Partida Rol por web

El caballero desfigurado guardó un silencio que duró una eternidad.

- ¿Qué aspecto tiene... ahora? - dijo por fin el rostro desfigurado, recuperando un hilo de voz.

- Bella, ágil, mordaz. Algo harapienta y sucia también. Parecía agotada.

El caballero desfigurado dejó lentamente el papel en una mesa pequeña a su lado. La pausa subsiguiente fue todavía más larga, tanto que Ossiandrei estuvo a punto de hacer una reverencia y retirarse, pero no podía. Aún no había terminado con las novedades. Pero, por fin, el caballero del rostro quemado volvió a tomar la palabra, cambiando totalmente de tema:

- Qué reportes hay sobre los Istari? ¿Ha vuelto alguno de esos chiflados?

- Ninguna novedad, desde la última que os informé: Gandalf estuvo hace un mes pero no hizo indagaciones. No parece que sepan nada de lo que ocurre en los Túmulos.

- El mamarracho de Radagast está demasiado ocupado enviándome águilas a hostigar los nidos de mis criaturas - dijo aquella cara quemada con fastidio - Peor para ellos: dejemos que tengan su vista puesta en Rhudaur, que se sientan muy útiles salvando a un puñado de montañeses. Cuando tomemos Bree y lleguemos a Fornost desde el sur será ya muy tarde para lamentaciones. Siempre y cuando... 

- Mi señor, no es lo único que traigo - Ossandrei se atrevió a interrumpirle, tal vez para evitar que volviera a recordarle su presunta incompetencia - Hay más. Junto a la elfa vino un guerrero humano, dundlendino o así se presentó, aunque su aspecto era, digamos, peculiar. Rubio y barbilampiño. Y él llevaba un colgante con vuestro emblema... pero de oro. Dijo haberlo recibido de su madre.

La cara desfigurada volvió a instalarse en uno de aquellos silencios eternos. Su rictus inmóvil le aproximaba más a un títere gigante, a un monigote inanimado, que a cualquier criatura viviente. 

- ¿Estás... estás absolutamente seguro de esto? Y si es así, ¿cómo puedes saberlo? - por fin exhaló, en un susurro.

- Mi señor, soy el jefe de la inteligencia en Bree y en el resto de la zona sur de Arthedain. Todas las posadas importantes tienen dobles paredes en los reservados, por mandato mío, y todos los posaderos están convenientemente aleccionados. Nadie sabe la cantidad de veces que he obtenido información providencial de los encuentros en estos lugares de comida, bebida y descanso - Ossandrei se dio cuenta enseguida que esa última frase sobraba, ya que a su señor no le gustaban esas digresiones estériles. Así que volvió enseguida al núcleo del relato -  Di orden al posadero que hiciera pesquisas en cuanto terminé de hablar con ellos en la torre de la guardia, y el señor Ham de "El Descanso Real" tiene un buen historial de fiabilidad...por la cuenta que le trae. Lamentablemente, no pudo averiguar nada más porque luego ellos bajaron la voz. Pero esas palabras las entendió claras, y estaban hablando del colgante de oro y del broche cuya reproducción en carbón habéis visto. No cabe ninguna duda.

El caballero desfigurado se mantuvo en silencio. Ossandrei, envalentonado, prosiguió:

- Puedo asegurarte que no llegarán a los túmulos. Ya pude neutralizar en Bree a uno de los tres medianos, que había llegado demasiado lejos en sus pesquisas. Pero no puedo destruir a los exploradores en Bree, levantaríamos excesivas sospechas y con ello atraeríamos la atención de seres mucho más poderosos en nuestra contra - Se aproximó un paso a su señor, en tono de confidencia -  Le aseguro que caeremos sobre ellos en campo abierto, la primera o la segunda noche, y en Bree no sabrán de ello hasta dentro de dos semanas, pues antes no está previsto su regreso. Para entonces nosotros ya estaremos en todos los túmulos. Lo único es que vuestra hermana va con ellos, con los medianos. Y también el dunlendino, y otros tres bisoños buscavidas. 

El rostro desfigurado deja reinar otro largo silencio, ¿tal vez aprobatorio? Imposible de saber.    

- Ya lo sabes. A ella y al dunlendino los quiero vivos. Creo que ya te expliqué lo que fue del jefe de la partida responsable del desastre en la Colina de la Torre en cuanto volvió a mí con las nuevas de aquella chapuza.

Mithgannel y Ruby estaban paralizados en su posición. Ahora recordaban las palabras de Bradoc en la posada "El Descanso Real":

—¡Por todos los dioses! — exclama posando bruscamente la jarra sobre la mesa — ¡Maldita sea mi suerte!

