Partida Rol por web

Vuestros acompañantes se separa de vosotros en cuanto llegáis a la ciudad. Hambrientos y sedientos os dirigís a entregar el medallón.

El Padre Ranulf os espera en el Templo de Ulric, y está claramente aliviado al ver que habéis recuperado el cráneo de bronce. Un sacerdote más joven lo recoge de manos de Gruk, y con mucho cuidado lo coloca dentro de un cofre de hierro forrado con latón e inscrito con runas místicas.

El Padre Ranulf os ofrece vino, señalando una jarra y varios vasos de cerámica sobre una mesilla. El Padre Odo pide agua, que es traída de la cocina. Cuando llega, el Padre Ranulf brinda por vuestro éxito.

-El Sumo Sacerdote Adjunto Liebnitz va a sentirse muy feliz. Está al cargo aquí, mientras el Sumo Sacerdote Ar-Ulric está peleando con el Emperador, y está particularmente preocupado en que el cráneo esté aquí para mantenerlo lejos de las manos del Caos. Ahora, sobre la cuestión de la recompensa... -No llega a termina la frase, porque en ese momento, el Padre Odo derrama su agua y cae al suelo en un ataque de violentas convulsiones

No era cerveza, pero tendría que valer; llevaba días sin echarse nada en condiciones al gaznate. Sin perder un instante, cogió la jarra de vino, ignorando los pequeños vasos, y empezó a beber a morro de ella. Hilos de vino se escaparon de sus labios, deslizándose hasta la barbilla y acumulándose ahí. No dio tiempo a que cayera, cuando dejó la vasija vacía y se limpió con el revés del antebrazo. En seguida miró al Padre.

—¡Ufff! Gruk querer más. Y comida, estar hambriento. HO HO HO.

Empero, no dio tiempo. No había podido seguir pidiendo cosas, ni hablar de esa recompensa que les esperaba, cuando Odo cayó al suelo, retorciéndose de maneras extrañas.

—Gruk creer que eso no ser normal —expuso con gran sabiduría.

Tras el combate y de camino de vuelta al templo me intereso por nuestros salvadores, especialmente por el medallón que todos ostentan así como por el, estaba claro que muy especializado, estilo de lucha . En definitiva intento socializar con ellos.

Una vez en las puertas de la ciudad nos despedimos cordialmente. Ha sido un placer y un honor, caballeros. Quiera Sigmar que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

Ya en el templo el padre Ranul nos ofrece brindar con vino por el éxito de la misión, agarro la copa con las dos manos intentando dominar los temblores que me producen los pensamientos de que aquí, en la ciudad, podré conseguir ayuda o, en el peor de los casos... ¡¡¡Mandrágora!!!

En esto que el padre Otto cae al suelo víctima de terribles convulsiones. Me lanzo rápidamente intentando sujetarle antes de que impacte contra el suelo y lo deposito con cuidado en él mientras le pongo una mano en el pecho y con la otra busco a tienatas mi daga. Alzo la vista: ¡¡¡Rápido, un médico!!! Y procedo a meterle en la boca el mango de la daga para que no se muerda la lengua mientras en mi mirada se mezclan el miedo junto con la preocupación.

Ya tenía el vaso en mi mano para llenarlo con vino y brindar por el éxito de la misión cuando Gruk se abalanzó por la jarra vaciándola delante de nosotros.

Pueden traer otra jarra para el resto, nuestro amigo tiene un apetito bastante voraz. - Le pedí al padre Ranulf disculpando al ogro.

No llego la jarra, pues el padre Odo caía al suelo preso de violentas convulsiones. Al igual que Lambert me lancé en ayuda del padre Odo tratando de ayudar en lo que pude.

Veis al Padre Odo entrar en shock, retorcerse y patalear en el suelo. Su cara se retuerce de una forma casi irreconocible. Sus manos y brazos se alargan con la forma de grandes tentáculos con garras, su cuerpo se hincha como un globo, y le aparecen en la piel escamas de color rosa y púrpura.

La abominación, que una vez fue el Padre Odo arrastra sus pues, ahora armados con garras como las de un águila gigante y olfatea el aire en vuestra dirección. Entonces se lanza al ataque.

