Partida Rol por web

Al escuchar tus palabras, el conejo sonrió y te mordió con sus fuertes incisivos la palma de tu mano. Justo en ese momento, sentiste que tu consciencia parecía perderse y no pudiste seguir corriendo. Solo un símbolo permaneció en tu mente, un símbolo que sentías conocer.

Regresaste al lugar donde tu loca aventura había comenzado, pero esta vez no regresaste como Noah, sino como Walker. Si querías luchar, podrías hacerlo. Habías recuperado tus recuerdos, al igual que tu poder.

Al regresar, notaste que Hunter se encontraba en el suelo bastante malherido y con algunas manchas carmesí en su blanco pelaje. Se puso de pie como mejor pudo y te miró temblando.

- Me alegra que lo lograras - y en ese momento, Scarlet se abalanzó contra él para darle un puñetazo que mandó al pequeño conejo lejos. Solo escuchaste que el pobre conejo chilló y luego cayó al suelo. Tal vez inconsciente, tal vez muerto.

Scarlet se acercó a ti y te sonrió - Te ves apuesto, Walker. Y ya que me deshice del estorbo... ¿Qué tal si retomamos donde nos quedamos? - y se abrazó a tu cuello, esperando que aceptaras su ofrecimiento.

Había regresado, con una chispa en la mirada y apretando los dientes. Había sido incapaz de conseguir poner nerviosa a aquella dragona. Aquello me hizo recordar porqué la detestaba. Y sin embargo ahí estaba, ayudándome, al igual que el conejo.

El conejo... que acababa de caer bajo el peso de Scarleet, lo que me hizo apretar el puño y desear matarla con todas mis fuerzas. Y sin embargo me había prometido intentar hacer algo por ella, intentar salvarla de la oscuridad que moraba en su cuerpo pero ¿Cómo? Yo era un guerrero, no un mago.

Claro, Scarlet.

Fue lo que respondí casi sin pensar, sin darme cuenta de que estaba abrazando mi cuello. Llevé mis manos a sus mejillas mientras mis ojos se tiznaron de rojo. Era el momento de debilitarla antes de intentar hacer nada, por lo que traté de absorber su energía mientras mis dedos se clavaban con cierta fuerza en su rostro. Podría golpearla, podría intentar golpearla, pero Hunter ya la había debilitado un poco y esperaba que con aquello fuese suficiente.

Sería el primero de los tres intentos que haría por salvarla. Si tras ello no conseguía nada, la mataría.

Pusiste tus manos de manera brusca en sus mejillas y podías ver su blanca piel empezar a enrojecerse, pero la guerrera no parecía mostrar ningún cambio en su comportamiento. Veías que la mirada que tenía se afilaba cada vez más. Y notaste que ella misma parecía lista para atravesarte si se lo permitías.

Scarlet se te acercó, te besó lascivamente, casi como invitándote a drenar su energía, pero no lo lograbas. Tal vez era que esa chica tenía más energía de la que pensabas. Se separa de ti con una carcajada y dice - Agresivo. Así es como me gustan - ríe y de repente, su tez se torna seria y fría.

- ¿Sabes algo? De verdad me gustabas y quería que aceptaras unírtenos por las buenas. Si quieres luchar, te mataré para que no tengas opción - lamió sus labios y se puso en posición de lucha. Al parecer, Hunter tenía razón.

Volteaste a ver al conejo, pero parecía que aún no reaccionaría.

Al recibir aquel lascivo beso, mi mente se ausentó. Era raro, debería ser agradable, pero era como verme a mí mismo desde detrás, analizando cada segundo. Recordé que poco antes, cuando la ví por primera vez, cómo me recordó a la chica de mi sueño, que ahora sabía quién era. Recordaba incluso el sabor de sus labios. A su lado, Scarlet podría ser ceniza*. Y pese a todo quería salvarla.

Y ella seguía desafiándome.

Comparada con la reina de la oscuridad, tus besos son ceniza.

Extendí mis dedos.

La muerte es hermosa, la fuerza es frágil. Volad, mis pequeñas ¡Mensajeras del Fin!

Entonces un centenar de pequeñas mariposas negras alzaron el vuelo hacia ella con el único objetivo de entrar en su interior y consumir su oscuridad. O su vida. Lo que fuese primero. También le drenaría la energía.

