Partida Rol por web

Blue Side of Life

Escena 1: El mar en calma

Cargando editor
08/03/2019, 13:02
Narrador

 

Escena 1: El mar en calma

 

Cargando editor
08/03/2019, 13:02
Narrador

Mayo de 1923.

La brisa marina golpeaba el rostro de Earl, Eleonora y Emily mientras navegaban. Desde que Abraham había sido internado dos años atrás los tres habían recibido cartas de él frecuentemente. A través de ellas habían sabido que Amber, su mujer, había renegado de él una vez fue internado. En un costoso ejercicio de sinceridad y por recomendación de los médicos, el hombre le había contado su aventura con Eleonora y aquello había terminado de dinamitar su ya frágil matrimonio. Desde entonces, había explicado el soldado, sólo le habían quedado ellos tres.

Los primeros meses en el Blue Side las cartas eran lo que uno podía esperar. El hombre hablaba de sus rutinas, de sus miedos, y demostraba un anhelo incansable por recuperarse y volver a su vida. Por volver a verlos. Sin embargo, los médicos no le permitían tener visitas por el momento. «Hasta que se adaptase» decían. Pero aquello nunca sucedió.

De no haber estado el sanatorio en un lugar tan apartado, probablemente hubieran acudido a pedir explicaciones allí mismo, pero eran más de seis horas de viaje y de todas formas los doctores dejaban muy claro que no podrían verle. Se encontraba en la costa, donde el aire del mar y la naturaleza podían ayudar a sanar a los pacientes y la tranquilidad ayudaría a templar sus nervios.

A pesar de eso aquellas mismas cartas fueron cambiando. Abraham escribía como si no sólo sus miedos, sino todas las cosas que imaginaba fueran reales. Como si los monstruos le estuvieran esperando tras cada esquina. Había pasado de ser un hombre con esperanza a ser un tipo aterrado, que vivía sólo a través del miedo. En ocasiones relataba sueños desgarradores, o explicaba cómo él mismo se había arrancado sus propias uñas de los dedos mientras dormía. Habían acabado por sedarle, claro, y por mantenerle atado en los únicos ratos en que estaba consciente. Cuando se les preguntaba por teléfono los médicos decían hacer todo lo que podían, pero el caso de Abraham era complicado y la guerra les había dejado muchos pacientes. Hacían lo que podían. Siempre decían eso, pero lo que podían hacer era muy poco.

En una de esas llamadas fue cuando dieron la noticia: Abraham había muerto unos días atrás. El Blue Side había avisado a su esposa, claro, quien no se había molestado en celebrar un funeral en condiciones ni había avisado a nadie. La muerte no pilló por sorpresa a nadie... Y seguramente fuese lo mejor. Por fin el hombre, el soldado, el amigo, el amante, podría descansar.

Emily, Eleonora y Earl dejaron de recibir aquellas cartas. Quizá al principio se hizo raro, o quizá fue un alivio. A lo mejor alguno de ellos ya ni siquiera leía las últimas, cargadas como estaban de cosas sin sentido. A veces daba la impresión de que Abraham ya ni siquiera sabía a quién escribía. Mezclaba nombres y recuerdos y sólo insistía en una cosa: estaban en peligro. Él, ellos, todos. Sus monstruos se escondían bajo la cama, en las sombras y en el quicio de las puertas y en cualquier momento podrían devorar sus cerebros y sus corazones.

La vida siguió con forzosa normalidad. Y habían pasado seis meses cuando Eleonora recibió una carta inesperada.

Parecía la última página de una carta más larga. Estaba escrita mezclando palabras y frases, y aunque al final incluía las dos primeras letras del nombre de Abraham, tal y como siempre se despedía él, parecía inacabada.

