Partida Rol por web

Las palabras de la mujer provocaron a Mamoru, pero no precisamente de manera sexual. Pese a que la mujer poseía una gran belleza, Mamoru no se fijaba en eso; quería cerrarle la boca de alguna manera. ¿Era ella la causante de todo? ¿Qué era lo que había comenzado? Quería detenerla, quería hacer algo, pero... no había nada que pudiese hacer, no en el estado que se encontraba.

El rubio chasqueó la lengua, sintiendo el sudor recorrer su rostro. Vio a la mujer dirigir una mano hacia él y, un momento después, un rayo de energía oscura saliendo disparado hacia él. No podía hacer nada, lo sabía. Necesitaba sus poderes y lo habían abandonado por completo. Dawn no estaba, ni estaría nunca más. únicamente sus recuerdos habían vuelto para atormentarle. Escuchó los pasos venir hacia él, pero no tuvo tiempo de voltearse a mirar. Solamente cerró los ojos esperando el impacto del ataque. No quería morir, Ruka... ¿Qué sería de Ruka? Esta mujer podría...

Escuchó el rayo impactar, pero todavía se encontraba íntegro. Con desconcierto abrió poco a poco los ojos y, verdaderamente... deseó nunca haberlos abierto.

Su rostro estaba cubierto de un cálido líquido carmesí. Sus ojos se quedaron completamente abiertos, enfocando lo que tenía en frente. Poco a poco advirtieron aquel color de cabello, esa figura... Sus ojos siguieron a Ruka cayendo a sus pies. Todo dentro de Mamoru se desmoronó. No escuchó la risa de la mujer, tampoco sus palabras; únicamente escuchó las gotas de sangre que caían de su rostro al suelo.

Cayó de rodillas, haciéndose daño; no le importó. Extendió sus manos temblorosas hacia Ruka y la tomó de los hombros. Mamoru sintió su espíritu abandonar su cuerpo cuando su mirada se topó con la de la chica. Lo que estaba viendo frente a sus ojos... No había sucedido lo de la última vez, en esta ocasión era completamente distinto. No era él quien era asesinado por Ruka, él no moría; esta vez era Ruka quien moría, sacrificándose por él. ¿Por qué? ¿¡Por qué!? ¡Él no quería eso! ¡Quería cambiar las cosas! Ruka... ¡Ruka! Se había comportado de forma horrible con ella. ¿Quién podría juzgarlo? Ella, ella los había asesinado, pero... ahora... ¡Él no quería que muriese! Después de todo aún la amaba.

—Ruka... Ruka... —la vista de Mamoru empezó a nublarse. Su rostro, perplejo, poco a poco se retorcía de dolor. Un líquido cálido, diferente a la sangre, empezó a recorrer sus mejillas. El rubio posó una mano sobre una de las mejillas de Ruka— Ruka... ¿por qué lo hiciste Ruka? Tú... —entonces un recuerdo fugaz pasó por su mente, el momentos antes había dicho algo que lo atormentaría de ahí en adelante.

—¡Ruka! ¿¡Qué haces!? ¡Regresa! 

Era natural. La chica le había escuchado y había corrido a su dirección. ¿Pero quién podía asegurarle que de no haberlo hecho estaría bien? ¡Nadie! Pero aún así Shinta-sensei se hallaba por el lugar, y habían otras personas. Quizá la hubiesen defendido. Pero ahora, ¿era él el culpable? ¿Debía sufrir el precio de la indiferencia? Él no quería que las cosas acabasen así. No quería... Echó su cabeza hacia abajo, recostándola en el abdomen de Ruka.

—Ruka... no mueras —masculló, entre el llanto—. No quiero verte morir, Ruka. Por favor, no me hagas esto, esto no.

Mamoru sintió un vendaval arrasar con todo lo que tenía en el pecho. Estaba sintiendo un dolor muy intenso y le costaba respirar.

—Ayuda... alguien... por favor, ayúdenla —¿qué podía hacer? ¿Había algo que en verdad pudiese hacer? ¿Vería morir al ser que más amaba entre sus brazos?—. Tú... —poco a poco Mamoru subió el rostro. Sus dientes estaban fuertemente apretados y las venas de su frente estaban completamente marcadas. Miró entre la cortina de lágrimas a la mujer que había lanzado el ataque con un odio indescriptible corriendo por sus venas— Me lo pagarás, basura. Lo harás, ¡en verdad me lo pagarás! —gritó, mientras sentía todo su interior arder.

