Partida Rol por web

De pronto, nada más rozar sus manos el libro, los otros dos objetos quedaron automáticamente protegidos por una pantalla de cristal, que no parecía poderse atravesar fácilmente. El libro e abrió solo y las hojas comenzaron a arrastrarse unas tras otras, a una velocidad vertiginosa. Isaac no podía detenerlo, pero tampoco podía apartar la mirada. Una a una, todas ellas fueron pasando ante sus ojos; lo extraño era que parecía como si realmente lo estuviese leyendo.

Su mente procesaba las letras y las palabras más rápido de lo que sus ojos las veían y de pronto, Isaac se vio inundado por una explosión de información acerca de la historia, las costumbres y el mundo que rodeaba a la tradición Assamita, tanto que, cuando el libro se cerró de golpe al final, cayó de espaldas y quedó sentado en el suelo, mirando sorprendido y confuso el manual. Éste, al igual que los otros dos objetos, se cubrió de pronto por una urna de cristal grueso. 

Tras él, la puerta del otro lado de la habitación se abrió ligeramente, aunque parecía que no había nadie allí que la estuviera manipulando. 

La memoria de Isaac le jugó una mala pasada. La descarga de información había sido tan fuerte que se quedó totalmente aturdido durante unos segundos, pero lo peor es que lo recordaba todo. Tuvo que concentrarse para volver a la realidad, pero poco a poco fue superandolo y consiguió ponerse en pie.

Se acercó con cuidado a la puerta entreabierta intentando mirar a través de la estrecha apertura. Comprendió que si quería salir de ahí la única opción era a través de esa puerta. No habiendo alternativas, la elección estaba tomada.

Lentamente abrió la puerta.

Aarón lo esperaba al otro lado. 

Cuando lo vio aparecer, sonrió abiertamente. 

-Bienvenido, ahora sí -le dijo, haciéndole un gesto para que caminara con él salón adelante-, has superado la prueba, al parecer más rápido que Patrick aunque fuiste tú quien cayó y él quien logró sujetarse. Y dime, ¿qué objeto has escogido?

Al contemplar la expresión de Isaac y sus manos vacías, lo comprendió al instante, sin embargo, sin necesidad de más explicación.

-Buena elección, puede que te sea muy útil en estos momentos. Ven, vamos, veamos cómo lo está haciendo Patrick. 

El Assamita lo condujo a través de la sala en la que lo había esperado, una especie de hall flanqueado de columnatas de ónice, hasta la siguiente puerta, que resultó ser un ascensor. Dentro del asecensor, se elevaron durante unos largos segundos, sin que ninguno dijera nada y, finalmente, se abrieron las puertas a ambos lados del mismo. Un lado daba a lo que podría haber sido perfectamente una recepción de hotel y el otro a un pasillo, que parecía de servicio. Éste fue el camino que escogió el Sheriff mientras guiaba al empresario, dando por fin con una última puerta, a través de la cual entraron en una especie de sala de vigilancia, con muchos monitores y varios teclados de control. 

-Espera aquí un segundo -le dijo- y no toques nada. En esas pantallas de la derecha -añadió, tecleando rápidamente para dejar tres pantallas iluminadas y el resto en negro- podrás ver lo que hace Patrick y cómo se desenvuelve. Vuelvo enseguida. 

Y dicho lo cual, dio media vuelta y volvió a desaparecer a través de la puerta, dejándolo tan sorprendido como lo había llevado hasta allí. 

Isaac aun seguía apabullado por la explosión de información que le había lanzado el libro y vio a Aarón como su estuviera en un sueño.

"No toques nada"

Un descanso le vendría muy bien. Tomo una silla y observó los monitores a la espera de que pasase algo.

Tras valorar las opciones que le quedaban, comprendió que iba a caer en cualquier caso, pero aún si hubiera podido aguantar indefinidamente, no tenía sentido quedarse allí esperando. Por ello, aunque desconfiaba completamente de lo que pudiera encontrar, decidió soltarse.

En el momento en que se soltó, el suelo volvió a aparecer instantáneamente bajo sus pies y una puerta se abrió a su lado. Al otro lado había otra habitación con una puerta enfrente. Ésta tenía un pomo, pero ni cerrojos ni cerraduras. En las otras tres paredes había tres mesas y en cada una de ellas, una especie de pedestal con algo encima: en una pared había una pistola; en otra, un libro sin nada escrito en las tapas y en la tercera, una llave.