Nadie en el Blue Side contestó al teléfono, ni tampoco a las cartas. Hicieron falta los contactos de Earl para averiguar que aquella carta había sido enviada desde algún lugar de la zona del Blue Side dos o tres semanas atrás y varios días de investigación en periódicos atrasados por parte de Emily para conocer lo sucedido: en el sanatorio había habido algún tipo de incidente. No estaba claro qué había pasado exactamente, pero el lugar se había mudado a sus antiguas instalaciones. En el círculo de Eleonora alguien le dijo que había oído hablar de ellas, en una isla a media hora en ferry de donde se encontraba el otro edificio.

Y ahí se encontraban los tres, viajando hacia un lugar desconocido para pedir explicaciones. La caligrafía de esa última carta, probablemente deformada por el sufrimiento, seguía siendo la de Abraham, y el tono era diferente a las anteriores. No parecía que fuese simplemente una hoja extraviada. ¿Había sido su muerte un error, un engaño de su mujer? Al principio pudo parecer una posibilidad, pero entonces, ¿por qué todo las mentiras y el silencio por parte de la institución? Estaba pasando algo raro, los tres se daban cuenta de ello. Ahora tenían que descubrir qué... Y quizá, sólo quizá, encontrar a su amigo si seguía con vida.

Cargando editor
09/03/2019, 16:28
Emily Lastrong

Estaba segura de que mi rostro había adoptado una tonalidad verdosa desde que habíamos montado en ese infierno bamboleante. Tenía los nudillos blancos de lo fuerte que me estaba aferrando a la baranda de la cubierta y hacía ya rato que había dejado de preocuparme el estado de mi peinado. Al fin y al cabo que el viento zarandease mis cabellos era lo de menos cuando sentía una nueva náusea subir por mi esófago y todos mis esfuerzos se centraban en mantener la dignidad todo lo posible y en no vomitar por la borda. 

Odiaba los barcos. Los odiaba con todas mis fuerzas. No sólo porque mi estómago no estaba hecho para navegar, ni siquiera cuando las aguas estaban en calma. No, era algo más profundo que eso. Estar sobre uno era un recordatorio constante de lo que le había pasado a mi hermano y mi marido. Habían pasado casi seis años, pero allí, en la cubierta, parecía que había sido el día anterior. Y era eso lo que hacía que mi mirada se perdiese en el horizonte y mis labios se apretasen en una fina línea. Odiaba los barcos.

Me recordé por enésima vez que hacía aquello por Abraham, por un hombre que se merecía que desvelásemos la verdad que había rodeado sus últimos años. Valía la pena soportar aquel suplicio de madera y metal por aclarar qué era lo que pasaba en aquel sanatorio que en lugar de sanar a nuestro amigo lo había trastornado aún más.

Tomé una bocanada de aire fresco antes de soltar una mano de la barandilla para mirar a mis dos amigos. A los tres nos importaba Abraham y no íbamos a volver hasta desentrañar lo sucedido, lo cual sin duda podría llevarnos un tiempo. Yo llevaba ese día una falda verde hasta los tobillos y una blusa blanca, con una chaqueta también verde por encima. Junto a mis pies estaba la bolsa de viaje donde llevaba lo necesario para pasar algunos días en la isla. Colgado de mi hombro el bolso donde guardaba mi libreta y mi pluma, listas para tomar nota de cualquier pista o rastro. 

—Aún tendríamos que perfilar el plan, ¿no es así? —planteé, respirando profundo como me había recomendado uno de los marinos del barco al verme inclinada en la barandilla—. Si queremos entrar en el sanatorio para ver lo que pasa desde dentro, al menos uno de nosotros va a tener que fingir ser un paciente. Tal vez Earl podría hacerse pasar por tu marido, Eleanora, y yo por tu hermana. Y podríamos fingir que vamos a internarte de forma temporal porque no has superado lo vivido en la guerra. Un lugar de descanso para tu alma atormentada —dije, alzando las cejas con marcada exageración—. Tendríamos que ver cómo nos harías saber si estás bien y cómo entrar y salir nosotros. O podemos «internar» a otro, si tú no quieres adoptar ese papel. Lo importante es que nos enteremos bien de lo que sucede ahí dentro.

