Partida Rol por web

Boomer se mordió el labio mientras sus dedos buscaban mis manos. Pensé que era yo quien mordía esos labios y disfrutaba de su sabor, pero no moví ni un músculo. No era yo quien debía dar un paso más, estaba prohibido. Si me acercaba a ella y no era lo que yo pensaba podía desencadenar lo que ocurre muchas veces entre dos amigos, que ya nada vuelve a ser lo mismo. Así que me quedé allí, sintiendo como su respiración era cada vez más intensa y como poco a poco, centímetro a centímetro se acercaba a mí. No podía haber más dudas, ella lo deseaba tanto como yo.

Olvidé que mi pierna me reclamaba, que la radiación me consumía por dentro y que los Cylon podrían estar apuntándonos con un arma mientras se reían de nosotros, allí, escondidos como perros mojados y con las defensas bajas. Me daba igual, ya había estado a punto de morir y ahora estaba en el cielo, así que aproveché y cerré los ojos dejándome llevar. Alcé las manos sujetando su angelical rostro y la acompañé en sus últimos centímetros hasta mi boca que la esperaba como si mi boca fuera la nube donde descansaría sus alas el resto de la noche.

Así que esto es lo que se siente fue lo único que pensé cuando nuestros labios se unieron y la llamarada de sensaciones que su contacto provocó manó desde mi boca y me recorrió como una descarga eléctrica, haciéndome olvidar cómo se respiraba o quién era. Movida por una pasión incontrolable, bebí ansiosa su aliento al tiempo que le estrechaba fuertemente contra mi. Mareada, respirando aceleradamente y sin dejar de besarle, mis manos recorrieron sus hombros y bajaron por su pecho para acto seguido tirar de la camiseta interior de su uniforme  hacia arriba en un intento de quitársela. No hablé, no había nada que decir en un momento en el que cualquier palabra habría sido un estorbo y simplemente me habría hecho desviarme de mi propósito. Tampoco me planteé qué pasaría luego, qué consecuencias tendría el que hubiésemos cruzado la frontera entre la amistad y algo más. Sólo sabía que me faltaban segundos para acariciarle y besarle y que ahora que había comenzado no podía parar.

El contacto de nuestros labios no se hizo esperar y nos besamos acaloradamente. Abrí los ojos un instante para ver los suyos, su cara al besarme, no podía creérmelo. Luego volvía cerrarlos y disfruté de sus labios como si de una fruta prohibida se tratase. -Disfrútala mientras puedas y no pienses en qué podría pasar, porque quizás no veas la luz del día -pensé para quitarme de encima los miedos y la angustia de saber que no me pertenecía y quizás no me volviera a pertenecer. Sin embargo, aquel momento era mío, suyo, nuestro.

Sus manos agarraron mi camiseta y empezó a quitármela. El mono de piloto me colgaba por la cintura después de intentar secarlo un poco, así que tenía fácil acceso a mi camiseta interior. Me aparté de sus labios solo para dejarla conseguir esa misión. Una vez mi camiseta estuvo en el suelo agarré a Boomer por las caderas y la atraje hacia mí. Yo, sentado en el suelo y ella sobre mis piernas. Desabroché la cremallera de su traje y le quité las mangas.

Aunque la visión de su cuerpo en camiseta interior hacía que no pudiera pensar más que en descubrir qué ocultaba la tela, la pierna me recordó que si quería obtener ese placer debía quitarla de encima, así que la sujeté agarrándola por el trasero y la levanté de mis piernas tumbándola a mi lado y dejándome rodar para colocarme sobre ella.

El dolor de mi pierna se alivió un poco al quitar la presión, ya podíamos continuar.

Dejé que Helo me tumbase contra el húmedo suelo mientras mis manos recorrían sus brazos, pecho y espalda. Al moverse sobre mí, sus músculos ondularon bajo mis dedos y al tacto su piel era suave y cálida, electrizante.  Incapaz de decidir qué me gustaba más, si acariciarle o que me acariciase, alcé la cabeza para volver a besarle al tiempo que mis manos bajaban por su espalda y se introducían por debajo de su traje de vuelo. Arqueando la espalda apreté las caderas contra él en muda invitación y un gemido se escapó de entre mis labios. Un ansia irrefrenable de sentirle dentro se adueñó de mí y durante unos segundos fui incapaz siquiera de respirar. 