Por más que sacudías a Ruka, no parecía reaccionar. Notaste que la herida había atravesado su pecho, muy cerca a su corazón, aunque tal vez no lo había atravesado, porque no se desangraba tan velozmente. Eso no quitaba que Ruka se veía bastante pálida.

La mujer reía ante tus amenazas. ¿Qué podía hacer un simple humano ante semejante poder? Un humano que ni siquiera podía tener sus emociones bajo control.

Se burló de ti para decir en un tono satírico - ¿Y ahora lloras? Si hasta hace poco huías de ella - rió otra vez -. ¿O es que acaso prefieres que te mate ella con tus propias manos? - volvió a extender su mano hacia ti.

- ¿Qué harás? ¿Suplicarme para que no te mate? ¿Qué puedes hacer tú? -.

En ese momento, la flauta de Kuroryuu resonó en tu cabeza. No, no era de ella. Era de la Sacerdotisa dragón.

Puedo darte tu antigua fuerza, pero esta tomará la fuerza y la forma de tu corazón. ¿Estás dispuesto a luchar una vez más, viejo amigo? No hay vuelta atrás una vez el paso ha sido dado...

Ella no estaba por ningún lado, pero era como si la suave melodía de su flauta te llevara ese mensaje.

Era cierto, hasta hacía muy poco Mamoru estaba huyendo de ella, pero ahora... No podía evadir la realidad, huía de ella porque no quería enfrentarla, no quería enfrentar sus sentimientos. Pero lo sabía, sentía que se estaba traicionando con eso y no quería aceptarlo, pero, pese a haber recuperado sus recuerdos seguía amando a Ruka.

—¡Cállate! ¡Yo...! Yo... —se volvió para mirar a Ruka, su mirada seguía vacía. Sintió arder más su interior. ¿Qué podía hacer? Nada, y eso era lo que más le dolía. Era un simple humano. En esas condiciones no podría enfrentarse a alguien con un poder así. Pero, aunque todo fuese de esa manera...— ¡No moriremos aquí!

Entonces fue cuando Mamoru escuchó una voz retumbar en su cabeza. ¿La sacerdotisa? ¿Pero cómo...? Mamoru miró hacia los lados, buscando aquella voz, pero no había nadie. El mensaje era claro y, aunque lo había tomado por sorpresa, le había dado algo que no tenía momentos antes: esperanza. Mamoru ignoró a la mujer que estaba a punto de matarle. Acomodó uno de los mechones en la frente de Ruka. En él florecía el deseo de luchar, disfrazado de repentina serenidad. Se quedó mirando fijamente a Ruka, antes de susurrar algo que solo él pudo escuchar.

—No tengo nada que perder. No quiero dar vuelta atrás. Quiero el poder para protegerla... Lucharé.

Masaru parecía estar tan absorto en lo que sea que estuviera viendo que no podía responderte. Sus manos temblaban, sus ojos abiertos de par en par, pero desorbitados y perdidos en algún punto en el infinito.

Mientras tanto, el peliblanco sonreía - Lo siento, Hikari-san. Pero eso no puede pasar - de repente, extendió uno de sus brazos y justo en su palma, el viento empezó a remolinarse y condensarse, formando una figura poco a poco distinguible como una espada.

El poder de Andelivian era palpable en esa espada. No había por qué pensar que no era Arjimae. Tal vez solo por su comportamiento atípico.

- Debo llegar a Mariko tan pronto como sea posible, así deba pasar por encima de ti - su helada mirada se posó en ti y se dispuso a atacarte.

La imagen de la Sacerdotisa dragón se hizo clara en tu mente, mientras tomaba la flauta entre sus manos y te sonreía. Su apariencia era diferente a la que recordabas, pero sin duda era ella.

Por un momento, el paisaje en aquella cueva se congeló, y te encontraste en un lugar nuevo, pero antiguo a la vez.

