Partida Rol por web

David había estado yendo y viniendo durante horas. Había atinado a alcanzar la toalla en una de aquellas y usarla a modo de sábana, aunque lógicamente lo primero que hizo nada más despertarse fue estornudar, haciendo revolotear una masa de cenizas junto a una colilla.

El hombre gruñó, alzando una ceja para abrir ligeramente el ojo, viendo las luces encendidas durante más de veinticuatro horas. Volvió a estornudar, poco antes de ponerse a tiritar. Tenía en el suelo, junto a la bañera, un paquete rojo y blanco de tabaco, con un mechero naranja transparente. O eso recordaba.

Sin saber muy bien todavía cuál era la situación lo buscó a tientas, sacando tembloroso cual anciano con parkinson uno de los agentes del cáncer, para darle lumbre y llevárselo a los labios. No llegó a cerrar la carne sobre el papel cuando se acordó más o menos de cual era la situación.

¿Me he quedado frito en la bañera?

David dejó el cigarrillo caer ahí mismo, apagándose en un pequeño charco de agua y se apoyó lateralmente sobre la bañera, intentando salir. Cayó de espaldas sobre el suelo, arrastrando la toalla tras de si.

- Agr.

Se levantó como pudo y apoyó la mano en la pared, viéndose el rostro.

David se secó lo poco que quedaba mojado, aguantándose la humedad y la hipotermia entre las expectoraciones típicas de un fumador recién levantado. Abandonando la toalla abrió la puerta del baño y echó a correr desnudo por el pasillo de su casa, tropezando con la alfombra y golpeándose la cabeza.

- Agr. Joder.

Volvió a levantarse y se acercó a su habitación, agarrando el teléfono móvil con mano temblorosa e iluminando la pantalla.

Día. Hora. Llamadas perdidas. Mensajes.

¡CHARLIE!

¿Aún tengo que buscar a... Becca? ¡Clare!

Tras su reunión con el agente Jackson, Kate llegó a casa convencida de que había cerrado un buen trato de colaboración con él. El resto del día no hizo apenas nada, cenó y se fue pronto a dormir aunque no hizo más que dar vueltas en la cama pensando en todo lo que había sucedido aquel día y en el lunes que le esperaba.

El agente Jackson era un tipo testarudo y orgulloso pero Kate estaba segura de que no le fallaría. Sin quererlo, y apenas sin decir nada, le había corroborado la versión de Scott. Pero de sus palabras solamente pudo adivinar que la historia era cierta. No pudo sacarle más información ese día. Kate esperaba ansiosa que llegara la mañana siguiente para poder quedar con él y que le trajera las nuevas noticias.

Estuvo dando vueltas en la cama hasta que al final se quedó dormida por puro agotamiento. No sabría decir a que hora, pero si que estuvo más de dos horas despierta sin poder dormirse con la cabeza llena de pensamientos.

A David le costó un infierno conseguir enfocar la vista. En efecto, el mundo había seguido girando por mucho que se hubiera empeñado en bajarse de él. Lo que le extrañaba (o le extrañaría cuando fuese recuperando poco a poco toda su capacidad mental) es que se hubiese mantenido inconsciente durante esa orgía de llamadas y mensajes perdidos en la que se había sumido su móvil.

Charlie no era el único que le había estado buscando desesperadamente, aunque si el que más lo había hecho. 32 llamadas, cada vez más frecuentes. Samantha también le había dado un par de toques. Sasha, Clare...Joder, si hasta tenía notificaciones en el puto whatsapp ese...

Un día daba para muchas llamadas, y es que ya era Lunes. Lunes 26 de Noviembre. Las 11:28 de la mañana. Si sus amigos no le habían dado ya por muerto, sería un puto milagro.

Sus pulmones volvieron a protestar con un par de feas toses, mientras un escalofrío le recorría la espalda. Quizás ya estaba muerto y aún no se había dado cuenta, porque desde luego se sentía como una puta mierda. Apenas sentía los dedos de las manos, y sus pies eran poco más que dos trozos de carne insensibles sobre los que apoyarse. Veinticuatro horas a remojo es algo poco recomendable salvo que seas una legumbre, y David estaba empezando a sentir las consecuencias.