Con evidente dificultad, Bradoc lleva sus temblorosas manos a su cuello y de él saca una cadena de oro adornada por un colgante, también de oro, con la forma del símbolo del documento, las 3 flechas entrecruzadas. Colocó el colgante al lado del pergamino para que todos pudiesen comprobar la similitud.

—No sé que significado puede tener... — dice entre sollozos, terriblemente afectado por el descubrimiento — El colgante, que recibí de mi madre antes de abandonar mi pueblo, perteneció a mi padre... Padre que nunca conocí... Su mera existencia es un misterio para mí...

En ese momento apareció un esterlinga en la estancia, interrumpiendo la reunión. 

-Mi señor -  balbuceó en un terrible oestron - los guardias de afuera. No hay rastro de ellos. 

Como un resorte, Ossandrei se dirigió a la puerta, desenvainando su espada. Salió de la sala con el esterlinga, tras ellos el caballero del rostro quemado, echándose encima la capucha antes de cruzar el umbral de la puerta.

La noche era cerrada y todavía se podía respirar el malestar del combate en la cara de algunos de los viajeros. La preocupación de Rowen por sus compañeros era evidente, pues no paraba de mirar hacia la puerta donde habían ido a explorar el interior de la casa para dar con alguna pista o con alguna cara. Öter, hacía muecas intentando darle un significado a aquellos pequeños huesos que había encontrado.

- Señorita Rowen, ¿de verdad no sa... - y un sonido en la noche cruzó el claro donde se encontraban. Öter calló súbitamente y guardó el saquito en su bolsillo para después echar mano al mango de su martillo. La otra mano se la llevó a la boca, a modo de silencio, mientras miraba a sus compañeros. 

Uno de los esterlingas salió de la casa y poco a poco fue entrando en alarma al no ver a sus dos compañeros. Su llamada, en un dialecto extraño para los oídos del enano, fueron inútiles ya que solo obtuvo como respuesta el intermitente grillar de los grillos. Súbitamente, el esterlinga volvió a la casa y cerró la puerta tras de sí.

- No nos han descubierto, pero los demás están en peligro. Tenemos que avisarlos - dijo el enano mientras desenfunda su arma y su escudo .- No podemos quedarnos aquí más tiempo .- Öter miró a sus dos compañeros, Rowen estaba especialmente nerviosa, todo lo que pudiera conducir a la violencia le hacía sentir de ese modo. - Bradoc, o tú o yo, pero debemos de avisarles. Que la señorita Rowen aguarda aquí con el caballo y el esterlinga y en caso de ayuda que nos defienda desde la distancia, esa daga nos servirá de gran ayuda - y sopesó el martillo.

- Bradoc, o tú o yo, pero debemos de avisarles. 

—Yo iré — dijo Bradoc resignado, pensando que él podría ser un poco más sigiloso que el enano.

Se notaba que la impaciencia se estaba apoderando de los dos. No estaban acostumbrados a tan largas esperas y se encontraban más a gusto en el fragor de la batalla. Pero el enano tenía razón, si los de dentro no habían oído los gritos del guardia sin duda estaban en peligro.

— En caso de que nos descubran o sale alguien de la casa espolead al caballo en esa dirección, con suerte eso causará una distracción suficiente para que podamos escapar hacia el bosque — dijo mientras le entregaba al enano parte de su equipo para poder ir más ligero — Si nos separamos nos reuniremos en la taberna.

Dichas estas palabras Bradoc comenzó a recorrer el linde del claro con cautela aún al abrigo del bosque hasta encontrarse enfrente del portón por donde Ruby y Mith acababan de entrar. Con un susurro, transformó el bastón en su fiel espadón y desde ahí comenzó su aproximación con discreción, dando pasos cortos y tratando de ser lo más silencioso posible. Una vez allí y antes de entrar echaría un vistazo por si podía ver al mediano y a la elfa.

- Bradoc...¿eres tu? - susurró Ruby, todavía espantado por la aparición. No sin cierto estrépito, el dunlendino había aparecido por el portón y su sombra se recortaba más oscura que la penumbra. 

- Shhhhh- Bradoc sufría por su propio estrépito y el de sus compañeros - Sí, soy yo. He venido a avisaros. El esterlinga salió y descubrió que los guardias no estaban. Entró a todo correr en la casa y pensamos que estábais en peligro.

- Sí, ¡lo sabemos! - terció Mithgannel - Acabamos de oírlo desde aquí, entró el esterlinga a avisar, y ahora todos han salido por la puerta principal, blandiendo las espadas...

- ¿Todos? ¿Cuantos son? - preguntó Bradoc

- El esterlinga, Ossandrei y mi....quiero decir, otro caballero - dijo Mith conmocionada. 

