajos, a estas alturas me ha demostrado sobradamente quien es realmente y creo que tan solo Kenvent es consciente de lo que ha hecho. Para mi, de todos es el que mas merito tiene, no dudo un momento cuando hubo que atacar a nuestro ejercito, y en sus circustancias otro hubiera vacilado. Aunque el viaje es pesado en algunos momentos no dejo de divertirme con las cosas que me cuentan. Erikand se muestra entusiasmado cuando me muestra el dibujo de esas extrañas criaturas, me doy cuenta lo poco que se y lo poco que conozco de cuanto nos rodea. He cerrado una etapa de mi vida y ante mi se abren nuevos horizontes, me pregunto como sera mi vida a partir de ahora. 

Siento el cariño que me rodea pero no me siento segura del todo. Sin hablar mucho sigo observando lo que sucede a mi alrededor y paso el rato sumida en mis propios pensamientos. 

Cojo el pergamino, y miro la imagen mientras lo repaso por encima con un dedo. Levanto una ceja, y miro a Erikand:

-Es un dibujo donde vosotros os estáis bañando -en voz mas baja- todo una novedad con respecto a alguno...

Rasco una con una uña en una de las esquinas mientras sigo mirando fíjamente a las criaturas.

-Muy bonito, pero no me suena de nada esto que veo.

Enrollo el pergamino y se lo vuelvo a entregar mientras sigo mirando el fuego muy concentrado:

He de formar parte del fuego, he de conseguir moldearlo, que me obedezca, que tome formas, como hacían los estudiantes en la fiesta, me debería haber informado mas de como era eso.

Mientras miro el fuego fijamente, se puede percibir un movimiento en mis labios recitando cánticos y palabras sin sentido aparente, cuando vuelvo a meter las manos dentro del fuego, y las retiro al sentir el dolor.

La noche posterior a la captura del espíritu de Felkenna Swen no dedica su ritual a patrullar el otro plano. Lo dedica a interrogarla sobre su relación con Kilder. Ya tiene claro tras los comentarios de Loranda que la visita a la que se refirió la sucia lunar no pudo ser la de la traición de Kilder. Pero necesita saber más para saber si su desconfianza hacia el piromante tiene sentido o no.

- ¿Que relación te une al mago de fuego? ¿Que quería de ti cuando te visitó?

Las preguntas son algo más que eso, son ordenes, pues usa su magia de control sobre ella.

- ¿Que poderes tienes no infectados por tu odiosa diosa? Olvidarás el resto.

El espíritu atormentado de Felkenna te cuenta que la noche de la fiesta estaba contando la historia de cómo la diosa roja pasó del plano mortal al divino y ascendió a los cielos. En terminar el cuent, Kilder se acercó a ella con la intención de invitarla a una copa e intimar. Ella le rechazó sin reparar en que esa cara le era familiar. Nunca habría pensado que ese jóven del imperio era en realidad uno de los rebeldes que se unieron a los brolianos y que ella daba por muertos. De haberle reconocido todo habría sucedido de una forma muy distinta.

Tras una larga conversación con sus amigos espirituales, Gunhar y Randan, en la que les hace ver que Felkenna ahora será su esclava y que tendrán a la puta lunar a su servicio, Swen decide aportar a su yo espiritual el poder que le es necesario -tarde o temprano se lo aportaría- debilitándose en parte.

Tras dos noches de visitas a lo desconocido Swen, si bien cansado y debilitado, aparece de madrugada con una media sonrisa y se acerca al piromante mientras juega con la fogata del desayuno.

- Creo que te has pasado este tiempo ejerciendo de semental, ¿no? ¿A que mujer no le has tirado los trastos? ¿Conseguiste descargar tu fuego interior? -extrañamente, para lo que suele ser, el tono de Swen hacia Kilder es amigable-

Comienzo a sacudir la mano para apaliar el exceso de calor en ella, y me meto un dedo en la boca para intentar calmar un poco la ampolla que posiblemente me tendría que salir, cuando escucho a Swen. Continuo sacudiendo la mano, y miro hacia arriba. Suelto un bufido, y niego con la cabeza:

Parece mentira que no tenga ojos en la cara y sepa que mi aspecto en una escala del 1 al 18 sería un 10, sin contar que no soy ni muy fuerte ni muy alto para que me suelte esas impertinencias morbosas...

-La primera persona que me preguntó por mi vida sentimental, se llevó un coscorrón en la cabeza como represalia, a la segunda le di una pequeña charla en privado no muy amigable, y no tengo claro que es lo que te debería hacer a ti, -le doy un pequeño golpe amigable con la base del bastón en la espinilla- se me acaban las ideas y si he de improvisar tres o cuatro respuestas mas, voy a tener que repetir alguna de mis reacciones ante tal falta de tacto.