¿Es que uno no podía emborracharse en paz, aunque fuera con aquél meado? El ogro, frustrado, se golpeó el pecho con el puño y sacó el pico a la par. Al menos le interrumpían para algo bueno.

—Bestia venir aquí. ¡GRUK APLASTAR BICHO! HO HO HO

El padre Odo se contorsionaba en el suelo cuando su cuerpo empezó a corromperse, creciéndole escamas y tentáculos con garras. Aquel era un hombre temeroso de Dios, sentía matarlo, pero su cuerpo pertenecía ahora al Caos y para darle el descanso que se merecía había que matarlo.

Así el báculo que portaba y me lacé al ataque, aunque la repulsión que me producía hizo que fallase el primer golpe.

Cuando el padre Odo comienza a transformarse salto alejándome de él con un gruñido de estupefacción y los ojos como platos. ¿¡¡¡Pero, qué coj....!!!? Las palabras se me acortan ante el asco que me produce la criatura que antes era el buen padre.

Rápidamente, desenfundo la pistola con la zurda y apunto a la criatura en medio de los ojos y, sin más tesituras, disparo... Pero el arma solo emite un chasquido seco, se ha encasquillado. Maldiciendo por lo bajo me preparo para el ataque de la criatura.

La transformación del Padre Odo os pilla a todos por sorpresa, en ese instante de estupefacción Magnus y el Padre Ranulf se quedan paralizados al ver tan cerca a una de las abominaciones del Caos.

Lambert sacó su pistola y disparó, pero el arma quedó encasquillada, maldiciendo se preparó para el ataque del "nuevo" Padre Odo. Aracsam que no había hablado tanto con el Padre lanzó un dardo mágico contra su pecho, pero el ataque apenas le hizo un pequeño rasguño.

Gruk se preparó para el ataque esperando que lo eligieran a él como objetivo, pero no fue así, aquella abominación fue directo a por Aracsam que había sido el único que había conseguido dañarlo. El primer tentáculo de aquella bestia lo golpeó en la cabeza dejándolo un poco mareado, el segundo tentáculo le dio en la pierna derecha, allí el daño fue más fuerte y por un momento sintió que le arrancaba la pierna del resto del cuerpo

El ser en el que se había transformado el pobre padre Odo rezumaba corrupción por cada poro de su maldito ser. Intenté reponerme a esa oscura visión, pero no fui lo suficientemente fuerte y quedé paralizado por el miedo.

Molesto porque no le hiciera ni caso, avanzó con pesados pasos y descargó su pico sobre el mutante, directo y sin contemplaciones.

Estaba malherido, cansado, hambriento y, encima, esa horrible llamada de la mandrágora me tenía fuera de mis cabales pero ahora no podía flaquear, no podía echarme atrás otra vez, debía enfrentarme a esa cosa y debía hacerlo ya. Con una mueca de determinación desenvaino mi espada con una floritura y sonrío. En garde mon ami, no podrás con nosotros. ¡¡¡Por Bretonia, por el Imperio, POR ULRIC, maldita sea!!!

Y me lanzo a la carrera a por el ser, el perfil bajo, la diestra con la espada atrasada, lista para clavarse y la siniestra por delante, a la altura de mis ojos para ofrecer cierta protección.

El padre Ranulf se recompuso a su primera impresión de ver a su hermano convertida en una de las criaturas del Caos, comenzó a murmurar unas palabras que hicieron que el miedo se fuese del cuerpo de Magnus, dejándolo listo para combatir a aquella criaatura.

Lambert se lanzó contra el ser que una vez fue el Padre Odo, atravesó con su espada la piel del monstruo que ahora estaba delante suya, pero se dio cuenta de que la dureza de la piel era más densa de lo que había imaginado, cuando acabó su golpe se dio cuenta con asombro que su ataque no había surtido efecto, la abominación delante de él no había sufrido daño alguno. Aracsám no tuvo más suerte, sus dardos impactaron en el cuerpo de la bestia del Caos sin llegar a hacerle ningún daño.

Solo la fuerza de Gruk consiguió atravesar las defensas del Padre Odo, pero apenas logró hacerle daño. El Padre Odo intentó golpear a Aracsam con sus tentáculos acabados en garras, pero a pesar de sus nuevas mutaciones, el Padre Odo seguía ciego, por lo que sus ataques no conseguían dar en su objetivo

Las reconfortantes palabras del padre Ranulf infundieron en mi cuerpo la fuerza de Ulric con ella ataqué con mi báculo sin la menor piedad al ser en el que se había transformado el padre Odo una y otra vez pero las ganas de acabar con aquel engendro hicieron que mis ataques fuesen lentos.