- ¿Qué hacemos, pues? - urgió Bradoc - Rowen y Öter están solos con el caballo y el esterlinga inconsciente, por suerte escondidos junto al sendero... pero ahora decís que esos tres han salido por la puerta que les queda más cerca. ¿Salimos por el portón o por la puerta principal ¿podríamos sorprenderles desde atrás?¿o es una locura?

Cerrasteis los ojos rogando a vuestros respectivos dioses mientras escuchabais como Bradoc se deslizaba - con cierta torpeza -  hasta el portón, y entraba en él. Por suerte la casa permanecía muda. Mirasteis a vuestro alrededor, en medio del silencio: vuestra posición empezaba a parecerse a un improvisado campamento: caballo, esterlinga inconsciente sobre él, toda la parafernalia que acababa de dejaros Bradoc...en fin. Más valía que no hubiera que huir rápidamente de allí.

Justo estabais pensando eso cuando volvisteis a oírlo. Aquel aleteo. Lejano aún, pero inconfundible. De pronto, del cielo de la noche cerrada brotó un espantoso y chirriante alarido. La silueta de la bestia se recortó un instante por delante de la luna llena, que brillaba gigantesca. 

Casi simultáneamente se abría la puerta principal de la casa y salían tres figuras. A una la identificasteis como el esterlinga que había salido hace un momento, las otras dos no conseguíais identificarlas. Una de ellas blandía una espada y avanzaba con cautela por el claro, espalda contra espalda con el esterlinga. La tercera figura, totalmente oscurecida por los ropajes, levantaba una mano al cielo.  

La sinda palideció cuando comprendió quien era el misterioso desfigurado.–No puede ser, ¡Arphengolf desapareció en las Landas de Etten hace cien años!– O eso pensaban todos. Su padre había enviado varias partidas de exploradores, y nunca hallaron ninguna pista sobre su paradero. Ese malévolo ser subyugado a la Sombra no podía ser él. Y por otro lado, el... ¿Tenía un sobrino? ¿Qué estaba ocurriendo? 

El dúo escuchó la conversación sin moverse, mientras se miraban con incredulidad lo que estaban descubriendo. Lo que se estaba cociendo era muy grande, y durante las horas siguientes deberían pensar y concretar con mucho cuidado cuáles serían los siguientes pasos a seguir. Pero ahora era momento de salir de ahí lo antes posible.

El joven dunlendino apareció de improviso, sorprendiendo a sus compañeros. Los demás esperaban escondidos con el caballo entre los arbustos, pero pronto podrían ser descubiertos –¿Qué haces aquí? Te dije que no os expusiérais– dijo Mith con gesto grave. La elfa corrió de forma silenciosa hacia el portón, para ver si veía movimiento –No creo que sea buena idea el atacarlos. El encapuchado parece ser un diestro luchador, y si la bestia alada viene en su ayuda estaremos en serios problemas. Podríamos salir por aquí, bordear la casa por el norte y llegar hacia la posición de la dama Rowen y el enano dando un rodeo por el bosque, al amparo del follaje. Claro que tardaríamos más en llegar. Supongo que ellos seguirán el rastro del combate, aunque eso los terminaría llevando a nuestros compañeros. Lo más rápido será salir por la puerta principal, esperando el momento propicio en el que estén distraídos para salir corriendo con el mayor sigilo posible. ¿Qué os parece?– terminó aguardando la confirmación de sus compañeros, mientras preparaba su arco y trataba de vislumbrar desde el marco del portón si habían figuras moviéndose entre la oscuridad de la noche.

Öter no estaba nervioso, pero empezaba a impacientarse poco a poco. Sabía que no podían quedarse allí esperando mucho tiempo porque en algún momento podría salir alguien de aquella pequeña casa... o algo peor. Tras decidir que Bradoc fuera quién fuera a avisar a sus compañeros, comenzó a dejar su equipo en el suelo. El enano, algo confundido por tanta preparación, hizo por dejarlo a buen recaudo cerca de donde estaban: lo hubiera guardado en las forjas del caballo, pero no sabía si tendrían que deshacerse de él de manera urgente. El guerrero, más ágil en el subterfugio que el enano, se fue acercando lentamente hacia la casa, no sin antes tropezarse varias veces con alguna piedra ayudado por la oscuridad de la noche.

- Hmm... - se resignó el enano mientras negaba con la cabeza a los lados - quizás hubiera sido buena idea haber ido yo...

De repente, otro chillido ya conocido para la expedición, volvió a agitar el silencio de la noche de manera estrepitosa. La agudeza de aquel sonido hizo que el enano encogiera el cuello hacia un lado intentando tapar los oídos con sus hombros. La tensión se volvió a apoderar de los músculos del guerrero enano que apretó con fuerza el escudo y el martillo: tres hombres salían de la casa. Los esterlingas no eran los que más le preocupaban, pero enfrentarse a aquella figura oscura no iba a ser tan sencillo.