Todo un discurso, teniendo en cuenta mi estado. Volví a mirar hacia fuera para que el viento en mi rostro aliviase mis ganas de vomitar. El salitre se me pegaba a los labios y al paladar. Cómo odiaba el mar.

Cargando editor
10/03/2019, 21:20
Eleonora Oldenburg

No podía dejar de pensar en las últimas cartas de Abraham y en lo confusas que resultaban sus palabras si las comparaba con la disposición y el arrojo que había mostrado en el frente. Lo imaginaba maniatado, suplicando sin voz que alguien se apiadase de su alma. Sentí un golpe frío en la boca del estómago y apreté fuerte los dientes ahogando el llanto. Entonces escuché la voz de Emily y su propuesta me pareció acertada.

-Me parece una buena idea. Earl puede mencionar que fue uno de mis antiguos supervisores quien os recomendó el ingreso en este sanatorio. Lo que no tengo tan claro es cómo vamos a comunicarnos una vez me hayan internado...

Cargando editor
11/03/2019, 10:57
Earl McDormand

Me encontraba al lado de Eleonora. La brisa del mar me traía consigo el aroma característico de la chica que me hacía identificarla con los ojos cerrados. Estaba preocupada y se lo notaba en la mirada. Posé mi mano sobre su ombro con suavidad, midiendo el tiempo que la dejaba procurando que fuera lo suficientemente breve como para que la chica pudiera seguir reteniendo las lágrimas si era lo que quería, pero mostrándole el apoyo que tenía si necesitaba desahogarse.

En cierto modo sus pensamientos sobre Abraham se entremezclaron con los míos. Probablemente yo podía aguantar mejor la compostura dada la relación que tuve con Abraham en su momento. Admiraba a ese hombre, si no como al que más, casi. Sentí la noticia sobre su muerte a pesar de que una parte de mí no estaba en absoluto convencida de que aquello fuera cierto.

Siempre había sido bastante desconfiado y necesitaba ver la prueba irrefutable para creerme las cosas, así que hasta que no viera el cuerpo del soldado sin vida, no me lo creería. En otras ocasiones no me era necesario para saber que realmente las personas habían dejado de existir, dejando sus esencias esparcidas por las zonas afectadas por la guerra, pero no fue el caso de Abraham.

Me separé de Eleonora para dejarle un espacio que esperaba le ayudara a recomponerse un poco para acercarme esta vez a mi otra amiga y compañera de aventuras. Me apoyé en la baranda al lado de Emily y miré hacia el horizonte.

—Si te concentras en un punto fijo se te pasará un poco— le recomendé. Yo lo llevaba bastante bien. No podía comparar aquél oleaje con el que había en el lago de al lado de mi casa cuando vivíamos en Sebago, pero podía decir que me ayudaron a acostumbrarme al movimiento de los barcos. 

Sin embargo, sabía perfectamente qué le ocurría a Emily. La muerte de su marido y mi amigo fue un golpe muy duro. Pero ahí estaría, antes, ahora y siempre para apoyarla. Pero esta vez no necesité hacer nada para sacar un tema que permitiera huir de los dolorosos recuerdos.

La idea que propuso Emily no me gustó al principio. Exponer a Eleonora a dejarla sola ahí no me parecía la mejor opción y se notó en mi expresión, que era de ligera disconformidad. Sin embargo, escuchar a Eleonora estar de acuerdo y dispuesta a aceptar ser la internada hizo que mis divergentes palabras no llegaran a salir de mi boca, replanteándome de nuevo la situación.

—Entiendo que dependiendo del grado de afectación del paciente, permitirán más o menos libertad y flexibilidad a la hora de relacionarse con las personas del exterior —comenté finalmente, tras unos segundos en silencio. Todavía no estaba del todo conforme con la idea, pero por ahora no se me ocurría nada mejor.