Aimi corrió a gran velocidad, haciendo gala del estado físico que tantos decían que tenía, para luego girar en el túnel del medio y entrar velozmente. Al hacerlo, se quedó mirando alrededor como si buscara algo con desesperación.

- No puedo encontrar su rastro. Si tan solo fuera más fuerte... - se lamentó apretando los puños.

Aunque Aimi no pudo, tú lograste dar con el rastro de Katherine, pero no solo con el de ella. Había muchos conocidos allí: Kuroryuu estaba junto a otro dragón que no te era muy familiar, estaba también Zmiy... Y una oscura energía del nivel de la Reina oscura.

Escuchar que Irisu no se iría provocó que Animae sonriese un poco de lado, pues ya se estaba haciendo a la idea de que su amiga no querría dejarla sola. Apretó aún más su medallón y miró con agradecimiento a la presidenta cuando declaró que quería proteger las cosas... pero... ¿A quién le dijo que aceptaba?

Entonces Zmiy contestó a su petición y cerró los ojos un momento para protegerse. Al abrirlos se topó con su forma draconiana y entonces dejó de sentir la presencia de Irisu. Se viró más para ver a dónde había ido y su corazón aceleró al verificar que ya no estaba ahí. No escuchó que huyera, así que eso no pudo ser... ¿Alguien se la había llevado? ¿Tenía relación con su "acepto"?

-¡IRISU!-gritó Animae y entonces, su medallón dio paso a su arco en mano y el carcaj en la espalda apuntando a la guerrera-. Esto no es lo que él querría, lo sabes muy bien-contestó recordando principalmente a Ilify, pues Jaycee había dejado en claro que él no quería meterse en estos asuntos. Además, a ninguno de los dos le gustaría ver que ellas se enfrentasen entre sí-. Debe haber otra manera, Zmiy.

Las palabras de la Reina de Cristal llegaron a ella nuevamente, donde le indicaba que debían acabar con los muertos porque seguramente estaban sufriendo. Ella había determinado que ese sería su último recurso y se aferraría a ello; por eso, sacó una flecha y apuntó a la mano derecha agudizando su vista para ver si lograba determinar qué era lo que le corrompía y a su vez retrasarla, de ahí que usase una flecha red de aire y atrapar al objetivo, sea el objeto (o lo que fuese) o inutilizar su mano.

Con la desaparición de Irisu, Zmiy se centró en ti y empuñó su espada con fuerza, la cual parecía reaccionar a los deseos de su ama, cubriéndose de hielo.

- Él está muerto - dijo escuetamente para luego cargar contra ti. Disparaste la flecha con la esperanza que la atrapara y no tuvieras que luchar contra ella, pero esta dio un salto mortal hacia adelante para luego caer de cuclillas e impulsarse para golpearte. Ya era demasiado tarde para esquivar, así que el ataque entró de lleno, perforando tu pecho y dejando un tajo profundo. De donde la hoja de la espada había cortado la piel, sentías un frío helado que te quemaba.

- No hay otra manera. Lo necesito y para ello te necesito a ti. Ríndete - apuntó su sable hacia ti amenazante. Su porte no había mutado ni un poco, así como tampoco mostraba complacencia con sus acciones. Algo sí quedaba claro y era qué tan fuerte era Zmiy y por qué era tan recordada en Hardak a pesar de haber perecido.

¿Entonces Zmiy era consciente que Ilify ya no está? ¿Entonces...? Además del dolor en su pecho, la sensación de terror invadió su corazón y miró a la guerrera con dolor. ¿La quería matar para que así Jaycee sucumbiera? No, eso no era posible; no debía permitirlo...

-No me rendiré-el miedo de perder al chico motivó a que lograse levantarse y jalara de su arco vacío, pero entonces comenzó a arremolinarse una ráfaga de viento que dio forma a una flecha que irradiaba de energía-. No permitiré que lo lastimes, eso que sientes por él no es amor.

Y con determinación en sus ojos azules, disparó a la mano derecha de nuevo. 

- Entonces sufre por tu decisión. Te consumirá el hielo - volvió a atacar. Aunque usaste el viento para impulsarte, este pareció no ser suficiente porque la joven te alcanzó con rapidez, cortando esta vez una de tus piernas. El hielo se extendía, cortando la piel con agresividad, pero a esa distancia no era difícil alcanzarla.