Su concentración era tal que apenas podía moverse para apartarse. Pero si Hunter lo había hecho por él, debía devolverle el favor.

Hunter parecía aún no reaccionar mientras luchabas por mantener la cordura, pero encontrar con que esos labios no eran lo que esperabas, te ayudó a prevalecer tu raciocinio mientras el instinto de supervivencia se activaba y cuando lanzaste tus mariposas volando hacia ella, Scarlet ya tenía empuñado su báculo. Se disponía a golpearte, pero tus mariposas obstruyeron su visión.

La guerrera luchaba por atravesar la barrera, pero el constante aleteo de estas no se lo permitió, mientras varias de ellas se pegaban a su piel, drenando parte de su energía vital. La chica gritaba de dolor y seguía sacudiendo su báculo para librarse sin éxito.

A pesar de esto, no lograste absorber su energía, mas Scarlet se veía lastimada. No había sido un ataque tan efectivo como lo tenías en mente, pero había bastado para que la chica retrocediera.

- ¿Sabes algo? Tu amada reina de la oscuridad fue derrotada, así que no la encontrarás aquí. Pero mi ama podría equipararle. ¿Quieres conocerla? - su tono era provocativo, tal y como había sido desde que te cruzaste con ella por primera vez.

Lo que decía Scarlett no tenía sentido, si bien el combate estaba comenzando a decantarse a mi favor. Hablaba de su ama, su señora. No era simple oscuridad lo que alimentaba aquel cuerpo: era otro alguien, otra señora. Con un chasquido mi ataque se detuvo y retrocedí un paso. Medité y asentí, para mirar por última vez a Hunter.

Está bien. Pero siempre pago mis deudas: sana a Hunter y marchémonos. Veamos cómo de digna es tu ama.

Reí entredientes, no me imaginaba a nadie capaz de igualar la oscuridad de mi reina. Abrí las alas y las agité, mostrando mi predisposición a marcharme.

Más te vale que no sea una trampa, o te llevaré por delante antes.

Recordé haber caído en trampas anteriormente. No me gustó el recuerdo.

La chica agitó su cabello para acomodarlo y sonrió con seguridad para mirarte fijamente mientras caminaba a ti y se inclinaba para decirte con una fingida tristeza - Lo siento, yo no soy sanadora. ¿O acaso lo olvidaste? La única que podía sanar heridos era la sacerdotisa dragón y... Bueno, ella no está. Es una lástima, ¿no crees? - se alejó de ti para luego mirar a Hunter.

- Le ofrecí que se me uniera, pero no quizo. Prefirió luchar contra mí en un mal intento de salvarte, pero supongo que por eso era mi guardián, para protegerme - rió otra vez.

Dio un giro en su propio eje y luego dijo - No es una trampa, pero no es tan sencillo. Si quieres conocerla, debes entregarle tu poder y tu voluntad. Serás uno de los nuestros y ella se presentará ante ti. Además, te gustará ver nuestras últimas adquisiciones - rió y esperó tu reacción, como quien se divierte con un juguete nuevo.

- ¿Qué dices? -.

Miré con cierta rabia cómo jugaba con su pelo y cómo parecía disfrutar de la situación. Aunque cuando mentó a la Sacerdotisa no pude evitar enervarme ligeramente. ¿Porqué tenía que estar en medio de todo? ¿Quién le había concedido el maldito privilegio? Y mientras los demás sólo podíamos sesgar vidas.

¿Mi poder y mi voluntad? ¡JA! Una Reina de verdad no exige el poder y la voluntad, sabe que su verdadera fuerza radica en la confianza. Si ella quiere algo de mí, que me lo pida, pero no te lo daré a tí, que eres una simple y vulgar mensajera, un cuerpo que debió morir.

Última oportunidad: o vamos ahora, o mueres ahora. Puedes elegir.

Me puse en guardia y mis alas se agitaron, listas para alzar el vuelo y preguntándome si el vuelo serviría para mantener la distancia y poder acabar con ella sin riesgos. Salvo que aceptase mis condiciones. Con ellas y un poco de suerte, Hunter podría recuperarse y buscar estar a salvo.

Scarlet te miró con picardía - Para ser un dragón, te llenas de emociones negativas con facilidad - sonreía complacida.

