Partida Rol por web

El bardo sintió que sus piernas flaqueaban, la adrenalina del combate había dejado paso a un extremo cansancio, así que no pudo por mas que apoyarse en un árbol para mantenerse dignamente erguido. Era la primera vez que participaba en un combate y no estaba muy seguro de si quería que hubiese una segunda,.... sin embargo le gustaba ese extraño ambiente de camaradería entre desconocidos.

- Oye Narmo, ¿sabes quien era ese que nos ha dado las gracias y que  ha dicho que ahora volvía? - dijo Jabien,... para el bardo, que antes solo había oido hablar de los elfos en leyendas, le parecía lógico que todos se conociesen entre ellos.

Narmo no se sorprendió cuando el grupo de elfos hizo su aparición, ya había estado antes con ellos y sabía que se encontraban en los alrededores luchando contra más unidades enemigas. El elfo hizo una pequeña reverencia en cuanto llegaron y se fijo en sus caras, recorriendo una a una para recordarlas. El que hablaba era Glorfindel, un señor Noldo protagonista de muchas hazañas contadas por los de su especie. No dijo nada, esperaría a que volvieran para ayudar a su grupo ante otro posible ataque orco.

Mientras, Jabien curaba a Aboldir, Adrahil a Amarth y los demás intentaban reponer fuerzas y el resuello después de la batalla, era increible que ninguno de los integrantes del grupo hubiera muerto, pues los orcos los superaban en número. Lo que si parecía haber era bastantes heridos, algunos, cómo Amarth o Torcal habían estado al borde de la muerte y de no ser por las atenciones de sus compañeros hubieran muerto en aquel claro, pero el grupo estaba unido, y parecía que mientras eso se mantuviera, al menos se mantendrian vivos, que no era poco...

El elfo se acercó a Adrahil, que también estaba herido, le tocó en el hombro mientras curaba a los heridos y este se giró -Toma- le dijo portando una de las hojas de Draaf cómo las que acababa de utilizar -Tú también estas herido, además es mejor que ambos llevemos algún remedio, pues uno de los dos puede que falte en algún momento...-

Jabien preguntó a Narmo entonces por el grupo de elfos, y más concretamente por el que había hablado -Si, es Glorfindel...capitán del reino de Gondolín...es un Noldo y aunque no te lo creas murió durante la primera edad durante la destrucción de dicho reino y se reencarnó en su propio cuerpo- dijo al bardo con voz seria mirando su cara para ver la reacción que tenía...

Ante las palabras de Narmo los ojos del bardo estuvieron a punto de salirse de las órbitas .... "muerto, reencarnado", el mundo de leyendas que Jabien conocía por las canciones empezaba a tomar forma como algo real, y eso.... lejos de enorgullecerle, realmente le asustaba.

Rapidamente se recompuso y tomó nota de lo que Narmo le había contado ..... y el viejo Jabien volvio a salir, "esto tiene pinta de una gesta de tintes épicos, y alguine tiene que escribirla".

- Gracias Narmo, ¿crees que el señor Glorfindel se molestará si le pregunto por su pasado?

-Joe Jabién ¿Eh que tú nunca te haz dencanado? Pue´ no sabe´ tu bien lo que te piedes, chico. Te va´ a quedá ciego a ete pazo.

Y tras alejarse de Rotengón mientras farfulla algo sobre "estúpidos medianos tocapelotas", se acerca a Torcal con curiosidad, hasta que ve con ojos como platos que está rodeado de tipos que no dejan de escupirle esputos verdosos en las heridas.

-¡Apadtaz! ¡Apadtaz cabonazos! -exclama empujando a todos los que le están endorsando sus esputos- ¡Que aún no eztá muedto, leñe! ¡Dejadle en paz!