-Oh...Helo...quítatelo...por favor...-susurré con voz ronca por el deseo cuando pude hablar. Separándome ligeramente de él, agarré torpemente el traje de vuelo que tenía enrollado entorno a la cintura e intenté tirar de él hacia abajo. Estaba tan mojado que se me pegaba al cuerpo como una segunda piel, lo que me llenaba de frustración. Quería sentir su piel desnuda contra la mía allí y ahora, y no me importaba si hacía frío o si nos mojábamos. A decir verdad, hacía rato que ya ni escuchaba el sonido de la lluvia que seguía cayendo fuera de nuestro refugio. Todos mis sentidos, mis manos, mi cuerpo, mi piel estaban saturados de él, pendientes de él y nunca me había sentido más viva en toda mi vida.

Boomer acariciaba mi espalad y mi pecho mientras mis manos dibujaban sus curvas como un delineante repasa los bordes de su arquitectónica obra. Su cuello, sus brazos y la silueta de sus caderas eran recorridas una y otra vez por mis manos ansiosas de ir más allá. Me incliné sobre ella colocándome entre sus piernas y besé su cuello lentamente mientras mi aliento secaba la humedad dejada por mi lengua.

Se acercó a mi aún más con las caderas invitándome a entrar, pero la ropa nos lo impedía, así que empezó a tirarse del traje sin mucho éxito. -Yo te ayudo -dije sonriendo y sujetándola por las caderas la acerqué todo lo que pude a mi. Me puse de rodillas y levanté sus muslos y su trasero del suelo dejándolo sobre mis muslos, bien pegados. Así, levantada del suelo podría tirar del traje más fácilmente. Su gemido hizo que mi pulso ya fuera desbocado, así que tiré de sus, ahora pantalones, hasta quitárselos sin problemas y dejando ver la piel que había debajo.

Sonreí y me incliné un poco para besar sus muslo. La dejé de nuevo en el suelo y me acerqué un poco más arriba recorriendo su ropa interior con apenas el roce de mis labios. Besé justo debajo de su ombligo y luego me moví para quedarme sentado. Estar de rodillas no me hacía bien -Ayúdame tu -dije desafiante mirando sus preciosos ojos, deseando que viniera a mi.

Ajenos a la tormenta que se desencadenaba fuera de vuestro refugio y al frío y la humedad que lo impregnaba todo, os entregásteis a vuestra pasión con la urgencia y la intensidad que sólo las situaciones desesperadas provocan. En un intento inconsciente de reafirmar vuestra humanidad y vuestra presencia en el mundo, bebistéis el uno del otro como dos sedientos en medio del desierto, uno cumpliendo un sueño largamente anhelado, la otra respondiendo al deseo primario de sentirse viva, mientras que el murmullo de la lluvia os acunaba y la tierra os había visto nacer os abrazaba, acogiéndoos como una amante madre. Nada, ni el sonido metálico de unas pisadas, ni el ruido de un escaner o la explosión de un disparo, interrumpió la ejecución de vuestra danza primigenia que brilló en medio de la noche como un faro de esperanza en un mar de desolación.

Con mi pecho subiendo y bajando al ritmo de mi respiración agitada, permenecí quieta mientras Helo me ayudaba con mis pantalones. Con las pupilas dilatas le miré intensamente mientras tiraba de ellos, conteniendo apenas el deseo de incorporarme y acariciarle. Sonriéndome se inclinó y sus labios provocaron llamaradas de fuego en su camino ascendente hacia mi ombligo, haciéndome cerrar los ojos y alargar las manos para cerrarlas sobre su cabeza.

