Partida Rol por web

Berlín Nocturno — Hijos de la Revolución

Prólogo - Something I can never have

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09/10/2019, 15:44
-Narradora-

Jueves 8 de Marzo, 2018

La luz le reportaba una inusitada calidez para ser Marzo, una calidez agónica que se apoderaba de su cabeza como si unas manos invisibles la hubiesen envuelto por completo. Resultaba sobrecogedor de una manera difícil de explicar. Se sentía febril, pero no exactamente; al menos el termómetro no mostraba nada anómalo. Y sin embargo, mirar hacia el sol o encontrarse bajo su reinado hacía que se sintiera… débil, frágil igual que una muñeca de cristal. Su resplandeciente luz se hendía en su carne, en sus pupilas, tan abrasadora como lenguas de fuego. ¿Por qué?, se preguntó detenida en medio de aquella acera, de aquel cruce.

Aquel recuerdo, aquel chico, aquellos ojos de escarcha.

El semáforo cambió de color y aunque deseó moverse, Silke notó sus pies atados al suelo. Había algo en ella diferente y, de nuevo, difícil de explicar. Lo sentía dentro de sí, casi podía alcanzar a tocarlo con los dedos cuando se concentraba, pero siempre terminaba por irse, perdiéndose en alguna esquina de su conciencia. Y aquel chico…

No era Andre. Jamás podría serlo y sin embargo se escurría dentro de sus pensamientos sinuoso como una serpiente. Parecía ser capaz de reptar en lo más profundo de ella misma invocando su rostro cuando menos lo esperaba. ¿Por qué? ¿Cómo? Apenas había sido un lío de una noche, con una ruptura abrupta y un despunte de pasión que todavía le erizaba el vello de la nuca y lograba que se sonrojara para sí misma. Pero no tenía sentido. Podía sentirlo pero aunque quería moverse allí estaba, paralizada bajo la imponente luz solar en medio de una intersección donde todo se debía decidir. Derecha, izquierda, adelante, o podía quedarse exactamente donde estaba y nada cambiaría del todo. Pero el problema… El problema es que ya había cambiado. Lo vio al mirarse las manos, manchadas de pintura roja. Toda ella estaba impregnada en vivos colores que se mezclaban hasta dar forma a marrones y bermellones oscuros que goteaban sobre el asfalto de aquella carretera. ¿Pero en qué momento…?

Sus ojos se abrieron súbitamente, despertando con una sensación de ansiedad punzante clavada en el pecho. La luz se filtraba por las cortinas sobre su rostro, cálida. No era el primer sueño, ni el segundo, y la sensación de que algo estaba a punto de acontecer persistía en su interior, aferrada como un clavo ardiendo a sus entrañas. Pero esta vez había algo diferente. Esta vez tenía sed…

El reloj marcaba media tarde, y la luz empezaba a caer más allá de la ventana. Se había quedado dormida en algún punto por un cansancio que no era capaz de identificar, despertando sobrecogida por aquella dichosa intersección. Siempre la misma intersección y aquella parálisis endemoniada que le impedía moverse. De alguna manera, como los augurios de ciertos acontecimientos, sabía que tenía que ver con él, y volvió a sentir que se ahogaba al recordar su rostro una vez más.

Las preguntas se agolpaban en su cabeza y las respuestas seguían evadiéndola. No sabía qué hacer, pero tenía mucha, mucha sed.

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09/10/2019, 21:52
Silke Strauß

Incorporada sobre la cama, miro las palmas de mis manos, recordando el sueño que acababa de tener. Esas manchas de pintura oscura que contrastaban con mi piel. En cualquier otro momento habría sido una gran idea, algo que me hubiera gustado dejar grabado en papel o quizás incluso en un lienzo si no amenazaran ya con sacarme de mi habitación; pero ahora no me veo capaz de conseguirlo. Esa ansiedad que marca el ritmo de mi pecho, haciéndome consciente una y otra vez de cada uno de los latidos de mi corazón. Esa sensación pastosa en mi boca, como si no hubiera bebido desde hace días.

Al ver la hora que marca el reloj, siento una gran culpabilidad, he dormido demasiado. Otra vez. Y es que ya llevaba unos días con un ciclo de sueño tremendamente irregular.

Joder... murmuro—. No vuelvo a beber.