Aquella monstruosidad era más dura de lo que había imaginado en un principio, pero no importaba. La roca también lo era, y al final siempre decía ante su pico. Una y otra vez descargó su arma contra el Padre Odo, haciendo que restallara contra la criatura, e infligiéndole heridas que ni su piel iba a poder resistir mucho tiempo.

Todos arremolinados alrededor del monstruo lanzándole mil estocadas y salvo los potentes ataques del ogro el resto rebotaban en el duro pellejo de la criatura. Eso habría hecho amilanarse al antiguo Lambert pero no hoy, no ahora, acabaríamos con este bicho costase lo que costase.

Los ataques de Magnus y Lambert no hicieron nada en el Padre Odo, aunque sus ataques habían sido certeros la nueva piel del Padre era muy resistente y sus golpes no llegaron a hacerle ningún daño.

El padre Ranulf lanzó una bendición de potencia al que le pareció el más fuerte del grupo, a Gruk, para intentar que consiguiese acabar con el que una vez fue su viejo amigo.

Uno de los proyectiles de Aracsám impactó en el Padre Odo con una fuerza que el mismo hechicero se sorprendió, por ahora era quien más había dañado al Padre, éste se tambaleó por un momento pero seguía con fuerzas para seguir luchando. Pero finalmente, el pico de Gruk impactó en el Padre Odo acabando con su existencia.

Cuando acabáis con el Padre Odo no os da tiempo a recuperaros de la pelea cuando se escucha un gran disturbio en el templo, el padre Ranulf comienza a correr por los pasillos del templo, veis como tres miembros del personal de la cocina son los causantes del alboroto, intentan escapar del templo, a su alrededor los demás miembros del templo está asustados.

Estos tres miembros del templo han desarrollado mutaciones, podéis ver a uno de los sirvientes que ha desarrollado un par de pequeñas alas de pluma en sus hombros, rompiendo la parte posterior de su túnica. Son demasiado pequeñas para permitirle volar y las sacude en vano mientras corre por el templo. Además, sus ojos se han vuelto violeta sólido, sin blanco ni pupilas.

El cocinero tiene su cuchillo de cocina fusionado con su brazo derecho. El otro sirviente de cocina tiene la piel de color púrpura, manchada con llagas marrones que rezuman una apestosa pus.

Al final el Padre Odo, o lo que fuera en lo que se había convertido, acabó por ceder ante el pico, igual que la piedra golpeada con fuerza, precisión y constancia. Nada podía resistirse demasiado a esa pequeña preciosidad que tenía entre las manos. Estaba a punto de reír, cuando un revuelo en el exterior le cortó de golpe.

—¿Qué pasar ahora? —gruñó, saliendo tras el otro monje. Nada más ver lo que ocurría, esta vez no pudo contenerse—. HO HO HO. ¡Pelea!

Ni siquiera se paró a mirar, se limitó a cargar por el pasillo, hasta el más cercano de esos nuevos mutantes, a carcajada limpia mientras corría con pesados pasos que hacían vibrar el suelo, hasta acabar por incrustar su arma en el brazo de uno de esos seres, con tal fuerza que habría bastado para trincharle por entero.

Tras caer el que fuera el padre Odo la paz del lugar, lejos de volver, se convierte en una cacofonía de gritos de terror que viene de más allá. El padre Ranulf sale corriendo en busca del origen de los gritos, así como Gruk. Yo no me iba a quedar atrás, así que aprovecho para recuperar mi daga y salir en pos de ellos hasta encontrar el origen de los disturbios. ¡¡¡Tres mutantes!!! ¿Pero qué cojones estaba pasando aquí?

Cansado pero no rendido me lanzo a la carga contra uno de ellos, distinto al del ogro, asestándole un tajo en el pecho.

Las mutaciones estaban surgiendo espontáneamente en el mismo corazón del templo de Ulric. Aquello era una terrible señal y debían acabar con la mácula del caos inmediatamente.- No podemos dejar que estos engendros huyan y extiendan su corrupción por la ciudad.