Partida Rol por web

Lady Rosamond contesta con su sonrisa perfecta al caballero que le habla.- Vos siempre tan galante, parad o hareis que mis mejillas se sonrojen por si solas. Os agradezco tan gentil invitacion, hare cuanto este en mi mano para acudir a ella, siempre y cuando mis obligaciones me lo permitan. Lady Rosamond extiende su mano en un delicado gesto, señalandome que debo hacercarme para ser presentada.- Esta encantadora criatura es mi chiquilla, Lady Grisel de Islington.

Saludo con una leve reverencia, sin levantar la vista mas de lo necesario.- Es un placer para mi conoceros, Señor. 

El gusto es mio Lady Grisel de Islington vos tambiém estareis invitada, y cambiando de tema Lady Rosamond me gustaria que despues pudieramos hablar en privado omo sabra no solo vengo aqui como invitado sino como embajador y me desearia que me ayudara con el gran encanto que posee en alguna que otra tarea diplomatica ,pero ya le comentare mas detalles sobre esto mas tarde ,y ahora my ladys no las voy a entretener más de la cuenta/les beso la mano con cortesia/ ire escuchar las aburridas vidas de algun otro noble por.

Voy a saludar a otros nobles con cortesia y participar en varios coloquios

Sin dejar de escrutar a los invitados y manteniendo su habitual expresión pétrea y desapasionada, Sigfried susurró algunas palabras a Barend.

- Las hermosas mujeres que mantuvieron aquella charla con la criada de Fraulein Lucrecia son Madame Rosamond y su chiquilla. Creo que vienen de Paris y han demostrado gran refinación y cortesía. Incluso la joven Grisel de Islington, que según tengo entendido es novel en este tipo de encuentros. No obstante, si Madame Rosamond ha tenido el atrevimiento de traerla, haríamos mal en ignorarla. Por otro lado, desconozco que intereses pueden tener en común tan regias señoras con alguien del servicio doméstico de Fraulain Lucrecia. Creo que deberé investigar el asunto. A menos, claro, que sepas algo que pueda ahorrarme el esfuerzo.

Por un instante, Sigfried abandonó su vigilancia del salón y miró fijamente a Barend, remarcando sus últimas palabras. Luego, volvió sus ojos a la multitud, y continuó su vigilia.

- Como sea, del resto no puedo decir mucho más. El sujeto de la cicatriz es un tal Kaloros, también venido de Paris. Parece que las Cortes del Amor son bastante aburridas para esta época. Es un pomposo arrogante, bastante descortés. Que yo sepa, es el único que ha traído escolta armada, unos personajes de aspecto muy extraño y filosas espadas. Por supuesto, no se les ha permitido el ingreso al salón, y parecen haberlo aceptado con sumisión.

- La última de la que puedo hablar es aquella frágil mujer de túnica grisácea que se encuentra sentada en aquel rincón. Marcia Agripa es su nombre, y viene de Roma… – luego de una significativa pausa, Sigfried continuó con un tono más bajo y conspirativo – de los Nosferatu de Roma. Si me preguntas a mí, creo que esa mujer es la única que puede agregarle un toque de distinción a esta fiesta. Y también creo que no es mucho más frágil que tu o que yo.

En un momento en que se quedan a solas, Lady Rosamond parece ver a alguien especial, pero aunque tratas de dilucidar de quien se trata, no logras distinguirlo. Parece que lo que ha visto no ha sido satisfactorio, ya que puedes ver su ceño fruncido, y una mueca de descontento en su boca.

Grisel, querida... ¿Vas a estar toda la noche pegada a mi? De este modo no vas a conocer a ningún distinguido personaje... Deberías ir, y hacer sociales...

A pesar de que te habla, no te mira; está aun muy atenta a alguien entre la multitud. Desde que supo de la celebración está actuando extraño...

Escucho atentamente de manera marcial lo que dice, primero si es Madame Rosamond y su chiquilla seguro son Toreador, además esa hermosura no se ve mucho … con que Grisell… hermosa, pero parece como perdida…. Mi cara permanece tranquila cuando oigo del tal Kolorus… algo en mi suelta una voz de alerta… Me alegra que mi gente no haya dejado entrar la guardia, pero este tal Kolorus tiene una presencia que da más desconfianza que la de Guillermo.

Cuando habla de la Nosferatu,  Sigfried  puede ver una sonrisa burlona en mi cara, evidentemente que diga que un Nosferatu es el mas distinguido ofendería a varios… pero en si, puede que tenga razón…

Las personas a veces son mas fuertes de lo que parecen  y si esa señora tiene el don de la elegancia y fuera de eso es mas templada que los demás merecerá mi respeto… bajando mas mi voz, sobre lo de las criadas no tengo idea, no creas que te lo pregunto sin haberlo notado…y en cuento nuestro desagradable invitado – digo esto refiriéndome a Kolorus – supongo que hay que vigilarlo…

Aunque creo que ese se imagina que en este lugar está especialmente vigilado, si no porque traería guardias…

Sigfried, agradezco la información, espero que me disculpe hay algo que debo seguir haciendo… - hago una venia con la cabeza  y  me alejo  tratando de ver el grupo de invitados

Comprendo que mi sire desea quedarse a solas, me despido de ella con una sonrisa.- Como gusteis.- susurro y despues me alejo unos pasos de ella.

La fiesta parece encantadora a primera vista mas soy plenamente consciente de que me encuentro en un nido de serpientes. Saludo a quien me saluda pero intento mantenerme alejada de las conversaciones en las que se me pueda pedir opinion. Prefiero hacer el papel de chiquilla timida y seguir manteniendome en un segundo plano.