Desde el fin de semana todas estas sensaciones se repetían, pero hoy habían tomado más fuerza, y ya no sé ni que pensar, «¿tanto me ha afectado?» me pregunto mientras me levanto de la cama. Si es que ni siquiera recuerdo bien su rostro y aun así, creo que me gustaría volver a verlo. Intento recordarlo; pero solo veo borrosos claroscuros. Lucidez y olvido. No había sido nada, y por mucho que me lo repitiera, sé que quizás sí había quedado algo.

Resoplo, un sonido más cerca del enfado que de cualquier otra sensación y empiezo a caminar hacia la cocina. Avergonzada, me muevo sin hacer mucho ruido, no quiero hablar con nadie. Una vez en la cocina, abro la nevera y empiezo a beber agua de la botella, derramando parte de ella por las comisuras de mis labios y mojando parte de mi ropa y el suelo. Cuando llevo más de media botella me detengo, la miro con extrañeza, antes de rellenarla y guardarla de nuevo.

Nada parece haber cambiado. Y me quedo ahí, en silencio, en medio de la cocina sin saber que esta pasando, con la mirada gacha y perdida entre los dibujos que describen las baldosas. Sintiendo esa sequedad que recorre mi garganta, esa opresión en mi pecho y esos latidos, que una y otra vez, claman por salir. «Ansiedad», eso es lo que me pasa, tengo ansiedad y necesito relajarme. Vuelvo a mi habitación para cambiarme y salir a dar una vuelta, cojo el móvil y la cámara de fotos.

Necesito tomar el aire, relajarme y… beber más agua.

De camino a salida, vuelvo a detenerme en la cocina para volver a beber, la sensación me es tan urgente que me hace preguntarme si tal vez estoy enferma. Puedo ver como se filtra la luz por la ventana, lejana. La luz del ocaso siempre ha sido buena para la fotografía, sobretodo para tomar fotos de las calles y los parques, solían quedar bastante bien a esta hora; aun así tengo poco tiempo, no quiero que se haga de noche y verme de pronto, totalmente a oscuras.

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11/10/2019, 17:22
-Narradora-

Con aquella extraña amalgama de sensaciones y el sabor inocuo del agua fresca en la boca, Silke trató de evadir la ansiedad que pinzaba cada pensamiento, infectándolo. Salió de allí esperando dejar atrás algo que carecía de nombre, pero aquella maldita sed persistía ajena a la realidad, como si todo el agua que sentía acumulada en su estómago no estuviese allí. Reclamaba algo. Cuando el cuerpo tenía hambre, rugía, y cuando tenía sed la boca se secaba. Cuando estaba cansado, uno apenas podía mantener los párpados separados y los bostezos poblaban la boca. Tenía sed, sí, pero empezaba a sospechar de forma lenta y progresiva que lo que pedía era algo más, algo específico, algo…

El aire de Marzo era frío y cortante, soportable sólo por la suave calidez que el sol dejaba en las calles. No pudo evitar mirar a un lado y a otro, todavía con aquel temor presente que había invadido Berlín hacía poco más de un mes. El terror se había apoderado de la ciudad debido a una serie de atentados programados que se habían extendido por todo el Oeste. Habían comenzado en un concierto de rock para después desencadenar una violencia sin precedentes, como si un virus iracundo hubiese poseído a los ciudadanos, haciendo que batallasen en las calles con una violencia extrema. El país había entrado en shock. Fuegos nacidos de explosiones, contenedores reducidos a cenizas, coches destrozados como si un camión hubiese pasado por encima. Algo nunca visto que los medios de comunicación todavía reportaban con nuesvos y escabrosos detalles. Pero en las calles, aquello se sentía de forma mucho más diferente. El miedo era real. Era como si la delgada red de seguridad que normalmente les mantenía a salvo hubiese sido violada brutalmente, como si alguien hubiese descorrido el velo hacia una realidad que nadie quería ver. Podían morir en cualquier momento, igual que todas aquellas víctimas y heridos. Todos conocían a alguien, o a alguien que conocía a alguien, que había estado allí. Era estremecedor, y Silke no pudo evitar en ello mientras sus ojos recorrían la calle pensando si aquella noche, como todas las demás, ocurriría algo más.

Pero silencio era lo que había recibido desde entonces.