Cita :

Sonriendo ante el desafío que dejaba traslucir su voz me incorporé y poniéndome a horcajadas sobre él le besé y mordisqueé los labios con fiereza antes de inclinarme y besar su cuello, pecho y vientre con suavidad. Mientras, mis manos se movieron sobre su cintura terminando de bajar la cremallera y comenzaron a tirar de los pantalones y los calzoncillos con cuidado de no rozar la herida ni hacerle daño. La venda que la cubría estaba roja por la sangre seca y su visión fue para mí casi como un dolor físico. Preocupada, vacilé unos segundos mientras apartaba el pantalón con ternura de la zona, y luego continué tirando de las perneras hacia abajo hasta quitárselas. A la escasa luz de la linterna su cuerpo desnudo tenía matices dorados y sus formas estaban firmemente delineadas por las sombras. Su sola visión hizo que me faltase el aliento. Su torso, los músculos de su vientre, las caderas...¿podía haber algo más hermoso? Fascinada permanecí unos instantes observándole y luego desvíe la mirada hacia sus ojos de mirada profunda y penetrante. Sin dejar de mirarle me quité el resto de la ropa que me cubría y volví a sentarme a horcajadas encima de él rodeándole con los brazos y rozando mi sexo contra el suyo. Quería hacerlo lentamente, recrearme en cada sensación, pero su contacto y el calor ardiente que manaba de él me hizo casi volverme loca y, antes de ser consciente de ello, empujé con las caderas haciéndole entrar en mi interior. Un latigazo de indescriptible placer ascendió por mi columna haciéndome arquear la espalda al tiempo que el ansia de sentirle más dentro aún me dominaba. A partir de entonces dejé de ver, de oir, concentrado como estaba mi ser en él y en lo que nuestros movimientos me hacían sentir.

Boomer aceptó mi invitación y como una gata por un tejado se subió lentamente por mi cuerpo. A cada mano, que ponía en mi cuerpo, este reaccionaba con múltiples y placenteras sensaciones. Apenas podía creer lo que estaba ocurriendo y no quería perder detalle. La miré como solo alguien que consigue aquello que anhela más que a su propia vida, puede mirar. Sus labios humedecían mis secos y cuarteados labios. La pasión se volvía lujuria por momentos cuando su rostro pasaba cerca de mi herida, muy cerca de mi entrepierna.

Cerré los ojos y vi su rostro en un lecho de rosas mientras con delicadeza me quitaba los pantalones cuidando que mi herida no se viera afectada. Cuando volvió a montar sobre mí abrí de nuevo los ojos para ver que no era un sueño. Allí estaba ella, desnuda, preciosa, acalorada, jadeante, perfecta, real. Se había desecho de lo que le quedaba de ropa y mi sexo, moviéndose con cada latido de mi corazón, la invitaba a acercarse aún más. Parecía inquieto por probar el suyo y Valerii no parecía que quisiera jugar mucho más.

Tras unos instantes de sufrimiento placentero introdujo mi miembro en su sexo y ahogué un grito al sentir su cálido interior. Arqueó la espalda y mis manos sujetaron sus pechos. Los acariciaron, recorriéndolos centímetro a centímetro, como intentando memorizar al tacto cada poro de su suave piel. Sus caderas subían y bajaban en rítmico movimiento. Movimiento que acompañé con mis manos. Las coloqué en su cintura y sentí moverse su cuerpo delante y detrás y no fui consciente de donde estaba, solo con quién estaba. No me importaba el pasado ni el futuro. Ahora era lo único que importaba y ella, la persona a la que amaba.

Me incorporé un poco y quedé sentado con ella sobre mí. Los dos, cara a cara. Agarré sus nalgas rodeando su cintura con mis brazos. No podría mover las piernas, pero no iba a dejar que ella hiciera todo el trabajo sola. La sujeté con firmeza y la alcé lo suficiente para separarnos del todo, pero que sintiera que allá abajo aún la estaba esperando. Sentí el frío de la noche en la humedad que había depositado en mí y eché de menos el calor de su interior, pero aproveché su nueva altura para besar sus pechos. Aquella fruta prohibida hasta ahora que no era solo pecado sino traición. Poco importaba en aquel lugar donde la muerte no daba tregua a pecadores amantes furtivos. Lamí y mordisqueé aquello que daría alimento a algún pequeño ser en un futuro, pero que ahora era mío e iba a disfrutarlo como nunca. La volví a bajar de nuevo suavemente, para que la sensación de descenso durara lo más posible hasta que estuviéramos completamente unidos de nuevo. Iba a odiarme por ello, estaba seguro, pero ahora era yo quien marcaba el ritmo y aquello iba a durar mucho si me lo proponía. Iba a hacerla sufrir, a que me deseara cada vez más, iba hacerla estallar de placer cuando yo quisiera o ella volviera a tomar las riendas.