Juntaste toda tu determinación para lanzar esa flecha y esta salió con toda la potencia de tu viento hacia Zmiy. La joven no pudo esquivarla y se vio obligada a retroceder, mostrando marcas de heridas en su cuerpo. El ataque había sido un éxito.

- No lograrás persuadirme. Tengo muy clara mi misión - se apoyó en su espada y se puso de pie.

- Eres débil. No mereces conservarle -.

¿Que tipo de encerrona era esa? - no es por preocuparte, pero además de Kathy e Zmiy, detecto a un dragón que no me suena, y alguien con un poder semejante al de la reina oscura... - clavó su banderín a la entrada de la cueva derecha y se transformó - Phenrir Ceefy se adelanta... Puedes seguirme, pero NO me conoces...

Escuchaste unos pasos veloces corriendo hacia donde estabas y, aunque te asustó lo que podrías encontrar, no tardaste en reconocer una figura considerablemente más alta que tú que se paró de manera protectora frente a ti. Se trataba de Edward, quien había logrado dar contigo. Miraba a Zmiy con porte serio y jadeaba alcanzado de su respiración. Había hecho un gran esfuerzo físico para alcanzarte y seguía agitado. 

- ¿Estás bien? - preguntó en tu dirección, sin quitar su postura firme. Parecía que no tenía intenciones de retirarse.

Zmiy lo miró sin cambiar su expresión y dijo - Un estorbo más. ¿Acaso quieres morir? - ella no retiraba su arma y su semblante tampoco se suavizaba.

Edward sonreía - Es el deber del hermano mayor proteger a su hermanita. Right, sis? - te guiñó un ojo y se giró hacia Zmiy nuevamente -. Más te vale que te juntes con alguien de tu tamaño y dejes a mi hermanita en paz - mencionó mirando a Zmiy de manera amenazante.

Zmiy chasqueó la lengua y respondió - Muere entonces junto a ella - y se dispuso a atacar una vez más. 

El aire helado empezó a agitarse, haciendo que las ropas de ambos se movieran a su compás, haciendo difícil mantener los ojos abiertos. Sin embargo, el brillo en los ojos de Zmiy no se apagaba. Por el contrario, brillaban con más fuerza alimentándose de la ferocidad de la tormenta.

Zmiy gritó, pero aquello que salió de su boca fue un rugido amenazador. Su figura se iluminó y su apariencia empezó a mutar. Se podía escuchar el sonido de las articulaciones desencajándose, la piel rompiéndose y los huesos cambiando de forma a la fuerza. El rugido lastimero llenó la estancia y con una onda de choque, la tormenta cesó revelando a una bestia cubierta en energía azul. Quien se acercara más de la cuenta, notaría que se trataba de llamas azules, pero que no desprendían calor sino frío. Llamas heladas, además de un pelaje blanco y brillante, y unos ojos que no perdían ferocidad.

Pudiste percibir la energía de la dragona de Hardak, pero también algo más, algo que te recordaba a cómo percibías a Arjimae cuando aún estaba con vida.

Edward contemplaba la bestia con estupefacción. Sus piernas temblaban ante la aparición, pero no se movía de su sitio.

- No moriremos aquí - y entonces, Edward se llevó la mano a su cuello, justo donde se encontraba el collar que Aimi le había dado esa noche en que fuiste a su habitación. Ese collar comenzó a desplegar una luz brillante que llenó la estancia de una cálida sensación. Edward alzó su mano derecha y justo allí, la luz del collar se condensó formando una espada de luz que, justo cuando Edward la sujetó, dispersó su luz por todo su cuerpo, blindándolo, dándole el poder del comandante que, antaño, había sido. El joven agitó la espada y su armadura se reveló. Ephorus había regresado listo para dar la pelea.

Tomó una postura de batalla y se giró un momento hacia ti - No voy a permitir que luches sola y menos contra una bestia como esta. Además, Aimi me mataría si algo te pasara - su rostro era sereno y determinado. Los hermanos Commutatus se reunían en batalla una vez más.

No entendía nada de lo que estaba pasando. Masaru-kun estaba enloqueciendo y esa persona, que ahora estaba seguro de que era Arjimae me estaba amenazando.