Armada con su cámara y la necesidad de salir, de respirar aire, de librarse de la opresión de su pecho, Silke caminó hasta un parque cercano donde la luz del atardecer caía con particular belleza en un despliegue de colores que empezaban a tornarse verdes y vistosos. Tras unos minutos, logró distraer su mente de todo aquello, centrándose en lo que hacía, en lo que realmente lograba que su alma vibrase. Los minutos comenzaron a deslizarse con rapidez mientras la luz caía y las personas se iban retirando a la seguridad de sus casas. Fue entonces cuando ocurrió:

Un padre llevaba de la mano a sus dos hijos pequeños, no más de cinco años. Una ardilla cruzó la calle. El niño comenzó a tirar hacia el animal. Una ciclista saludó a alguien. El niño se soltó de la mano. El padre pegó un grito. La ciclista descarriló fuera del paseo, chocó y salió despedida varios metros, aterrizando con una voltereta y un golpe estremecedor. El niño comenzó a llorar. La ciclista gritó de forma ahogada.

Fue una escena que se sucedió a saltos ante sus ojos, como una espectadora incapaz de actuar o intervenir, a menos hasta que todo dejó de rodar a cámara lenta. El momento recobró brillo y normalidad, y pudo ver como la mujer tendida en el suelo se había golpeado la cabeza y parecía incapaz de ponerse en pie. Algo se hundió en su interior.

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12/10/2019, 02:43
Silke Strauß

No puedo evitar que un escalofrío recorra mi cuerpo, erizando mi bello y haciéndome tiritar momentáneamente al sentir el aire exterior. Yo necesito esto, necesito la paz que solo podrá darme un paseo cercano al crepúsculo. Y nada más cruzar la calle, en dirección al parque, no puedo evitar recordar todo lo ocurrido. Eso sí da miedo: violencia, atentados y vandalismo. Esos pensamientos me hacen dudar, tal vez debiera volver atrás y resguardarme en la seguridad de mi hogar; pero hoy necesito salir, sino lo hago, siento que voy a hundirme en mis propios pensamientos y en esa insaciable sed.

Una vez en el parque, empiezo a sacar fotos de lugares y momentos que ya había inmortalizado en otras ocasiones; la luz reflejándose en un pequeño charco cercano a la fuente, ese pequeño brote que germina con fuerza en los últimos días de invierno y el castañeteo de la ardilla que acaba de despertar de su largo sueño. Momentos en los que me evado de todo lo demás y siento como el frío aire entra mejor en mis pulmones. Una efímera ilusión que no tarda en desaparecer. Sigo caminando, notando el cortante aire que justo antes del anochecer se me hace más agradable que de costumbre y aunque las sensaciones son relajantes, esa ansiedad creciente vuelve con más ímpetu, fruto de una necesidad que no soy capaz de paliar.

Entonces es cuando algo llama mi atención, e incapaz de hacer nada, me quedo contemplando la escena. La expresión de mi rostro va variando a medida que todos los estímulos en mi retina van cobrando sentido en mi cabeza; los ojos se me abren, al igual que mi boca que describe una mueca entre el temor y la incredulidad.

Corro hacia la siniestrada, entorpecida por mis capas de abrigo y por la cámara que sujeto con cuidado a pesar de la urgencia para que no se bamboleé de lado a lado de mi cuello. Mi torpeza hace que esté apunto de trastabillar; pero consigo sin saber cómo, reponerme.

Me acerco con cuidado a la ciclista, inclinándome hacia adelante. El esfuerzo ha hecho que ahora respire sonoramente intentando recuperar el aliento.

¿Está bien?— consigo articular con ese delgado hilo de voz, fruto de la incapacidad de ayudarla y del temor ante una negativa.

«Debería llamar a una ambulancia», y cuando mi mano empieza a deslizarse por el bolsillo de mi abrigo; extraños olores llegan a mí, al principio no soy capaz de describirlos, una sensación de aturdimiento y enfado, y otra mucho más profunda que se activa dentro de mí, provocada por ese aroma embriagador; cada vez más intenso, cada vez más deseable y carmesí. Siento la necesidad de acercarme a ver la herida, quizás a asegurarme que no es grave. Eso me digo a mí misma. Mi pulso empieza a acelerarse, mis pupilas se dilatan clavándose en la herida y mi boca se entreabre. Una sed aúlla deseando ser apagada. Doy un paso hacia atrás, asustada.

En pie, a dos pasos de la ciclista, me encuentro helada por el cúmulo de emociones que remueven mi interior y me invitan a realizar actos tan extraños como reprochables. Cada vez veo más sangre, tanta, que parece que todo se estuviera tornando rojo a mi alrededor.

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14/10/2019, 17:10
-Narradora-

La mujer boqueó, alzando la mano en busca de algo, ayuda, quizás, todavía tendida en el suelo junto a Silke sin poder incorporarse.