Por mi podía durar para siempre.

Temblando, ardiendo por cada poro de mi piel, saturada de su olor, de su aliento, de su tacto, abracé la cintura de Helo con la piernas para hacer más profunda aún nuestra unión. Con los brazos entorno a su cuello y hombros dejé que él marcase el ritmo, gimiendo lastimeramente cuando sus manos, en un tortura exquisita, me separaban de él y me hacían sentirlo cerca pero inaccesible al mismo tiempo, y jadeando por mi boca entreabierta cuando por fin, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, volvía a hundirse en mí provocando un auténtico huracán de sensaciones en mi interior. Brillantes llamaradas manaban entonces de ese punto, que en cuestión de minutos se había convertido en todo mi universo, y me recorrían en todas direcciones, hacia arriba por la espina dorsal, por mi vientre, por mis pechos..haciéndome casi perder el sentido. Y así una y otra vez, en una cadencia lenta, extremadamente placentera en la que ambos nos entregábamos el uno al otro. Cuando ya mi mente flotaba medio ida y mi cuerpo se había convertido en un receptáculo de placer infinito supe que no podía seguir jugando. Quería sentirlo durante más tiempo, más rápido, más dentro. Nuestra separación aunque fuese corta se me hacía como un suplicio inaguantable.

-Helo...por favor...-supliqué lastimosamente hundiendo mi cara en su cuello. Con un movimiento de caderas rompí el trance en el que habíamos caído e imprimí un ritmo más rápido a mis movimientos. Dos, tres, seis veces, apenas fui ya consciente de lo que hacía ni de donde estaba. Por fin, al tiempo que una brillante explosión de luz se adeñuaba de mi cuerpo y mi mente, mis dientes se hundieron en su cuello, mis manos se cerraron entorno a sus nalgas arañándolas y un profundo jadeo salió de mi garganta. Transformada en una burbuja de placer, sin peso ni forma, mi consciencia voló lejos, muy lejos y durante unos segundos dejé de existir.

El sudor recorría mi piel debido al esfuerzo, al calor, a la fricción de nuestros cuerpos. Subía y bajaba a Boomer a mi antojo. Por suerte era lo suficientemente ligera para permitirme cierto lujos como el de marcar el ritmo de aquella manera. A cada gemido de súplica por su parte le correspondía un nuevo descenso por mi parte. No debía ser demasiado cruel y si me lo pedía de aquella manera debía satisfacer sus plegarias.

Deseos que pronto decidió satisfacer por su cuenta. Sus piernas rodeando mis caderas y su movimientos contrarrestando los míos me indicaron que quería algo más de mi. Sonreí y contesté a sus palabras -tus deseos... -dije poniendo los brazos alrededor de su cuello y sujetando su cara con mis manos mientras ella se dedicaba a subir y bajar cada vez con más insistencia. La miré a los ojos -son órdenes para mi -y bajé las manos hasta sus hombros para en uno de sus movimientos de bajada, acompañarla con fuerza haciendo que la sensación fuera más profunda que nunca.

Hundió su cabeza en mi cuello y lo mordió antes de dejar escapar un sonoro gemido de placer. Mi cuerpo fue recorrido por una salvaje ola de sensaciones que dejaron cada músculo en tensión y cada poro de mi piel abierto al aire fresco para aliviar el calor. Gemí suavemente sin atreverme a dar rienda suelta al grito que me ahogaba la garganta. No podía gritar, no allí. Me contuve y agarré a Sharon en un abrazo que prometía ser eterno. Un lazo que no la dejaría escapar jamás, que la protegería y la amaría por siempre. La quería allí, así, para toda la vida.