Cuando el grupo termina de explicarle al joven Gregori que se trata de curar al enano, ya veis a la comitiva de elfos bajar hacia vosotros, encabezados por el tal Glorfindel, una vez reunidos, veis que hay dos elfos que antes no habíais visto, excepto Narmo, y que uno de ellos es transportado en una especie de camilla improvisada con unas ramas. El elfo tiene la lividez de la muerte, y unas heridas terribles, por las que ya se ha hecho todo lo posible.

Os doy las gracias por permanecer a la espera, y como veis la situación para uno de los míos es crítica, y sólo Mandos sabe si lo llamará pronto. Debemos partir hacia Rivendel, sin demora, y la situación exige que os invite a acompañarnos, pues sois bienvenidos a la casa de Elrond. Por el camino podremos intercambiar impresiones, si deseáis acompañarnos.

Habla con un tono cortés, pero adivináis cierta tristeza y preocupación por el destino de su compañero en estado de extrema gravedad, así como otros elfos con heridas de diversa índole.

-Ehhh... dizculpe zeñó, pedo... yo tengo unaz cuantaz yerbas draaf de esas y... eh... igual le zirven a su amigo, vizto lo que han obado en el pobde de Tocal -solicita Gregori, que no sabe muy bien porqué pero el elfo aquel le pone los pelos de punta- ¿Quiede que empiece a mazticad una, zeñó? -concluye sacando una Draff del zurrón y enseñándosela al elfo, para que la vea bien-. Aunque zolo zea pod pobá.

Rotengon mira en sus bolsas y encuentra las hierbas que ha comprado en al ciudad , mira hacia sus compañeros que saben usarlas y duda , pero al final se acerca a ellos y les dice .

Compañeros veo que sois duchos en el manejo de hierbas , por si os sirve para otras veces os dire que tengo unas cuantas que adquirí legalmente en Bree , son estas , dice mostrando cinco hojas de draaf . Las guardo yo en mis bolsillos si las necesitais pedirlas .

Luego mira al elfo y su ofrecimiento .Bueno , piensa , conozcamos la casa de los elfos.

Golpeé un par de veces la mano amiga de Narmo haciendo un gesto cómplice, cerrando los ojos.

—Hannon le, Narmo —le agradecí en su lengua.

Poco después se acercó de nuevo el elfo Glorfindel y de nuevo mostré mis respetos a su raza. Las cosas no parecían haberles ido bien en el combate.

—Mi nombre es Adrahil, montaraz de los bosques de Ithilien. Por el rastro que ha dejado la batalla supongo que no es simplemente una patrulla de orcos lo que amenaza estas tierras. Os acompañaré a Rivendel, por supuesto y todos ellos —dije señalando con un arco amplio de mi brazo a todo el grupo—. Por el camino nos iréis contando más sobre esta amenaza, señor Glorfindel. 

Guardé la hierba que me había ofrecido Narmo en el bolsillo de mi cinturón y me volví hacia los medianos.

—Nuestra medicina ya no puede ayudarles, pequeños amigos. Sus heridas han de ser muy graves para que un señor elfo no haya podido librarles de la garra de la muerte. Rivendel, las casas de curación, allí podrán sanar. Guardarlas, maese Rotengon, pues han de sernos útiles en otro momento.

Me volví hacia el resto del grupo y les hice una señal con la mano invitándoles a partir de inmediato.

—Abriré la marcha —dije justo antes de disponerme a ello.

Bien, pues partamos raudos, si la amenaza no ha sido disuelta como parece puede que se encuentre avanzando hacia nuestro destino. Amarth aun esta algo debil y muy cansado, pero eso no es excusa para que se pare la marcha, ¿que mejor destino que morir cabalgando?, de vez en cuando, Amarth piensa en lo duro del combate y lo cerca que ha estado de la muerte y posa su mirada en la profundidad del bosque. 

"Rivendel, voy a conocer Rivendel ... por todos los dioses, esto no se lo va a creer ni mi madre" Jabien no sabía si su asombro se reflejaba en su semblante pero intentó mantener la compostura ante la noticia, pues era la mejor noticia que había recibido en mucho tiempo,.... "allí no hay orcos, ni árboles que se mueve, ni bandidos, ni peleas".