Cargando editor
11/03/2019, 21:18
Eleonora Oldenburg

No conseguí localizar ningún protocolo de los empleados en el Blue Side, nadie de mi entorno laboral parece saber gran cosa acerca de ese lugar, excepto que está repleto de soldados con neurosis de guerra. ¿Habéis encontrado algún tipo de información al respecto? -pregunté intentando confiar en una respuesta positiva.

Cargando editor
11/03/2019, 22:05
Emily Lastrong

Dediqué una sonrisa suave a Earl al notarlo a mi lado, pero para él que me conocía tan bien no sería difícil percibir la tensión que marcaba mis mandíbulas. Asentí con la cabeza a su consejo y puse una mano sobre su antebrazo en un gesto afectuoso.

Gracias. A decir verdad estoy deseando pisar tierra firme de una maldita vez. 

Pensé algunos segundos en lo que habían dicho ambos, tratando de hacer lo que el fotógrafo me había sugerido y mantener la mirada fija en un punto. Pero es que mirase donde mirase sólo había mar. Mar y olas. Mar y nubes. Mar y más mar. Terminé por girarme para mirar hacia Eleanora, pero aún con una mano sujeta a la barandilla. 

—Nada —respondí con desazón—. Salvo aquellas noticias que hablaban de un incidente, nada más. Ni siquiera he logrado averiguar qué fue lo que pasó, nadie parece saberlo. —Fruncí el ceño por un instante y luego mi expresión se lleno de determinación—. Pero eso es justo lo que vamos a averiguar. Tal y como tenían a Abraham de aislado no sé si podemos contar con que nos dejen entrar fácilmente para «visitarte». Quizás sea más sencillo hacer que algún trabajador nos haga de mensajero. No los médicos, no creo que podamos confiar en ninguno de ellos. Pero tal vez una enfermera, o alguna cocinera, un celador... 

Cargando editor
14/03/2019, 01:52
Narrador

El viaje continuó durante el resto del trayecto de manera tan apacible como hasta el momento. El ir y venir del océano bamboleaba la embarcación de una forma rítmica y constante, haciendo que para los que no estaban acostumbrados caminar por cubierta fuese un poco más difícil y correr, imposible. Ni Emily, ni Eleonora ni Earl habían visto más viajeros al borde del ferry, y por cómo les había mirado algún miembro de la tripulación aquello debía de ser verdaderamente extraño.

Atracar en la isla fue sencillo. Desde lejos el lugar daba la impresión de alzarse sobre el mar casi por altivez, mostrando unos acantilados de color grisáceo y un camino ascendiendo entre ellos. En lo alto del risco más cercano había un faro que por algún motivo no  funcionaba. Por suerte de día, los que guiaban aquel barco no parecían necesitarlo. Había un pequeño embarcadero al que se dirigieron de inmediato. Desde allí no se veían más edificios que lo que debía ser el propio sanatorio. Este estaba a su derecha, casi al final de la isla, aunque tendrían que acercarse más para estar seguros.

Cargando editor
14/03/2019, 03:06
Capitán Allen McCarty

A pesar de ser los únicos viajeros no fueron los únicos que se apearon del barco. Un hombre mayor, al que le faltaban dos dedos en la mano izquierda, lo hizo tras ellos. Cojeaba levemente, y dedicó a los tres una larga mirada antes de hablar.

—Supongo que van al viejo Blue Side —comentó el tipo. Mirándole bien daba la impresión de ser el capitán del barco, si es que aquel barco tenía uno—. Si esperan un momento podemos acercarles, ahora vendrán a buscarme. —Hizo un gesto hacia el camino, por el que bajaba un coche levantando una nube de polvo.

—Si vienen a ver a alguien, les aviso que no zarparemos hasta dentro de dos días. Yo también vengo de visita, y les juro que aprovecharé cada minuto con mi hija. Siempre que lo deseen, hago esta ruta todas las semanas.