Pero daba igual. Hay pocas cosas con más voluntad que un padre con una hija desaparecida.

...
...
...
¡!

David intentó teclear a toda velocidad el número de Charlie, pero lógicamente se equivocó y acabó marcando algo que perfectamente podía estar en Australia. Canceló la operación y empezó desde el principio, caminando hasta la cocina.

Destapó una botella de Whisky, arrimando el hocico, pero nada más olerla compuso una mueca de asco y la dejó en el sumidero de la pila, dejándola verter como si no costase dinero.

Ha sido el alcohol.

El puto alcohol de siempre.

David culpó a su pequeño vicio no declarado como adicción, así que se enfadó con él. Dejó el teléfono a un lado y abrió el pequeño mueble de la pared, barriendo de un manotazo las botellas contra el suelo. Nada más hacerlo se arrepintió, por lo que se subió a la encimera de un salto torpe, evitando agujerearse los pies con un sinfín de cristales.

Se dio cuenta entonces de que acababa de liberar en el suelo algo que luego tendría que limpiar, y que descalzo como iba no podría bajar ahora, por lo que apoyó los pies sobre la encimera y se puso a caminar por la misma, bajando por el otro lado teléfono en mano.

Definitivamente David sufría los desvaríos de un cerebro reprogramándose, pues caminar desnudo y resacoso sobre los muebles de tu cocina no era algo recomendable por ningún médico, menos a medio camino de la bronquitis y con gente buscándote.

Fue a su cuarto y se puso una camisa cualquiera, sin siquiera pantalones o ropa interior. La quería para no tener que sujetar el teléfono y poder empezar a pensar con claridad.

Marcó el teléfono de Charlie tomándose su tiempo, puso el manos libres y se lo guardó en el bolsillo superior, junto al pecho. Ahora ya podía vestirse, tomarse un par de analgésicos sin caducar y seguir buscando a su hija.

Partyrockfore... ¿Lúmiere, no?

Oh, Dios.

Dios nos odia a todos.

Tanteó un cajón y se subió los boxers negros, al fin.

- ME CAGO EN TU PUTÍSIMA MADRE DAVID. Aquello no era una respuesta. No era un grito. Era un puro alarido, un aullido mezcla al cincuenta por ciento de miedo y cabreo puramente visceral. Sus tímpanos protestaron, y su cerebro no tardó en unirse a la queja. David estaba demasiado sensible para aquellas broncas, fisicamente hablando, por muy merecidas que fuesen. ¿SE PUEDE SABER DONDE COÑO HAS ESTADO?

La preocupación de su agente era lógica. David era muy dado a hacer locuras, tonterías o, como lo llamaba Becca de pequeña, desvergüenzas.  Con la presión de una hija desaparecida y sin muchas pistas de las que tirar salvo un local de mala muerte, el escritor bien podía haberse lanzado de cabeza a la muerte. 

Que no un suicidio, pero para el caso hubiera sido parecido.

La voz al otro lado de la línea pareció calmarse algo, viendo que su fuente de ingresos pero sobre todo su amigo seguía vivo. No en muy buen estado, pero vivo.

- Nos han invitado a la inauguración de una puta exposición. sonaba más tranquilo, pero igual de cabreado. Así que vamos a quedar a comer algo en algún restaurante de mierda, me vas a contar que ha pasado y vamos a ir. Pasamos, hacemos el ridículo, demostramos que sigues vivo y decente y luego hacemos lo que te de la gana. ¿entendido?

Runkle tendía a hacer eso a veces. La parte paternal, vaya. Hacer de ancla cuando David se estaba subiendo por las paredes y atarle los pies al suelo. O a las encimeras, en este caso. Aunque dado que ahora el suelo de su piso estaba lleno de cristales rotos y alcohol, quizás no era la mejor comparación en ese momento. Sabía además era libre de mandarle a tomar por culo y que no habría represalias: sencillamente Charlie estaba haciendo lo que creía más conveniente.