Sí, no…

Dijo algo más, algo inteligible que llegó a los oídos de la muchacha sin que realmente fuese procesado por su mente. El dulce néctar de una flor, la cálida luz del sol en una mañana de invierno, la bendición de algo hermoso, regalado a la vista. Aquel intenso aroma que llegó a sus sentidos deshaciendo cuanto parecía racional, cuando creía que debía ser normal en ella, en una persona cabal. Y sin embargo, su boca e incluso su cuerpo reaccionaron con una ola de excitación macabra que no tenía precedente, dando pie a un millar de dudas y preguntas.

Alguien más se acercó, una silueta que Silke apenas pudo ver, y tomó el relevo auxiliando a la ciclista colocándole una chaqueta para frenar la hemorragia mientras pedía que alguien llamase a una ambulancia. Eso puso una distancia, una barrera entre ella y aquella mujer, o mejor, su sangre. La punzada del hambre se volvió una aguja clavada más puntiaguda que la cocaína, una lujuria, una motivación, un narcótico más fuerte que cualquier cosa que hubiese probado jamás. Jadeó sin querer para mantener el ritmo y la compostura, alejándose asustada por sus propios pensamientos. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Qué clase de pensamientos eran aquellos? ¿Y por qué no podía deshacerse del rostro de aquel muchacho de ojos oscuros y mirada animal? Un hombre que sí, le había parecido atractivo pero… ¿Cómo? ¿Por qué se acordaba de él en aquel instante? Era un deseo con inquina manchado por un veneno ácido que quemaba su piel.

Aquel Ansia visceral nacida de una necesidad nociva y debilitadora la sacudió sin aviso ni remedio, dejando a Silke con la boca entreabierta y dos opciones muy sencillas y complicadas: responder o huir.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Hazme una tirada de Resolución + Consciencia :3

Tienes libertad total de hacer lo que quieras, no te sientas obligada por la descripción.

 

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15/10/2019, 17:32
Silke Strauß

Todas esas sensaciones que acaban de despertar en mí, han nublado mis sentidos. Incapaz de escuchar los sonidos a mi alrededor, me siento desorientada y cegada por lo único que en estos momentos parece llamar mi atención: la herida y la sangre derramada. Paralizada y luchando contra unos impulsos que desconocía en mí, observo como alguien hace lo que yo debiera haber hecho. Ayudar a esa mujer. Y no me siento mal por ello, porque ahora, solo quiero una cosa. Deseo esa sangre, anhelo sentir su calidez, creo que notarla descender por mi garganta hará que todos mis males desaparezcan y vuelva a sentirme bien, tranquila y libre de esa obsesión.

De pronto, una imagen surca mi mente. Ojos oscuros. Un temblor recorre mi cuerpo fruto del esfuerzo por intentar contener mis instintos más primarios, unos que han surgido hoy, justo ahora, y desconocía que pudiera tener. Un pensamiento que se repite una y otra vez junto a preguntas cuya respuesta no soy capaz de dar. Y esos ojos no desaparecen, puedo vislumbrar sus borrosas facciones y luego, solo, oscuridad.

Lo único que sé ahora mismo, es que la sensación es tan apremiante que no podré contenerme mucho más. Mi cuerpo quiere que le dé algo y mi mente está de acuerdo. La idea de querer hacerlo me hace sentirme bien. Doy un paso hacia la ciclista, un gesto que se me hace sencillo, y por esa misma razón me causa terror. «¿Me he vuelto loca?», alcanzo a preguntarme antes de girarme haciendo oídos sordos a todo lo que pide mi ser y así, empezar a correr.

- Tiradas (1)
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16/10/2019, 15:49
-Narradora-

Sus pies se movieron como impulsados por el viento, por el miedo y la turbación de sus propios pensamientos. La idea era absolutamente repugnante, y sin embargo había un morbo desconcertante que azoraba su interior, clavándose en lo más bajo de su estómago y apresando su garganta. Le robaba el aire y la cordura mientras huía, confusa y asustada.

Los últimos rayos caían pesadamente, y conforme más se alejaba, más la poseía la intensa sensación de estar siendo observada. Fue como una punzada en la nuca que la obligó a volverse, todavía a la carrera, sin llegar a ver nada. Y sin embargo sabía que estaba ahí, entre las ramas y los troncos, entre el espeso follaje. Algo cuyos ojos acechaba. Estaba segura, y aquello no hizo más que amedrentar su valía, impulsándola a correr con más desesperación. ¿Qué había sido eso? ¿Por qué la idea de la Sangre se mezclaba con tanta brutalidad en su mente? ¿Qué diablos estaba pasando?