Cojo aire y prosigo, en un tono hipócrita-amigable un poco mas alto para que todos me escuchen:

-A lo que me he dedicado todo este tiempo es a realizar misiones del imperio, que es por lo que me retribuían, y donde apreciaron mis talentos o falta de escrúpulos, gracias a lo que ascendí, y por cierto, hasta que no me licencien o me hagan un consejo de guerra, sigo siendo Vexilla Lunar con dos personas de rango inferior a mi cargo, y las cuales hasta que aclaremos todos los hechos acaecidos, tengo la prioridad y necesidad de intentar que se mantengan vivas y proporcionarles todo lo que necesiten aunque sea, ¿como me dijo alguien?, mmm, no recuerdo ni quién fue, no debía ser alguien muy importante -me rasco la sien con un dedo como pensando-, ah, si ¿robando a cadáveres?. Espero que si necesitan algo tengamos un cementerio cerca, me parece que así será menos peligroso.

Remeno un poco el fuego antes de que se vaya, y le comento:

-Aunque me da un poco de miedo preguntar, me gustaría saber por qué os habéis hecho retratar a todos juntos mientras os estáis, supongo que sólo bañando, -haciendo aspavientos con una mano como para quitarle importancia- ¿o igual sería apagando fuegos interiores? tampoco me importa demasiado que hacíais, pero la curiosidad humana de la que tanto se peca últimamente me lleva a preguntarte, amigo mio. -hago una mueca en forma de sonrisa- Es una obra maestra como para que la llevéis doblada. La humedad se la acabará comiendo.

Aunque con cierta tensión dentro del grupo, el viaje transcurre con extraña tranquilidad. CRuzais toda Karasal rodeando por el norte SombraPlateada, capital del imperio y llegais a la satrapía conocida como Oronin, antigua Peloria, donde la presencia de la influencia lunar se debilita a medida que os moveis hacia zonas más despobladas. Cuando cruzais la frontera con Doblian, lo escarpado del terreno unido a la presencia de pequeñas fortalezas abandonadas aquí y allá  os revela que estais cerca de Carmania. La tierra natal de Aldar, Loranda, Kilder y Erikand se os presenta más hostil que nunca después de abrazar la cultura orlanthi y traicionar al mismo imperio, pero las escasas patrullas de caballeros que se mueven por los caminos secundarios apenas prestan atención al grupo de mercaderes que se supone que sois.

La tarde está cayendo y habeis hecho vuestra última parada antes de cruzar la muralla que separa las tierras civilizadas de las montañas de Brolia. El viaje ha sido largo pero esta única noche que os queda para cruzar la frontera se os antoja larguísima. El acceso oficial al otro lado de la muralla está en Brinnus, una ciudad santa y fuertemente vigilada, pero vosotros conoceis otro acceso situado certca de una aldea apartada. Es por allí donde cruzasteis por primera vez la muralla, acompañados por la niña que rescatasteis en ese mercado, algo que os parece tan lejano que os da la sensación de que sucedió en otra vida*.

Os encontrais en una taberna amplia, venida a menos, donde los escasos aldeanos os miran de reojo y murmuran entre ellos; parecen no estar acostumbrados a los forasteros. Habeis dejado el carro con  los dos caballos, ya moribundos, en un establo en la parte exterior y pensais pasar la noche aquí para cruzar el muro a través de una brecha que os dejará cerca de los territorios del clan de los Cuervos Rojos, pueblo natal de Kenvent y vuestro destino final.

Cenais rapidamente y sin saborear demasiado la comida. Las noches al raso os han hecho añorar este tipo de comida y las camas bajo techo, pero la proximidad de Brolia os impacienta. De pronto una voz suena a vuestras espaldas.

-Saludos, extranjeros. -Dice un hombre risueño, vestido con las ropas típicas de un montaraz o cazador. -He visto que viajais con una carreta repleta de... mercancías. Tranquilos, no sois los únicos que desean comerciar con esas gentes de las montañas, pero debo advertiros que si deseais pasar por las puertas de la muralla os van a cobrar unas tasas elevadísimas. Pero claro, no teneis por qué cruzar por ahí. -Sin esperar vuestra respuesta, el hombre, cuyo rostro resulta familiar a algunos de vosotros continúa. -Mi nombre es Illwraith, trampero y experto conocedos de los alrededores. Os propongo un trato: Yo os enseño un lugar secreto para cruzar a cambio de... una ínfima parte de los beneficios que obtendreis por vuestras mercancías.