Como bien aprendi desde niña quien habla es exclavo de su palabras mas quien escucha es señor de su silencio.

Cuando Marcia lo creyó apropiado, solicitó a su ayudante que la acompañara a dar una vuelta por el lugar. Tampoco era bueno que permaneciera sola y aislada durante toda la velada, pues tampoco era esa su forma de ser. El muchacho le ofreció su brazo como punto de apoyo y ella se asió de él para comenzar a caminar entre las gentes, de las cuales algunos le observaban con cierta reticencia, aunque también curiosidad.

El paje sonreía e inclinaba su cabeza en forma de saludo al resto de nobles y personalidades entre los que pasaban. Lo hacía en parte en nombre de de su señora, quien continuaba oculta bajo la capa de ricos y finos bordados, bajo la cual Marcia lo atisbaba todo a su alrededor.

Pasaron junto a unos caballeros de aspecto singular. Uno de ellos semejando un bravo guerrero, y el otro un reticente intelectual bastante falto de carnes aunque mirada vivaz.

-Salud caballeros. –Dijo la dama, parando la caminata que parecía ir conducida por su lacayo, quien de inmediato se inclinó levemente ante los personajes.  

Aunque mis ojos iban para otro lugar el saludo de la mujer me hace voltear. Veo que es  Marcia Agripa, aquella Sigfried califico como la mas distinguida del lugar, tapada casi totalmente su cara algunos no podrían imaginar que es de Clan Nosferatu.

Mis Respetos señora – La miro de manera cortes, pero sin emociones mientras le hecho un reojo a Guillermo quien esta al lado mío- Mi nombre es Barent Nolte, para servirle.

Desde mi posicion veo que un grupo de vastagos a iniciado una conversacion. Me siento tentada a acercarme pero me frena mi falta de experiencia en este tipo de reuniones donde no conocco a nadie. Temo que mis actos o palabras puedan perjudicar a mi sire por lo que me mantengo en un rincon, apartada, mirando como se transcurren los acontecimientos.

 Hablo de temas interesantes con otros nobles germanos para recabar apoyos  ami causa

El problema señores es que no estamos unidos ,la camarilla pierde poder,determinados clanes como los Tzimisce enemigos  nuestros como La sombra ,campan a sus hanchas con tatal impunidad realizando sus macrabas acciones en mi opinión  los clanes de la Camarilla tendriamos que responder  con contudencia a aquellos que son nuestros enemigos para evitar que el Sabbat se haga cada dia mas fuerte,usbtedes que opinan sobre la questión en particular.

Los diferentes cainitas a tu alrededor te miran con curiosidad, con expresión de no entender de qué hablas. Algunos, disimuladamente, ríen por lo bajo.

Una mujer de cabello muy negro y largo frunce el ceño y se gira, muy molesta, para alejarse.

En general, tus palabras generan un descontento general, además de un cierto grado de incertidumbre.

Sus acciones se ven interrumpidas en ese momento por un murmullo creciente. La gente empieza a movilizarse, murmurando y riendo.

Avanzan hasta las grandes puertas de roble, pasando a la siguiente sala.

A pesar de que está bastante poco iluminada, pueden percibir muchos detalles de la sala. El Gran Sa­lón, tal y como lo había llamado el sirviente de Jurgen, es enorme y abierto. El indiscernible techo está bastante por encima de los seis metros de altura, desapareciendo en un velo de sombras. Cuatro columnas de piedra y mármol marcan los extre­mos del salón. Antiguos cuadros y ricos estandartes Ventrue adornan las paredes. Contra la pared más alejada hay un trono elevado que haría los honores del más rico soberano.

Hay una complicada insignia meticulosamente tallada en el asiento de roble. Tras él, un gigantesco símbolo Ventrue cuelga de la pa­red. Parece muy nuevo, y ninguno de los que normalmente habitan la mansión lo ha visto antes.

Hay una suntuosa alfom­bra color rubí desplegada desde el trono, y una serie de lujosas esteras, de similar calidad, extendidas sobre el suelo de piedra. Salvo la puerta por la que has entrado, parece que no hay escapatoria del Gran Salón.

A la izquierda del trono de Jurgen hay un escenario y unas cortinas carmesíes que tapan lo que se oculta detrás. Encarada hacia el escenario y el asiento de Jurgen hay una regia mesa cubierta con regalos, adornos florales secos y pergaminos. Por toda la habitación hay Caballeros Teutónicos equipados con ma­llas reforzadas y yelmos, sin duda alguna, esperando la llegada de su señor. Lucrecia von Hartz se encuentra de pie detrás y a la izquierda del trono de Jurgen, tan impresionante o más que este.

Guillermo observa a la mujer que acaba de saludarlos. Rápidamente evalua su aspecto y no puede evitar sonreir al comprobar la fortaleza de la persona que se oculta en la imagen de desvalidez. Los débiles siempre atraen menos atención. Tendré que permanecer atento. Rápidamente hace una torpe reverencia al tiempo que sin temor toma la mano de la dama y la besa.

Salud a vos también señora. Soy Guillermo de Augsburgo, consejero de Herr Jurgen. Disculpad mi falta de información pero vos sois... - comento con un gesto pidiendo indulgencia.

Al escuchar las puertas abrirse, ofrezco mi brazo a la dama mientras me giro hacia el salón. Deberíamos entrar o no tendremos un buen lugar desde el que asistir a la celebración.