La voz del tipo sonaba como si se rascase con su propia garganta al salir, como si por algún motivo le costara. Sin embargo, era amable. Mientras tanto, tras él, algunos de los tripulantes empezaban a descargar algunas cajas de la bodega.

Cargando editor
14/03/2019, 03:06
Narrador

El trayecto en coche fue bastante cómodo. El vehículo en sí era bastante nuevo, lo que hacía que uno se preguntase cómo había llegado allí o por qué. El hombre se presentó como Allen McCarty, y efectivamente era el capitán del ferry. Al parecer llevaba años haciendo aquella ruta, y había empezado a ser quien se encargase de los suministros del manicomio y de otros encargos de la isla. A cambio, le dejaban pasar con su hija más tiempo del que se permitía normalmente a las visitas.

El hombre que venía a buscarle con el coche era un tal Ben —Ben, a secas, sin apellido—, un celador con aspecto de tener muy pocas luces pero que conducía de manera suave un coche que no era suyo, sino de la institución. Sin sentirse cohibido, McCarty siguió explicándose, poniéndoles al corriente sobre la isla en sí. Al parecer, a unos cinco kilómetros de la institución había un grupo de casas. Allí se hospedaba el propio capitán y había algunas personas que hacían su vida, la mayoría de ellos pescadores. No parecía muy claro que aquella pequeña población tuviera ningún futuro, pues los pocos jóvenes que había habido en los últimos años se habían ido a estudiar a la ciudad y no habían vuelto nunca. Viendo el ambiente de la isla, no era de extrañar.

Mientras se acercaban al sanatorio los tres pudieron confirmar que era la construcción que habían visto desde el barco. Se trataba de un edificio de sólo dos plantas, algo antiguo y desgastado. Probablemente hacía muchos años que no se le daba una mano de pintura. El recinto estaba vallado, aunque nadie parecía vigilar la entrada ni la salida. Además del edificio principal había otros tres más bajos y alargados, así como un invernadero. Todo el lugar daba escalofríos, no en vano eran consideradas las viejas instalaciones. Aún así, al ver su aspecto tétrico era imposible no plantearse por qué alguien iba a acudir a aquella institución por voluntad propia.

Cargando editor
17/03/2019, 11:17
Earl McDormand

Me sumé a las incógnitas de ambas mujeres. Yo tampoco había dado con ninguna noticia relevante sobre el Blue Side más allá de las que ya se comentaron.

Seguía sin ver claro el plan de que Eleonora fuera la infiltrada en el sanatorio. Casi por no provocar discusiones entre los tres, me quedé callado y aceptando lo que se había propuesto. Sin embargo, eso no me quitaría preocupación.

Una vez en el embarcadero, me aseguré de que llevaba todas mis pertenencias y que no me había dejado nada en el barco. Sobre todo la cámara, aunque era poco probable. Antes me dejaría cualquier otra cosa.

Sentí ganas de fotografiar al que parecía ser —y más adelante lo confirmarían— capitán del barco, pero me contuve. No era el momento y prefería escucharle y atender a lo que decía. Luego agradecí el ofrecimiento y junto con Eleonora y Emily fuimos en coche hasta el sanatorio. Por ahora todo iba rodado, incluso McCarty nos dio información útil de primera mano.

Cuando me enteré de cómo conseguía el hombre pasar más tiempo de visita con su hija, miré disimuladamente de soslayo a Emily, esperando que «se hubiera quedado con la copla», aunque sin dudarlo de que lo habría hecho.

Me bajé del coche una vez llegamos e inspeccioné la zona visualmente. Cada vez tenía más ganas de fotografiarlo todo, pero tenía que racionar el material que tenía para lo importante.

—Pues ya estamos, parece.

Cargando editor
17/03/2019, 21:46
Eleonora Oldenburg

Me dio buena impresión el capitán del barco y dadas sus explicaciones, se me amontonaron cientos de preguntas en la cabeza. No podía levantar sospechas y debía empezar a meterme en mi papel, así que me acerqué a Earl y le sugerí que intentase sonsacarle algún dato más sobre su hija; lo más probable es que fuesen a internarme en su mismo módulo.

