Partida Rol por web

Club House de los Black Rangers, Tucson

16 de Abril, 1995 - 23:48

El Club casi en su totalidad se había movido a Tucson a una concentración de moteros que habían organizado los Black Rangers. Había al menos tres Clubs en su totalidad, además de memebers esporádicos, conocidos, curiosos, chicas, y una cantidad obscena de alcohol gratuito que volaba con demasiada rapidez. Pero no pasaba nada, los refuerzos estaban en camino, y no era el primer viaje que se hacía.

El lugar elegido era un gran descampado que era la parte trasera del Club House anfitrión. Había varias hogueras encendidas, cerca de centenar de motos aparcadas y prudentemente alejadas de la zona de esparcimiento, y muchos lugares donde caerse muerto. En varios puntos se cocinaba barbacoa, y todos eran alentados a consumir como buenos camaradas. La policía estaba apostada a un lado, como no podía ser de otra manera. Algunos habían intentado persuadirlos para que se unieran a la fiesta, pero no había logrado nada más allá de que aceptaran un par de birras y algunos bocadillos. Tenía que ser un verdadero coñazo hacer de segurata, y todo por si alguien se pasaba de listo en alguna de las peleas o magreaba a la chica equivocaba, porque el ambiente era inmejorable y allí nadie tenía malas intenciones con nadie. Estaba siendo una noche inmejorable después del paseo en moto y la tarde de colegueo con otros como él.

Hacía rato que Darryl se había quedado solo. Mark y Walter estaban con los viejos, contando batallitas. Dimitri pateaba culos invencible en el improvisado ring y a Max lo había perdido de vista cuando Kit se había puesto a chillarle delante de todos. Era una buena chica, pero le traía la cabeza loca. Todos le aconsejaban que lo mejor era cortar de raíz, pero el chucho se había colgado de verdad por ella. En cierto sentido era envidiable, pero cuando le montaba aquellos cristos delante de todo el mundo se le quitaban a uno las ganas de todo. Así que Darryl pululaba con alguna cerveza de más por allí, hinchido de alegría y lejos de estar cansado. Todavía le sangraba a ratos la nariz del ostión que le había dado el mamón de Dimitri, dejándolo KO. Una muchacha muy amable y con aspiraciones carnales le había atendido enseguida, pero no era su tipo. Demasiado escuálida y demasiado maquillaje. Entonces, después de que alguien se quejara de que no tenía bebida y le pusiera una birra en la mano con fuertes palmadas en la espalda, la vio.

Estaba sentada encima de una mesa, recostada sobre los codos y con las piernas cruzadas, descansando las pesadas botas sobre el banco. Miraba distraída hacia todos los lados bebiendo a intervalos de una botella, hasta que recayó en él. También le había estado observando durante su pelea, de pie a un lateral aplaudiendo como el resto, y era una de las razones por las que Dimitri le había hecho morder el polvo. Su figura esbelta y vestida con un mono de cuero no le pasó desapercibida, ni tampoco aquellos ojos claros que se habían mantenido fijos en él. Ni la sonrisa pintada de carmín. Tenía algo singular, algo que de lo que muy pocas chicas gozaban. Tenía porte, estilo, y supo ganárselo con una sola mirada. Una mirada que le había costado un buen puñetazo en la cara. Y ahí estaba de nuevo, esbozando una mueca divertida hacia él, enigmática.

Darryl sonrió para si mismo rompiendo el contacto visual para dirigirse a uno de los corros de gente repletos de risas, bromas y bebida. Saludó a un dos o tres conocidos mientras cogía otro botellín de cerveza de la nevera portátil llena de hielos. Tuvo que parar un segundo a sacar el pañuelo ensangrentado del bolsillo de su chupa y volver apretar hacia arriba para cortar la hemorragia. Carraspeó y escupió una mezcla de saliva y sangre en el suelo mientras volvía a mirar a aquella mujer. No pudo evitar volver a esbozar aquella sonrisa divertida y se dirigió a ella directamente.