Quería a Valerii y en aquel momento, más que nunca, desee que no acabara aquella noche. El día solo traería dolor, cansancio y una vuelta a la realidad que distaba mucho de aquel paraíso que habían formado entre los dos. Aquel Edén donde ni el tiempo ni el resto del mundo importaba, donde todo giraba a nuestro alrededor, donde dos amantes pudieran quererse por siempre. Acaricié su pelo mientras los espasmos de placer dejaban de recorrer mi cuerpo poco a poco y volvían a relajarse los músculos.

-Te quiero.

No sabría decir cuanto tiempo permanecí estrechamente abrazada a Helo, la cara hundida en su cuello, los ojos cerrados. Poco a poco comencé a sentir el frío que nos rodeaba, volví a oir la lluvia cayendo entre los altos troncos de los árboles y pude sentir sus tiernas y cálidas caricias sobre mi pelo. Flotando aún en una nube a medio camino entre la realidad y todo el mar de emociones y sensaciones que acababa de vivir escuché sus palabras dulces, destilando la verdad tantas veces intuida.

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Con un suspiro de pesar por tener que separarme de él, me eché hacia atrás sin dejar de rodearle con las piernas con cuidado de no rozarle la herida ni de perder el equilibrio. Mis ojos se clavaron entonces en su rostro y como si de un delineante ciego se tratase mi mano se alzó y acarició lentamente y con infinito cariño el contorno de sus labios y mentón. Durante unos segundos permanecí en silencio reticente a romper la atmósfera apacible que nos rodeaba.

-Yo también te quiero...-susurré al fin sonriendo como una tonta. Transmitiéndole todo el amor que sentía por él a través de mi mirada sacudí ligeramente la cabeza como si yo misma no acabase de creérmelo-creo...creo que me di cuenta cuando me vi obligada a partir y te tuve que dejar atrás. No...no podía soportar la idea de no volver a verte...-al recordar mis ojos se llenaron de lágrimas y mi voz tembló de angustia.

Disfruté del contacto de Boomer mientras aún le temblaban las piernas. La acaricié durante un rato hasta que se separó de mi cuello. Entonces la miré a los ojos y la sujeté para que no cayera hacia detrás. Ella me acarició los labios y respondió a mis pensamientos con un "yo también te quiero". Por un instante me sentí extrañado, porque un "también" implicaba un "te quiero" previo, así que debí pronunciarlo sin darme cuenta.

Me sentí avergonzado, pero en parte aliviado por ser correspondido. Había vuelto a por mí sabiendo que su corazón latía por mí y no iba a dejarme morir en aquel lugar. Sonreí como solo un bobo es capaz de hacerlo. Esa sonrisa que no puedes controlar y que se queda allí, en tu cara, sin que puedas hacer nada para remediarlo. En otras circunstancias podría decir que era uno de los días más felices de mi vida. Lamentablemente el tener sus piernas desnudas rodeando mi cintura y saber que nuestros corazones latían al unísono no nos libraban de tener la muerte cerca.

Me incliné un poco hacia delante y la dejé caer de espaldas suavemente sobre el suelo. Su calor se despegó de mi cuerpo y sentí de nuevo la lluvia en el exterior. Por suerte, en aquel refugio habíamos encontrado madera. La observé durante unos segundos. Su cuerpo, sus curvas, sus labios y finalmente sus ojos. Ojos rasgados en los que se podía entrar, pero era difícil salir de su mirada.

Miré sus pechos y sonreí. -Será mejor que encendamos el fuego, hace frío aquí dentro. Recogí un poco de la madera encontrada y la apilé para hacer un fuego. -Dejaré mi ropa para que se seque. La pulmonía de estar sin ropa no puede ser peor que la de la ropa húmeda. -Rebusqué en la mochila y saqué la manta térmica y un mechero. Con el mechero encendí el fuego y con la manta cubrí el suelo antes de tumbarme sobre él e invitar a Boomer a ponerse a mi lado. Quería dormir abrazado a ella.