Cargando editor
18/03/2019, 02:16
Emily Lastrong

La mayor parte de mi mente escuchó con atención al capitán durante todo el viaje. Todo lo que el hombre decía nos daba pistas que nos ayudarían a movernos con más soltura en aquella isla, cosa que él hacía como si hubiera nacido allí mismo. Saber así que había un lugar donde Earl y yo podríamos quedarnos y estar cerca del Blue Side me tranquilizó un tanto. Aún así, lo que más atrapó mi atención fue confirmar que se podía comprar a esa gente. Pues al fin y al cabo era lo que hacía el capitán para ganar más tiempo con su hija. Intercambié una mirada cómplice con Earl en ese momento y al encontrarme con que sus ojos también me buscaban esbocé una leve sonrisa por el entendimiento silencioso. 

En aquel trayecto en algunos momentos acaricié los cabellos de Eleanora, peinándolos con los dedos como podría hacer con una niña desvalida. Creía que gestos como ese nos ayudarían a dar credibilidad a nuestra historia. Sin embargo, cuando vislumbré el edificio al que nos dirigíamos a lo lejos no pude evitar que mi nariz se frunciera con disgusto. Parecía tan tétrico y lúgubre... Tal vez estuviera influida por las cartas de Abraham, pero aquella estampa me hizo apretar los dedos de mi amiga con los míos, dando y cogiendo ánimo. 

En realidad venimos por mi hermana —respondí, llevando mi mirada hacia ella—. Ha sufrido mucho y nos recomendaron este lugar para que pueda descansar un tiempo hasta recomponerse. —Un suspiro y al ataque—. ¿Y qué le pasa a su hija? —pregunté con expresión inocente—. Tal vez pueda usted presentársela a ella para que tenga a alguien con quien contar ahí dentro y no se sienta tan sola al principio. «Y así, tal vez, podamos aprovecharnos de sus beneficios de rebote». ¿Hay algún consejo que pueda darnos con su experiencia? Sólo nos preocupa el bienestar de mi hermana. 

Cargando editor
18/03/2019, 21:06
Eleonora Oldenburg

En cuanto susurré a Earl que se preocupase por saber más sobre la hija del capitán del barco, Emily pareció leerme el pensamiento e hizo las primeras preguntas. Si no fuese por las mujeres...

Cargando editor
21/03/2019, 01:04
Capitán Allen McCarty

Cuando el vehículo llegó a la valla del sanatorio aquel celador, Ben, se bajó del coche para abrirla. Luego se puso al volante durante uno metros, rebasándola, y finalmente se bajó para cerrarla de nuevo. Se encontraban en el amplio espacio que seguramente sirviera de patio. En una institución ideal sería hierba cuidada, quizá incluso con un camino de piedras. Allí, en cambio, la vegetación era más espesa y llegaba hasta media espinilla. No debían estar cuidándola demasiado.

Mientras tanto, el capitán había escuchado las palabras de Emily y se giró en su dirección, mirándola con cierta lástima, antes de echar un vistazo a Eleonora y a Earl.

—Andrea... —dijo, probablemente hablando de su hija—. Tiene mucha imaginación, es sólo eso. En los días buenos inventa algunas historias que parecen sacadas de cuentos. En los malos, en cambio, tiene tanto miedo que alguna vez se ha hecho daño a sí misma. Así que lo mejor es que esté aquí, con personas que sepan evitarlo.

Después de eso el hombre dio una calada larga a su pipa y echó un vistazo a Eleonora. El hombre parecía mirarla de una forma casi paternal.