De pronto, uno de los monitores que le habían señalado se encendió. En él, Isaac pudo ver, como si lo estuviera contemplando a través de una cámara de seguridad en la esquina de una habitación, un lugar parecido a otro de los que él había pasado antes. No era la misma habitación, eso lo reconoció por el tono de las paredes y el color de las puertas. Pero vio a Patrick en el quicio de una que estaba en una pared, un pedestal con una pistola en otra pared, una puerta cerrada sin pomo ni cerraduras en otra y un pedestal con un libro -de color diferente al que él había leído- sin nada escrito en las tapas, en la tercera; la cuarta pared parecía tener un pedestal también, pero lo que hubiera sobre él quedaba en el ángulo muerto de la cámara. 

Isaac observa a Patrick mientras hace su elección mientras se recupera de su prueba.

Lo primero en lo que se fijó fue en la llave, claro que no parecía ser de mucha utilidad con esa puerta. No obstante la recogió, valorando la posibilidad de que más adelante pudiera necesitarla. Tras ello abrió el libro, guiado por la curiosidad.

Patrick, tras debatirse unos instantes entre los objetos, se decidió finalmente por ir a la llave antes que al libro. La recogió y se la guardó, pero cuando se dio la vuelta para dirigirse al libro con la intención de ojearlo, un cristal grueso surgió del pedestal y subió hasta el techo, tanto alrededor del grueso y añejo tomo, como de la pistola, dejándolo sin poder realizar la segunda acción que se había planteado. 

El pianista había elegido y la llave había sido su decisión. 

La puerta se abrió con un chasquido y quedó entornada, a la espera de que el joven cruzara al otro lado. Tras dar varias vueltas a los cristales sin poder hacer nada para satisfacer su curiosidad sobre el libro, Patrick tuvo que rendirse y marcharse por la puerta sin cerrojos que se había abierto frente a él. 

Patrick, tras debatirse unos instantes entre los objetos, se decidió finalmente por ir a la llave antes que al libro. La recogió y se la guardó, pero cuando se dio la vuelta para dirigirse al libro con la intención de ojearlo, un cristal grueso surgió del pedestal y subió hasta el techo, tanto alrededor del grueso y añejo tomo, como de la pistola, dejándolo sin poder realizar la segunda acción que se había planteado. 

El pianista había elegido y la llave había sido su decisión. 

La puerta se abrió con un chasquido y quedó entornada, a la espera de que el joven cruzara al otro lado. Tras dar varias vueltas a los cristales sin poder hacer nada para satisfacer su curiosidad sobre el libro, Patrick tuvo que rendirse y marcharse por la puerta sin cerrojos que se había abierto frente a él. 

Al otro lado lo esperaba Aarón con una sonrisa en el rostro. 

-Bienvenido -le dijo con cortesía- ahora sí de forma oficial; siento toda esta parafernalia, es obligatorio. Ahora ven, sígueme, llegaremos enseguida. 

Entonces, el cainita lo condujo por un pasillo estrecho con una iluminación blanquecina...

...hasta una puerta lateral que abrió y tras la que Isaac se encontraba mirando unas pantallas que ahora estaban en negro. 

Aaron hizo un gesto para que éste se levantara y los condujo a ambos hacia el final del corredor. Cuando abrió la puerta, ambos neonatos se encontraron de pronto en otro mundo. 

Estaban en una sala mediana, no demasiado grande, no demasiado alta, pero gratamente decorada con una mezcla de estilos asiáticos. Varias docenas de personas daban vueltas de aquí para allá, todos parecían atareados, todos ajetreados. 

-Podéis deambular, si queréis, -les dijo Aarón- voy a ver si Ainhoa está por aquí. 

- ¿Cómo te ha ido? - Preguntó Isaac a Patrick - He podido verte por los monitores, pero nada más. Este debe haber sido alguna prueba de iniciación.

Patrick alzó las cejas, algre de ver de nuevo a Isaac.
—No estoy seguro... No sé qué pretenden exactamente con esto —respondió—. ¿También te han hecho la misma prueba?

- Sí, pero yo elegí el libro. Te vi coger la llave ¿algo especial con ella?

—Lo cierto es que ni la he mirado. Creí que podría estudiar todos los objetos; la cogí pensando que podría necesitarla para avanzar después. 

-Vosotros no sois Assamitas -dijo entonces una voz aguda a sus espaldas- ¿sois los que vienen con Aarón? Me han dicho que me estáis buscando... ¿dónde está él?

Ambos hombres se dieron la vuelta, sobresaltados, para encontrarse de frente con una joven, prácticamente una niña de una edad muy parecida a la de Ángela, que los miraba con sus azules y redondeados ojos que reflejaban curiosidad y sorpresa.