Mis labios se curvaron en respuesta a la amplia sonrisa de Helo y durante unos segundos me limité a mirarlo, como sólo una persona que sabe que la muerte puede ocurrir en cualquier momento puede hacer. Me dejó caer hacia atrás hasta posarme en el suelo y totalmente relajada me estiré como un gato al tiempo que sentía que mi piel se ponía de gallina por el frío. Mientras él comenzaba a apilar la leña miré todavía medio atontada a mi alrededor en busca de mi ropa. La cabeza me flotaba aún entre algodones y tardé un par de minutos en localizar las prendas interiores arrugadas en un montón informe entre una de las mochilas y la pared de roca. Sin hacer caso de su humedad y suciedad me las puse a todo prisa. Sabía que era un poco absurdo después de lo que acababa de pasar, pero no era como si estuviésemos tranquilamente una tarde de domingo en nuestra casa, estábamos en mitad de un bosque en ninguna parte y la amenaza de los cylon era algo muy real que había que tener presente. Si nos descubrían y venían a por nosotros no me iban a pillar desprevenida, eso lo tenía claro. Mientras tanto y con toda diligencia ,Helo había terminado de encender la hoguera y había estirado la manta en el suelo con la clara intención de que durmiésemos juntos.

-No...no has comido Helo...y tienes que recuperar fuerzas-contesté a su muda invitación negando con la cabeza vehementemente. Gateando me incliné para coger el paquete de comida que había dejado caer antes y se lo tendí-yo no voy a dormir. Al menos no de momento, prefiero quedarme de guardia por...por si acaso-añadí con una mueca. Dándome cuenta de que con aquellas palabras había terminado por romper el hechizo que nos rodeaba, le miré apenada al tiempo que salvaba la distancia de nos separaba y me apoyaba contra su cuerpo desnudo, frío y duro en busca de consuelo-ojalá fuese distinto ¿lo entiendes verdad?-separándome de él busqué sus ojos con los míos.

-Lo entiendo -fue lo único que dije, no hacía falta más.

Boomer me acercó el paquete de comida y sonreí. No se si ahora tenía que estar más pendiente de mi o debía cuidarme más, el caso es que no me iba a dejar dormir sin antes comer algo. No puse resistencia y comí lo que pude del paquete. Tampoco tenía mucho apetito, debía ser por las drogas pero el comer no me rea especialmente agradable y eso que nunca había puesto pegas a una comida. Así que como un niño bueno comí sin rechistar.

Abracé a Valerii y cerré los ojos. El calor del fuego empezaba a calentar mis músculos y a secar la humedad que tenía hasta en los huesos. Alargué la mano buscando mis pantalones y busqué la Picon. La saqué y la dejé a mi lado aún con los ojos cerrados -Por si acaso -y me dormí sabiendo que alguien, después de una semana solo en el bosque, iba a velar mi sueño.

Sentada con las piernas cruzadas me envolví en la manta térmica y apoyé la espalda en la pared al tiempo que mis ojos se clavaban en las danzantes llamas de la hoguera. Con una mano lista para agarrar la Picon si era necesario, acuné la cabeza de Helo en mi regazo mientras el cuerpo de mi compañero se relajaba por primera vez en días y se entregaba a un sueño reparador. Mi mano se apoyó en su pelo, húmedo de sudor y lluvia, y mis dedos juguetearon con sus rizos en una caricia tierna y suave. Mis ojos se desviaron hacia su rostro, todo luces y sombras, y no pude evitar sonreir para mí misma sin poder creer aún lo que había pasado. Todo había sido tan rápido...ahora que mi respiración comenzaba a calmarse y que mis sentidos habían vuelto a tomar conciencia de su entorno, me sorprendía observándome a mi misma como si fuese una extraña. Jamás hubiera imaginado que pudise comportarme de aquella manera, perder el control de esa forma, y sin embargo, a pesar del peligro que nos rodeaba, nunca me había sentido mejor en toda mi vida. Estaba justo donde quería estar y con quién quería estar. Volviendo a clavar mis ojos en el fuego me dispuse a montar guardia y a permanecer despierta durante toda la noche.