Al llegar, se sentó en el banco y apoyó la cabeza en la mesa donde ella estaba sentada. Colocó antes la cerveza a la altura de su cadera, señalándola con un gesto.

- Tiene pinta que la que tienes en la mano ha dejado de ser cerveza y ahora es meado de búfalo. -  dijo mientras llevaba un dedo a la parte baja de su nariz y apretaba hacia arriba de nuevo - Me pongo así para tener la cabeza en alto y dejar de ser Carrie, así que prohibido reírse. -

Alzó la mano que tenía libre para coger su botellín, darle un trago y luego ofrecerle la mano. Pese a que era la izquierda y sería un saludo bastante pésimo el motero no pareció inmutarse. - Darryl. -

La chica se rió suavemente y aceptó la ofrenda con una sonrisa.

-Raven -se presentó estrechando su mano con expresión divertida. Tenía las uñas del color de la sangre, y Darryl se preguntó qué demonios hacía alguien como ella sola en aquel lugar. Su nueva amiga inclinó el botellín hacia él y después le dio un largo trago dejando la marca de sus labios impresa sobre el cristal. -Pero no se lo digas a nadie, es un secreto. Aquí me conocen como Rose -confesó en un susurro.

Tenía el pelo corto perfectamente peinado hacia atrás, unos ojos vistosos y claros, y aunque no era la chica más guapa del lugar ni tenía un cuerpo de curvas sugerentes, había algo animal en ella que le llamaba. Y parecía ser muy consciente de ello. Tras unos segundos mirándole, se incorporó para sentarse junto a él, incluso echando la cabeza ligeramente hacia atrás.

-¿Ya te has cansado de que te pateen el culo, Darryl?

El motero alzó una ceja ante la confesión de la mujer, sin entender absolutamente nada de lo que ocurría con ella. Aquello le interesaba aún más, pero se limitó a sonreir. - Pues si pretendes pasar desapercibida aquí lo estás haciendo como el culo. - le dijo con el mismo tono de confesión que ella había usado para soltar aquella mezcla de hecho y cumplido - Pero tranquila, te guardaré el secreto. A mi me conocen como Darryl igualmente. -

- Mi culo está bien, gracias. Quise probar suerte a ver si pillaba distraído al puto ruso durante el combate, pero me pilló él a mi... - suspiró y al comprobar que por el momento no salía más sangre, apartó el pañuelo - A mi no me mires, no es mi culpa que se pegara desde crío con tigres de Ussuri para que no le quitaran la comida de su vertedero. -

A Dimitri le gustaba fardar ante las tias en sitios como ese de que cuando era pequeño, en Rusia, se enfrentó de crío a varios tigres de la zona que intentaban atacar su casa, por eso sabía pelear tan bien. En realidad lo más cerca que había estado él de un tigre era en el zoo a unos kilómetros de Tucson, pero Darryl nunca había negado en público su historia. El tema de la comida y que vivía en un vertedero eran añadidos suyos.

- ¿Y qué cojones haces aquí sola? Pareces un poco fuera de contexto en medio de toda esta jauría de monos. -

Después de contar la batallita de Dimitri, Raven levantó las manos diciendo que ella no iba a juzgar a nadie, y menos cuando ese 'nadie' se peleaba con tigres. Sin embargo, se inclinó ligeramente de nuevo con el tono de confidencia para decirle 'Yo había apostado por ti'. La cosa parecía ir bien, desde luego. Ella estaba a gusto y relajada, y aunque en general miraba alrededor en vez de a él, eso no tenía que ser necesariamente malo.

