Partida Rol por web

Martha trató de no soltar la mano del reverendo, ayudándole a correr a pesar de que su forma física no era precisamente la de un cazador experimentado. Sin embargo, al recibir el impacto del arma del monstruo en la pierna, perdió el paso y tropezó.

Con un movimiento reflejo, aprovechó el impulso de su carrera, a pesar de la extraña sensación de adormecimiento de la pierna, para rodar por el suelo y volver a lenvantarse sin tener que detenerse. Sin embargo, para no arrastrar al pastor en su caida, se vió obligada a soltarlo.

- ¡Gegeheglno! ¡Fokka, ta ewcabom duh vetva fe ña suetya! - dijo dando los últimos pasos hasta la abertura de la extraña cueva.

Mientras pasaba por la puerta, no se volvió para ver si el pastor la seguía, o si Tom y Johnnie lograban liberarse. Tan sólo giró la cabeza unos segundos para decir:

- ¡Qamyemeos binos! ¡Od stoqeyo wie boñbeté sata ñinetatod!

Luego salió al aire libre, y empezó a buscar frenéticamente un lugar en el que ocultarse.

Moviendose a un lado y al otro, tambaleándose con el esfuerzo, la vista del reverendo se nublaba, y pequeñas ascuas brillantes aparecían en el fondo de su visión.
Arrastrado por Martha, conseguía mantener el equilibrio, y más tarde se daría cuenta de que si no cayó antes fue por la fuerza con la que la valiente muchacha le sostenía.

- Dios te bendiga, niña, gracias por no dejarme.

Sin embargo, vió bajar la gran vara del monstruo, y vió como golpeaba, o quizás no, a Martha. Su mano se soltó de la suya, y el reverendo a trompicones, a veces a gatas, intentó seguir avanzando hacia la abertura.
El terror, el agotamiento, la tensión, hacían mella en Reigger, y la luz que veía delante suyo, se le antojaba cada vez más lejana.

El monstruo emite un rugido de ira ante el escape de la muchacha. Esta vez la vara se descarga sobre el único individuo libre que aún quedaba, esperándo derribarlo de una vez por todas. De la extraña vara surge un chispazo que se descarga sobre el torso del animal. El dolor es realmente insoportable y el humano se retuerce sobre si mismo. Un gesto de triunfo aparece ahora en los ojos de Terl, que se prepara para trasladar a sus prisioneros.

El ser da un enorme golpe con la vara al Reverendo, en pleno pecho. El golpe lo derriba y el hombre cae al suelo. Mientras Martha consigue salir de la cueva.

El Reverendo se desploma desmallado. El dolor que ha sufrido ha sido como si un relámpago le hubiera atravesado el pecho. Tanto dolor le deja fuera de combate.

Martha ve todo desde fuera, pero si mucho detalle, pues aún sigue corriendo...

Terl extrae una especie de cuerda de la nave y se dispone a atar al animal que no fue capturado con la red. La cuerda parece metálica y extremadamente resistente, tanto que incluso parece capaz de cortar las manos de la criatura. Mientras hace esto, el Psycho levanta su vista momentaneamente hacia las rocas y emite un leve gruñido. Acto seguido Terl extrae un artilugio de su cinturon y lo apunta contra las rocas, emitiendo una gran descargar de energía, que se dirige hacia el lugar en el que le ha parecido ver al animal que escapo de la cueva.

La bestia lanza el reves de su mano contra la cara del reverendo pero golpea contra el suelo sin hacerle daño alguno.

Martha sigue corriendo aprovechando el entretenimiento del monstruo. Se consigue alejar a casi 100 metros.

Terl ruge, pero en vistas de que el animal huye ladera abajo, el Psycho vuelve a centrar su atención por completo en su presa. La vara aturdidora vuelve a salir de su cinto para golpear al que no está capturado en la red, pero nuevamente la criatura falla el golpe. Parece que los animales van a darle más trabajo del que pensaba.

Terl una vez más intenta descargar su vara contra él. El artefacto vuelve a impactar sobre la criatura, aunque parece que esta consigue mantener la consciencia. Si esta vez vuelve a fallar, la pistola desintegradora será la próxima opción a utilizar. El psycho ya empieza a cansarse de la resistencia del animal.

Tom parece ahogarse con las náuseas... Su cabeza, sin embargo, está apoyada en el mentón y para fortuna del enorme guerrero no ha muerto de una manera tan ridícula como ahogado en su propio vómito...

Una bola que le sube del estómago a la garganta despierta de golpe al reverendo, que siente en su boca el desagradable sabor de la bilis. Conteniendo a duras penas el impulso de vomitar, echa un vistazo a su alrededor.

Sólo ve metal y extrañas luces que parpadean de diferentes colores. Sacudiendo la cabeza para aclarar la vista, intenta echar un vistazo a sus compañeros para ver cómo se encuentran.

Antes de que el ser los meta en el extraño objeto volador, Johnie puede ver como Martha consigue finalmente alejarse. Con una medio sonrisa en la boca, a pesar de la situación, Johnie es arrastrado al interior de la nave, que al momento comienza a elevarse.

Unas luces comienzan a encenderse y apagarse, y la sensación de mareo y desorientación comienzan a incrementarse. Johnie siente como la tripa se le revuelve, y una arcada amenaza con provocarle el vomito, pero el joven comienza tragar saliva, y finalmente consigue contenerse.

Con los ojos llorosos por las arcadas, Johnie mira a su alrededor, y ahora que el ser no está sujetando la red, vuelve a retorcerse, como un animal atrapado, para intentar salir de la red.

Cuando había conseguido aguantar el vomito, de repente el habitáculo se llena de un aire irrespirable. Johnie comienza a toser, temiendo que vayan a morir asfixiados, pero tras unos momentos de agonía, el aire que les envenena los pulmones comienza a desaparecer. Johnie pega una enorme bocanada de aire, limpiando así los pulmones. Mira a Tom, que se encuentra enredado junto a el en la red, y al reverendo, al que el ser ha dejado atado junto a ellos.
¿Estáis bien? ¿Donde nos llevará? Al menos Martha ha conseguido escapar... ¿Alguno de vosotros puede librarse de las ataduras?
Johnie vuelve a revolverse en la red, intentando librarse de la presa.

La nave avanza rápidamente hacia el oeste.

La sensación de rapidez hace que los oídos de los humanos se obturen y duelan.

Terl sigue mirando los informes que le envía el ordenador.

La nave avanza rápidamente hacia el oeste.

Martha se aferra cono buenamente puede al exterior del artefacto.

...Directos al infierno...maldita criatura. Cual será nuestro destino y con que fin nos lleva con él. No puedo ni quiero ni imaginar las torturas a las que va a someternos, milenios de vida bajo sus contínuos maltratos, hasta que dejemos de ser una diversión para él.

El reverendo no puede siquiera erguir la cabeza, y el dolor es insoportable. Un breve gemido sale de su boca, y enra y sale de la inconsciencia, mientras su estómago vacío le llena la boca del sabor de la bilis.

La nave va llegando a la cúpula. Los hombres siguen inconscientes o callados.

Terl prepara los controles para el aterrizaje.