Notaba cómo perdía la cabeza poco a poco, pensamiento a pensamiento. Se había vuelto loca de remate, con aquel Ansia estrujando su pecho y haciendo que la sed y el hambre se volviesen prácticamente insorportables. No tenía sentido, y aun así corrió cuanto pudo sin saber los minutos que discurrieron hasta que no pudo más, aferrándose a cualquier cosa para mantenerse en pie a duras penas. Durante unos instantes hubo calma, una calma retorcida que había logrado aflorar tras el desespero. Se sintió débil, como si fuese a desfallecer en cualquier momento. Su pulso acelerado retumbaba en sus oídos a un ritmo frenético, como su respiración. Apenas se sentía dueña de su propio cuerpo, y mucho menos dueña de sí misma.

De repente se dio cuenta de que no sabía dónde estaba exactamente, a dónde la habían llevado sus pasos. Miró a su alrededor, extrañada por la creciente oscuridad y la penumbra que arrojaban las escasas farolas. Algo se movió en alguna parte. Escuchó risas y pasos a lo lejos. Seguía en el parque, en alguna zona mucho más frondosa y escondida, y el recuerdo de aquel chico regresó por enésima vez...

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16/10/2019, 20:57
-Narradora-

Su mano se alzó para acariciar su pelo de forma torpe pero graciosa. Lo estaba intentando a su manera, ser gentil, respetar su espacio a la vez que se acercaba lentamente. No parecía acostumbrado a hacer aquello, pero debía de haber visto algo en ella. Silke no podía poner en palabras qué era exactamente; se sentía hipnotizada por aquellos ojos oscuros, por la profunda intimidad que albergaban sus pupilas. Tenía unos rasgos finos y juveniles, quizás más joven que ella, aunque por poco. ¿Importaba?

Y… ¿Qué más haces, además de pintar? —inquirió con una sardónica sonrisa, mirándola embobado con sus preciosos ojos azules, sosteniendo un mechón de pelo entre sus dedos con suavidad.

Estaban sentados en la barra de un bar cualquiera cuyo nombre no importaba, el uno frente al otro. Compartían algo, aquella clase de momento en que todo lo demás desaparecía y tan solo quedaban miradas, gestos, palabras y caricias escondidas que hacían que el corazón se acelerase.

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21/10/2019, 01:05
Silke Strauß

Había corrido llevada por el temor de unos deseos que no comprendo, y ahora me encuentro sola, escondiéndome al mundo y alejándome de todos los que viven en él. Observo mi alrededor con lentitud y cautela, y poco a poco voy subiendo mis manos, abrazando mi cuerpo tembloroso. Siento los latidos de mi corazón; fuertes y rápidos. Tengo miedo. No solo a la negrura de la noche que se va cerrando sobre mí, sino también a todo lo que voy percibiendo; risas, pasos y sobretodo, a esa macabra sed que agarrota mi garganta desde que he despertado.

Y ahí, en algún lugar del parque, es cuando empiezo a recordar… Al principio de forma borrosa, pero poco a poco, todo se vuelve más nítido y puedo discernir un pequeño momento de aquella extraña noche. Justo ahora, un destello del pasado toma forma como si mi mente fuera un lienzo en blanco; los primeros trazos a lápiz, los colores que conformarán la base, detalles y por último las sombras y luces van dándole a todo ello un aspecto casi real. «Hiperrealismo», pienso, el arte de tomar una foto con pincel y lienzo. Cierro los ojos y mis sentidos al mundo, para centrarme en un recuerdo, evadiéndome de la realidad y sentándome así en la barra de un bar cuyo nombre aun es difuso para mí o quizás es que ni siquiera me importa ese ínfimo detalle. No lo sé.

Estaba frente a él. Ruborizada y nerviosa. Me costaba no mirarlo a los ojos y a la vez me avergonzaba hacerlo, así que mi mirada iba alternando entre ellos y el resto del lugar, como si intentara escapar de su hipnótica presencia y pensar en lo que de verdad quería. En ese momento, quizás le quería a él, y era ahí cuando volvía a caer en sus profundos y oscuros ojos.

Eh... titubeé frotando el dorso de mi mano con la otra. Pues… me encanta la fotografía, tomar fotos de pequeños momentos que ocurren a mi alrededor... a medida que hablaba, creía que podría estar aburriéndolo; pero la intensidad de su mirada me hacía pensar que quizás estuviera equivocada.

Sonreí contenta.