-¿Lo dices porque llevo más cuero que la mayoría? -bromeó con una amplia sonrisa dejando a la vista los dientes blancos-. No estoy sola. Tengo mi circo privado, ¿no lo ves? No hay lugar más divertido en Tucson esta noche, te lo puedo asegurar. -Alzó un brazo trazando un semicírculo delante de ambos, señalando todo el lugar. Después bebió de nuevo. Tragaba rápido la muchacha, y no parecía tener ni el cuerpo ni la edad suficiente como para tolerarlo. ¿Llegaría a los veinticinco?- Además, ¿por qué dices eso de 'fuera de contexto'? Si no fuese así, quizá no me habrías visto. O igual me estabas buscando. No se me suele acercar mucha gente.

De un bolsillo sacó una pitillera plateada con motivos geométricos. Sujetó el cigarrillo entre los dientes y le ofreció antes de volver a guardarla y sacar un mechero.

Él cogió uno de los pitilllos y lo sostuvo hasta que pudo encenderlo con el mechero de Raven, manteniendo un silencio sepulcral hasta entonces con una sonrisa en los labios. Sólo cuando le dió una calada y soltó el humo por la boca volvió a hablar. - Está bien que me digas eso a mi, pero cuidado con esas palabras, aquí hay mucho motero suspectible. - la verdad es que él mismo era uno de ellos, pero en boca de Raven parecía adquirir un nuevo y divertido significado - Si te estaba buscando no lo sabía, pero tampoco me quejo mucho. ¿Piensas quedarte aquí sentada toda la noche?

Raven meditó la respuesta unos segundos, tomándose el tiempo suficiente para tragar una buena cantidad de humo y soltarla suavemente. Se encogió de hombros.

-Sentada... No creo, pero sí me quedaré por aquí. No hay nada mejor que hacer, ya te lo he dicho. -Ladeó la cabeza en su dirección-. Y, dime, ¿qué te gustaría hacer a ti esta noche si pudieras?

- Umh... - Darryl también se tomó unos segundos para pensar. La miró de reojo, sonriendo, para inclinarse hacia adelante y apoyarse sobre las rodillas. Su nariz parecía estar aguantando un poco más. - Algo diferente. No sé, hoy podría hacer como siempre: emborracharme, fumar algun porro, volver a intentar zurrarle a Dimitri para que me reviente por segunda vez y entonces tirarme junto a alguna hoguera a hablar con alguien hasta que amanezca. -

- Pero no es lo que quiero, la verdad. Hoy quería que ocurriera algo que no fuera lo habitual. ¿Se te ocurre algo? - alzó una ceja mientras la miraba ahora directamente

Volvió la cabeza cruzándose con sus ojos, compartiendo un pensamiento en mitad. Su sonrisa se curvó imitando la forma de la luna menguante que se vislumbraba entre las nubes.

-Me gustaría ver amanecer –reveló en un susurro-. Contigo.

Sonaba a promesa.

Casa de Maxwell Williams, Lake Atwood

9 de Septiembre, 2001 – 08:06

Todavía con una imagen borrosa flotando en sus pensamientos, Darryl se resignó a abandonar el sueño y abrir los ojos. La luz se filtraba mortecina por la persiana y de algún lado llegaba el estridente sonido de una voz aguda gritando. Se preguntó quién demonios era y por qué; el reloj sólo marcaba las ocho y poco. Levantó la cabeza incorporándose en las sábanas, todavía embotado, y descubrió con hastío tras prestar algo de atención que se trataban de Kit y Maxwell discutiendo. Otra vez.

Desganado se dejó caer hacia atrás desinflándose como un globo. Kit se había presentado la noche anterior y se había quedado a dormir orquestando la pertinente serenata de gemidos a dos paredes de distancia. Y por no perder las viejas costumbres amanecían con bronca, a saber por qué. Por un segundo le pareció que no había pasado el tiempo. Cerró los ojos un instante acariciando la posibilidad de volver a dormirse cuando la imagen de Raven le asaltó. Había soñado con ella, o eso creía recordar. Hacía tiempo que no se le presentaba de forma tan clara y nítida en sus pensamientos. Resultaba extraño.