- Por cierto, ámame largo y profundo. Tengo tu puto coche.

David estiró el cuello, apretando los dientes y cerrando los ojos con fuerza, intentando huir de aquellos chillidos cuasi peores que una licuadora en el cerebro.

- Agr.

Se puso unos vaqueros negros limpios, arrancándolos de un manotazo de la percha del armario. Compuso una mueca de extrañez y desagrado al oír el tema de la exposición, en crescendo, pero paró de golpe cuando, poniéndose los calcetines, escuchó el tema del coche.

- ¡¡MADAFAKA!!- bramó David, apretando los puños como un futbolero ganando la copa al otro lado de la televisión-. Ese es mi calvo. ¿Dónde estaba?- preguntó sacando unos zapatos de bajo la cama, intentando atárselos sin mucho éxito, pues se le iban los cordones para cuenca, china, sudán y brasil-. Ahora, más te vale que la exposición sea un nuevo museo de vaginas, porque como sea alguna de esas mariconadas de arte moderno- tres rallajos que podían literalmente estar hechos con la entrepierna- no esperes que vaya, y menos que me comporte.

Líneas de seguridad y presunta arte no eran cosas que gustasen a David. Él que miraba con extrañez los diseños de casa de su aún esposa, la arquitecta, como para mirar bien un cuadro. Allí todo el mundo se creía artista, pero nueve décimos no llegaban ni a saber chupar del bote.

- Por cierto...¿qué tal ha estado mi señora esposa en mi ausencia?- preguntó levantándose con una ceja alzada y viéndose venir la respuesta.

No atinó a dar un par de pasos cuando se tropezó, aterrizando de nuevo contra el suelo y dejando que el móvil diese un bote ante sus ojos, cayendo panza arriba sobre la alfombra, junto a su cabeza.

El gilipollas se había atado los cordones entre si. Entre si.

Violet se despertó y se estiró con gesto felino. Miró el despertador. Eran las 9.32, una hora más que razonable para empezar el día. Se sentía muy descansada y lista para cualquiera cosa. Después de la gran fiesta de Electrosand, había dormido durante todo un día y, tras encontrarse con su jefe y recibir sus órdenes, había aprovechado el resto del domingo para hacer algo de footing por Central Park y ver un par de películas antiguas que echaban en un canal de televisión local. 

¡Estaba llena de energía!

Se paseó por su habitación vistiendo un camisón blanco muy corto, mientras la ordenaba y hacía la cama. Cuando terminó de vestirse y desayunar, todavía eran las 10.20, así que buscó algo con que matar el tiempo, al fin al cabo, no tenía que realizar aquella importante entrega hasta bien entrada la tarde. 

De puntillas y sin hacer ruido, se coló en la habitación de su compañera de piso, aunque, para variar, no se encontraba allí. Sabía lo que iba a hacer y dónde tenía que buscar. Se dirigió a la mesilla de noche y abrió el segundo cajón. Allí estaba: el consolador de la pin up. Con un rotulador, dibujó en aquella máquina de placer una graciosa cara de pánico y volvió a dejarlo en su sitio. A su lado colocó también una breve nota:

¡No!¡Otra vez no!¡Es un lugar húmedo y oscuro!

Cuando hubo terminado de hacer maldades, regresó al salón. La diversión tardó poco en esfumarse, dejándola de nuevo aburra y sin entretenimiento. Las travesuras no habían logrado satisfacerla por mucho tiempo, a lo mejor tenía que recurrir a tácticas más eróticas... Cogió su móvil y remarcó uno de los números más recientes de la lista. 

Espero que el escritor me coja el móvil... A estas horas no creo que esté en ninguna orgía. 

David Standfor le parecía muy divertido e interesante, no estaba de más interesarse por cómo lo había pasado durante la inauguración. ¿La habría visto bailar?