Al ver tus alas extendidas, solo tomó su báculo con mayor firmeza - Veo que esto se pondrá interesante. Lo siento, quien tiene el poder es quien pone las condiciones y tú no puedes igualar su poder. Está fuera de tu alcance - su báculo se iluminó.

- Como dices, soy un cuerpo que murió y debió mantenerse así. ¿Qué puedes hacer para que retroceda? ¿Matarme? Haz fila - su rostro se puso serio de repente. Algo era seguro, la chica no retrocedería.

- Golpéame con todo lo que tengas, Walker, que yo haré lo mismo y te llevaré de rodillas con Heleth-sama -.

En ese caso te demostraré que has errado, te destrozaré y tal vez piense dejar que me sirvas para mis objetivos.

Sonreí confiado. Sabía que era pura parafernalia. Salvarla estaba lejos de mi alcance y dominarla, a judgar por cómo se había vendido a su señora, también estaba lejos. Mis alas se movían nerviosas.

Matarte sólo sería un acto de piedad, pues...

La muerte es hermosa, la fuerza es frágil. Volad, mis pequeñas ¡Mensajeras del Fin!

Con un rápido movimiento corrí hacia un lado para encontrar un ángulo mejor mientras cientos de pequeñas mariposas negras buscaban consumir a la antaño Guerrera Mágica, mientras drenaban energía para mí. Trataba de evitar los ataques, pero estaba más concentrado en reducirla a la mínima expresión. Tenía que luchar, aunque fuese por Hunter. Él se la había jugado por mí.

Te miró mientras su báculo alumbraba con intensidad. Justo en ese momento, una fuerte ventisca se arremolinaba alrededor de su brazo, amenazando con golpearte con una fuerte tempestad. Las mariposas salieron volando hacia ella, haciéndola retroceder por un momento mientras trataba de ahuyentarlas.

Gritó enojada al verse desprovista de parte de su energía para luchar, pero la tempestad que se formaba en su brazo no cesaba. Por el contrario, tomó más fuerza mientras la antes guerrera de Andelivian rugía de enojo.

- ¿Eso crees? Muramos juntos entonces - y dicho esto, preparó su ataque y apuntó su báculo hacia ti. En ese instante, las mariposas explotaron una a una en su cuerpo mientras ella desplegaba la tormenta hacia ti. A pesar de lo malherida que estaba, no dejó de disparar.

La tormenta te arrastró hasta hacerte chocar con un árbol, incluso el pequeño Hunter había sido arrastrado por ella, pero este parecía no reaccionar aún.

Cuando la explosión se disipó, pudiste ver que Scarlet no se veía mucho mejor que tú, quien portaba diferentes cortadas sangrantes en el cuerpo ocasionadas por la fuerte tormenta. A pesar de eso, se puso de pie con una mueca de dolor y lista para seguir luchando.

Qué romántico.

Ironicé ante sus palabras mientras mi cuerpo empezaba a sangrar. Chasqueé la lengua molesto, aquello se estaba alargando más de lo necesario. Abrí las alas y las batí para ganar algunos metros de altura y, con un chasquido, traté de drenar su vida.

¡HAZME SENTIR ALGO! -grité- La muerte es hermosa, la fuerza es frágil. Volad, mis pequeñas ¡Mensajeras del Fin!

Entonces preparé un ataque a máxima potencia, con millares de mariposas negras revoloteando a mi alrededor como si fuesen un enjambre completamente sincronizado, pero intenté prepararlo para chocar contra el suyo propio. No quería seguir poniendo en riesgo al pequeño conejo parlanchín salvador. Igualmente estaba preparado para usar la altura para defenderme de sus ataques si conseguían sobrepasar el choque de impactos en caso de haberlo.

Scarlet comenzaba a verse enojada y cansada. Podías ver su pecho subir y bajar más velozmente. La batalla y tu constante absorción de energía la hacían lucir más agotada, aunque era lo mismo de tu parte. A pesar de tomar su energía, igual te sentías agotado por el constante uso de tu poder.