Se encontraba ahogándose a si mismo con la almohada, buscando sin éxito acallar los gritos de ese par de dos que no se cansaba. Resopló aflojando la presión mientras pensaba que eran tan ruidosos para follar como para discutir. Sin embargo si estaba bajo el techo de Max lo menos que podía hacer era aguantarse, pero pronto se encargaría de buscarse algo por su cuenta. Ya no solo por estar más tranquilo, sino porque quería tener su propio espacio vital.

Fue entonces cuando le vino a la cabeza la imagen de Raven. Aquel día, en aquella fiesta por la noche. El mal humor acrecentó en él durante unos instantes y se preguntó a si mismo por qué diablos había vuelto a su cabeza de aquella manera.

Se quitó la almohada de encima para darse cuenta de que aquellos dos seguían con su cantinela, pero al menos él ahora tenía algo en lo que pensar. Se incorporó, apartando de un gesto las sábanas que le cubrían y pasó su mano derecha por el pelo para arreglarlo un poco. No recordaba la última vez que había vuelto a verla con tan claridad en su cabeza... una sensación agridulce.

Los gritos seguían y la imagen de una Raven risueña y alegre persistía en su cabeza, casi como si se estuviese riendo de él. Un grito más alto, y después un portazo digno de película. Los pasos apresurados de Kit pasaron junto a su cuarto suaves y rápidos como un gato.

-¡Kailyn! ¡Vuelve aquí! -bramó Max en un tono imponente-. ¡No hemos terminado!

-¿Vas a secuestrarme? ¿Eh? ¿Qué vas a hacer? -Kit siempre había tenido muy claro dónde estaban los límites de Maxwell, y jugaba con ellos. Sabía que nunca le pondría una mano encima y que nunca la obligaría a hacer algo que no quisiera. Quizás ese era el problema y la razón por la que nunca habían llegado a nada serio-. ¡He dicho que me dejes en paz! ¡Suéltame!

Algo se rompió contra el suelo y varios muebles, probablemente la mesa y las sillas de madera, arrastraron.

-¡Au! ¡Estás enferma, puta loca!

-¡Que me dejes en paz! No vuelvas a meterte en mis asuntos, ¿me oyes? -Advirtió Kit con la voz rota. Otro vaso más acabó hecho pedazos-. Nunca.

Portazo, este el de la puerta trasera, y fin de la discusión. Aún escuchó a Maxwell mascullando en la cocina y propiciando lo que parecían varios puñetazos contra algo. A través de la ventana vislumbró la figura de Kit caminando a toda prisa hacia el coche. Menuda manera de despertarse.

Mientras negaba con la cabeza el motero se puso sus vaqueros y se colocó una camiseta blanca cuando Kitty se dirigió a su coche. Aquella tipa había llamado siempre demasiado la atención en el club y supuso que seguía ahí por las buenas maneras de Max con el resto. En otro caso, pensó Darryl, ya le habrían dado una patada en el culo y le habrían dicho que no volviera más.

Cuando Max dejó de golpear cosas abrió la puerta y salió hasta encontrárselo. Con una expresión que denotaba compasión se apoyó en una de las paredes y miró al Treasurer con un suspiro.

- ¿Quieres que salgamos a perdernos un poco? - preguntó, con intención de que se distrajera

Max estaba apoyado en la encimera con la cabeza hundida entre los hombros y demasiada tensión acumulada en la espalda. Resollaba como un caballo encabritado, y cuando se volvió hacia Darryl pudo comprobar que sus mejillas tenían un color bastante aproximado al de dos tomates. Parecía debatirse entre derrumbarse o emprenderla contra la vajilla, de la cual ya había bastante echa añicos por el suelo.

-Se está metiendo heroína -masculló entre dientes. Y aquello era asunto serio, sobre todo teniendo en cuenta de qué iba todo el follón que estaban teniendo con los Burning Tire. El motero dirigió la mano hacia Darryl abriendo la boca para añadir algo más, pero parecía demasiado asombrado y estupefacto por aquello como para hilar correctamente dos frases, así que se encogió de hombros sin poder creerlo con los nudillos blancos de hacer fuerza contra la encimera-. Es una puta drogata.