Esa mañana se despertó con sueño. Apagó el despertador, y no se levantó de la cama hasta que se acordó de que tenía cocaína. El desayuno fueron dos rayas y unas magdalenas. Oh... joder... lo necesitaba. 

Acordandose de lo que sucedió ayer, tarareaba mientras se arreglaba.

Rapidamente se dispuso a ir al trabajo. Todavía no tenía ni idea de lo que le iba a decir al jefe con respecto a la Electrosand. Le iba a caer una buena.

- Tu coche estaba enfrente de la casa de un vecino de Lew. Lo vio Samantha e intentó llamarte, pero pensó que no la cogías le teléfono por algo y te empece a llamar yo y...el agente se calló durante unos segundos. Bueno, digamos que a partir de ahí la bola de mierda fue creciendo y...

Pum, pum, CRASH. El móvil de David ahora yacía en la alfombra como una cucaracha panza arriba, mientras la voz de Charlie sonaba como un murmullo inteligible. El aparato no se había roto ni mucho menos, aunque teniendo en cuenta la cantidad de teléfonos que desaparecía o morían en manos del escritor, no sería ni el primero ni el último.

Dejando de lado su escasa dignidad en pos de intentar reconstruir el día de ayer, David consiguió agarrar y hacerse con el teléfono justo cuando Runkle acababa su monólogo. Nadie tenía por que saber lo que había pasado...

- Y eso te digo. Llama a Clare, por dios. Ya hablamos de lo de la exposición luego. Vete a verla o algo, te paso a buscar con tu coche y comemos tranquilamente. No creo que acercarte a un museo te venga mal. Tio, dicen que han llevado una momia y todo. -añadió, verdaderamente sorprendido, como si con eso valiera para reforzar un argumento que el escritor se había perdido en sus momentos de retoce por el suelo.

- TIRURI TIRURI El teléfono al que llama está ocupado en estos momentos. Recibirá un mensaje de disponibilidad gratui...- y Violet colgó ante la tediosa voz del mensaje pregrabado. Al parecer el escritor tenía mejores cosas que hacer que servirle de entretenimiento...o eso creía él, porque había pocas cosas mejores que ser el entretenimiento de Violet.

David dejó el teléfono de nuevo en el bolsillo superior de la chaqueta, sentándose sobre la alfombra.

Joder.

El hombre se comenzó a desatar el lío que los zapatos, intentando arreglar aquel desastre.

- De acuerdo, Capitán Cabezapolla- respondió David, volviendo a trazar el doble nudo con los pies bastante separados entre si para no liarse otra vez, usando palabras comodines para llenar lo que no había oído-. Siempre he tenido curiosidad por ver un pene embalsamado- mintió con respecto a la momia, por dar un toque de color-. Ahora, tengo que ir en algún momento a un antro llamado Lúmiere, con... ¿Sasha?- pensó para si, recordando donde la había dejado-. ¿No sabrás nada de ella, no? La dejé con Lew y unos rusos, creo. El caso es que la niña fue allí con un tío, y algo me dijo el policía cuando fui a poner la denuncia.

David acabó de atarse los zapatos. Se guardó la cartera en el bolsillo trasero izquierdo y las llaves de casa en el bolsillo delantero derecho, en los vaqueros. Fue hasta el baño y cogió su paquete de tabaco y el mechero, guardándolos alante a la izquierda.

Cogió la puerta de casa y se largó. Lo primero, dijese lo que dijese Charlie, era devolverle a Lew su coche y coger el suyo. No le extrañó lo más mínimo el lugar donde había aparecido. Podría haber aparecido en Las Vegas, así que el barrio del rockero era un sitio bastante bueno... mientras no se hubiese tirado a la propietaria de aquel trozo de acera, claro.

Vamos a empezar.

Primero el coche y Clare. Luego Sasha, y ver qué tal estaba Sam después de lo de hace dos noches. El Lúmiere y... ¿no había llamadas de Jackson, no?