—En cuanto a qué aconsejarle —enunció hablándole directamente a ella, como si fuese Eleonora quien le había preguntado—, sólo puedo decirle que haga caso de lo que los médicos digan. Ahí dentro van a cuidarla, y aunque a veces le pidan cosas que le resulten dolorosas siempre será por su bien. —Hizo un gesto hacia Earl y Emily, como contando con su aprobación para sus siguientes palabras—. Si duele es que está curando, ¿no? —No tardó en volver a hablar—. Pero no quiero asustarla. Sólo se lo digo porque ahí dentro verá de todo. Hay personas con muchos problemas mentales ahí dentro. Incluso hay un hombre que intentó comerse sus propias manos. Pero están perdiendo el tiempo, porque vienen y no hacen caso de lo que le dicen los médicos. Así no sanarán nunca. Es como si yo le digo que tiene que desinfectarse una herida y cambiar el vendaje cada día y usted lo que hace es untársela con crema de cacahuete.

El tipo miró hacia adelante entonces. El coche ya se estaba acercando a la entrada principal del edificio.

—Si quiere curarse, se pondrá bien. Con el mar por todas partes este lugar es fantástico para eso.

Cargando editor
22/03/2019, 01:53
Narrador

Aquel lugar se caía a pedazos, de eso no había duda ninguna. El edificio era antiguo, mucho, y viéndolo desde fuera parecía probable que estuviese lleno de goteras y otros desperfectos. Lo que en otro tiempo quizá fue un jardín cuidado ahora era un lugar lleno de malas hierbas, y de los edificios bajos había uno que daba la impresión de estar abandonado.

Sin embargo y con todo eso, Earl tuvo clara una cosa: aquello tenía que mantenerse de algún modo. Por muy poco que se cuidase la hierba, o los edificios, aquel lugar tenía que ser atendido al menos por una decena de profesionales como mínimo. Había que alimentar a los pacientes, al servicio, quién sabía qué facturas... Y ese dinero tenía que salir de alguna parte. No sabías exactamente cuánto habrían cobrado a Abraham, o cuánto querrían cobraros por internar a Eleonora, pero ni todos los ahorros de varias familias medias serían suficiente para mantener el Blue Side durante tantos años.

Cargando editor
22/03/2019, 11:11
Eleonora Oldenburg

Mar por todas partes, un edificio de aspecto lamentable y el consejo de hacer todo lo que dicen los médicos... Empecé a dudar del capitán o al menos de su capacidad deductiva. Tal vez fuese un pobre hombre que solo quería ver bien a su hija, pero me di cuenta de que no podía confiar en nadie excepto en mis amigos. ¿Nos dejarían ver el sol? ¿Podríamos salir al exterior? ¿Qué era eso de "si duele es que está curando"? Por primera vez sentí que mi vida estaba en peligro y pensé en la última carta de Abraham y en la oscuridad de la que hablaba. Estaba deseando entrar en el sanatorio y al mismo tiempo marcharme muy lejos de allí.

Notas de juego

Cargando editor
22/03/2019, 18:53
Earl McDormand

Las palabras del capitán no me dejaron precisamente más tranquilo. Cada vez se reafirmaba mi teoría de que no era buena idea dejar que ingresaran a Eleonora sola en ese lugar. 

Todo me parecía demasiado nefasto como para pensar que allí habría un buen servicio. Y en absoluto creí que esas "cosas dolorosas" que le pedían a su hija fueran los remedios más acertados para la mejora de su salud.

Tras sus palabras creí oportuno aprovechar para preguntarle algo que igual nos bloqueaba a la hora de seguir con nuestro plan.

—Señor McCarty, sin ánimo de meterme demasiado donde no me llaman... —Me dirigí al capitán tratando de ser lo más educado que supe a la hora de tratar con el tema que iba a sacar a flote a continuación—. ¿Supone un gasto muy desmesurado internar a un paciente en este lugar?

—Entiéndame—continué antes de dejarle responder —, pagaré lo que haga falta para que la chica esté en buenas manos y se recupere lo antes posible— Miré a Eleonora con una mezcla de preocupación y afabilidad en la mirada. La preocupación, por supuesto, provenía de las numerosas dudas que le generaba el paisaje que estaban observando —. Pero me gustaría saber más o menos lo que nos va a suponer. 