¿Y tú?— pregunté bajando el tono de voz, tanto que era casi imposible que me hubiera escuchado. No lo hice por vergüenza, no, quería que se acercara un poco más para escucharme, quería tenerlo más cerca.

Me sonrojé más si eso era posible e incliné la cabeza hacia abajo, dejando caer mi pelo hacia delante. Sentía como el corazón se me aceleraba.

¿Estás en la universidad?— pregunté con timbre tembloroso y evitando su mirada.

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24/10/2019, 14:56
-Narradora-

Su gesto funcion, y el chico se acercó un poco más recortando aquellos larguísimos centímetros que los separaban como una barrera invisible difícil de explicar pero que enardecía su propio corazón. Podía respirar su cálido aliento mezclado con el sabor de la cocacola con ron que se estaba tomando. El juego de las distancias y los roces se volvía todo un arte de seducción y complicidad con el que, al menos él, parecía estar deleitándose. El chico repasó la línea de los labios con la punta de la lengua para después sonreír abiertamente mientras ella hablaba sobre fotografía, y sus dedos dejaron de enredar con el mechón rubio de Silke para acariciar suavemente su hombro de forma distraída, deslizándose después por la parte posterior de su brazo hasta casi el codo.  

En la University of life* —rió en inglés con cierto desparpajo y un timbre nervioso en la voz. Su brazo descansó sobre la barra, todavía cerca. —No se me dan muy bien los estudios, la verdad. Siempre me he sentido muy coartado dentro del aula. Pero fotografía suena a algo chulo. ¿Tienes Instagram o algo así? Ya sabes, para cotillear un poco indiscretamente —dijo, haciéndole un guiño.

Parecía realmente interesado, en ella y en la fotografía, no el mero comentario de alguien que intentaba seguir la conversación. Resultaba algo sutil, pero el brillo de sus ojos no parecía mentir en ello. Había una avidez nítida y reflectante en la que Silke casi podía verse reflejada, como un espejo al alma, y la suya parecía causarle un ardor más que evidente.

Entonces se irguió ligeramente en su asiento, y sin darle tiempo a responder añadió:

¿Sabes que eres preciosa? —preguntó tontamente, casi atragantándose con sus mismas palabras—. Sé que suena como super cliché, pero es que hasta sonrojarte sale bien.

Su mano acarició distraídamente su antebrazo, conteniendo la respiración con nervios ante la respuesta. Unos nervios más que evidentes.

Notas de juego

* Esto te lo dice en un inglés un poco de calle.

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25/10/2019, 02:40
Silke Strauß

Sonreí tímidamente al verlo acercarse y mi corazón se disparó aun más, empecé a transpirar por los nervios, y es que realmente, en ese instante era incapaz de hablar. Lo miré a los ojos y di un pequeño sorbo de mi bebida, «una ayuda no me vendría nada mal», pensé mientras mojaba mis labios. El sorbo se convirtió en un trago más largo y terminó con una fuerte exhalación, tras lo que volví a dejar la copa en la barra.

Su comentario en inglés no me gustó, me pareció estúpido. «¿Qué habría vivido él?», me pregunté, si con suerte pasaba los veinte años; pero el alcohol, su confianza en si mismo y sus ojos ya me habían ganado. Las dudas se disiparon rápidamente. Observé sus iris pasmada mientras proseguía la conversación. Y tras su comentario sobre Instagram, ya estaba sacando el móvil de mi bolso e iluminando la pantalla, ilusionada, dejando entrever entre mis dedos el fondo de pantalla. Una foto que había tomado al atardecer, junto al río, en aquella pizzería que miraba hacia el Museo Bode. Cuando me cortó, dejándome con mi petición en la boca. Apoyé mi mano sobre mis piernas y lo miré, más ruborizada, si es que podía mostrar un tono aun más intenso en mi piel. Su pregunta me dejó sin palabras.

Eh… No... tartamudeé, tragué saliva—. No creo eso... dije avergonzada. Luego lo miré y esbocé una tierna sonrisa. Gracias murmuré desviando la vista hacia la barra y volviendo a él de nuevo.

Lo observé en silencio, pensativa. No me había dicho nada sobre él y eso me hubiera inquietado sino tuviera esa apariencia tan juvenil. Simplemente quería saber más de mí. Tome su mano, podía notar como la mía temblaba levemente y estaba impregnada de una pequeña película de sudor, fruto del nerviosismo que me causaba la situación, a pesar de lo agradable que me resultaba, sentimientos que ya otras veces se habían enfrentado y los cuales no conseguía controlar.