- Señorita Rowen, - le susuró Öter mientras no perdía de vista al grupo entre las ruinas - baje con cuidado el cuerpo del caballo, si se acercan demasiado, lo espantaremos en la dirección opuesta para que podamos escapar al bosque... muy a pesar - dijo resignado el enano, era lo último que quería hacer, pero por ahora no tenía otra elección.

En medio del debate entre susurros de los tres aventureros, se elevó un chillido que heló la sangre en las venas de todos. Venía del exterior, y les traía recientes y horrendos recuerdos. Demasiado recientes, y demasiado horrendos, también.

Lo siguiente fue un aleteo violento sacudiendo el aire y un sonido sordo en el suelo, justo del otro lado del portón. Bradoc, Mithgannel y Ruby se miraron de uno a otro en la penumbra con horror en los ojos, como esperando que alguno de ellos fuera capaz de desmentirles lo que estaba pasando. Pero ninguno de ellos era capaz de hacerlo, pues la realidad estaba demasiado clara: la bestia había vuelto. Y ahora estaba empezando a gemir con histeria, de la misma forma en que lo había hecho cuando os había identificado antes de alzar el vuelo, sólo hacía un rato. Sin duda vuestra presencia volvía ahora a entrar en sus fosas nasales, a raudales.

Con un golpe sobrehumano el portón se abrió de par en par, y pudisteis ver aparecer en el umbral del portón su cabeza reptílea y unos afilados dientes rezumando hilos de baba que destellaban en la penumbra... 

Con obediencia y presteza, Rowen había empezado a desatar las ataduras de las dos cuerdas que sostenían al esterlinga inconsciente en la montura, cuando los dos héroes vieron como descendía del cielo aquella bestia alada, en medio de violentas sacudidas de sus alas, y tomaba tierra junto al portón por donde Mith y Ruby primero, y ahora Bradoc, habían entrado. La escena quedaba fuera de la vista de Öter y Rowen, pero no de su oído: unos chillidos histéricos, iguales a aquellos cuando les había olisqueado por primera vez, empezaron a elevarse en la noche. Por fin un tremendo impacto sonó más fuerte que todo lo demás...¿había derribado la puerta? 

El esterlinga y la figura que blandía la espalda corrieron hacia el lado oeste de la casa, donde se estaba desarrollando aquel escándalo. También la figura encapuchada y envuelta en ropajes oscuros se dirigió con presteza detrás de ellos. 

¡Insensatos! - Una mano se posó en el hombro de Rowen con delicadeza, solo un instante, para con pasos cortos y apresurados acercarse a la linde, en dirección al lado oeste de la casa, detenerse justo al inicio del claro e iniciar unos movimientos de manos en el aire...

La situación se volvió un caos en cuestión de segundos. La maga y el enano pasaron de estar solos tras las ruinas del claro a ver a varios enemigos y  la bestia alada destruir algo. Con cuidado, Öter asomó la cabeza por un lado del murete derruido, pues no pudo alcanzar a ver qué ocurría en la casa, preocupado por lo que pudiera pasarle a sus compañeros.

¡Insensatos!

Gritó súbitamente una voz detrás de ellos. La inercia hizo que el enano levantara su martillo mientras se giraba para golpear a cualquiera que quisiera sorprenderlos por detrás, pero lo que vio hizo que se detuviera en seco, contrayendo todos los cortos músculos de su cuerpo a la vez. Un anciano con aspecto descuidado miró por un segundo al Rowen y a Öter. Su túnica era peculiar y su tez desprendía experiencia y sabiduría.

- Pero... - no le dio más tiempo a decir al enano mientras el anciano se dirigía al bosque, creando una luz entre sus manos - Rowen, voy con él, necesitamos saber si los demás están bien - dijo mientras iniciaba su carrera el enano - ¡Ven o escóndete! 

Vale, vale. Es que pensaba que todavía estábamos en el murillo destruido, porque la última ubicación estaba así. 

Pues voy a ir pegado al muro de la casa hasta llegar al enemigo para atacar por sorpresa. Este turno supongo que muevo y el siguiente ataco. 

¿Me espero que resuelvas o edito el post con el movimiento hasta llegar al enemigo?

Mith se encontraba cerca del portón cuando la bestia irrumpió en la casa –¡Corred!– Dando un apresurado salto hacia atrás disparó una flecha contra la bestia, quizá con más ánimo disuasorio que para hacerle daño real. ¿Habría alguien que pudiera reducir a tamaño animal?

Llevado por el sobresalto de la brusca entrada de la bestia alada Bradoc, ignorando su instinto de supervivencia y el aviso de Mith, alzó su espadón y lanzó un ataque contra la bestia.

¡Genial, pues de que resuelvas el post ataco entonces!