Me acerqué al señor para mostrarme atento a su respuesta. Estaba acostumbrado a hablar de temas personales con cualquier persona y sabía hacerlo con el suficiente tacto como para dar confianza.

Cargando editor
29/03/2019, 00:06
Capitán Allen McCarty

Las palabras de Earl captaron la atención del capitán en cuanto comenzó a hablar, anunciando que quizá iba a pisar un terreno que se salía de la zona cómoda de la conversación. El ceño del anciano se frunció y observó al fotógrafo mientras este hablaba. Antes de contestar se retiró la pipa de la boca y pareció pararse a pensar durante un instante.

—Por el dinero no se preocupe —enunció—. El doctor Leblanc es un alma caritativa y generosa: atiende a todos los pacientes que necesiten de sus cuidados, aún cuando no puedan pagar sus servicios. Entiéndame, estoy seguro de que tiene en cuenta lo que uno quiera donar a la institución... Pero no creo que a su amiga, esposa o lo que sea le falte de nada en ningún caso.

Con el coche ya en la entrada del edificio el capitán acabó por abrir la puerta y girarse para mirar a sus interlocutores una vez más.

—Si me disculpan, tengo una cita para ver a mi hija. —Se retiró entonces la boina en señal de respeto y de despedida, dirigiéndose a Emily y a Earl—. Nos veremos por la isla, supongo —enunció antes de hablar a Eleonora—. Y usted, mejórese. Seguro que tiene en el continente muchas personas que querrán verla de vuelta cuanto antes.

Cargando editor
29/03/2019, 00:34
Thaddeus Graves

Cuando el coche llegó a la entrada del edificio sólo pasaron unos segundos antes de que un hombre abriese la puerta y saliera al recinto del jardín. Era un tipo de unos cincuenta años, con el pelo corto en los laterales de la cabeza y calvo en toda la parte superior y barba de varios días. Sus ojos grises se fijaron en el capitán del ferry antes de acercarse hacia él, e intercambió unas palabras con el tipo para luego dirigirse al vehículo en el que Earl, Eleonora y Emily se encontraban. Ben, por su parte, seguía al volante, sin llegar a decir nada.

—Bienvenidos a nuestras instalaciones —enunció el hombre—. Soy el doctor Graves. Acompáñenme, por favor.

Después de aquello el tipo esperó a que lo siguiesen hacia el interior del edificio. La puerta era doble y de madera descolorida, pero parecía resistente.

Una vez que atravesaron el dintel pudieron ver un amplio recibidor. Probablemente les resultase un poco sorprendente no ver a nadie en el mostrador de recepción, ni ninguna enfermera o similar para atenderles a la vista. Sin embargo, pensándolo bien, probablemente en aquel edificio en medio de una isla remota no estuvieran acostumbrados a las visitas.

El tal doctor Graves guió a los recién llegados a un despacho cercano situado en la planta baja para tener cierta intimidad. Allí escuchó el caso de Eleonora con atención, aunque sin llegar a tomar nota. Cuando las explicaciones terminaron, asintió.

—Podemos ayudarla —afirmó—. Le haremos un examen inicial mientras ustedes se encargan del papeleo. Hemos tenido muchos casos como ella —prosiguió, hablando como si la propia Eleonora no estuviera presente— y logrado resultados verdaderamente buenos. La guerra... —enunció antes de negar con la cabeza, pensativo durante un instante—. Muchos de nuestros pacientes han pasado por ella. Por supuesto, estaremos encantados de ayudara a una persona que arriesgó su vida por salvar a nuestros soldados en el frente.

Tras esas palabras se puso en pie y se dirigió a la puerta.

—Eleonora, acompáñame —enunció. No llegaba a tratarse de una orden autoritaria, pero tampoco daba la impresión de esperar una réplica. Luego miró a Emily y a Earl—. Enviaré a alguien para encargarse del papeleo.