En ese momento todos mis pensamientos se centraban en él, en sus oscuros ojos y en la tonalidad de su voz; en ese instante, solo estábamos él y yo. Y nadie más, una sensación de la que no era consciente y aun así, era la que hacía que aquella noche fuera más agradable que otras muchas en la que mis pensamientos fluían hacia Andre y en las que no ocurría absolutamente nada más.

Y cuando no estás aquí, conmigo dije sin apenas creerme mis propias palabras que habían brotado envalentonadas gracias a la bebida. ¿Qué haces? ¿Juegas al fútbol? insistí, inclinando la cabeza hacia un lado.

Mis ojos lo miraban con curiosidad y expectación, mordí mi labio, y recorrí su rostro lentamente, siguiendo sus líneas e imaginándome su cuerpo, «me gustaría pintarlo»; pero ese deseo hubiera sonado muy raro, y después de un movimiento de cabeza, como si estuviera quitándome esa idea de la cabeza, me fijé en sus labios y me fui inclinando hacia él de manera inconsciente, para verlo mejor, hasta que un pequeño espacio vacío era el que nos separaba y de nuevo, volví a sentir como el corazón se me desbocaba.

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31/10/2019, 18:20
-Narradora-

Su mano resultó cálida y acogedora, sin importarle lo más mínimo su temblor o el sudor de la misma. Con el pulgar acarició el dorso, cariñoso, y el mundo pareció reducirse a un instante. Ni Andre, ni la Universidad, ni ningún otro problema o duda tenía cabida en su mente en aquel momento. Era una sensación extraña pero también placentera, el dejarse llevar por las circunstancias, por lo que dictaba el momento.

Se acercó un poco más, sentándose al borde del taburete, ahogándose en su mirada azul que en aquel momento más parecía de un color musgo oscuro como el bosque.

Entonces el joven Vástago rompió el contacto, y Silke sintió un extraño abandono allí donde su mano le había dado calidez. La animó con un gesto a enseñarle del todo aquel salvapantallas mientras bebía. No pudo evitar poner los labios en forma de “o”, admirando la imagen como quien contempla una obra de arte en un museo, absolutamente anonadado ante la mezcla de colores del ocaso recortando la silueta del Museo Bode. Parecía gustarle de verdad, lo que inflamó su ego y aquel instante de orgullo propio.

No, fútbol no. Pero hago capoeira. ¿Sabes lo que es? Te haría una demostración, pero la verdad es que no hay mucho espacio. Luego, cuando salgamos. Si quieres —ofreció con una sonrisa entusiasta—. Tampoco te esperes nada super espectacular, pero ya le estoy cogiendo el chiste al freestyle.

Entonces Silke comenzó a acercarse lentamente con una intención diferente difícil de interpretar con corrección, y el joven alzó sus manos para tomar su rostro con inusitado cariño, de forma cálida. Lo hizo con cuidado pero sin duda, de nuevo acariciando con el pulgar su mejilla sonrojada. Pudo observar sus facciones, perderse en ellas con deleite, y cómo las pupilas del joven se dilataban cupidas por un deseo incipiente que abrumaba sus sentidos. Ignoraba el por qué, pero pareció ser permiso suficiente como para recorrer aquella distancia abismal, sorteando dudas e imprevistos para rozar sus labios en un gesto suave y dócil, apenas una caricia velada, respetuosa pero efusiva que fue creciendo en apenas unos segundos.

Sin embargo, fue él mismo quien se separó tras unos segundos, sin aliento, sumergiéndose en su mirada como un buzo en el mar, todavía la boca entreabierta con el deseo de un náufrago sediento.

- Tiradas (1)
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04/11/2019, 01:05
Silke Strauß

Después de mostrar ilusionada el salvapantallas de mi móvil y contenta por la reacción del chico al fijarse en la foto, sentí como poco a poco iba ganando confianza en mi misma, una que en ese momento era totalmente necesaria y empe a sentirme más cómoda.

Mis ojos se deslizaron hacia sus labios cuando empezó a hablar, estaba absorta en sus palabras y cuando terminó, parpadeé repetidas veces.

Eh… Sí— contesté acompañando mis palabras con un asentimiento, más o menos, lo he visto alguna vez en el parque. Quizás fueses tú— dije esbozando una sonrisa de complicidad.

Me encantaría— respondí entrelazando mis manos como si estuviera rogando porque así fuera y me mostrara su a. Gracias.