Violet se quedó con cara de tonta mirando su móvil de última generación, que era más inteligente que alguna de sus compañeras de trabajo. Hinchó las mejillas y se enfurruñó como si fuera una niña de seis años. 

Qué se habrá creído... 

Lo que la muchacha no estaba dispuesta a reconocer es que aquel plantón telefónico sólo había conseguido aumentar sus ganas de "hablar" con el escritor. ¡Qué cierta es la teoría de que ellas los prefieren malotes!

Mmm... Tengo algo de hambre, así que aprovecharé para hacer una comida temprana y luego iré a buscar ese fantabuloso automóvil que me espera. 

Al parecer la muchacha no había visto películas de acción suficientes para saber que recoger una misteriosa furgoneta en un almacén cochambroso de las afueras no es el inicio de nada bueno. Podría ser asaltada por un grupo de musculados y sudorosos encapuchados, que la atarían con cuerdas y la obligarían a satisfacer sus más bajos instintos... Seguramente Violet no consideraría que eso fuese tan malo...

Se dirigió a la cocina y preparó un suculento sandwich de pepino, zanahoria y mayonesa. ¿Qué diría Freud de tantos iconos fálicos? Violet nunca gastaba mucho tiempo en la cocina, no le gustaba emplear más tiempo en cocinar un plato que en comérselo. 

20 minutos más tarde, bajaba a la calle enfundada en un vestido ajustado de color azul oscuro y un largo chaquetón blanco de piel. Abrió un poco la parte de abajo del abrigo, dejando ver sus bellas piernas, y llamó a un taxi. Casi inmediatamente, un joven taxista de apariencia hindú la invitó a entrar en su coche. 

-Lléveme al muelle D, almacén 42, por favor -la voz de la bailarina hizo que el conductor dejase de mirarle las piernas por el retrovisor inmediatamente. 

Por alguna extraña razón, Violet creyó oportuno retocarse el maquillaje. Se echó hacia delante, permitiendo que el taxista pudiera percibir el aroma de su perfume, y orientó el espejo retrovisor de manera que pudiera verse los labios mientras se aplicaba el gloss. Al chófer no pareció importale. ¿Quién podría quejarse con semejantes vistas del escote de la muchacha?

El taxista miró a Violet por el retrovisor, pero en esta ocasión no porque estuviera extasiado por sus encantos sino por la dirección que le había dado. Lo siento señorita pero no puedo entrar en los muelles, política de la empresa. La dejaré lo mas cerca posible y el ultimo tramo tendrá que hacerlo andando.Comentó al arrancar en un perfecto americano sin  siquiera mirar el escote de la muchacha. Cuando hubo terminado de pintarse los labios el taxista reajusto el retrovisor y con una tranquilidad encomiable llevo a Violet hasta una calle del paseo marítimo.

Si sigue por este paseo llegará al muelle D en algo mas de 10 minutos, pero yo que usted me abrocharía el abrigo. Y sin añadir una sola palabra más desapareció con su taxi. La muchacha no tardó en comprender por que lo decía el joven taxista. En un principio se había hecho la "maravillosa" idea de ser el centro de atención de un montón de rudos marineros y misteriosos hombres de los barrios bajos. Sin embargo la realidad del paseo marítimo era otra muy distinta, era un desierto invadido por la arena y sin ninguna protección contra el viento oceánico que a finales de noviembre entraba hasta los huesos.

Cuando por fin Violet llego hasta su destino se encontró con una furgoneta gris, tipo mercedes vito con la parte de abajo naranja y ningún tipo de cartel a los lados. Sin duda su carroza era de otra época... de los 70 más o menos...