La quietud de la noche con la banda sonora de la lluvia sonando de fondo os acunó en vuestro descanso. Protegidos por la fría piedra que sobresalía encima vuestra y rodeados por el húmedo mantillo que cubría el suelo del bosque, vuestro refugio pronto se caldeó gracias al calor que se desprendía de las llamas amarillentas, las cuales chisporroteaban y emitían humo cuando las gotas procedentes del exterior caían sobre ellas. Envueltos en sombras, los troncos de los árboles que se erguían entorno vuestro parecían las columnas de un templo sagrado y los helechos que tapizaban el sotobosque se agitaban suavemente cuando una ráfaga de viento y lluvia se filtraba entre sus copas y les golpeaba con fuerza. Haciendo gala de su habitual resistencia, Boomer permaneció despierta toda la noche, los ojos clavados ora en el fuego, ora en el exterior, ora en su compañero. En ocasiones, el ruido de un animal al deslizarse en su paseo nocturno o del agitarse de las ramas de lo pinos cuando un búho alzaba el vuelo hacía que la teniente se irguiese y echase la mano hacia la pistola que descansaba a su lado, súbitamente alerta. Pero las horas fueron pasando, la lluvia amainó hasta verse reducida a un lento y cadencioso goteo desde las ramas más altas y nada ni nadie les atacó o amenazó. Y, poco a poco, la oscuridad más impenetrable fue dando paso a una claridad lechosa, apenas perceptible y, como si con el despertar de un nuevo día naciese la esperanza de un nuevo renacer, el trino de un pájaro resonó en el bosque en calma despertándoos de vuestra ensoñación.

No recuerdo si soñé algo aquella noche, incluso pensé que lo que había pasado con Boomer había sido todo un sueño. Sin embargo, al sentir el calor de la mañana, la luz del día entrando en aquel hueco que nos sirvió de refugio, y no solo para sobrevivir, me encontré tumbado desnudo junto a ella. No solo estaba vivo sino que me sentía mucho mejor. La noche había obrado milagros y la herida de la pierna estaba mejor.

-Buenos días Sharon -dije sin alzar la voz. Tenía cara de no haber dormido nada y podría haber apostado por ello. Fui demasiado egoísta quizás, pero tras días sin dormir no pude evitar caer en un sueño tan profundo que ni el sentimiento de culpa me hubiera despertado en plena noche. Sonreí, la besé en los labios, más por instinto que por haberlo meditado. Aún no sabía qué tipo de relación teníamos ni en qué iba a acabar aquello. Recordé que uno de los dos no era libre y me incorporé.

Saqué el Medikit y me limpié la herida. Tenía mucha mejor pinta y parecía que iba cicatrizando. Luego, preparé una dosis antirradiación y se la di a Boomer. Póntela y desayunamos -preparé otra para mi y me la puse. Sentí como el líquido recorría mi cuerpo, luchando contra el invasor. Un cosquilleo, una sensación de quemazón en la piel y luego... nada. Busqué la ropa que había dejado secarse y me la volví a poner. A plena luz del día era más posible que nos encontrasen en aquel bosque y no quería que me pillaran con la guardia, ni los calzoncillos bajados.

-Creo que deberíamos ir a la ciudad -dije mirando al bosque. -El Raptor no funciona y tus compañeros no han dejado rastro. Si han escapado habrán ido a la ciudad a buscar la manera de salir de este planeta. Si los han capturado los Cylons estarán muertos. Todos los que se quedaron en tierra a mi lado fueron asesinados. Cuando me capturaron a mi no lo hicieron. No se por qué. -Meditabundo mastico con la mirada perdida -¿Qué querrían de mi? ya saben todo lo que necesitan saber para exterminarnos. Llevan años pensando en ello y fabricando armas y nuevos modelos de Cylons para acabar con nosotros. ¿Por qué querrían a uno vivo? No soy del alto mando y lo saben. No puedo proporcionarles información valiosa, ni siquiera puedo pilotar un Raptor con soltura.

Seguí pensando en silencio.