Cuando el joven empezó a acercarse, me quedé petrificada, a la espera de los acontecimientos que veía pasar lentamente ante mí y que minutos antes, había anhelado. Me estaba correspondiendo y eso me llenaba, haciéndome olvidar el mundo que nos rodeaba y reduciéndolo todo a ese íntimo instante entre él y yo. Al sentir el tacto de sus dedos en mi rostro, un agradable escalofrío recorrió mi cuerpo, cerré los ojos esperando un momento que no llegó y tras unos segundos los abrí. Tal vez había hecho algo mal fue la primera idea que surcó mi cabeza.

Lo miré extrañada, y me sonrojé aun más si era posible, «¿había malinterpretado la situación?» me pregunté; pero no lo parecía, «¿qué he hecho?». Sostuve su mirada más tiempo del que sería socialmente cómodo. No entendía lo que había ocurrido. Tragué saliva.

¿Pasa algo?— le pregunté ladeando la cabeza y posando mi mando sobre su rodilla. Mi voz sonaba comprensiva y amable, realmente quería entender qué le había ocurrido y aunque lo acababa de conocer, creí que podría ayudarle, o al menos hacer que este momento nos resultara menos incómodo. A veces es necesario hablar las cosas.

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04/11/2019, 23:31
-Narradora-

Él sonrió y negó lentamente, estrechando su mano con suavidad en un gesto reconfortante y cariñoso. Sus ojos se estrecharon al contemplarla, volviéndose apenas dos diminutas ranuras sobre una sonrisa amplia. No parecía algo que hubiese hecho ella, en realidad. O al menos eso decía su familiaridad.

No, nada. Sólo quiero seguir hablando contigo —Se mordió el labio, pícaro— pero no he podido aguantarme…

Y tras un ademán, un titubeo algo torpe e indeciso, volvió a inclinarse hacia ella consciente de que el deseo, las ganas, eran mutuos. De que su sonrojo era una evidencia flagrante del anhelo de sus labios. Y bebió de ellos cada vez más afanado y menos cuidadoso, revelando un arranque de pasión que hasta el momento Silke no había visto en él. La intensidad fue in crescendo, usando la mano libre para enredar sus dedos en su sedoso pelo, atrayéndola con suavidad hacia su boca donde el uno respiraba del aliento del otro. En determinado momento se detuvo, extasiado, moviendo su mano hasta posarla sobre su mentón. Su pulgar recorrió sus labios ejerciendo una leve presión, como si pretendiese invadir su boca. Pero el gesto quedó tan solo en eso mientras los ojos del chico la devoraban con una intensidad inusitada sus labios, su cuello, y lo que se perdía bajo la ropa.

Notas de juego

Pordioses. Ha sido todo un reto escribir este post con el puñetero debate de fondo xD Siento que haya quedado cortito.

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06/11/2019, 12:53
Silke Strauß

Su negativa sonriente hizo que respirara aliviada y esa sensación se fue extendiendo por todo mi cuerpo haciendo que el pequeño momento de tensión que había sentido desapareciera por completo. Le devolví la sonrisa de una forma más tímida y me encogí de hombros, intentando mostrar una disculpa por mis preocupaciones.

Ah, yo también— afirmé ilusionada para terminar riéndome de forma nerviosa sin saber como responder a sus últimas palabras.

Cuando se inclinó hacia mí, levanté las cejas sorprendida por el cambio de los acontecimientos. Creía que quería hablar más. Y al notar la caricia de sus labios, me quedé momentáneamente mirando su rostro ojiplática, confusa por lo que sucedía y las palabras que acababa de decir. No tardé mucho en cerrar los ojos y dejarme llevar por la calidez del momento correspondiendo su beso, y aunque la intensidad iba creciendo mis movimientos seguían siendo lentos y torpes.

Al detenerse, di un fuerte suspiro y lo miré a los ojos, los míos brillaban junto a una sonrisa bobalicona que adornaba mi rostro, incapaz de apartarme de él. Dejé que me acariciara y luego tomé su mano entre las mías. Tenía miedo de empezar a hablar y estropear el momento, así que seguí contemplándolo mientras dejaba que la música ambiental fuera el único sonido que inundara nuestros sentidos.

Y...— al intentar romper el silencio, entendí que aun sabía poco de él. Estaba pensando… en...— dije de nuevo nerviosa. Si te gustaría tomar otra; pero luego recordé que me tienes que mostrar tus habilidades en capoeira. No quiero que te hagas daño.

Así que si quieres pasear un rato... terminé recorriendo su brazo con una de mis manos.