La expresión de Darryl se tornó seria de repente ante la confesión, frunciendo el ceño mientras miraba a su amigo y a su alrededor. Joder, aquello se iba de serio.

- Joder, macho. De entre toda la mierda que hay ahí fuera, precisamente ésa y ahora. - con un chasquido de lengua se acercó despacio a Maxwell, para ponerle una mano en el hombro y hacer algo de presión, infundiéndole ánimos - Diga lo que diga ella tienes que tomar cartas en ese asunto, tio. No sé cómo se lo tomarían Mark y Walter si la descubren o si se enteran por otra persona. -

- Si no consigues que ella lo confiese tendrás que hacerlo tú para decidir cómo abordar el tema. Como la descubran, o peor, como descubran que lo sabías y no contaste nada te va a caer una bien gorda, hermano. -

Le devolvió el apretón aferrándose a su antebrazo y asintió. Darryl se dio cuenta de que tenía un gatazo que bajaba desde el hombro hasta el pecho, aunque él no parecía preocupado. Tras unos segundos su colega recobró el sentido, apoyado por la presencia de Darryl.

-Me acabo de enterar, ¿eh? -aclaró, borrando cualquier sospecha sobre ocultarle información al Club-. Me apetecía un cigarro y rebusqué en su bolso mientras estaba en el baño. No sé qué se le ha metido en la cabeza. Hemos pasado una temporada larga sin vernos y sé que ha tenido problemas con su familia.... pero no tanto como para... -Se llevó las manos a la cabeza pasándolas desde la frente hasta la nuca, entrelazando las manos tras el cuello. Resopló de nuevo-. No tenía que haberle gritado, tío. La he cagado. Ahora no me va a coger el teléfono ni me va a abrir la puerta de casa. Puf... Puta mierda.

En ese momento alguien llamó a la puerta trasera. A través de las cortinas vislumbraron una figura mucho más alta y corpulenta que Kitty, y cuando Max abrió después de echar una ojeada rápida Eliot entró echándole un vistazo preocupado de arriba abajo.

-¿Qué haces en gayumbos? -Y al comprobar el desastre que dominaba en la cocina añadió con más preocupación-. ¿Qué coño ha pasado? ¿Os han hecho visita?

- No estaba insinuando que lo sabías, colega. Sólo digo que si no lo cuentas y más adelante se enteran de la movida, será un asunto mucho más grave. - dijo intentando calmarle como pudo - Ella también te grita, no te tendrá algo así en cuenta, ¿vale? Ahora relájat... -

El sonido de alguien golpeando la puerta le cortó y se giró para ver quién era. Dejó a Max el asunto de abrir y se volvió a apoyar en la pared al ver a Eliot al otro lado de la puerta.

- No ha habido moros en la costa, tranquilo. Sólo un maremoto de estrógenos. Ya me entiendes. - dijo, encogiéndose de hombros. Miró a Max directamente, dejándole a él la decisión de contarle más o no

Max le echó una mirada de mil demonio pero no comentó nada.

-Dime que tienes a los hijos de puta que andan vendiéndole droga a Kit, porque les voy a estampar la cabeza contra el asfalto -Simple y directo.

-Los tengo -respondió con rapidez alzando las cejas, incrédulo-. Christopher tiene que estar de camino, así que ponte unos pantalones y os llevo. No es el lugar exacto donde trabajan sino donde venden habitualmente.

El Treasurer asintió y desapareció vigilando dónde ponía los pies. En ese momento Eliot se cruzó de brazos apoyando la cadera en la encimera y miró directamente a Darryl buscando la forma de decir algo bajando la voz.

-Quizá deberíais dejarle fuera. Hay que ser discretos hasta que tengamos un sitio donde trabajan o un punto de entrega.