A pesar de su expresión dolosa, Scarlet sonrió y levantó su báculo para atacar. Sin embargo, tú fuiste más rápido, lanzando tus mariposas hacia ella. Estas volaron cortando el ataque de la chica y arrastrándola hacia atrás. La guerrera mágica tal vez te habría cogido desprevenido con ese ataque, pero lo habías logrado. Estabas fuera de su alcance, al menos por el momento. Al disiparse la nube de mariposas, viste a una guerrera con aún energía para moverse, pero el agotamiento empezaba a hacer mella en su andar. Se levantó como mejor pudo y sonrió provocadora.

- ¿Es todo lo que tienes? ¿Prefiere que acabe con ambos? - reía, pero el sudor que bajaba por su frente era visible.

Respiraba agotado, quería terminar aquel combate cuanto antes. Quería hacer muchas cosas, y me veía con posibilidades de ganar, sin embargo las palabras de Scarlet me hicieron percatarme de que estaba amenazando al pobre Hunter. Y aún así seguía queriendo salvarla.

Me lancé sobre Hunter para cogerlo y protegerlo, apretándolo contra mi pecho, mientras extendía mi mano contra ella.

¡No eres suficiente para nosotros!

Traté de drenar su energía con las mariposas mientras rodeaba con las alas a Hunter. Pero las mariposas se volvían más agresivas.

La muerte es hermosa, la fuerza es frágil. Volad, mis pequeñas ¡Mensajeras del Fin!

El ataque no era a máxima potencia, quería darle la última oportunidad para retirarse, o para rendirse.

Acepta mi oscuridad.

Sentencié. Sabía que no lo haría, pero algo en mí quería seguir intentándolo. Si iba a por Hunter interpondría mi cuerpo y se acabarían las concesiones a la guerrera mágica.

A pesar de estar malherida y agotada, Scarlet seguía de pie. Sin embargo, el agotamiento hacía mella en su presencia. Distorsionaba el rostro, respiraba agitada, mas no estaba dispuesta a rendirse, al menos no aún. Cuando vio que te disponías a atacarla una vez más, ella empuñó su propio báculo con fuerza mientras la fuerza de la tempestad se aglomeraba en su brazo para luego llegar a su arma.

La energía de color negro que salía de ti se transformaba en esas mariposas negras que volaban hacia tu rival, esquivando su posible ataque y pegándose a su piel. Justo antes de recibir el impacto, el cual ella estaba esperando, disparó su huracán hacia ti, creando una colisión de energías por segunda vez y alejándolos uno de otro. Las mariposas estallaron en su cuerpo y los gritos de dolor de Scarlet se escuchaban fuertemente en aquel lugar de muerte. No parecía apuntarle a Hunter, pero tampoco parecía dispuesta a retroceder.

La chica estaba en su límite. Ya no se levantaba con el mismo vigor y jadeaba exhausta. Eso sumado a la energía que habías estado robando de ella. Trastabillaba y tuvo que apoyarse en su báculo para erguirse mientras apretaba sus ropas con fuerza. Viste que lágrimas salían de sus ojos mientras te miraba con enojo - ¿Qué es lo que quieres conseguir? ¡Solo mátame! - casi escupió esas palabras.

Respiraba cansado, era difícil.

No importa lo que hicimos, sino lo que hacemos.

Me repetía. No quería matarla, de veras que no, quería liberarla. Había una diferencia importante, y sin embargo cuando pude verla llorar me pareció ver a la verdadera Scarlett, suplicando que la matase. Yo, sin embargo, no era el que fui y ahí estaba ella, pidiéndome que volviese a mi pasado.

Inspiré profundamente y traté de ser rápido, me coloqué a su espalda para darle un fuerte golpe en la nuca y, si procedía, también un rodillazo. La idea era que, si tenía que acabar con ella, tenía que hacerlo con mis manos para recordarme el camino que no debía tomar. Una parte de mí sólo deseaba noquearla y que, al igual que en las novelas estúpidas, pudiese redimir su alma a base de paciencia. Pero yo no era el sacerdote, ni tenía esos contactos o poderes divinos que sí tenían otros.

Scarlet vio que tratabas de eliminarlas con sus manos. Ella ni siquiera se defendió. No podía y tus movimientos fueron demasiado rápidos. El golpe destinado a su cuello nunca llegó a su destino, ya que ella dirigió tu mano hacia su corazón, tomándola con sus últimas fuerzas para que atravesaran su pecho y con eso, perforaran su corazón. Tus manos atravesaron su piel con tanta facilidad que fue casi irreal pensar que se trataba de su cuerpo, pero así era. Tus manos se tiñeron de la sangre de la guerrera, quien tosió sangre salpicándote en el rostro y cayendo sobre ti.