-Oye, no sé que quieres con Mariko. Puede que no sea nada importante. No lo sé. En cualquier caso no hay necesidad de amenazarme de ese modo. Si es tan importante para ti, te dejaré pasar, pero no puedo ayudarte ahora. Me preocupa la salud de Masaru-kun. Debo llevarlo con uno de los sensei ahora y, la verdad, si pudieras ayudarme con eso, te lo agradecería mucho.

Entonces tomé a Masaru-kun del brazo.

-Oye, tranquilo. Si te sientes mal, podemos regresar. Los sensei sabrán qué hacer. Vamos

Regresaste por completo a la cueva, cortando la conexión que la sacerdotisa había establecido, pero ya tú apariencia no era la de Mamoru, sino la de Cursed Dawn, la orgullosa dragona de Hardak.

La mujer de cabello negro se estaba cubriendo los ojos y al descubrirlos, su sonrisa se afila aún más.

- Vaya. El niño sacó sus garras. ¿Crees que puedes vencerme? - unas enormes garras surgieron de su mano. Eran garras metálicas embuidas por energía oscura. Te miró y tomó posición defensiva.

- Vamos a divertirnos juntos - rió. 

Una vez más estaba de vuelta en el campo de batalla, pero las cosas no eran iguales. Su estatura, contextura, apariencia; poseía un poder con el cual defenderse. Miró por un momento a Ruka ignorando por completo a lo que decía la mujer frente a ella. No dejaría que Scarlet despertase, aunque fuese lo último que hiciese. La Sacerdotisa había dado esperanzas a Dawn. Si Ruka aún no había despertado... Había huido de ella, sin que Ruka supiese el motivo... Debía protegerla, no podía dejarla morir allí.

Dawn miró a la mujer con completo desdén mientras apretaba sus puños. Por entre las hendiduras de sus manos unas potentes llamas habían empezado a materializarse. Casi parecía que los mismos ojos de Dawn estuviesen encendidos en llamas.

—Creo que te confundes. Soy Cursed Dawn, una de las mejores guerreras de Hardak. No pienso divertirme contigo, te haré pagar por todo lo que has hecho —la dragona abrió sus brazos y también las palmas de sus manos, apuntando hacia la pelinegra. Sus llamas, como con vida propia, empezaron a crear pequeños tornados que con rapidez se dirigieron hacia el enemigo—. Será mejor que estés preparada para morir.

La mujer se abalanza sobre ti con sus garras. Estas eran garras metálicas que ella llevaba fijadas a sus nudillos. El filo brillaba con la poca luz que había, lo que llevaba a pensar en su letalidad.

Diste un paso adelante para cubrir el cuerpo de Ruka y que no se viera involucrada en la batalla mientras tú misma cargabas hacia tu enemiga con decisión. Tus puños se encendieron en llamas que abrazaban tu piel con delicadeza y te prestaban su fuerza para poder golpear a tu enemiga.

El garrazo de ella vino con velocidad, pero lograste verlo a tiempo para usar tu mano derecha y desviar el golpe. Con tu mano izquierda golpeaste su rostro con fuerza y la mujer voló a un lado un par de metros para detener su avance al clavar sus garras en el suelo.

- Vaya, vaya. La minina tiene garras filosas. Disfrutaré cada segundo de verte sufrir – la marca de quemadura en su piel era bastante visible. Cualquier persona normal estaría quejándose de sentir tanto dolor, pero esa mujer parecía disfrutar de las heridas. Escupió sangre de su boca para luego posar su mirada en ti.

- ¿Eso es todo lo que puedes hacer, Cursed Dawn? – reía tratando de provocarte y alistándose para su siguente golpe.

-Él... no es un objeto para decir si debo conservarle-la voz de Animae sonaba débil por el dolor; sin embargo, comenzaba a ponerse de pie mirando a la guerrera y ahora sus ojos azules demostraban una fiereza antigua. No había agresividad ni enojo, pero sí determinación y un poco de miedo mezclado en su porte-. Tengo una promesa con él de celebrar algo juntos. No dejaré que le pongas un dedo encima.