Repentinamente su mirada se posó en el elfo moribundo y su rostro se ensombreció ... "los inmortales elfos pueden morir" y en voz baja, mientras seguía a Adrahil, entonó, más para si mismo que para alguna audiencia en particular, un antigüo cantico procedente de la leyenda de Feanor:

Gregori mira al cielo.

-¿Qué ha zido ezo? ¿Una todmenta? Puez zi que debedíamoz dadnoz prisa, no sea que empiece a lloved de un momento a otro.

Dicho lo cual, se aprieta el cinturón y parece como si una sombra cruzase su rostro.

-Peddone, su zeñodía Glofindel, pedo... ¿Zegudo que no ze ha edcapado ningún odco? Podque conque zolo uno de elloz haya logado huir... no ze... pedo igual tedminan viniendo máz y todo ezo. Ademáz, zi no decuedmo mal, había doz tipoz de esos montados en lobos. Bueno, voy a vé zi el que mudiño po ahí cedca llevaba algo intedezante.

Dicho lo cual Gregori se mete en el bosquecillo donde se murió el lider orco al que persiguió con el poni. A ver si le encuentra.

Tosur tararea de forma incesante esa pegadiza rima del bardo, mientras camina junto a su recuperado primo...

- Que te parrrrece Torrrcal!!! Dos rrrrudos enanos de las montañas azules en casa de Elrrrond!!! jajaja!!! Habrrrase visto!!! Nada mas ni nada menos que en Rrrrivendel!!! Que digo yo, que pintamos nosotrrrros en esos larrres?

A pesar de su profundo odio por esa raza de usurpadores, Tosur esta extrañanente locuaz, parlanchin, y que demonios... hasta contento!!!! Será la adrenalina tras la batalla... seguro que tras un rato bajo los muros arboreos de Rivendel su caracter vuelva a ser agrio como de costumbre....

Narmo caminaba a buen paso inmediatamente detrás de sus congeneres, cuando salió de Lorien, jamás penso en que visitaría la ciudad perdida de Rivendel. Debería estar contento por ello pues muy pocos eran, tanto elfos cómo seres de otras razas, los que la habían contemplado, pero el montaraz andaba triste, las circunstancias hacían que no fuera una grata visita a la casa de Elrond, hermanos suyos estaban muriendo y la muerte de un elfo era siempre algo muy triste, pues no se producía de forma natural...

Tórcal es como el lado oscuro de Tosur, la jovialidad de su primo es amargura y mal caracter en el, anda como un espectro de las cienagas que fuese arrastrado por el viento, parece que se moviese por pura inercia.

Ante los comentarios de su primo Torcal se limita a soltar un gruñido y darle una patada a una piedra, que se pierde entre la maleza.

Jabien termina su pequeño canto homenaje y mira el caminar del resto del grupo. Quizás no sea una comitiva de fiesta, pero tenían suerte de estar todos con vida. Probablemente en el futuro se necesitarían unos a otros ....futuro ....  la mente del bardo divaga imaginando ahora las maravillas que se encontarrá en la ciudad de los elfos .... y sus curiosidad puede mas así que se acerca a uno de los elfos (no a Glorfindel que le impone mucho respeto):

- Nunca he estado en una cidad de elfos - comenta a su desdichado interlocutor - ¿es cierto que allí hay fuentes que surten miel y que el sol no se esconde jamás? -  el bardo mezcla leyendas populares con cosas de invención propia. Nunca ha hecho muho caso de esas cosas, .... pero hasta hace poco los muertos no se levantaban (tumulario) y los árboles tenían las raíces quietas.

El elfo, que se presenta a Jabien como Gildor conesta con una sonrisa amplia:

No, amigo, no. No son ciertas las leyendas, aunque es un lugar lleno de paz, y seguro que le encantará a alguien como usted, ya que se cantan bellas canciones todos los días, y allí aprenderá nuevos cantos, y otros aprenderán de usted.