Había perdido las pocas fuerzas que le quedaban y estaba sostenida solo por la mano que aún estaba en su cuerpo. Era su perdición, pero también su ancla. Tosiendo, y con una gran dificultad, la chica te habló:

- No puedes dudar... Ninguno lo hará... Es... Nuestro deber... acabar con todos los que... regresaron. Con... todos - tosía entre palabra y palabra. Hablaba tan débilmente que era difícil escucharle, pero era fácil para ti al estar tan cerca.

- Perdóname... Hunter... - fue lo único que dijo antes que su cuerpo se deshiciera en miles de orbes de luz y se extinguiera en el aire. Estabas completamente solo con un Hunter malherido no muy lejos de allí y con la sangre de Scarlet Light en tu mano como única evidencia de su existencia.

Aquella imagen se grabó en mi mente. Quería salvarla y, en su lugar, la sacerdotisa tenía razón: matarla era liberarla. Lo comprendí cuando me hizo atravesar su pecho, cuando me escupió la sangre, cuando se preocupaba por Hunter. También cuando me aconsejaba. Y pese a todo me sentía mal, como si hubiese hecho algo realmente horrible.

Mi mirada se entornó con un aire de tristeza y me encaminé hacia Hunter, sin ganas de hablar o soltar algún chascarrillo, sencillamente quería ir a casa.

Tomé a Hunter entre mis brazos, preguntándome qué dirían mis padres cuando les dijese que había adoptado a un conejo, pero al menos necesitaba tenerlo en descanso hasta que estuviese bien y fuerte. No tenía ni idea de dónde estaba, pero tenía alas.

Alcé el vuelo y volé a todo lo que daba mi velocidad en busca de mi hogar. Me dolía el cuerpo, estaba herido, pero ya me preocuparía de todo aquello cuando Hunter estuviese bien. Porque tenía que vivir.

Alzaste vuelo con las palabras de Scarlet aún palpitando en tu mente y el descontento de lo sucedido aún pesando en tu corazón. El pequeño conejo no opuso resistencia y solo arrugó su gesto cuando lo tomaste, tal vez fuera el dolor, pero no luchó ni nada por el estilo.

Extendiste tus alas y volaste hasta tu hogar, pero era difícil hacerlo en el cielo nocturno, ya que todas las casas eran similares desde arriba. A la final decidiste descender un poco para poder ver en mayor detalle las calles mientras la brisa nocturna acariciaba tu rostro. Si no hubieras pasado por una situación como esa, habría sido mejor. Después de ubicar tu casa, descendiste para notar que todas las luces estaban apagadas. Tal vez tus padres no estaban en casa, lo cual era una fortuna porque no era nada fácil explicarles el porqué llegar tan tarde y con un conejo en brazos, aunque lo de llegar tarde era algo que ellos sabían que era común en ti, sobre todo con lo despistado que podías resultar.

Entraste y llegaste a tu habitación y volviste a tu habitación cuando viste que las sombras hacían un movimiento extraño. Solo había una personas con la capacidad de manipular las sombras de esa manera y esa era la Sacerdotisa dragón. Sin embargo, de esas sombras no salió una figura sino dos: La forma humana de la sacerdotisa a quien ya habías conocido y una segunda chica de cabello largo y azul cuya energía te resultaba familiar.

Shiro te miró y dijo - Perdona la intrusión. Ella es Mariko, la guardiana suprema de Andelivian y hermana de Arjimae. ¿Se encuentran bien? - avanzó con un rostro de preocupación, pero se detuvo. Sabía que no confiabas en ella, así que no quería ser intrusiva.

- Lo siento. Puedo curar al pequeño y a ti. ¿Me lo permites? - hizo una reverencia esperando mientras la que ella había presentado como Mariko miraba al pequeño conejo fijamente con los ojos llorosos.

- Hunter... ¿Qué te ha hecho? - algunas lágrimas bajaban por sus mejillas mientras llevaba las manos a su pecho.