Entonces escuchó que alguien llegaba a con ella que reconoció como su hermano. Su corazón aceleró a gran velocidad y su respiración se agitó; de igual manera, observó a Edward con flaqueza y su temple comenzó a desmoronarse un poco.

-No debes estar aquí-le comentó tragando saliva y luego mirar a Zmiy cuando ésta dijo que si quería morir-. No deberías... no, hermano, vete, yo me encargo.

Pero la guerrera lanzó la amenaza y comenzó a transformarse frente a ellos. Animae caminaba hacia la espalda de su hermano y puso una mano en el hombro de éste, por lo que el pelinegro podía notar que la palma de la joven temblaba y no era solamente de frío. Estaba siendo embargada por el terror, uno que nacía desde su corazón por los miedos que llevaba lidiando por medio año.

-No quiero perderte...-su voz era un reflejo de lo que apenas lograba transmitir. Ella estaba dispuesta a dar su vida para que los demás estuviesen bien, pero que arriesgaran la suya la bloqueó por unos segundos. No obstante, la calidez del collar ayudó a que tal sensación mermara un poco y cuando vio su transformación y la encarnación de su otra vida, el comandante Ephorus, Animae podría haber jurado que en ese momento sintió su alma vieja dándole apoyo para que, por fin, el dúo Commutatus se reuniese de nuevo-. ¿Tienes tus poderes?

Fue lo más coherente que pudo decir, pues tuvo una imagen de sí misma en Andelivian cuando la antigua Animae entrenaba con su hermano para perfeccionar las habilidades de ambos. Ahora, Katherine estaba al lado de Edward, y aunque la historia se repitiese dándoles una nueva oportunidad, el corazón de la joven continuaba latiendo con pesar.

-Zmiy es muy poderosa... No quiero... que te haga daño...-tragó saliva y cerró sus ojos un momento. El arco estaba a su lado en el suelo; sin embargo, ráfagas de viento comenzaron a arremolinarse en su mano libre (pues continuaba con la otra sobre la armadura de Ephorus) y su cabello oscuro se despeinaba cediendo ante el elemento de su controladora. Abrió sus ojos azules y la corriente comenzó a adoptar una forma delgada y larga mientras se comprimía a gran velocidad-. Y no dejaré que nos mates... no mientras pueda seguir luchando para protegerles-y aquél látigo salió desprendido a gran velocidad mientras Animae seguía observando a Zmiy-. ¡Cúbrete, Ephorus! Necesito encontrar su fuente.

- Larga historia - dijo Ephorus con una sonrisa en el rostro. Una mirada confiada apareció en su rostro cuando dijiste que Zmiy era muy fuerte. Miró a la bestia que antes era Zmiy y dijo sin quitarle un ojo de encima.

- ¿Acaso crees que soy débil? Tú tienes un arco, yo una espada. Vamos a tirarle algunos dientes - y justo cuando Ephorus se lanzó a Zmiy, la guerrera ya había saltado hacia él a toda velocidad. Al notar el inminente impacto, Ephorus se puso en posición defensiva y se cubrió, pero aquello no le salvó de ser arrastrado por la bestia que atravesó su armadura con sus poderosas fauces, atrapándolo. El guerrero no tuvo más opción que desplegar su espada en esa misma posición. Esta brilló con intensidad mientras el joven la empuñaba y tras un rugido, la clavó en el dorso de la bestia. Pudiste ver rayos de luz que estallaban al impacto con la piel de su enemiga, quemando la piel circundante a la herida.

Zmiy chilló de dolor, soltando a Ephorus, quien voló hasta chocar contra una pared. Cayó de rodillas en el suelo tocando su rostro y jadeando. Sudaba mientras intentaba soportar el dolor de su profunda herida. Se puso de pie apoyándose en su espada y aunque, se veía malherido, estaba vivo y listo para mantener su promesa.

Mientras Ephorus se recuperaba, Zmiy posó sus ojos en ti, orgullosa de haber despejado el camino y abalanzándose hacia ti. Tal vez fue el golpe de tu hermano, pero lograste esquivarla con cierta facilidad. Tomando un impulso de viento lo suficientemente fuerte para poder saltar y luego soltar tu látigo de viento hacia ella. La bestia solo chilló ante el impacto para luego impulsarse con sus patas y echarse hacia atrás.