El teléfono sonó mientras Nathan se arreglaba tarareando. El numero en la pantalla no sonaba nada para Nathan, pero aun así descolgó. Soy yo la voz sin duda era de Jonhy. Es muy posible que tu teléfono este ya intervenido, así que tengo poco tiempo. Que coño hiciste anoche... Están hablando de ti en todas las noticias.. bueno de ti no, no usan tu nombre ni han puesto foto tuya y eso es muy raro tío. De fondo se escuchaba el ruido de la calle, sin duda Jonhy estaba llamando desde una cabina y se le notaba muy nervioso. Un colega que estaba en comisaría me ha dicho que el camello tardó nada y menos en cantar mi nombre y no tardaron una mierda en relacionarte conmigo y le enseñaron tu foto... Por un momento se oyó al otro lado una sirena de policía y después un instante de silencio... solo era una falsa alarma, la voz de Jonhy volvió a oírse al otro lado. Tío yo dejo esta puta ciudad. Si sales de esta llámame en unos meses. Si no... te deseo lo mejor.

Tras colgar algo hizo que Nathan pusiese la televisión. Jonhy había exagerado, no salía en todos los canales. Solo dos o tres hablaban del suceso y decían que estaban siguiendo varias pistas. Aun así su amigo estaba muy nervioso y acojonado.

Jonhy... ¿ Cómo que te vas?¿No estarás hablando en ser...? ... Jonhy!!! mierda no me cuelgues!! Maldito chicano cobarde!!

Estos sucesos eran perturbadores... Nath sentía cierta inquietud. No era tanto por el hecho de que le relacionaran con la muerte, como por una posible inspección o interrogatorio en sí. Tenía a sus espaldas un cadaver, droga, y un arma de dudosa legalidad en el estado de NY. Todo esto tenía solución, es cierto, pero ya eran razones suficientes para inquietar al tipo más frío e inquebrantable. En otra época su expresión facial no hubiera cambiado lo más mínimo... pero esa época pasó, y ahora se le notaba algo nervioso, preocupado. Además... ¿que ostias significaba que su movil estuviera intervenido?¿Es que ya le controlaban?¿Era eso una advertencia real, o simples paranoias de Jon?

Relajate. Vamos por partes... ... ... nadie me vio la cara... yo diría que ni siquiera me vieron por la calle o repararon en mi. Mi ropa está limpia, no me salpicó la sangre, pero por si acaso... Nathan se puso  la cazadora para derramarse café encima "Oh, que evento tan repentino y casual! tendré que lavarla..." Mis zapatos... son normalitos... ni siquiera podrían revelar  que estuve ayer en central park. Joder... tengo que ponerme en el peor de los casos. Y uno de los peores es una visita a mi casa. Mmm. Tan simple como guardar la droga y la colt (mas munición) en la caja fuerte. Ni si quiera en las vegas hubo una sola vez que tuvieran una orden judicial para inspeccionarme a fondo la casa... esa orden es dificil de obtener. Lo que sucederá es que me encontarán el revolver de dos pulgadas, "mi único revolver", y se irán como vinieron.

Todo eso estaba bien... pero le faltaba una coartada ¿Que podría estar haciendo a esas horas de la noche? Pues intentar dormir. Está claro. No, nadie lo puede corroborar, no tengo pareja! ¿que hizo el domingo? Levantarme tarde, comer... ponerme al día en las noticias. Me pasé por central park un rato para despejarme y no quedarme todo el día en casa... Si. Volví antes de anochecer.

Tras el pequeño ritual, (después del cual, Nathan se sentía bastante más aliviado) se puso de marcha a la oficina. Tenía todo guadado, y ya estába arreglado. Incluso se tomó la libertad de guardar un poco de costo en un rincón de su cartera. Cogió un taxi y llegó al edificio de la inmobiliaria.

Amanecía en casa de Edward, y el joven aun no sabía lo que se le venía encima. Mientras desayunaba algo sencillo y estaba casi listo para ir a trabajar una noticia en el televisor llamó su atención.

La joven Linda, conocida reportera e hija del famoso Ronald Chalmers. Lleva desaparecida desde el día de ayer. A continuación les dejamos con la rueda de prensa dada por el Jefe de policía ante el trágico suceso.

Linda había desaparecido y eso solo significaba una cosa, su cabeza estaba a punto de rodar. Más le valía darse prisa y enterarse de todo lo posible.